Le baiser (que tu m'as donné...)
jueves, marzo 31, 2005

Cyan, tengo que verte hoy mismo. Ya no puedo más...

Yo tampoco podía más. Nos habíamos despedido la noche anterior y sin embargo, al día siguiente, me daba cuenta que lo echaba de menos. Al poner sobre el tapete el tema de la impuntualidad, Billy se presentó en nuestro acostumbrado punto de encuentro diez minutos antes de la hora pactada. Portaba un t-shirt blanco, estampado con una reproducción exacta de la warholiana lata de sopa Campbell's, aquella serigrafía del rey del pop-art que se convirtió en un ícono de la cultura norteamericana los años sesenta. Esa misma lata de sopa de tomate reproducida un centenar de veces es la misma que decora una de las paredes de mi habitación. ¿es que, al igual que yo, Billy es también un fan a morir de Andy Warhol? ¿Por qué nos apasionan las mismas cosas? ¿será acaso mi alma gemela?

Eran casi las 12 de la noche, y el Jockey Plaza cerraba sus puertas. La gente arrastraba los pies para refugiarse en la entrada de los cines, pero a diferencia de días anteriores, la afluencia de público era escasa, sólo unas cuantas almas pululaban a esa hora por las inmediaciones, entre ellas Billy y yo. Le dimos una vuelta completa a las afueras del centro comercial, caminamos casi por el Jockey Club, estábamos completamente solos en la oscuridad, sólo la luna guiaba nuestro andar, y claro, los guardias de seguridad que no nos perdían de vista, por si acaso. Yo me limitaba a observar una y otra vez la lata Campbell's de su t-shirt, deseoso por tener en mis brazos a ese cuerpo frágil que empezaba a querer con sinceridad.

Cyan, me muero de ganas por darte un beso.

La tierna mirada que me lanzó minutos antes fue la antesala perfecta para digerir su propuesta. Sin embargo, ahí estábamos los dos, siempre con las odiosas comparaciones de lo que había pasado exactamente entre Rodrigo y yo. Cometí el primer error: lo llevé por las mismas calles de la avenida Manuel Olguin, intentando encontrar un refugio para dar rienda suelta a nuestros labios que se morían por tocarse. Fuimos hasta la avenida El Polo y volvimos a bajar, caminamos por cerca de dos horas. Las calles seguían desiertas, el silencio era mutuo, y de pronto, mi brazo tocó por accidente el suyo. Fue la primera vez que nuestras pieles se tocaban. Él no retiró su brazo, y seguimos caminando muy juntos, como si nuestros brazos hubiesen estado pegados con super glue.

Llegado el momento, cuando me sercioré que no había nadie más que nosotros en la calle y ningún carro circulaba, le tomé la mano con suavidad. Parecía la mano de un refugiado, temblorosa, delgada y empapada de sudor. Al principio no me gustó el contacto con una mano sudada, pero la tuve agarrada unos segundos antes de soltarla. Fue otro error decirle que me disgustó tocar su mano sudada, y él lo entendió. Se la secó con rapidez y a la segunda oportunidad que tuvimos, nos volvimos a tomar de la mano, esta vez sin soltarnos nunca más.

No me voy a poder resistir, Cyan, te voy a dar un beso ahora mismo.

Me lanzó una de esas miradas sublimes, con un puchero infantil, apretando mucho los labios en una mueca deliciosa, que en ese instante bautizé como la mueca de "quiero-besarte-ya". Se aproximó un poco, dispuesto a cagarse en todo, pero lo detuve con el brazo. No estaba bien, no quería ser ampayado in fraganti y terminar siendo una de esas parejas gays protagonistas de algún escandalazo en los reportajes de los programas políticos dominicales. Más bien, recordé aquél parque en el cual, a la luz de la luna, Rodrigo y yo nos besuqueamos con un poco de roce intenso. No me pareció la alternativa correcta, sin embargo, no teníamos otra salida.

