Nadie conoce a nadie
lunes, mayo 30, 2005

Sentí que algo estaba mal. Así, automáticamente, sin previo anuncio. Pero lo que más miedo me provocaba era no saber, a ciencia cierta, a qué debía tenerle miedo. De modo que la mañana de ayer domingo, cuando me acurrucaba entre mis frazadas a cuadros rojos y el celular repicó entre los tímidos rayos solares que se filtraban a través de las telarañas, ya sabía que era una llamada de malas noticias.

Funky: ¡Amigo!
Yo: ¡Hey! ¿Dónde estás?
Funky: Estoy en Lima, llegué tempranito.
Yo: ¿Qué? ¿Pero POR QUÉ? ¿Qué pasó? ¿No que llegabas el miércoles?
Funky: No, tenía que venir antes.
Yo: ¡Dios santo, amigo! ¿Qué ha pasado?
Funky: Necesito verte ahora. Por favor.
Yo: ¡Por supuesto! Voy a tu casa ahora mismo.

Ahora mismo significaba bañarme, arreglarme, desenredarme el cabello, peinarme, escoger la ropa, escoger los CDs que me acompañarían en el trayecto y además, tenía que sentarme a esperar a que mi abuela sorda terminase de preparar el arroz con pollo que le salió más duro que saltado de caracoles. Inicié el largo trayecto que separa a La Molina de San Miguel y no pude evitar sentirme envuelto en el hálito de la incertidumbre. ¿Qué era lo que había pasado con mi mejor amigo? ¿Por qué su voz, normalmente alborotada, sonaba extraña y hasta húmeda? ¿Habría estado llorando?

Cuando llegué, lo acompañé al estudio fotográfico y nos sentamos en un parque contiguo a esperar a que se revelasen las fotos. Luego, entre la nostalgia que provoca ver a niños jugando despreocupadamente entre la maleza, me contó acerca de su desastrozo viaje a Buenos Aires. Había sido un peregrinaje exclusivo para conocer, luego de dos largos años de idilio à la distance, a aquél bonaerense rubio y largirucho del cual se enamoró virtualmente. Cabe resaltar aquí el suficiente material para un próximo post destinado a desmitificar los asuntos de cybernovios y el amor a través de la red. En mi rol de voyeur consumado a la búsqueda de webcams generosas, sólo cometí el error tres veces. Fueron tres mancebos albinos de los cuales me enamoré a mares de distancia, y a los cuales tuve que olvidar gracias a la automedicación antidepresiva para después anteponer la tésis de que el amor por internet es un gran peligro para el equilibrio emocional, inclusive para las personas de alegría desbordante como Funky.

Desde que me contó sus planes de viajar a visitar a su amado, intuí que no era una buena idea idea en lo absoluto. Habían venido prometiéndose amor eterno tras una vacua ráfaga de desengaños y consecutivas retomas de decisiones. Ese argentino tenía algo que no me cuadraba, siempre se lo dije. Billy hasta lo animó a viajar y a deshacerse de las preocupaciones incoherentes. Por una vez, Billy yo estuvimos en desacuerdo. Igual Funky hizo maletas y partió a sacarse la espina. Y se la sacó. Pero la espina salió con sangre, y la sangre no dejó de manar, aún hasta el día de hoy.

Yo no sabía qué cara poner en el momento en que Funky sacó de su bolso Benetton color azul eléctrico, el último CD de El Otro Yo que prometió traerme de regalo. Lo abracé con fuerza no por el gesto, sino porque hasta en los momentos de infierno que tuvo que atravezar se hizo un tiempo para comprarme un regalo. Me hubiese quedado toda la tarde aferrándome a él, sintiendo unos incontenibles deseos de protegerlo, pero las ilógicas reacciones de burla de ciertos imberbes que pasaron por nuestro lado nos obligaron a separarnos. ¿Es que acaso dos hombres no se pueden abrazar? ¿Por qué no me permiten consolar a mi amigo, hijos de puta?

Cuando las fotos finalmente se revelaron, pensé que había llegado el momento de echarse a llorar, pero no lo hizo. Las ojeó con auténtica resignación y luego las guardó todas en el sobre. Yo, en afán de alegrarle la tarde, cometí el error de llevarlo a la casa de Robus Tito, para que se riera de sus mariconadas. Por más que Robus Tito y Coquette (nuestro amigo travesti) fingieron tener sexo anal sobre el techo del carro de sus padres, y por más que Coquette intentó dar una risible demostración del baile a cuatro patas de Susy Diaz, no pudimos arrancar siquiera una sonrisa del afligido rostro de Funky.

Dieron las diez de la noche. Nos despedimos de Robus y Coquette y partimos hacia la Av. La Marina para que yo tomase el carro de regreso. No obstante, en el momento en que me disponía a abordar un colectivo, Funky empezó a botar la mierda. Y me olvidé del colectivo, hice caso omiso a sus reclamos de "tienes que irte, ya es tarde" y lo llevé de nuevo al parque donde pasamos la tarde, para que siguiera botando la mierda. Y siguió botando la mierda, alzando la voz. Las lágrimas brotaban de sus ojos como chispas, como escupidas por la rabia contenida de habérselas aguantado durante todo el trayecto Buenos Aires- Lima. Funky gritaba, gimoteaba, lloraba, seguía botando la mierda, exasperado, alcanzaba una tonalidad tan alta de voz que hasta ese momento desconocía. Tuve miedo, porque nunca lo había visto así.

Yo hubiese dado mi vida por consolarlo. Hubiese hasta muerto, con tal de contrarrestarle ese sufrimiento. Funky me decía que no podía más, quería tomar Prozac, quería doparse y dormir por meses, y yo moría de rabia y de impotencia al no poder solucionar sus problemas, al no poder siquiera bridarle un sano consejo, porque soy la peor persona del mundo a la hora de dar consejos. Me limité a colocarle la mano sobre la nuca, y fue en ese instante cuando comenzó el llanto largo, desesperado, sin mesura, condimentado por gritar al viento las preguntas que quedaron sin respuesta. Por qué esto, por qué lo otro. Me temí lo peor. En un arranque de furia, sacó las fotos recién reveladas y se puso a comentar a lágrima viva cada uno de los lugares en donde se las habían tomado y donde habían sido felices.

Inmovilizado por la corriente de neorrealismo cinematográfico, tampoco atiné a decirle nada, aún teniendo los ojos llenos de lágrimas, porque sería incongruente haberme puesto a llorar en ese momento. Me resistía a creer que Funky fuese aquél desgarro de emociones que se acongojaba a mi lado. Durante toda mi vida había sido el estandarte de mis depresiones, aquella persona alegre y contagiosa a quien acudía para escapar por un segundo del hoyo en que solía meterme. Si Funky convalecía, me volvería loco, me dejaría sin un ápice de estabilidad. Fue entonces cuando comprendí cuánto lo quería, y las pocas veces que se lo había dicho.

Tampoco te lo dije anoche, Funky. Esperé a que te calmaras y te acompañé a casa, trayecto durante el cual diste síntomas de recuperación, al cantar con media sonrisa una canción de Geri Halliwell. Yo, por mi parte, tomé el colectivo no sin antes hacerte jurar que todo estaba bien, y coloqué el CD de El Otro Yo que acababas de regalarme. Y tuve que llorar todo el camino de regreso. El incidente me entristeció de sobremanera. Me soné la nariz con la misma bufanda sobre la que tú secaste sus lágrimas. Porque en ese momento comprendí que no eras mi amigo, sino mi hermano, y que estaba dispuesto a mover cielo y tierra con tal que volvieses a ser el mismo de antes. Siento que una parte tuya murió anoche. Tú no lo mereces. Eres mucho.

Posteado por Cyan a las 12:36 a. m.
 
 

Autoentrevista
sábado, mayo 28, 2005

En vista que últimamente ni El Dominical me da bola, y hasta BlogsPeru pasa de mí, decidí autosatisfacerme y eyacular unas cuantas posturas racionales, mediante un arrebatador diálogo con mi subconsciente. Más que masturbación, fue como jugar ouija conmigo mismo.

Cyan: ¿Cuánto de tí hay en mí?
Autor: Bastante, el 98% diría yo. El Cyan de Medication suele ser más pesimista, aunque últimamente le ha dado por un positivismo bárbaro. El amor suele cambiar demasiado a la gente, pero mientras Cyan sigue alucinándose mito, el autor preserva ciertas heridas del pasado.

C: No entiendo nada. ¿En qué quedamos?
A: No puedo llamarte alter-ego, porque no lo eres. Eres más una criatura que cobra inusitada fuerza al ser plasmado en el plano literario. Pero sí, todos los razgos de Cyan son míos, completamente. No obstante, según Billy, el autor es mucho más fascinante que el Cyan en sí mismo.

C: A veces pienso que la hiciste linda. Mucha gente cree que te inventas todo lo que escribes. Hasta sugieren que eres una escoria con lentes y barriga enorme detrás de un monitor paupérrimo.
A: Todos tienen derecho a pensar lo que quieran. Fácil desconocen que voy a las reuniones mensuales de BlogsPeru religiosamente, a pesar que de un tiempo a esta parte se han vuelto algo aburridas. Las cosas cambiarán mucho cuando se termine de formar la manchita de queer bloggers que estoy armando.

C: No me cambies el tema.
A: Bueno, respondo a tu pregunta, entonces. Confieso que mi vida suele ser más patética que la de Cyan. Tampoco tengo por qué contarlo todo en el blog.

C: ¿Y por qué no? Te daría más rating.
A: Bullshit. Si hasta las putas tienen su orgullo, yo también me merezco privacidad. Además al Top 25 ya se lo bajaron.

C: ¿Qué pasará cuando no tengas más que contar?
A: No lo sé. Últimamente he decidido autodenominarme escritor. Y es muy sabido que a lo que más le tememos los escritores es a la hoja en blanco.

C: ¿Te da miedo?
A: Me aterra sentarme a escribir porque nunca termino de visualizar el rumbo que he de tomar. Quizás sea el miedo a que Medication se aproxime a su fin. Es más, hasta llegué a considerarlo cuando inicié mi relación con Billy.

C: ¿Y por qué le pusiste Billy?
A: No sé, tal vez su fisonomía me hacía recordar a Sport Billy. (Risas) No, en lo absoluto. Me obsesionaba la idea de cerrar el blog con una falacia inventada, pensaba en mandar a rodar a Billy y titular mi último post como "KILL BILLY". En su momento me dio mucha risa, y sólo por eso le puse Billy.

C: ¿Para poder matarlo?
A: Sí, porque ya no tenía cabida revelar mi intimidad, cuando, desde el momento en que empezamos a enamorarnos, pasamos a ser una pareja, y ya no sólo estaría desnudando mi intimidad, sino también la de él.

