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La Aridez del Valle de las Muñecas
sábado, agosto 28, 2004 |
Todo tiene un comienzo. También un final. Desde que puse los pies en este mundo, estuve seguro de que conocería el final mucho antes de empezar, como todo el mundo, por EL COMIENZO. Mejor dicho, cuando uno nace marcado por la llaga eterna de la soledad y el contínuo ensañamiento del destino, nuestra vida se rige siempre al límite del final, preservando solamente unos pocos pasos del abismo.
Este es el primer post de este weblog. Les parecerá extraño empezar por un párrafo tan crudo, pero yo no estoy en esta vida para hablarles de la felicidad. De modo que desde ya quiero desilusionar a los que esperan encontrar aquí frases inherentes a la felicidad y a la dicha. ¿Por qué? Porque desde que nací, ya en los brazos de mi madre, observándola, supe que tenía el estigma del desamor, o mejor dicho, del sufrimiento perpetuo.
Yo pertenezco a la estirpe del coronel Aureliano Buendía. En mi libro de cabecera, "Cien Años de Soledad", podría yo haber sido un ejemplar miembro de la familia iniciada por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, pero prefiero no entrar en detalles porque sé que la mayoría, para su desgracia, aún no han leído oportunamente la monumental obra de García Marquez.
A lo que me refiero es que, a mis ya castigados 24 años de edad (recién cumplidos hace poco) me he dado cuenta que siempre estaré solo. Bien triste, bien acompañado, bien penetrado por otros, pero solo. Solitario. Hay una teoría que dice que los gays siempre mueren solos, y eso parece ser cierto. Debe ser porque el hombre (mucho más que la mujer) es un animal que nunca se termina de conocer bien.
Casi un cuarto de siglo y ninguna pareja, novio, enamorado o como quieran llamarlo. Tan sólo un par de relaciones que nunca llegaron a formalizarse (y que a la larga dejaron profundas llagas en mi alma, que aún duelen) y muchos encuentros de sexo desesperado con hombres de muchos rostros y vocación efimera. En fin, espero que vayan conociéndome poco a poco, porque no tengo tiempo (ni ganas) de relatarles toda mi vida amorosa (si es que se le puede llamar así).
Mencioné mi primer libro de cabecera. El segundo es "El Valle de las Muñecas", de Jacqueline Susann. La autora no se refería a los juguetes, sino a las píldoras, a los tranquilizantes y a los somníferos, a las cuales llamaba "Dolls". Más allá de los relatos de mujeres solas y condenadas al naufragio sentimental (con las cuales me siento profundamente identificado), aquél libro fue el inicio de la tentación por auto-medicarme. De ahí el título del blog. Y como de la tentación a la adicción hay que dar sólo paso, para variar, no tengo el suficiente valor de darlo. No necesito ayuda, pero si pueden, me gustaría saber lo que piensan al respecto.
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