Ni bien llegamos, noté que la luz de la luna era más intensa que la vez que fui con Rodrigo. Era una luna llena preciosa, como si anticipase la transformación de un hombre lobo. Pese a los rayos lunares, ese parque primorosamete cuidado, bajo los grandes árboles, estaba los suficientemente oscuro como para poder rendirnos ante el mutuo deseo. Lo primero que hicimos apenas nos sentamos en el pasto fue tirarnos a contemplar la luna. Estando allí, tumbado junto a él, comprendí que era la mejor noche de mi vida. Era alucinante. Y lo fue más cuando Billy, con una vocesita tierna, empezó a cantar:

J’ai demandé à la lune
et le soleil ne le sait pas
Je lui ai montré mes brûlures
Et la lune s’est moquée de moi...

Estuve a punto de morirme. ¿Cómo era posible, por todos los cielos, que éste chico se sepa de memoria mi canción favorita de Indochine, que, además, hacía alusión al la luna que mutuamente observábamos? Estreché fuertemente su mano, y acaricié su mejilla. La luna se reflejaba en su mirada, y por un momento pensé que Billy iba a llorar de pura alegría. A juzgar por su rostro, estaba cerca de echar una lágrima. Me incorporé y me senté sobre el pasto. Él imitó mis movimientos y me miró fijamente, sin dejar de cantar, aproximándose hacia mí.

Et comme le ciel n’avait pas fière allure
Et que je ne guérissais pas
Je me suis dit quelle infortune
Et la lune s’est moquée de moi...

No terminó de cantar porque fue él el que se aproximó a sellar mis labios en un beso intenso, cargado de, puedo adivinar, muchas malas noches de pasión reprimida por mí. Correspondí a su ansiedad con mucha tranquilidad, pero de pronto la luna, el parque, nosotros, todo me pareció entrar en una dimensión sobrenatural, un paisaje onírico que me provocó una descarga eléctrica en la espina dorsal. Estreché fuertemente a Billy contra mí y lo besé casi con salvajismo, devorando su boca, penetrando una y otra vez mi lengua para que chocase con la suya, luego de lo cual nos detuvimos, jadeantes, a mirarnos a los ojos con cara de ¿qué estamos haciendo?

Se lo dije claramente, mientras lo abrazaba y jugaba con sus cabellos desordenándolos un poco, oye, Billy, acabo de descubrir que me gustas muchísimo, no quiero enamorarme de tí. ¿Y si te enamoras de mí, que tendría de malo? me dijo él, a punto de colapsar de tanta emoción contenida. Lo percibí. Él tenía algo que decirme pero no me lo dijo. ¿Acaso ya estaba enamorado de mí? Yo no lo estaba aún, ¿no sería peligroso seguir con ése juego? ¿Qué hacer?

No me importa que no te llegues a enamorar de mí. Con el beso que nos acabamos de dar, ya puedo morir tranquilo. No te pediré nada más.

Pero yo quería darle más. Aquella experiencia fue la más apasionante, adrenalínica y maravillosa de mi vida. Se lo dije mientras, para ahorrarles sospechas a los vecinos, nos incorporamos sacudiéndonos el pasto de la ropa y nos dirigimos hacia la avenida. Nos despedimos con un fuerte abrazo que fue contemplado con una media sonrisa cachacienta por parte del taxista. Quiero hacer felíz a Billy. Esa será mi nueva meta. Y con ese pensamiento, busqué el CD de Indochine y lo coloqué en el discman, para alejarme caminando con dirección a casa, cantando a voz en cuello la canción que narraba todo lo que habíamos vivido esa noche.

On va s'embrasser et nos lèvres
Vont se purifier
Tu me donnes un baiser et nos langues
Vont juste s'emmêler
Et ta peau se mouilla, elle aura comme une goûte,
Une goût de lait
e te respire
Sur ton sourire
Le baiser que tu m'as donné pour t'aimer
Je t'aime comme un fou
Come to me...

Posteado por Cyan a las 3:10 p. m.
 