C: ¿Y cómo lo toma Billy?
A: Digamos que le da mucha risa. Para él, es como tener una claraboya hacia mi cerebro, para poder visualizar la percepción que tengo de él. Es como si se viese a sí mismo a través de los ojos de Cyan.

C: ¿Por qué nunca escribes sobre tu familia?
A: Porque me tiene sin cuidado. Mi familia no es nada interesante. Mis padres radican en otro país y vivo con mi abuela, que ya está con un pie en la tumba. Mi padre viaja mucho y suele quedarse en casa por temporadas. Por su parte, mi abuela está sorda y prefiero ignorarla.

C: ¿A qué se debe ese comportamiento?
A: A que nunca me he llevado bien con mi familia. Solamente han conseguido hacerme la vida imposible, pese a ser hijo único. Sólo estoy esperando a que se muera mi abuela para vender la casa y comprar un departamento más céntrico aquí o en la China.

C: ¿Consideras que escribes mejor que Jaime Bayly?
A: ¡Cualquiera puede escribir mejor que Jaime Bayly! Inclusive Anti o Ximena.

C: ¿Y Medication sería un best seller?
A: Probablemente, pero re-escribiría todo el texto en francés y lo publicaría en Europa. El idioma español, por culpa de escritores como Bayly, se ha congestionado de prosa fácil y anodina, al menos en el ámbito de la literatura gay, si es que la hay.

C: No eres nada modesto.
A: Nunca lo he sido. Pero Bayly es un cuero. Sólo por eso lo perdono.

C: ¿Cómo titularías a Medication en formato de novela?
A: "Les parapluies de mes yeux".

C: ¿No te provoca publicar algo en el Perú?
A: Por supuesto. Desde hace unos meses vengo escribiendo una novela.

C: ¿De temática gay?
A: En absoluto. La sociedad peruana quedará inexorablemente rendida a los pies del patetismo moral. Pensando en ello, la novela que estoy escribiendo va de una chica muy moderna, muy regia, muy sesentas, muy pop, muy villamariana, que un día se vuelve loca y asesina a su abuela arrojándola por las escaleras, para cobrar la herencia y convertirse en estrella porno. Pero el fantasma de su abuela regresa para saldar cuentas y la vuelve loca. La novela se llamará "Toda tuya".

C: ¿No te estarás pasando mucho?
A: No me estoy pasando. Si quisiera pasarme, haría que la chica tuviese una historia de amor con su abuela, y a esta última la convertiría en una Susan Sarandon más bien progre.

C: Esta entrevista acaba de perder su rumbo.
A: Pues retómalo. Pregúntame lo que quieras. Total, es tu vida la que queda en ridículo, todos los días posteo algo.

C: ¿Te gustaría ver a Medication en la pantalla?
A: Durante mucho tiempo he mantenido esa idea en bañomaría. Definitivamente, me encantaría hacer una película, y es obvio que me gustaría dirigirla yo mismo. Si no se puede, me conformaría con escribir el guión, y con tener la última palabra en la elección del actor protagonista, y el director.

C: De no ser tú, ¿qué otro director escogerías?
A: Creo que a Harmony Korine.

C: ¿Y el actor?
A: Ahí sí me agarraste. Atreviéndome a volar, me encataría que lo hiciese Benoît Magimel.

C: ¿El marido de la Binoche? Es un excelente actor pero, ¿no está un poco matadito para interpretarte?
A: Para nada, está perfecto. Si se deja crecer el cabello, se lo tiñe de negro azabache y se hace un corte retro como el mío, entonces entenderías de lo que estoy hablando.

C: ¿Y los otros personajes?
A: Pues trataría de meter como fuese a Isabelle Huppert por ahí, así tuviese que inventarle un personaje. Del resto, puedo pensar sólo en Fairuza Balk para Ana Conda, Diego Luna para Funky, Justin Theroux para Pertur Bado, y Patrick Fugit para Billy.

C: Bueno, háblame más de ti. ¿Música, cine...?
A: Y libros, muchos libros. Me obsesiona la literatura femenina. No en vano me pasé la infancia leyendo las revistas del corazón que mis empleadas guardaban bajo el colchón, o las VANIDADES de mi madre, que tuvo a bien obsequiarme algunos ejemplares de los años sesenta. Fue lo único que le agradecí en la vida.

C: Te pregunté por la música o el cine.
A: Almodovar, sobre todas las cosas. También Lynch o Kubrick. Y Takashi Miike, que es un genio. Por estos días vengo consumiendo cine extremo, tipo "Irreversible", aunque también me gustan las películas de la nouvelle vague y el cine trash. Y en música... sería cuento de nunca acabar. Mejor te digo lo que no escucho: ni reggae, ni salsa, ni trova, ni rock progresivo.

C: ¿Sabes? me ha gustado esta autoentrevista.
A: A mí también. Y si te portas bien, prometo concederte muchas más.

Posteado por Cyan a las 12:03 a. m.
 
 

Unbelievable
jueves, mayo 26, 2005

Coincidiendo con la cancelación del programa de Gisela Valcárcel, donde algunas personas se rajaron las vestiduras por tener sus cinco minutos de fama (imagino que sabrán exactamente a quién me refiero), la noche anterior me encontré con el otrora deseado personaje en el MSN. Hacía mucho tiempo que no lo veía conectado, inclusive me asaltó la certeza que durante un arranque de tardío arrepentimiento (de otra manera no veo cómo habrá podido reaccionar al enterarse que yo ya no estaba disponible, es decir, mordió el polvo de la ¿derrota?) me hubiese podido bloquear para que no lo molestara. ¿Cómo? ¡Si yo nunca lo molesté! Si en algunas oportunidades le abría ventanas de conversación fue con el única esperanza de llevármelo a la cama y tener a mi merced, bajo la penumbra de mi lámpara warholiana, su cuerpo desnudo que prometía ser velludo, a juzgar por los magreos breves de la única vez que nos besamos, durante los cuales pude palpar, bajo su camiseta, lo que parecía ser una jungla. Las apariencias engañan, lo he tardado en comprender. Por eso me sorprendió tanto que me abriese una ventana.

Rodrigo says: ¿Y esos cueros?

Tardé en reaccionar. Se refería la foto de mi avatar, donde salgo fotografiado junto al vocalista de Inyectores y, más atrás, sonríe también el vocalista de The Fuckin' Sombreros. Se lo expliqué como quien explica una lección de aritmética a un párvulo.

Rodrigo says: Asu. ¿Son grupos peruanos?

Debí haberlo supuesto. No en vano Billy y Funky, en un ardid de crueldad justificada, le habían colgado el acertadísimo mote de la tex-mex.

Cyan says: Claro que no. El día que tenga fotos con Bronco o con Selena (que en paz descanse, la hijaputa), te paso la voz para que me envidies.
Rodrigo says: Jaja... bueno... ¿y cómo has estado?

Me desconcierta que la gente me haga parte de su vida sin que yo me entere. ¿De cuando acá con esas confianzas? ¿No que nunca quizo nada conmigo?

Cyan says: Pues ahora que lo preguntas, muy bien... no sé si te conté que tengo novio.
Rodrigo says: Sí, me contaste. Es que ha pasado tanto tiempo que te extrañaba.

¿Manotazos de ahogado?

Cyan says: No sé a qué te refieres.
Rodrigo says: Nada, hace tiempo que no conversamos ni salimos.
Cyan says: ¿Aló? ¿No leíste que tengo novio?
Rodrigo says: Ya sé, pero pensé que éramos amigos. Es más, siempre hemos sido amigos, ¿o no?

Me hubiese gustado confesarle que lo que en el fondo deseaba era su cuerpo, pero no me pareció prudente, considerando que Rodrigo es, a fin de cuentas, más calabazo que Kelly Bundy.

Rodrigo says: ¿Y qué es de tu amigo Funky?
Cyan says: Se ha ido a Argentina por dos semanas, a visitar a su novio.
Rodrigo says: ¿Su novio? ¿Eso va en serio?
Cyan says: No sé. ¿Por?
Rodrigo says: Cuando regrese dale mi teléfono. Estoy arrecho. Hace dos meses que no la veo.

Control. Fue todo lo que pensé en ese momento. No obstante, no pude evitar tener una erección.

Cyan says: Si estás tan desesperado, pues búscate algo. No creo que un chico como tú tenga problemas para conseguir sexo al paso.
Rodrigo says: No creas. Últimamente nadie me da bola.

Tal parece que la descarga de odio contra él dio resultado. Mi boca es salada. Me alegró saberlo.

Rodrigo says: Dios, estoy muy arrecho. ¿Te molesta que te lo diga?
Cyan says: No sé.
Rodrigo says: Pucha, le estoy ofreciendo a mi primo sexo por webcam y tampoco quiere, ya me cansé de enseñarle mi culo, me voy a resfriar.

Perdí la paciencia. Estuve a punto de decirle "a ver...". Sin embargo, tenía que ser fuerte. No creo en Dios, pero esto estaba muy cerca de ser una prueba muy fuerte de tentación celestial.

Cyan says: ¿En serio le estás enseñando el culo?
Rodrigo says: Se lo enseñé un ratito. Lo que más le estoy enseñando es el pecho, las tetillas. ¿Quieres ver?

Me picó la curiosidad. ¿Sería tan velludo como prometía la tupida mata de su estómago? Después de todo, sería echar un vistazo y ya. Como ver un video porno en la PC. Y desgraciadamente, no pude reprimir un sentimiento de culpa cuando hice click y acepté la invitación para ver la webcam, que acababa de enviarme.

Lo que nunca entendí fue qué era lo que Rodrigo estaba (o quería hacer) conmigo. Si quisiera sexo, me lo hubiese querido. Pero no. Conmigo no quiso acostarse nunca. Es más, me había pedido que le de su número a Funky. Entonces ¿por qué quería que lo viese desnudo por webcam? Exhibicionismo. La noche que nos besamos, Rodrigo me dijo que era exhibicionista. Eso era. No le importaba quién estuviese al otro lado. Lo importante para él, y lo que lo excitaba realmente, era enseñarse sin reparo. Valiéndome de esta excusa, y considerando que sería estúpido rechazar una oportunidad de dar riendo suelta al viejo voyeur que habita en mí desde siempre, fue que pude deshacerme, por un milisegundo siquiera, del sentimiento de culpa.