 

Face to face
miércoles, marzo 30, 2005

El ser humano es una criatura inconstante. No precisamente voluble, pero radicalmente influenciable. Me acosté pensando en Billy, en las mil y una formas que tendría que barajar para decirle que me era imposible corresponder a sus sentimientos, y la agitación me impidió conciliar un sueño digamos tranquilo. En el interín, me abandoné a las bifurcaciones nerviosas del cerebro, intentando encontrar una respuesta viable, cuando de pronto me encontré abandonado a mi suerte en un sueño caótico, una dimensión paralela, bizarra, como el universo personal de David Lynch. Me acordé del segundo capítulo de Twin Peaks, aquella visión del cuarto con paredes rojas, donde Kyle McLachlan, envejecido, contemplaba a la bellísima Laura Palmer y al extraño enano bailarín.

A la mañana siguiente, como en Twin Peaks, no recordé el sueño. Trataba de recordar alguna cosa, vestigios, sensaciones, pero me fue imposible. Sabía que había tenido un sueño, pero lo único que venía a mi mente era la certeza que aquél sueño había sido el más inquietante (y lyncheniano) de mi vida. Me llegó un SMS al celular.

Ya me siento mejor. Espero que no hayas hecho mucho caso a mi paranoia de anoche por el MSN. Por favor, no te preocupes por mí. Hoy hace un día bellísimo, espero verte más tarde. Un abrazo - Billy.

Billy, el niño adorable. Billy, el niño grande. Billy, el niño que me da consejos sobre relaciones sentimentales. Billy, el niño que me quiere. Billy, el niño al que con todo el pesar de mi corazón, tendría que rechazar. ¿Lo recharazaría? Algo había cambiado en mi decisión desde la noche anterior, ya no me sentía seguro de lo que iba a decirle. Definitivamente, cuando caminé adormilado por las mayólicas del baño, me pareció ver objetos suspendidos en el aire. ¿Love is in the air? No. ¿Estoy en Macondo? Menos. No quería subir al cielo en una sábana blanca. Estaba inmerso en un dilema mucho peor. ¿Qué hacer, por todos los cielos? Me di por vencido, esperaría a que la tempestad se calmara.

Y la tempestad no se calmó ni cuando, en la tarde, Billy llegó caminando pacientemente a nuestro punto de encuentro. Quince minutos tarde, pero llegó. No consideré atinado decirle en ese momento lo mucho que me enerva la impuntualidad. Lo contemplé en silencio, luego de saludarlo con pudor. Notaba un mundo de distancia entre los dos. Ninguno se atrevía a abrir la boca, éramos un par de nerds avergonzados. Lo que nos distanciaba no era el hielo, era quizás la certeza que pronto tendríamos que hablar con respecto al dilema, a esa gran pregunta que tendría que responder y de la cual, hasta ese entonces aún no vislubraba respuesta alguna.
Ya lo había notado: mientras caminaba junto a mí, su delgada y diminuta anatomía sobresaltaba por el polo blanco con cuello que cubría su frágil torso. Esa prenda siempre estimulaba mis instintos, impulsaba mis emociones, y este caso tampoco era ajeno. ¿Billy se veía guapo, o yo lo estaba viendo guapo? Nos sentamos en una mesa del food court, y sentí escalofríos al pensar que, en esa misma mesa, me había sentado con Rodrigo un par de meses atrás. ¿Por qué termino llevando a todas mis citas a aquél mismo lugar? ¿Es esto una cita? ¿No que estaba aquí para dejarlo ir?

Frente a frente, bajamos la mirada, como dice la canción de Jeanette. No obstante, al tenerlo por primera vez a escasos centímetros de mí, comprendí que lo había subestimado. Billy era lindo. Me gustaba. No era aquella pasión arrolladora que sentía cuando tenía a Rodrigo frente a mí, o a Pertur, no era ni mucho menos aquella electricidad que solía pasar por mi cuerpo cuando cualquiera de esos dos individuos ponía sus ojos sobre los míos. Era diferente. Billy era diferente. Su menuda apariencia, el profundo cariño que podía leer en su mirada, pulsaban en mí ciertos impulsos claves para despertar mi ternura. Billy era... ¿cómo decirlo? Apachurrable. Provocaba abrazarlo hasta se pusiese morado por la falta de aire, para luego reanimarlo con besitos tiernos sobre la frente. Tenía ganas de protegerlo, para que se sintiese seguro en mis brazos. Me miraba con esos ojitos de peluche que al apretarle la barriga exclaman "Hold me".

Cyan, necesito que me digas qué piensas sobre mí, sobre todo lo que pasó. Ya no puedo esperar más.

Para mi sorpresa, ya tenía una respuesta preparada. Ya no tuve que mentirle. Le dije que me parecía demasiado lindo, que era falso aquél estigma de la apariencia física, pues me parecía un chico atractivo y por demás interesante. Billy abrió mucho los ojos, como criatura en Navidad. Sentí unas ganas irreprimibles de sellar sus labios, pero fue él quien lo propuso: quiero darte un beso ahora mismo.

Le dije que sí, pero existía otro problema: se nos había pasado la hora, yo tenía un compromiso en casa de Ana Conda, se lo había dicho mucho antes de planear la cita. Billy y yo comprendimos que éste sería el primer paso para una posible relación a largo plazo. Sin reglas, sin parámetros. Sólo él y yo, pase lo que pase. Me despedí de él con un abrazo y me atreví a darle una gran palmoteada en el abdómen, que estoy seguro lo dejó excitadísimo. Cuando subí a la combi, estaba muy seguro de que no era muy difícil llegar a querer a alguien como él.

Posteado por Cyan a las 12:22 p. m.
 
 

El Valle de las Muñecas II
lunes, marzo 28, 2005

No podía dormir. Tampoco quise tomar somníferos, porque si no iba a dormir, al menos deseaba meditar un poco lo que acababa de suceder. Tenía que tomar una decisión. Las palabras que Billy me escribió por el MSN aún destellaban en mi córnea, como rezagos de fuegos artificiales.

"Si quieres a Pertur, yo se dónde está, te ayudaré a buscarlo, será mi regalo para tí".

Algo estaba mal en la cabeza de este chico. ¿Un regalo? ¿Me iba a regalar algo a cambio de rechazar sus sentimientos? ¿Billy me ofrecía a Pertur en bandeja como "premio" por haberle dado una negativa? Era muy improbable, sobretodo porque a Billy no le había dicho todavía que no. Es cierto, no es mi tipo, pero hay algo en él, difícil de descifrar, que llama poderosamente mi atención. No en vano, cuando salimos por primera vez, me dieron ganas de besarlo, pero no porque quisiera llevármelo a la cama, sino porque me intrigaba la manera cómo podría besar un chico tan encantador (y pequeñito) como él. Obviamente, nunca llegué a insinuarle una sesión de besuqueo, porque tal vez, a su corta edad, podría darle una impresión equivocada o alimentar sus esperanzas. ¡Qué iluso! Aquí el experimentado era él, no yo. Además, Billy había conocido a Pertur, el mutuo dolor por no poder tener a nuestros respectivos amores nos vinculaba como un lazo irrompible, una tragedia en común nos hermanaba. Un argumento perfecto para una película de Almodóvar (¿mencioné que a él también le chifla Almodóvar?)

"Cyan, yo no soy tu tipo, pero el tal Pertur sí que lo es, aunque por lo que vi, dudo que sea gay, lo suyo es más un geek de biblioteca."

Todo muy cierto, pues la mayoría que lee el blog tiene la idea errónea de que Pertur es el último semental del calendario de Cosmopolitan, cuando en realidad es un muchacho espigado, pálido, extremadamente delgado, de mirada triste y aura angélica. Al menos podía respirar tranquilo, pues no había competencia: a Billy le gustaba yo, no Pertur. Inclusive, dudo que a alguien más le guste Pertur en este mundo. También tenía mucha razón en decir que cabía la posibilidad de que Pertur no fuese gay, es por eso que me preguntaba si realmente querría yo ver a Pertur después de todos estos meses de amarlo en silencio, de preservar la incertidumbre, de (cuasi) erradicarlo de mi vida. ¿Valdría la pena ver a Pertur, con todo lo que eso conlleva, después de 5 meses de no saber nada de él, desde la última vez que lo ví, aquella calurosa mañana de Octubre, enfundado en sus jeans raídos y en su infaltable polo Tommy Hilfiger que sacaba a relucir sus largos y huesudos brazos?