Me reí al habérmelo tomado tan en serio. Lo único que hizo fue sacarse el polo y enseñarme un pecho enclenque, con unos cuantos pelitos de durazno, que distaban mucho del semental de hombros peludos con el cual me había masturbado en su tiempo. La visión fue tan risible que acabó en un santiamén con toda la sangre que se me había subido a la cabeza. Se despidió de mí no sin antes hacerme jurar que le diera un papel, así fuese de hongo o de árbol, en el siguiente cortometraje que estoy por realizar. No es una mala idea, considerando todas las guarradas que pienso plasmar en la plantalla, y que amenazan con ruborizar al mismísimo John Waters. Toda esta aventura me hizo reflexionar mucho. Fue un golpe tremendo. Cuanta más gente anodina conozco, más quiero a mi novio.

Posteado por Cyan a las 3:13 p. m.
 
 

¿Y ahora, quien podrá rankearnos?
miércoles, mayo 25, 2005

El siguiente es un off-topic (oh, es verdad, yo nunca tuve topics) para manifestarme sobre la eliminación del ranking del TOP 25 de BlogsPeru. En un inicio se trataba de un simple comentario para NotiRajes, pero me salió tan grande que decidí convertirlo en post.

He aquí mi manifesto.

1) De acuerdo en algunos puntos.
2) En otros, no.
3) En otros, recontra no.

A saber:

1) Como dijo lamorena, me alivia saber que desde ahora no voy a tener que compartir el Top 10 con indeseables y/o homofóbicos cuya permanencia en el ranking era un misterio sin resolver, dado su poco coeficiente intelectual. Está bien, cualquiera puede tener blog, pero tampoco hay que pasarse. Es incoherente a estas alturas que existan blogs cuya única gracia sea postear acerca de el huevón, la huevona, la putamadre y la huevada. Además, les faltó abordar ciertos aspectos de ética (aquellos que, incapaces de llegar a los primeros lugares, se arañaban en insultar y en dejar comments ofensivos a quienes sí estábamos al tope). Por lo tanto, es loable que la malsana competencia haya cesado al fin (sobretodo los que se hacían pings a cada rato y tenían la concha de echarles la culpa a bloggers inocentes).

2) Tal como sugirieron por ahí, la mayoría entraba al Top25 para echarle un vistazo a las últimas actualizaciones de sus blogs "favoritos". Careciendo de esta lista, muchos no entrarán nunca más porque sencillamente o no se acordarán de las URLs, o, en el caso de visitantes extranjeros, jamás sabrán qué blogs reúnen las preferencias del público. Punto en contra, pues. Justos pagan por pecadores.

3) Precisamente, la principal motivación de la competencia (es decir, la SANA) es fomentar el autodesarrollo y las ansias de superación. A falta de un ranking, me atrevería a pensar que muchos perderán el interés. No se trata tampoco de medir talentos, sino sencillamente de mostrar ¿lo mejor? de la cultura de nuestro país (sin ánimos de sonar como doña Alfonsina Barrionuevo). ¿Cómo vamos a destacar si carecemos de algún referente? No pues, así no es, señores. Cierro aquí con una certera frase de Eduardito: O sea, ¡BASTA! Basta, ¿ok? ¡Es atroz! ¿cómo hariamos?.

Posteado por Cyan a las 1:27 p. m.
 
 

Arranques de diva
martes, mayo 24, 2005

[Post originalmente titulado "Mini-fight III"]

Algunos de ustedes ya se habrán percatado que hace un frío monstruoso. Como en esta última etapa de mi vida yo he sido un chico full verano, muy ye-yé, como en los discos de "La Casa Azul", no me podía dar el lujo de arroparme hasta las orejas y cubrir mis camisetas a rayas multicolores. El mundo es maravilloso cuando hace sol, no cuando está gris. Recuerdo con mucha nostalgia aquellos días en que todo era completamente al revés. Sin embargo, a estas alturas, mi Billy, como el huracán que borró a Macondo de la faz de la tierra, se llevó todo lo gris y acabó para siempre con el eterno invierno que era mi vida.

Inconsciente de que debía abrigarme mucho y bien, me atreví a desafiar el inclemente frío matutino, con consecuencias nefastas, siendo aquejado hasta el momento por una gripe post-enfriamiento que, como buena hija de puta, no se quiere ir. Mèrde. Y estar enfermo significa no poder follar. Lo intenté apenas me aquejó el mal, y por más que Billy yo nos refugiamos y retozamos bajo las gruesas frazadas, no pudimos disipar una recaída. Conclusión: me pasé el fin de semana entero en cama, con fiebre, y le propuse a mi novio venir a visitarme para que me acompañase y de paso ver DVDs piratas todo el día.

Por supuesto que les estoy hablando de mis planes. La mañana del sábado me encontraba, muy a pesar de mi estado de postración, cambiando las sábanas y cubrecamas que apestaban a Mentholatum y barriendo las toneladas de papel higiénico regadas por el suelo, cuando recibí una llamada intempestiva.

Él: Amor, no voy a poder ir.
Yo: ¿Qué?
Él: Lo siento, es que me he quedado sin plata.
Yo: Normal, no hay problema. Aunque me voy a aburrir todo el día aquí solo.
Él: Pero, pero... (Típica reacción suya)
Yo: ¿Y por qué te quedaste sin plata?
Él: Es que... ¡uy, alucina, no sabes!
Yo: ¿Qué fue?
Él: Estuve por Galerías Brasil y encontré el Greatest Hits de Kylie Minogue que tanto buscaba.
Yo: ¡Bravazo Sofi!
Él: Y lo mejor de todo es que me costó 25 soles, ¡baratísimo! ¡Estoy feliz!
Yo: No, si ya veo ya...
Él: ¡Es lo más! No me canso de escucharlo...
Yo: Oe aguanta el coche... ¿NO SERÁ QUE POR COMPRAR ESA HUEVADA TE QUEDASTE SIN PLATA?
Él: Kylie no es huevada. Es una diosa.
Yo: O sea, ¿preferiste comprarte esa mèrde a venir a ver a tu novio enfermo y llevarle, no sé, un dulcesito para el frio?
Él: Pero, pero... era una edición europea...
Yo: Igual, prefieres a Kylie que a mí.
Él: Oye ya, no te pongas en ese plan de víctima, que no me gusta para nada.
Yo: ¿Plan? ¿Cuál plan? ¿No tengo derecho a molestarme, acaso?
Él: No estás molesto. Lo que pasa es que siempre te dan estos arranques de diva.
Yo: (Chillando) ¿Arranques de div...? Oye espera... (Fingiendo seriedad)
Él: ¿Qué pasa?
Yo: Alguien está tocando la puerta. Te llamo más tarde, ¿sí?
Él: Okay. Te amo.
Yo: Bueno ya nos vemosss...
Él: ¡Hey! ¿No se te olvida decirme alguna cosa?
Yo: ¿Qué cosa?
Él: No nada, olvídalo. Bye.

No me despedí porque colgué. Tampoco había nadie en la puerta. Sólo mi frustración por haber sido víctima, una vez más, de mi inmadurez. Necesito urgentemente un ejemplar de RELATIONSHIPS FOR DUMMIES. Si aún no existe, que alguien tenga la amabilidad de inventarlo, por favor.

Posteado por Cyan a las 1:32 p. m.
 
 

Toma toma chuculún
lunes, mayo 23, 2005

Postrado en el sillón, impávido ante el nuevo programa de Gisela Valcárcel, corroborando la vieja hipótesis que no hay absolutamente NADA qué ver en la TV, matando tiempo esperando que empiece el programa de Magaly y/o la novela brasileña a la que me encuentro inevitablemente pegado, estaba dispuesto a cambiar de canal una vez que la animadora venida a menos introdujo ante cámaras a un impresentable grupo de reggaeton para cerrar el show y de paso hacer bailar al público. Con vergüenza ajena, me quedé estático, incapaz de formular algún impulso nervioso que presionase mi dedo sobre el botón del control remoto. Aparte de cantar el playback, los anodinos vocalistas no sabían decir otra cosa que no fuese toma toma chuculún o muévete mamita, mientras el público amenazaba con desbordar las barreras del escenario, presas de movimientos epilépticos, como una especie de barra brava en versión nada chic.

Asqueado, presioné el botón y cambié a E! Entertainment. Pero algo se quedó pegado en mi retina, una cara conocida, en efecto retardadísimo sobre el cristal de la pantalla.

¿Cómo? No puede ser.

Click. De vuelta al programa de la rubia al pomo con aires de diosa (para que vean que no soy el único).

Mon Dieu! No me había equivocado. Pese a tener el rostro desfigurado por la ansiedad de figurar ante cámaras y querer pasar como un miembro de la agrupación huachafona, permanecía la belleza reposada de quien (antes) fuese uno de mis incontables amores-platónicos-que-me-chotearon-como-todo-el-mundo-solía-hacerlo. En efecto. Era Rodrigo.

Quelle horreur! ¿Cómo era posible que un chico guapísimo se encontrara entre la atarantada (y atorrantada) juventud sin futuro? ¡Habráse visto! ¡Qué diría el semental maduro de su padre, quien además de ser el clon de Clint Eastwood, lucha por preservar la dignidad de su estirpe! Pero no. Rodrigo estaba poseído por el espíritu chocarrero de algún putón en pindinga. Lo peor de todo es que corría detrás de la cámara, contorsionándose como malabarista en quiebra, abriendo la boca para gritar toma toma chuculún, luchando (creo yo) por parecer cool en medio de una interpretación y un estilo musical que no tienen nada de cool. De otra manera, no puede explicarse por qué era capaz de matar a todo el mundo para lograr estar siempre en la toma. Llegué a la conclusión que hasta los niños de la calle, aquellos que saltan divertidos cuando las cámaras ponchan un accidente de tránsito, o que se empecinan en hacer muecas detrás de las mamachas que lloran porque su casita de esteras se quemó por dejar la vela prendida, inclusive hasta esos chibolos malagracia, eran millones de veces menos patéticos que Rodrigo.

Al final, apagué la tele y tragué saliva. De la que me salvé. ¿Se imaginan que, en un universo paralelo, alguien me diga oye chico chic, acabo de ver a tu novio bailando perreo como puta en el programa de Gisela?. Tierra trágame. O no volvía a salir jamás a la calle. O me hacía la cirugía plástica de una vez por todas, y con el Dr. Astocóndor. Como decía Funky, "siempre hay alguien peor que uno mismo".

Posteado por Cyan a las 1:07 p. m.
 
 

Yo la llevo
sábado, mayo 21, 2005

Eso dice Carla, tan amable y regia como siempre. No empezaré con la cháchara tan típica de los años noventa, tipo "ay, yo no sigo la corriente" o "ay, no me gustan las cadenas...", porque, a diferencia de muchos, yo SÍ tengo una consciencia social increíble, gracias a mi personalidad ARROLLADORA, no me canso de decirlo, porque en verdad es tremenda. ¿Dónde estaba? Ah, sí, por un momento me dejé llevar por la pose clueless. Bueh, la cuestión es que Carlita me acaba de adjuntar a una cadena llamada Musical Baton, que SÓLO me animaré a responder luego de comprobar que hasta los más renombrados bloggers del mundo la han contestado, y como eso es CHIC, ya era hora que YO también metiese mi cuchara.

Me parece que ya lo hice antes, pero en fin, habrá que hacerle caso a las masas. ¡Yo la llevo! Corran a la barrera, bitches, que ahora les paso el pato, ¡la llevan ustedes! ¿Quienes? Todos menos Ale, que fue la primera en mi lista y que debí obviar porque la niña no estrena nada nuevo en su blog desde los tiempos del ruído. Como dirían Daniel y Ecsy Tada, "¡Actualiza, perra! ¡Bastarda!" (sic). Total, si hasta Slayer X tuvo la dignidad de responderlo...

Volumen total de música en tu computadora:
12 GB de disco duro, eso sin contar los casi 300 CD's de backups que tuve que grabar para volver a ganar espacio y seguir bajándome videos porno.

El último CD que compré:
Hace centurias que no compro CDs originales, eso explica la desorbitante cantidad de música en mi disco duro. En todo caso, hace un par de semanas, tras una entrevista al vocalista de Inyectores, fuimos a un concierto en La Noche de Barranco a ver a una banda nóvel llamada The Emergency Blanket. Los chicos, aparte de ser cueros (vaya que lo son), cantan en inglés (cualidad que sólo les conocía a los Space Bee y a un par de canciones de Turbopótamos), y el tufillo de rock clásico de su interpretación, sumados a sus brillantes covers de STP y The Who, provocaron que me deshiciera de los únicos 10 soles que me quedaban para adquirir su primera producción, un EP de 5 canciones y un hidden track llamado "What's the Emergency Blanket?". Por consiguiente, tuve que quedarme a dormir en la casa de un amigo y esperar a que dieran las 6 de la mañana, pero a cambio tuve más de media hora de buena música. Fuera de cherrys, se los recomiendo.

Canción reproduciéndose en este momento:
Aparte de la tonadilla de vintage pop del blog, en este momento escucho el Winamp, sin ningún orden en particular, el último CD de The Raveonettes, "Pretty in black", del cual soy adicto desde hace un par de semanas. Literalmente, tanta genialidad me ha hecho quemar cerebro. Malditos suecos.

Las canciones que más escucho y que significan mucho para mi:
Empresa inútil, aquello de reunir las canciones de mi vida, sobretodo cuando mi microcosmos gira en círculos y me lleva a retomar el mismo camino una y otra vez. El tipo de música que escucho no me da por estados de ánimo, sino por épocas. En todo caso, últimamente figuran en mi Winamp:

Ayumi Hamasaki - "Step you"
The Marilyns - "Dewi hilang"
Echo & The Bunnymen - "I want to be there (when you come)"
El Otro Yo - "Desatándonos"
The Stone Roses - "Elephant Stone"
La Camilla - "I'm not in the mood for lovers"
Lightning Seeds - "Change"
The Polyphonic Spree - "Light & Day"
Camera Obscura - "Keep it clean"
Belle & Sebastian - Wrapped Up in Books"
New Order - "Krafty"

Cinco personas a las que les paso el “Baton”:
Camila
Daniel
Eduardito
Nells
Carlos

Provecho e inviten.

Posteado por Cyan a las 1:57 p. m.
 
 

Soy un mito
viernes, mayo 20, 2005

Antes de sentarme frente a la computadora a someterme al martirio diario de ser diseñador gráfico y redactor periodístico, actividades que distan mucho de mi verdadera vocación cineorgásmica, decidí echarle un vistazo al periódico del domingo que dejé de lado en su momento gracias al prolongado sueño que se extendió de boleto hasta el lunes. Los que piensan que servidor acude primero a leer los avisos clasificados de sexo ofrecido y por ofrecer, están muy equivocados. Seré superficial, pero no tanto. Como la política y los deportes me amuerman, me quedé como siempre con las secciones culturales y de farándula. Finalmente, para culturizarme, me llevé también El Dominical al baño.

Tras la curiosa sensación que produce escuchar los trozos de alimentos digeridos al chapalear sobre el agua empozada del excusado, me percaté con sorpresa que El Dominical incluyó un informe sobre el (ahora) trillado tema de las bitácoras. Más grande fue el asombro al descubrir que la periodista incluía como apartado menciones especiales de los componentes más destacados de la blogósfera peruana.

¡Bravazo, Sofi! ¿A ver?

En vano busqué mi nombre. ¿Reporteros? Los de antes. ¡Esta chica está loca! ¿Dejar de incluírme a MI, al último eslabón de posts cosmopolitas, otrora degluciones del más puro e intrínseco sentido del humor y la amargura biliar, que inclusive llegan a provocar reacciones cargadas de éxtasis entre la fanaticada ansiosa? Ah, no, ¡eso sí que no!

Tampoco terminé de cagar. Con los pantalones abajo, busqué mi agenda y marqué los números de colegas, antiguos compañeros de las aulas universitarias, que siempre me echarán en cara el hecho de trabajar para el periódico más importante del Perú.

Yo: ¿Aló, Paco?
Paco: Habla, loco, ya sabía que ibas a llamar...
Yo: (Indignado) ¿Por qué la Beba Newmann? ¿Por qué ÉSA y no YO?
Paco: Tranquilo, Oscar Wilde de Salamanca.
Yo: Salamanca tu abuela.
Paco: No podemos revelar las fuentes de...
Yo: Seguro es porque ella está de número uno, ¿no?
Paco: Te repito que nos podemos...
Yo: Si yo quisiera quedarme de número uno, hubiese re-inaugurado mi blog con otro título, tipo Las fantasías calientitas y ricotonas de un mariquita de culo ancho.
Paco: ¿Y acaso no es cierto?
Yo: No. Yo no necesito de nombrecitos como "Las noches pegajosas..." para captar rating. El sexo vende, sobretodo cuando la blogósfera está llena de heterosexuales mañosones. PERO, mi blog se vende solito.
Paco: ¿Te picaste?
Yo: Sí, carajo, me piqué, pero más pueden mis ansias de figuración. Mi blog es leidísimo hasta en los más lejanos recovecos de Kuala Lumpur. Sino, que lo diga Ale.
Paco: Entonces anda quéjate por allá.
Yo: Te pasas. Me arrepiento de haber dejado que te copiaras de mis exámenes de Semiótica.
Paco: Ya. Mira, choche, si quieres vente acá a la redacción y hablamos...
Paco: ¡De ninguna manera! Los "grandes" medios siempre me ignorarán. Ya me lo veía venir. Si BlogsPeru me dio la espalda, también lo iba a hacer El Comercio. Los mitos se construyen en la vanguardia del suceso.

Exasperado, le colgué de sopetón. No me apetecía aparecerme en la redacción, porque ir hasta el Centro de Lima a esa hora era exponerme a las inclemencias de los carteristas. Tan sólo me quedó la satisfacción de escribir y autosatisfacerme, masturbarme con mi talento y mi personalidad arrolladora, que eso ya lo he dicho cuchumil veces. Por si fuera poco, está de moda ser indie y permanecer al márgen de intelectualoides que desayunan todos los días su sopa de letras con kiwicha. Las páginas del periodismo nacional reclaman mi presencia, pero no, no daré mi brazo a torcer. Que las rellenen otros.

Posteado por Cyan a las 1:19 p. m.
 
 

Los muertos no se tocan, nene...
jueves, mayo 19, 2005

Quizás hayan escuchado hablar sobre una leyenda urbana llamada P.I.D. Literalmente, son las siglas de "Paul Is Dead", una teoría que estalló como rumor a mediados de los sesenta, que postulaba la muerte del beatle Paul McCartney en un accidente automovilístico y el posterior encubrimiento del deceso por parte de su disquera al elegir un "reemplazante" en un concurso de miles de dobles de Paul, saliendo elegido un individuo que tomó su lugar hasta la fecha, y la posterior incursión de "claves ocultas" en ciertas canciones de The Beatles, así como también significados escalofriantes en las carátulas de los vinilos. Hay desde teorías aterradoras y certeras, como las que confluyen en la carátula del Sgt. Pepper's (una mano sobre Paul, la corona de flores formando su nombre en el bajo que tocaba) y algunas canciones ("Strawberry Fields Forever" con John Lennon diciendo I buried Paul), hasta cosas más inverosímiles, como asegurar que Paul está muerto porque es el único beatle que no ha sido fotografiado sobre fondo blanco en la portada del Let It Be.

En realidad, las leyendas urbanas poseen un estigma de fascinación irresistible, al menos para mí, y el asunto P.I.D. es uno de mis favoritos. Más de una vez he querido descifrar las claves y no ha faltado oportunidad para morirme de miedo al analizar canciones del White Album de The Beatles. Personalmente, dudo que el P.I.D. sea verídico. ¿Será posible que alguien más que Paul McCartney haya compuesto maravillas como "Yesterday" o "Let It Be", después de 1967? Imposible de creer. Y como todo rumor, no pasa de ser una leyenda.

Hasta que surgió la oportunidad de disipar las dudas. El último fin de semana decidí hacer una pequeña reunión en casa, a la que acudieron Billy y sus amigas Zoe y Ecsy Tada. Yo, por mi parte, invité a Santos (ex-Superscout) y a su enamorada Karen. Muy entrada la noche, se nos unió Funky, la estrella del momento, que embrujó a todos los concurrentes bajo el hálito de su sex-appeal (sí chicas, él también es gay). Alrededor de la una de la mañana, cuando se nos terminaron los temas de conversación, tuve la extraordinaria idea de apagar las luces y proponerles una sesión de cuentos de terror, como antaño durante campamentos patéticos de la adolescencia. Billy leyó mi mente al iniciar la sesión macabra con un recuento pormenorizado de las teorías del P.I.D. Lo estaba haciendo tan bien que Zoe temblaba aferrándose a los cojines del sofá, mientras Ecsy Tada disimulaba con risitas nerviosas su creciente estado de conmoción. Santos y Karen también permanecían petrificados, pero encontraron la manera de disipar sus temores y aprovechar la oscuridad para dar rienda suelta a sus mimos y caricias. Yo quise imitarlos con Billy y fracasé en el intento. Él estaba tan enfrascado en hacer su relato lo más terrorífico posible, que rechazó mis impulsos de abrazarlo por detrás.