"Vamos, te acompaño a la PUCP y te señalo exactamente dónde está Pertur".

No le dije ni sí, ni no. Sólo cerré la diatriba en un amable "Veremos...", que terminó por sembrarle la duda. Billy se acababa de rebelar como un ser estelar, como una persona absolutamente maravillosa, sabedora de su cruel destino y aún así dispuesto a sacrificarlo todo por un amor que no le corresponde, o sea yo. Parecía una novela de Jacqueline Sussan. Siempre me identifiqué con Anne Wells, mi personaje de ficción favorito de todos los tiempos, en El Valle de las Muñecas, pero en éste caso yo había pasado a ser Lyon Burke, y Billy quedaba como Anne Wells. ¿Querría yo inflingirle un cruel destino al pobre Billy? ¿Podría llegar yo a ser un Lyon Burke, es decir, un tirano (pero muy dandy)? No podría, ni en un millón de años. Billy, al igual que yo, buscaba felicidad. No obstante, los objetos de nuestros afectos eran muy distintos.

"Tampoco quisiera que estés conmigo por pena. Eres libre de hacer lo que gustes. Yo siempre te voy a querer igual y en mí tendrás siempre al amigo con el que podrás contar para todo, seremos amigos como ya lo veníamos siendo".

Me había sacado las palabras de la boca. Me conmovió. Me puse a llorar. Según él, también estaba llorando, pero en su momento no le creí. Me odié a mí mismo por no poder satisfacerlo, por estar muy cerca a destruirle el corazón. Pero ¿podría? Billy nunca llegó a rogarme, ni insitistirme. Sencillamente, deslizó sus palabras con cordura y dio por finalizada la conversación no sin antes hacerme una petición para vernos al día siguiente y poder aclarar todo el rollo melodramático y poner los puntos sobre las íes, petición que por supuesto, acepté gustozo, yo también deseaba tener un poco de claridad en medio de la maraña mental que había ocasionado la declaración de Billy.

Me revolví sobre las sábanas, restregándome los ojos. El reloj indicaba las 3 de la mañana, y tras tener la cabeza fría, llegué a una triste decisión. "Tampoco quisiera que estés conmigo por pena...". Billy era un chico excepcional, merecía a alguien que lo colme de cariño, de amor, de sentimientos que yo no podía darle. Sí, por patético que suene, él se merecía a alguien mejor que yo. Exactamente. No podía estar con Billy, aquello sería complicarme demasiado la vida. Y se lo diría al día siguiente.

Posteado por Cyan a las 3:13 p. m.
 
 

La confesión
viernes, marzo 25, 2005

Una fan enamorada
Esta esperando tu atención y tu mirada
Y le confiesa su pasión por ti a la almohada
Es la que te ama aunque tu

No sepas nada...

No sabía nada. Llámenme despistado, pero algunas veces, ciertas cuestiones que están palpable y visiblemente a la luz suelen pasar desapercibidas antes mi propio razonamiento. Tampoco es la primera vez que ocurre. Bueno, más o menos. Reformulo. Es la primera vez en que la magnitud de los acontecimientos es tal, que es imposible mantenerlo en tela de juicio. Es la primera vez que, pese a las palabras desplegadas sobre el cristal de un tibio monitor de PC, tengo la certeza de estar creyendo, con fervor, en alguien.

Habría que echarle la culpa a la manía que tienen ciertos individuos de meterse al chat pese a estar bajo el yugo de una relación establecida. Luego de estar casi 3 meses manteniendo conversaciones por MSN con un chico en el que tenía puestas mis esperanzas, un buen día, cuando ya me había decidido a invitarlo a salir, me soltó una frase improbable: "no puedo salir contigo, tengo pareja desde hace 2 años".