Tanto se esmeró, que acabó haciendo tiritar de miedo a toda la concurrencia, incluyéndome a mí. En el momento más escabroso del relato, el celular de alguien repicó sobre la mesa de centro, como partiendo en dos la ansiedad de todo el mundo.

¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Y, como por arte de magia, se iniciaron una serie de hechos macabros sin ninguna explicación, de los cuales seguimos sufriendo estragos. El celular que sonó fue el de Billy, y resulta curioso que haya sido precisamente el suyo, pues era él quien estaba contando la leyenda del P.I.D. En principio, su celular repicó con un diferente al que le había puesto. En segundo lugar, no obstante su celular es pre-pago y no disponía de saldo, obtuvo automáticamente crédito disponible para realizar muchas llamadas, y esa misma noche llamó a medio Lima. Tercero, su teléfono (hasta el día de hoy), presenta un conjunto de números extraños en pantalla cuando le ingresan las llamadas. Y por último, los espíritus chocarreros han invadido mi humilde hogar. Los pasos en las escaleras son más frecuentes, sobretodo en las madrugadas. Mi CD de Magical Mistery Tour se ha rayado de manera enigmática justo durante la mitad de la canción "Strawberry Fields Forever". Ya ni mi discman lo quiere reproducir. ¿Habremos sido víctimas del espíritu enojado del difunto Paul McCartney?

Dios nos coja confesados. pero que me coja a mí primero (a ver si es cierto).

Posteado por Cyan a las 2:48 p. m.
 
 

AÚN la recuerdan
miércoles, mayo 18, 2005

¡Qué emoción!

En respuesta a los numerosos e-mails y comentarios de aquellos que se sintieron identificados con su chiquititud ochentera, voy a poner a disposición de todos (sólo por un par de semanas) el mp3 de "Aún", para que después no digan que soy partidario de la piratería. Por favor, escuchen la canción con la misma falta de pretención con la que fue compuesta, al menos eso creo, a juzgar por las "imaginativas" estrofas, que no pude transcribir en su totalidad pues quedan AÚN frases ininteligibles. Si las pueden descifrar, provecho.

Escúchenla y lloren.

Luego pégense un bailecito.

http://www.invazores.org/medication/clubnavalaun.mp3


CLUB NAVAL - "Aún"

Demasiadas cosas nuevas
que se agolpan en tu mente.
Y te inventas una historia
por quedar bien con la gente.

Si te digo que es un sueño
y no quieres despertar
Tú te encuentras en un mundo
de paredes de cristal.

Te acostumbras a mirarte
Y te gustas por momentos.
Eres parte de un paisaje
de tebeos y de cuentos.

Cuando lo hagas con tu espejo
que te miente en realidad
Tú disfrutas con tu ego
y tu superioridad.

Tú... no me quieres (bis)
Aún... (aún, aún, aún)

Solo quieres contemplarte
y te gustas por instantes.
Eres como un personaje
de pelicula flipante.
No te engañes, no pretendas

ser un ser excepcional.
Tu te encuentras en un mundo
de paredes de cristal.

Tú... no me quieres (bis)
Aún... (aún, aún, aún)

Posteado por Cyan a las 2:35 p. m.
 
 

El diluvio
martes, mayo 17, 2005

Literalmente, se nos pasó la mano.

Desde que llegó, noté algo diferente en él, ni bien tocó el timbre de mi casa y le abrí la puerta. Bajé la mirada para contemplar su pequeño cuerpo y quelque chose hizo click en alguna parte de mi cerebro. Y también en ciertos recovecos de mi aparato reproductor (que dicho sea de paso es un nombre anodino, porque muchos, como yo, ni pensamos en reproducirnos), puesto que la rigidez de mi sexo se hizo más que evidente. Una camisa blanca. El hijoputa se había puesto una camisa blanca. ¡Joder, con lo que me ponen las camisas blancas entreabiertas, con los dos primeros botones al aire!

En un impulso gigantezco, lo tomé del cuello de la camisa y lo hice pasar cuasi levantándolo en peso. Por una fracción de segundo, sus piernecitas no tocaron el suelo, como elevadas por un viento profético. Debí de sangrarme los labios al besarlo con tanto salvajismo. Nuestros dientes chocaban y provocaban un jocoso sonido de ansiedad reprimida. Estuve a punto de romperle la camisa a mordiscos, pero él me apartó. Recobré, por un momento, el sentido de la realidad, y cuando se la quitó me volví a sumergir en el delirio. Nunca antes le había tenido miedo a las relaciones sexuales. Temblaba al pensar que podíamos ser víctimas de una sobredosis de placer, de excitación, de perder la razón y terminar locos de amor en cualquier manicomio de Lurigancho.

Sudorosos, nuestros cuerpos estragados de besos, mordiscos y arañazos, sucumbieron a la dimensión onírica de la cópula. ¡Quien iba a decir que con él tendría el mejor sexo de mi vida! Retozamos sin dar trecho durante una, dos, tres horas, y nos vinimos juntos cuatro veces (sí, cuatro) inundando el cuarto y la cama con el irrefrenable torrente de semen que nos dejó tan empapados y cansados como si fuésemos un par de náufragos sobrevivientes a la corriente del Niágara.

- ¡Dios mío, nunca había visto tanto semen en mi vida! - repliqué, maravillado, corriendo el riesgo de ser calificado de putón.

Pusimos las sábanas en la ropa sucia, con la certeza que la empleada iba a tener el mejor día de su vida (y corriendo el riesgo que cogiese un poco de nuestro elixir para autoprocrearse un hijo y luego perseguirnos reclamando una pensión de paternidad, como ocurrió con uno de los personajes de la telenovela "El Clon"), y la picardía en los ojos de Billy dejó traslucir un deseo escondido.

- Hey, ¿y si tomamos un baño?

El baño after sex me recordó aquella maravillosa sensación de la mutua auscultación de los cuerpos, remontándome a la época en que Hiro me jabonó de pies a cabeza en la ducha, tras una sesión de sales aromáticas y relajación en la tina. Esta vez, sin embargo, me esmeré para que Billy disfrutase del mejor after sex de su cortísima vida. Con gran esmero, bajo el chorro de agua de la regadera, recorrí con el jabón liquído su espalda, sus piernas y sus glúteos. Huelga decir que mi virilidad despertó nuevamente, pero aproveché para darle, por primera vez, un beso negro. No sólo aulló como nunca antes lo había hecho, sino que se volvió a venir dos veces más. Llegado a este punto, comprendí que la juventud está más capacitada para el trajín sexual que en mi tiempos.

Más cansados que nunca, secándonos mutuamente con la toalla, notamos que el piso del baño estaba mojado. Cundió el pánico al percatarnos que el agua, escurriéndose por la cortina de la ducha de tanto chapalear, había bajado como un reguero de pólvora por las escaleras, inundando no sólo el segundo piso, sino también el primero. De modo que nos pusimos a desaguar el parquet, más extenuados que nunca, y concluímos, al terminar de secar completamente los dos pisos de la casa, que la ducha, lejos de ser placentera, es una artimaña para impedir que los amantes puedan descansar bien luego de hacer el amor.

Posteado por Cyan a las 3:25 p. m.
 
 

La voz de los ochenta
lunes, mayo 16, 2005

¡Oh my cat!

¡Karlita Cavassa apareció!

Movida supongo por la EMOCIÓN de leer su nombre en el post anterior, terminó por enviarme un e-mail, deshaciéndose en elogios al haber removido las aristas de su memoria. Además de ser fan a morir de Medication (eso dice ella), me ha contado muchas cosas que creía inverosímiles. Resulta que desde nuestra larga convivencia en el jardín de infantes, Karlita Cavassa ya había intuído que servidor era mucho más que un niño rarito (¡qué novedad!), pues aseguró que el único que elogiaba sin parar las cintas y pili-milis de sus primorosos bucles dorados era YO. La noticia, por supuesto, me cayó como bomba. Nunca imaginé que LA PETIZA abeja reina del escuadrón de bellezas estiradas del parvulario fuese a simpatizar, en el fondo, CONMIGO. ¡Bien guardadito se lo tenía!

Karlita (ahora convertida en Karlota, a juzgar por las fotos que no dudó en enviarme, quizás con la secreta ANSIEDAD de volverme heterosexual) jura tener una grabación en Betamax de aquella legendaria actuación del Día de la Madre en el Centro Educativo Inicial "My Little Angels" de Monterrico, que dicho sea de paso AÚN existe. Me chismeó con apabullante seguridad (y dominio de SÍ MISMA, ¡qué linda!) que en dicha cinta se puede ver, con un pésimo audio, a los niños del coro cantando aún aún aún enfundados sus trajes espaciales/patéticos, mientras ella, con veinte años menos, se remenea cantando tuuuuuu no me quieres al compás de la recordada coreografía de Fabiola. Casi me dio patatús al enterarme que la tal Fabiola, la larguirucha adolescente otrora hija de la señora de la movilidad es hoy, por ironías del destino, una consumada lesbiana. ¡Si Fernandito lo supiera! Con razón su anatomía, ya a esa edad, era bastante risible. Qué risa. Lo que Fernandito SE PERDIÓ. Bien hecho.

En la grabación también sale, durante pocos segundos, MI ROSTRO amargado y virulento entre la caterva de padres de familia que volteaban a ver la novedad de tener entre ellos una filmadora portátil. Así es más o menos la historia, y como Karlita se ha dado cuenta que este blog VENDE, que Cyan Uroh es el PARADIGMA de la POST-MODERNIDAD y que fuera de bromas soy ADICTO al FISGONEO, me ha prometido digitalizar el video en su PC, aunque la hija de perra no me ha dicho cuándo. Apenas lo tenga en mis manos (o en mi disco duro) prometo postearlo aquí, para que todos lo puedan VER y así caigan en cuenta que llevo unos días superenrollado conmigo mismo.

Posteado por Cyan a las 6:08 p. m.
 
 

Grabaciones legendarias - Cap. 1
domingo, mayo 15, 2005

Caso: Club Naval - "Aún" (1984)

Transcurría el nostálgico esplendor del año 1985. Por aquella época contaba con 5 años y estaba a punto de cruzar el inexorable trampolín que divide el jardín de infantes del primer grado de educación primaria. Aún cursaba el último año de mi bien llamado "Centro Pre-Educativo Inicial", al cual terminé por acostumbrarme tras el rezago de los lloriqueos y la frustración de someterme a un mundo completamente distinto del hogar materno. Como un cachorro destetado, me sumergí en las aguas diáfanas de los guardapolvos a cuadritos, del pestilente huevo duro en la loncherita escolar (la mía era de "Los Magníficos"), de las profesoras que luchaban por enseñarnos un inglés rudimentario y a las cuales respetábamos por temor a ser castigados sin recreo o, lo que era peor, con unos cuantos manotazos en las posaderas.

Ya por ese entonces fui víctima del aguijón de la carne. Con apenas un lustro de existencia en el planeta, todavía no era consciente que desde los primeros años de mi vida estaba destinado a corromper la especie humana. Cinco años de edad no son muchos para el resto, pero para mí, sí. Era un niño bajito y sumiso, de cuerpo anoréxico y cabeza desproporcionada, como un chupetín de caramelo. Me fascinaba salir corriendo luego de las clases para ser el primero en subirme a la maletera de la Sra. Quetita, una mujer gorda y malhumorada que conducía la movilidad escolar. No me gustaba sentarme en los asientos de adelante, como el resto de mis compañeros de aula, sino refugiarme en el maravilloso esparcimiento que proporcionaba la maletera, para poder estar junto a un niño llamado Fernandito, el comandante de las primeras fechorías de nuestra inocente banda criminal parvularia. Yo embrutecía al lado de Fernandito. Su melenita castaña y la suavidad de su piel me dejaban desolado, sintiendo ya mariposas en el estómago. Me gustaba sellar nuestra amistad con peleas y revolcones en dicha maletera, con el sólo anhelo de rozar y mordisquear, bajo la falsa apariencia de broma, su suave y blanquísima piel.

Durante nuestras feroces batallas con monstruos imaginarios en la maletera de la Sra. Quetita, Fernandito dejó de jugar conmigo cuando entró a tallar un tercer personaje en nuestra breve e inconclusa historia de amor. Era Fabiola, una larguirucha adolescente, hija de la Sra. Quetita. Su madre pasaba a recogerla todos los días en nuestra misma movilidad, aprovechando que aún quedaba un espacio adelante, en el asiento del copiloto, donde no se permitía que ningún niño viajara. Así pues, en el transcurso del trayecto nuestras casas, Fabiola subía a bordo y alborotaba a los pocos infantes que nos encontrábamos en la camioneta. Con su infaltable uniforme color rata, al principio jugaba a ser la madre de todos, pero luego nos relegó al segundo plano cuando la Sra. Quetita adquirió una radio y la instaló de manera rudimentaria junto al timón. Así, Fabiola prefirió refugiarse en la búsqueda de música de moda en el dial, en vez de jugar con nosotros, acarreando tristeza entre la mayoría, sobretodo en Fernandito. Si yo a los cinco años ya tenía muy claro que me gustaba Fernandito, él ya tenía clarísimo que lo que más le llamaba la atención eran las larguiruchas piernas de Fabiola.

Ni bien Fabiola subía a la camioneta, influía el hálito de frescura juvenil que habríamos de descubrir siete años después, cuando tuviésemos la misma edad que ella. Después de saludarnos a risotadas, iniciaba la lucha por sintonizar, entre las tantas emisoras que existían en la FM, algun que transmitiera la canción que la electrizaba. Y cuando la encontraba, subía el volúmen, cantaba y ensayaba una graciosísima coreografía que había inventado ella misma. La canción que le gustaba, y por ende también a Fernandito y a todos, se llamaba "Aún". Y la cantaba un desconocido grupo de techno-pop español llamado Club Naval.

Yo por ese entonces andaba influenciado por la música de Indochine o el "Thriller" de Michael Jackson, cuyos álbumes rayaba al pincharlos una y otra vez en el tocadiscos portátil de mi dormitorio. Mi percepción de la música era otra. Pero al escuchar el pop facilón de "Aún", me rendí ante la comercialidad extrema de su simplicidad. Los sonidos juguetones del sintetizador, sumados a los escarceos de una cantante de voz nasal y águdísimo registro vocal, calaron muy hondo en mi escaso imaginario infantil. Me volví fan a morir de la canción. Como Fabiola, la buscaba incansablemente en el dial, y cuando la encontraba, fingía cantarla con la misma devoción que ella. Quizás en el fondo quería ser como ella, pero todavía no lo tenía muy en claro. Por eso, les pedí a mis papás que me compraran el vinilo de Club Naval. Lo vi expuesto en las vitrinas de una discotienda del Centro Comercial Arenales. Me empiné y le pedí al vendedor que me lo mostrara. Éste, conmovido de ver a un niño escuálido que ya demostraba su fanatismo por la música, me alcanzó el LP. Fue la primera vez que lloré en mi vida para obtener algo, ante la negativa de mis padres, que decían que era improbable comprarme todo el álbum si lo único que había escuchado era una sola canción. Además de llorar y gritar, pataleé y me revolqué en el suelo, llegando a extremos inimaginables de humillación. Y ni por eso conseguí conmoverlos.

Frustrado, me refugié en la radio. A regañadientes, robé uno de los cassettes de Facundo Cabral que tenía mi padre en su aparador, y lo borré para intentar grabar "Aún" de alguno de los innumerables programas radiales en los que era transmitido, pero sólo conseguí, tras ardua fatiga, registrar la mitad de la canción, gracias a la apología parlanchina del insoportable discjockey. Lo que quedó de la experiencia fue que a todos los niños de la movilidad, al igual que a mí, terminó por gustarnos tanto la canción, que fuimos nosotros mismos los de la idea de cantarla en playback como parte de la actuación del Día de la Madre. Por supuesto, estaba implícito que Karlita Cavassa, la niña más bonita del salón, fuese la encargada de interpretar a la cantante de Club Naval, lo cual provocó histeria colectiva entre el resto de los niños, para poder pasar el casting y ser admitidos como los coristas que bailarían detrás de ella repitiendo el insistente corito de aún, aún, aún al término del estribillo de la canción. No se cómo me las arreglé, pero finalmente fui elegido para formar parte del coro, hasta el fatídico día en que, celoso al ver que Fernandito le prestaba más atención a las faldas de Fabiola que a mí, intenté besarle/morderle la espalda, y mi furia/pasión fue de tal grado que Fernandito gritó, sangró, fue llevado a la enfermería, consiguió que me sacaran del número musical y nunca más volvió a hablarme. Fue él quien me reemplazó y cantó "Aún", enfundado como los otros niños en un complicado traje de papel platina, tras la peluca también platinada de Karlita Cavassa. La actuación fue un éxito a rabiar entre las madres que aplaudieron con salvajismo, mientras yo me contentaba con mirar desde lejos el escenario y llorar para mis adentros, tragándome todo el horror y el disgusto de no estar allí, junto a ellos, intentando pasar piola para que nadie se diese cuenta de lo mucho que sufría interiormente. Para el recuerdo quedaron las fotos del magno evento, que todavía conservo en el álbum de recuerdos del jardín de infantes.

Desde entonces, mi pasión por la canción creció de manera desmedida. Quizás sea la canción más pop y más simple que haya escuchado en mi vida. El tiempo, el dark, y Siouxsie & The Banshees terminaron por cambiar mis gustos musicales. Pasaron cerca de quince años, hasta un día de otoño de 1999, en el que, como por arte de magia, apareció en un desván de zapatos viejos el cassette de Facundo Cabral que perteneció a mi padre, y que guardaba la añeja grabación radial de los últimos dos minutos de "Aún". La escuché, la escuché y la volví a escuchar. No sólo concluí que era una canción genial, sino que tras la ñoñería y el gilipollismo de los españolitos se escondía un grupo con harto oficio . En vano intenté conseguir un mp3 de "Aún". Al parecer, el único LP que Club Naval sacó con Hispavox en 1984 (y que en el Perú fue lanzado por Discos Hispanos) nunca llegó a ser editado en CD, y jamás tuvieron otro éxito, ni otro disco. El paso de los años terminó por desterrarlos al olvido. Lo único que supe, al indagar en la red de redes, fue que Club Naval era originario de Vigo, en Galicia, España, y que se disolvieron tras ese epónimo debut ochentero.

Hace unos meses, mi búsqueda llegó a su fin. Un amigo, fanático del vintage y de la cultura pop peruana, me contó que conservaba en casa un single en vinilo de "Aún", que había sobrevivido al debastador paso de las mudanzas. Ayudado por otro amigo, que poseía un estudio de grabación, pudo elaborar un mp3 de la canción, y me lo envió por e-mail. Lo primero que sentí al volver a escucharla fue que su dinamismo permanecía intacto. No me abrumaron los recuerdos, sino que aquél adictivo sonsonete de sintetizador movió automáticamente mi cuerpo, y estuve saltando por toda la habitación durante un día entero. Desde entonces, cada vez que escucho "Aún", recuerdo mi pasión por Fernandito, aquellas tardes naranjas de 1985 (la canción nos llegó con un año de retrazo), la alegría y la fonomímica de Fabiola, la rumiante desidia al escuchar la canción, cabizbajo, en la movilidad escolar, al enterarme de que no saldría a cantarla en la actuación. Por eso y por muchas cosas más, pongo a disposición un sample de "Aún" en la columna izquierda del blog, dentro de Musication. Porque el eterno estribillo de tuuuuuuuuu no me quieres continúa intacto. Aún.

Posteado por Cyan a las 9:02 p. m.
 
 

The Bus Guy
viernes, mayo 13, 2005

Me encontraba absorbido aún por la bruma del sueño, adormilado en el micro, rumbo a la Alianza Francesa, sentado junto a una señora que se había puesto un pomo entero de ínfima agua de colonia. El cáustico aroma que despertaba la cabeza de la dama me mantenía despierto, pero igual cabeceaba, corriendo peligro de estrellarme contra los vidrios de la ventana. En silencio, rumeaba mi mal humor, tratando de disiparlo (y de paso, despertarme del todo) al colocar en el discman el "Wild Planet" de The B-52's, su segundo disco, cuando aún sonaban indies. En parte lo hice para sentirme groovy, porque todas las mañanas estoy de mal humor (un deseo largamente acariciado es dormir siempre hasta el mediodía), pero los tímidos rayos solares en medio de la humedad y del cielo color panza de burro de nuestra ciudad contribuyen a alegrar un poco el corazón.

En esas estaba, debatiéndome entre la alucinación pura del onirismo y las agudísimas réplicas de ese par de personajes almodovarianos antes de tiempo que fueron (en esa época) Cindy Wilson y Kate Pierson, cuando, transtornado por un repentino aviso a modo de punsión en la médula, una extraña sensación de paz me sacó de mi estado catatónico. Lo único que conseguí fue mirar por la ventana del micro hacia la calle. Se detuvo en plena Av. Constructores. Entre la gente que, a las ganadas, se agolpaba por subir y sentarse en los pocos asientos libres, percibí con el rabillo del ojo una maravillosa figura humana. Un muchacho. No era pálido ni mucho menos enclenque. Conservaba la fortaleza de su reciente adolescencia, su piel era ligeramente trigueña y su tupida y desordenadísima melena se atosigaba sobre su frente. Tenía esa pinta de rockstar-ye-yé que me cansé de buscar entre los muchos mancebos que conocí en mi vida.