Por supuesto que me dieron ganas de decirle: si tienes pareja, entonces, ¿por qué carajo me hiciste el jueguito necio dentro de un chat en el que por más amistad que diga estar buscando la gente, no están buscando precisamente amistad, sino más bien sexo al paso? ¿Por qué, según tú, si me mandas indirectas, no tienes el valor de decirme que tienes a alguien, en vez de hacerme perder el tiempo? La verdadera pregunta sería: ¿si tienes novio, por qué sigues entrando al chat?

Derramé bilis. Es una sensación increíble que te recorre los intestinos y te deja un gusto amargo. Estaba tan desesperado, con tantas ganas de desfogarme con alguien y contarle el gran pedazo de mierda que me siento cuando me pasan estas cosas, que quizás fui presa del momento. Ahí estaba Billy, silencioso, conectado, entre mis contactos del MSN. Le abrí una ventana y, con lágrimas en los ojos, le conté lo sucedido. Desde hace tiempo Billy se había convertido, más que un amigo, en la única persona en la que podía confiar. Sorprendentemente él, de tan sólo 17 años y encima vírgen, posee una admirable cualidad de ver las cosas con frialdad y proporcionarme un consuelo como nadie lo había hecho antes.

Cyan: ¿Por que los hombres son asi, POR QUE?
Billy: Porque los hombres son una mierda, darling.
Cyan: DUH! Ya lo sabía. me dan ganas de volverme heterosexual, carajo.
Billy: Te tengo que confesar algo... nunca pensé en decirtelo...
Cyan: Dime
Billy: No, no puedo, soy muy marica.
Cyan: Oh, come on!
Billy: Espérame un segundo, tengo que tomar aire...

Dios mío. Me hice el tonto, pero ya sabía lo que Billy me iba a decir.

Billy: La verdad es que... me gustas mucho.

Me confesó que desde que salimos por primera vez, no pudo volver a conciliar el sueño. Pero lo curioso del asunto es que Billy demostró tal madurez que comprendió en un instante que él no era mi tipo, de manera que hizo de tripas corazón y decidió dejar de hacerse ilusiones conmigo, porque ya se las había hecho. Yo no sabía que responderle. Era cierto, Billy es la única persona que me entiende, pero, de ahí a llegar a amarlo existe una brecha muy grande, sin contar que sexualmente no despierta mi atención.

Billy: Me di cuenta de que daba igual si te lo decía o no, no iba a servir de nada, carajo nunca debí decirte, sabes, estaba saliendo con un chico sólo porque trataba de compararlo contigo, buscarle similitudes.

Le dije que no le podía prometer nada, y me dijo que tampoco esperaba nada a cambio. Sólo quería darse el privilegio de ser mi amigo, de continuar a mi lado, saliendo conmigo, viéndome, que yo podía tener la absoluta libertad de salir con quien a mí me diese la gana, porque él lo entiende a la perfección: yo nunca le daré lo que él espera de mi. Dijo no tener la culpa de estar enamorado de mí. Y que si yo encontrase al hombre correcto, él sería el primero en felicitarme. Obviamente que por dentro estaría sufriendo un calvario, pero sería el primero en alegrarse, Cyan, no te preocupes por mí, yo soy más fuerte que tú.

Si hasta ese entonces él y yo estábamos viviendo un drama de novela mexicana, pronto me haría una revelación que complicaría todo el argumento y que provocaría que nuestra novela se convierta en una telenovela brasileña. Y con esa revelación, les deseo una Felíz Semana Santa.

Billy: Cyan, ¿recuerdas cuando me confesaste que al único que amaste fue a Pertur? Pues bien, te lo doy como regalo. Ubiqué su nombre entre los estudiantes de la PUCP, fui hasta su facultad. Yo lo busqué para tí. Lo busqué, y lo encontré.

Posteado por Cyan a las 3:22 p. m.
 
 

Billy The Kid
miércoles, marzo 23, 2005

Una fan enamorada
Es una lágrima besando una sonrisa

Es la que llena, su pared con fotos tuyas
Es la que vive como tú, de la poesía...