Por un momento pensé que era, en efecto, el vocalista o guitarrista de alguna banda vintage. La melena ligeramente ensortijada y larga, la camisa a cuadros y el raído jean de straight leg lo hacían parecerse a uno de los groupies de "Almost Famous", la inolvidable película de Cameron Crowe. Luego de pensarlo bien, llegué a la conclusión que debía tener entre 19 y 23 años, y que podría pasar tranquilamente como un joven clon de Manolo Barrios (el guitarrista de Mar de Copas). El chico, al ver que el micro se detenía frente a su paradero, movió la cabeza, miró, pensó, evaluó, vaciló, décidió. Yo, consumido por su lacónica belleza, cruzaba los dedos para que subiese a bordo.

Subió, finalmente. Avanzó con ojillos curiosos por el medio del pasillo, descartando a su paso los asientos libres que ya habían sido ocupados. Sólo uno quedaba disponible: el que estaba delante del mío. Siéntante ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí, siéntate ahí. Hacía mucho que no degustaba estas ligerezas. Tras aferrarse al pasamanos, se sentó donde yo quería que se sentara.

En ningún momento me miró. No tendría por qué hacerlo. ¿Querría yo que me mirara? Puede ser. No obstante, era injusto prestarme a un juego peligroso que podía acabar mal. Me conformé con aspirar el suave olor a lavanda que despedía su cabellera negra. Supuse que acababa de salir de la ducha. Tras especular, en un fugaz pensamiento erótico, las exactas dimensiones de su cuerpo desnudo bajo el chorro de agua caliente de la ducha, se puso de pie y se sentó hacia la otra ventana. Un poco decepcionado por su decisión, experimenté el gozo de poder seguir examinándolo al milímetro desde aquella nueva ubicación.

En efecto, ahora podía ver su perfil. Sus ojos eran grandes y acarmelados. Las cejas que descansaban sobre su ceño manifestaban una cierta dureza, quizás de espíritu. Su mirada era impenetrable. ¿Otro antisocial, tal vez? La garganta se me secó al comprobar el grosor de sus labios. Eran inclusive más gruesos que los míos. Aposté que uno podría llegar a ver el cielo a través de su sonrisa. Llegado este punto, sacudí la cabeza, cerrando los ojos. ¿Qué me estaba pasando? Se supone que hace tiempo que debería de haber dejado de lado estas cosas. Cuando lo pensé mejor, concluí que no estaba cometiendo ninguna falta. El chico era guapísimo, demonios, no tenía por qué ponerme una venda negra sobre los ojos. Podía comérmelo con la mirada, y eso no significaba que me lo comería en la vida real. Además, las cosas que están frente a nuestros ojos son para disfrutarse, como una serigrafía de Warhol o una película de Kitano.

El chico del bus miraba despreocupadamente a través de la ventana. Y yo lo miraba a él. ¿Lo deseaba? No lo creo. Me parecía guapo y punto. Lo cierto es que desde hace mucho tiempo, quizás desde la época de Pertur, no se me hacía agua a la boca tanto alguien. Inclusive, iba más allá del arrollador magnetismo viril del Mameluco A. ¿Por qué, si el Mameluco A le ganaba en sex appeal? La respuesta era simple: porque no lo conocía. Pasaba igual que con Pertur. Por esos tiempos, me volvía loco al interpretar los gestos de Pertur, su mirada inquisitiva, tratando de sacar a flote su verdadera personalidad. Al Mameluco A lo veo esporádicamente, y puede decirse que nos hemos vuelto amigos. En cambio, al chico del bus no lo conozco de nada. ¿Es que acaso los agradables desconocidos despiertan nuestro morbo mucho más que las personas de nuestro alrededor? ¿Qué se encuentra detrás del misticismo de una mirada que desconocemos, pero que daríamos nuestras vidas por explorar y descubrir?

Me bajé del micro con un hálito de incertidumbre. Lo primero que decidí fue contarle toda esta experiencia a Billy. Probablemente comenzaría con un simple hey, adivina, hoy en el micro se subió un chico riquísimo, me hubiese gustado que tú también lo veas... Sí, es posible que sea una buena idea, después de todo. Sino, podría sonar a que tengo algo que esconderle. Y yo, por supuesto, no tengo NADA qué ocultarle.

Posteado por Cyan a las 1:17 p. m.
 
 

El último capítulo de Pertur
lunes, mayo 09, 2005

Billy maceraba aquella extraña expresión, mezcla de miedo y desilusión, que descansaba sobre sus labios, otrora sonrientes, mientras caminábamos movidos por algo más que instinto pedestre, rumbo hacia ninguna parte. Y lo que es peor, por la Av. Universitaria, una de las más feas de Lima, cruzando los dedos para no ser atacados por una banda de desadaptados. Algunos suelen decir que estudian en San Marcos, pero en realidad tienen un instinto tan anodino para vestirse que parecen sacados de un concurso tipo "los peor vestidos" o cualquier película de los años ochenta en versión nasty.

Pero ese no es el punto. El punto es que quería circunscribirme a los hechos, descifrar si podía ensayar alguna disculpa, para luego descartar cualquier intento porque, sencillamente, no tenía nada de qué disculparme. Era como echarle la culpa al azar.

- Mira, ya te estoy haciendo sentir mal, soy de lo peor - musitó él.
- Te equivocas. No me siento mal por Pertur. Me siento mal porque hasta ahora no dejas de quitarte ese temor infundado y aún no consigues comprender que me cago en todo y todos, y que te amo más que a nada. Más que a mí mismo.
- Lo sé. Pero deberías ver la cara que tienes.

No podía ocultarlo. Pertur siempre despertó mis impulsos sexuales. Y cuando intento reprimirlos, me quedo enfrascado en una mueca afrodisíaca. Suelo mentir muy mal.

- Mi amor, tú no tienes la culpa de seguir teniendo feelings por él - me dijo, sonriendo.

Ningún feeling, ni qué ocho cuartos, ni la chucha del gato. Me armé de paciencia, aspiré todo el aire que pude para evitar algún patatús de mi sistema nervioso y procedí a explicarle, como enseñando una lección de ciencias naturales, que el haber visto a Pertur no fue más que la reacción propia de ser testigo de cualquier imágen morbosa, como por ejemplo, alguna película por TV donde Pierce Brosnan salga con el torso desnudo. Un gusto sexual, un jale del ojo. Una miradita sin consecuencias a posteriori. Y más aún cuando el objeto de fijación es un antiguo tormento solamente entendido y comprendido en su exacta dimensión por los miles de lectores que siguen fielmente mis peripecias alrededor del globo, desde Huaraz hasta Katmandú, desde Yokohama hasta Motupe, desde Salamanca hasta Saint Tropez.

Y terminó por entenderlo, así de sencillo, con su brillito en los ojos incluído. Tal vez porque el miedo a perderme (y vaya que era muy grande) estaba dispuesto a comerse todas sus suposiciones sin fundamento.

Días más tarde, regresando de la Alianza Francesa, me encontré con El Gordo. ¿Lo recuerdan? Aquél ex-compañero de clases por los días en que Pertur lo era TODO, cuando los tres caminábamos hacia el paradero y Pertur avanzaba delante de nosotros con su aura de príncipe trágico y sus manos huesudas y blanquísimas.

Había adelgazado, El Gordo. Se podría decir que estaba simpático. Hasta bien vestidito y todo. Ensayé, como bien me enseñó Alicia Silverstone, mi expresión de auténtico cariño y sorpresa sin perder en ningún momento la sobriedad, para no sonar como esos energúmenos que cuando se encuentran en la calle con alguien que no ven desde hace siglos se ponen a gritar de manera vergonzosa y uno no puede decir otra cosa salvo "qué horror". Al cabo de los saludos de rigor y el intercambio de preguntas de los años setenta, del tipo ¿cómo has estado?, ¿qué ha sido de tu vida?, ¿qué estas haciendo ahora?, etc., salió a colación el tema de Pertur. Yo no lo saqué. Simplemente, surgió a raíz de la añoranza por la época en que ambos aprendíamos la complicada pronunciación francesa.

"Y Pertur, ése conchesu, bien timidón, ¿no? el hijo de su madre vive por mi casa, una vez me lo encontré en la calle y puta, ¿tú crees que me saludó? se hizo el desentendido y se siguió de largo, caminando, sin darme la cara, y no lo seguí porque esas cosas me llegan al pincho, qué se habrá creído, antisocial de mierda, además mis patas del barrio lo manyan desde chibolo y dicen que ése huevón nunca sale de su jato, que no manya a nadie de la cuadra y que cuando sale regresa con las mismas, quién le habrá dado corona, carajo, por eso la próxima vez que lo ví, ni lo saludé, qué huevada, que lo salude su vieja" - El Gordo dixit.

Fue así como me enteré que Pertur exteriorizaba exactamente lo que era por dentro, un chico tímido e insociable, incapaz de mantener una sola conversación sin poder doblegar la incertidumbre de su voz. Claro que todo esto ya lo sabía, pero la novedad fue enterarme de su incongruencia para con el resto de su environment. ¿Típico caso de gay asustado? Puede ser. A estas alturas he optado por echar todo por la borda, y decidí no averiguarlo nunca. Luego de despedirme de El Gordo, sonreí sin motivo. Era feliz, oh my god, por primera vez en mi vida ERA feliz. Y Billy era el culpable.

Posteado por Cyan a las 2:47 p. m.
 
 

De nuevo la mula al trigo
jueves, mayo 05, 2005

Lo que siguió poco después encajó perfectamente en la ideología del amor perfecto. Nos deshacíamos en sendas muestras de ñoñez extrema. Los elementos que gravitaban alrededor de mi mundo lo acogieron primero con curiosidad y luego con auténtica devoción. No sólo Funky, quien olvidó por completo el episodio del autismo de Billy, sino también el resto de la gente, desde Addy Possa y Kary Smática, hasta Anne Horexia y Barbie Túrica. Y eso que para Barbie Túrica, tener un novio que viva en Jesús María es algo inconcebible. En realidad ya nada puede afectarnos, nos pasamos horas de hora mirándonos a los ojos, en la penumbra de mi habitación.

El día de ayer, sin embargo, ocurrió un traspiés. Estuve a punto de obviar el tema, pues si a muchos mi vida les parece una telenovela, lo que relataré a continuación puede sonarles a una broma del destino, una tomadura de pelo o una invención de mi destartalado sentido del humor. Sin ánimos de hacerla larga (la redundancia suele apabullarme con creces), me dedicaré a desentrañar el meollo del asunto, con la mayor ligereza posible. Aunque esto último no puedo prometerlo.

Me encontraba camino a la PUCP para recoger a Billy, que salía de clases dispuesto a pasar el resto de su día conmigo. Antes habíamos conversado sobre el peligro que representaba dicha empresa. El temor de mi joven amado era que yo me pudiese encontrar de casualidad, por ahí, con algún indeceable tipo Hiro, del cual sintió unos celos incontenibles desde que vió su foto clavada en la pizarra de corcho de mi estudio. A decir verdad, la foto me gusta mucho, pese a que el modelo es un hijoputa. Pero Billy no lo entendió así y me acosó con la inconcebible idea de un salvaje remember. Hay que ser comprensivos. Así le haya dicho cientos de veces que a estas alturas era imposible acostarse con Hiro, a causa de su sobrepeso. Lo que se nos pasó a ambos fue que Hiro no era el único ex-tormento que cumplía su periodo de formación académica en la mencionada casa de estudios.

De manera que, cuando esperaba a Billy en la puerta principal de la PUCP (amén de su acostumbrada impuntualidad, nadie es perfecto), me llamó la atención un individuo que cruzaba la pista y venía caminando con prisa hacia donde me encontraba. Al principio pensé "¡Qué guapo!", porque de lejos ya se perfilaba como un chico atractivo. A mitad de camino me preguntaba de dónde lo conocía, pues su cara me resultaba familiar. Cuando estaba a pocos pasos de mí, una gigantesca ola de incertidumbre me invadió por completo. Era Pertur.

No lo veía desde octubre del año pasado. Desde aquella época en la que el sólo hecho de verlo me causaba un dolor incontenible. El sólo hecho de amarlo también me dolía. ¡Cómo había cambiado! No perdía su aura de espigado, blanquísimo y delgadísimo ángel trágico con una castaña melena de Jesucristo, pero su mirada reflejaba madurez. Estaba más alto. Supongo que habría crecido. Si saco cuentas, continúa teniendo 19 años. Y si antes parecía de mi edad, ahora parece de 27, por lo menos. Me quedé atontado al percatarme que unas elegantes gafas, delgadas, prístinas, se posaban sobre su nariz esculpida con tanta perfección que ni mil cirujanos plásticos podrían lograr. Sobretodo, sonreía. A medias, pero sonreía. ¿En qué estaría pensando Pertur, si a mí ni me miraba?

Sólo una idea rondaba mi cabeza. A pocos metros de mí estaba el chico por el que había sufrido en vano tanto tiempo. Y esta oportunidad no la podía desperdiciar. Tenía que saludarlo. Preguntarle dónde había estado y por qué dejó intempestivamente de estudiar francés. Sería una charla inocente. ¿Acaso había conseguido superar, junto a Billy, la pasión desaforada que sentía hacia Mr. Pertur Bado? Mientras ensayaba mentalmente un conjunto de posibles temas de conversación que pudiesen sonar lo más casuales y desinteresados posibles, Pertur avanzó hacia mí. Sentí una descarga eléctrica cuando me ignoró por completo, sin mirarme siquiera, para desaparecer luego de enseñarle su carnet al vigilante de la universidad e ingresar al recinto junto a una masa de estudiantes autómatas.

Quiero imaginar que no me reconoció, por cabello negro, la barba y el atuendo darkie ye-yé (aún no puedo emular el look de mi idolatrado Edu Saettone) que difieren considerablemente de la pose j-rocker de cabello platinado que utilizaba cuando ambos coincidíamos en clases. Esto lo puedo asegurar porque sus ojillos nunca se llegaron a posar en mí. Y lo odié por eso, porque mi intención no es, precisamente, pasar desapercibido. Mi personalidad arrolladora me lo impide (sí, Billy, por más que te joda que te lo diga a cada rato).

En un lapsus a posteriori pensé que aquél chico debía ser en verdad un nerd al despreciar semejante lote como yo. Pero el egocentrismo se me vino por los suelos cuando fui aquejado por ese antiguo dolor. ¡Dios, había visto al ex-amordemividaporelcualeracapazdemorir! Alguna conexión errónea debió hacer el universo, porque mi celular comenzó a repicar como un reloj cronometrado. Era Billy, disculpándose por su retraso.

- Mejor apúrate, porque no sabes lo que acaba de pasar.

Salió corriendo de la PUCP como un rayo, mirándome con ojos acuosos.

- Lo viste, ¿verdad?
- Pos pa qué te digo que no si sí.

El inusitado humor no consiguió aplacar sus dudas. Quizás pensó que seguía sintiendo algo por él.

- Es obvio que sigues sintiendo algo por él.

Nunca imaginé que mi conexión con Billy llegase al extremo de poder leerme la mente. O tal vez lo intuyó en la cara de idiotizado-pusilánime de la que no podía deshacerme. Cabizbajo, no cesaba de suspirar.

- Tengo ganas de llorar.

Yo también las tenía, demonios. Pero no sabía cómo explicarle que tener un shock por haber visto a un ex (que en realidad nunca llegó a ser ex) era muy distinto a seguir enamorado de él. En realidad, hasta ahora no consigo explicárselo.

Posteado por Cyan a las 2:33 p. m.
 
 

The first time (for both of us)
martes, mayo 03, 2005

Temblabas cuando te abrí la puerta, mientras me examinabas con esa mirada que se debatía entre la ansiedad y la certeza de que algo maravilloso estaba por ocurrir. De pie en el centro de la sala, examinabas con ojillos nerviosos cada uno de los muebles que antaño ocasionaron infinitas grescas, pues nunca llegué a tolerar el extraño gusto de mis padres para las artes decorativas. Sólo algunas piezas sobrevivían, como el viejo radio de los años 30, que llamó poderosamente tu atención, porque también era mi elemento favorito de todo el mobiliario. Nunca te lo dije, pero te diste cuenta. Las palabras sobraban. Nos comunicábamos en silencio, como los sordomudos, intercambiando signos y expresiones idiomáticas a través de nuestras pupilas.

No me preguntaste dónde quedaba mi habitación. Antes habíamos quedado implícitamente en hacer un tour por las aristas de mi morada. Pero te dirigiste, casi de forma autómata, por el camino que conducía a mi cuarto. Quizás ya habías hecho antes un viaje astral, jamás conseguí entenderlo. Te quedaste fascinado, de espaldas a mí, contemplando mis paredes azules, los afiches que adornaban mis paredes. Jim Morrison y Marilyn Manson. Bette Davis e Isabella Rossellini. Jane Fonda y Gina Lollobrigida. El collage de la Bruja de Blancanieves con Marilyn Monroe. El poster de "Todo sobre mi madre". Los carteles de películas de terror italianas de serie B. Mis vinilos de ABBA. El estante con mis libros de Eugenides, García Marquez, Darrieusecq. Mis mangas shoujo en japonés. El libro de tapa dura con la biografía de Alaska. Las torres de CDs originales y no tan originales, los CDs en blanco con música bajada de internet, desperdigados por aquí, por allá y por acullá.

Miraste hacia la ventana que daba hacia la calle. Aún no posabas tus ojos sobre mi cama adornada con los cojines kitsch que tanto trabajo me había costado conseguir. De pronto, la certeza de que por primera vez estábamos a solas, es decir, a solas decentemente y no en sitios públicos, me invadió por sorpresa. Te contagié mi felicidad, al abrazarte con fuerza por detrás. Sentí tu cuerpo junto al mío, tus gemidos de satisfacción. Ávido de dejar en claro que lo que íbamos a hacer, deberíamos haberlo hecho largo tiempo atrás. Te volteaste para mirarme a los ojos. No nos besamos. Nos tumbamos en la cama a acariciarnos. Por un momento nos sentimos los seres más felices de la galaxia.

No me cansaba de mirarte. Me parecía una falacia haber pensado alguna vez que no eras atractivo. Yo te veía bellísimo. Tu pelo desordenado sobre tu frente. Tus enormes anteojos chocándose con los míos. El calor de tu cuerpo. El mar en mi estómago me estaba comunicando que ya no había espacio para cualquier tipo de salvación. Estaba completa, perdidamente enamorado de tí. Eras tú, mi amor. Nos besamos aún vestidos, sintiendo al fin la libertad que nos había sido negada desde que empezamos a frecuentarnos. Se suponía que no lo íbamos a hacer. Pero nuestras erecciones, al frotarse, nos dieron a entender que no teníamos por qué esperar más. A la mierda con los prejuicios. Tú lo dijiste claramente, antes de hacer el amor: ahora somos uno.

Tampoco recuerdo cuál de los dos empezó a sacarse la ropa. Ambos estábamos demasiado nerviosos. Nerviosísimos. Tú, porque era tu primera vez. Yo, porque era la primera vez que le hacía el amor a alguien que amaba, y la verdad, me cagaba de miedo. No sabía cómo actuar, qué pasos seguir. Quería hacer todo lo que estuviese a mi alcance para evitar cualquier error. Al final, no tuve que preocuparme de nada. Desnudos, nuestros cuerpos se acoplaron a la perfección. Me sorprendió la extrema suavidad de tu piel. Todos los sudores, olores y gemidos tenían una redundancia onírica, como si la cópula en sí hubiese sido parte de otra dimensión. No hubo dolor, ni arrepentimiento. Sólo lujuria, fortaleza, y coraje para afrontar cada nueva arremetida, cuando nos vinimos juntos, jadeantes, para luego recorrer desnudos todos los cuartos de la casa y contemplarnos frente al espejo, abrazados, con marcas de placer en el cuerpo, y lo hicimos de nuevo allí, de pie, con el espejo de mudo espectador, en plan Tom Cruise y Nicole Kidman en Eyes wide shut.

Lo que más me sorprendió, cuando nos despedimos con un gran beso en el umbral de la puerta, fue que tu mirada no había cambiado. Era la misma. Seguías conservando aquella ternura intrínseca, la inocencia propia de quien al fin ha sucumbido, triunfalmente, a un acto de amor puro. Porque eso fue. Cuando partiste, antes de poner un pie en la calle, te diste vuelta para contemplarme. Aún era de día, la luz de la calle iluminó los límites de tu figura como un aura angelical, y aquella mirada sabia sobre los surcos de tus ojeras, tan cargada ya de madurez y también de cansancio por la jornada ininterrumpida, me transmitió telepáticamente lo que ya sabía: que eras el amor de mi vida. Y de paso, que estabas más lindo que nunca.

Posteado por Cyan a las 12:55 a. m.
 
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