Hace un par de meses, aproximadamente, recibí un e-mail de lo más pintoresco. Tampoco es ninguna novedad, siempre consideré saludable el feedback entre mis admiradores y yo, aunque el precio de la fama y las decenas de e-mails que recibo al día me hacen cuasi imposible la tarea de poder responderles a todos. Sin embargo, la sinceridad de este e-mail en particular me llamó la atención. Provenía de un tal Billy, quien como muchos, se consideraba a sí mismo fan de este humilde blog. El que menos, puede pensar a estas alturas: bueno, un fan más, un fan menos. No le hice mucho caso. Los 17 años que decía tener no lo calificaban como un posible amante a tener en cuenta. Una tarde de angustia, tras gastar muchas cajas de kleenex, me hice la promesa de prescindir de los chicos del rango de edad comprendido entre los 16 y los 19. No quería volver a enamorarme de otro Pertur u otro Pendex, cuando las reglas del juego y del hombre perfecto habían sido establecidas en miras de un hombre maduro. El diablo sabe más por viejo que por diablo.

Qué equivocado estaba. El mismo Billy se encargó de desmitificar la tésis de la inmadurez en los jóvenes de 17 para abajo. Tras largas sesiones de chat vía MSN, las semejanzas entre ambos me me estaban dando miedo, como en un capítulo de Twin Peaks, temeroso de encontrar mi mitad oscura. Para empezar, nuestros dos apellidos, paterno y materno, son fonéticamente similares y empiezan con la misma letra. Segundo, los dos usamos anteojos de carey negros, casi del mismo modelo. Tercero, un largo etcétera: el pop, Paris Hilton, el thrash, David Lynch, Mulholland Drive, el vintage, el cine de serie B, Bibi Gaytán, Garbage, Clueless y Alicia Silverstone son sólo palabras que nuestros imaginarios poseen en común. Cuando Billy me soltó el aliciasilverstoniano vocablo "As if!", sentí un escalofrío ante la posibilidad de encontrarme con un clon mío casi 8 años menor, o en todo caso, haberme metido en una máquina del tiempo para acabar chateando con mi alter ego adolescente.

Aquél día ingerí un par extra de tranquilizantes. ¿Me estoy volviendo loco? ¿El tal Billy en verdad existe o estoy sufriendo de un desdoblamiento de personalidad? ¿Acaso padezco del síndrome Betty / Diane? ¿Será Billy físicamente igual a mí pero con el cabello rubio, como en Lost Highway? No, no me estaba volviendo loco: Billy existía, porque un día conseguí verlo por webcam, aunque los trucos de la mente son siempre bizarros. Maldición, ¿por qué somos tan parecidos? ¿Por qué no podía ser de mi edad para invitarlo a salir?

Y es que el amor (¡amor!)
No tiene edad...
Lo mejor (¡lo mejor!)
Es decir (¡es decir!)
La verdad...

Radio Ritmo Romántica me ametrallaba con aquella canción ochentera de Jairzinho y Simony, la cual salía por los parlantes de la combi que me conduciría al encuentro con Billy. Consideré que ya era tiempo suficiente para averiguar qué pasaba. Después de todo, si no pasaba nada, siempre quedaba la esperanza de que Billy fuese tan buen amigo como ya lo era virtualmente.

-¿Cyan?
-¿Ah?
-¡Soy yo!
-¿Adónde? ¿Quién me habla?
-¡Hey, acá abajo!

Quería ponerme a llorar ante la sensación de haberme vuelto loco. Estaba escuchando voces del más allá, que venían desde el suelo. ¿Sería acaso esa pareja de viejecitos que aterrorizan a Naomi Watts hacia el final de Mulholland Drive? Cuando dirigí la vista hacia abajo, divisé a un ser de baja estatura, con anteojos, parecía un ratoncito encantador, salido de un libro de cuentos. La fragilidad de su cuerpo ultra delgado me hicieron temerme lo peor: en cualquier momento podría venir una ráfaga de fuerte viento y llevárselo del suelo, levantándolo en peso.

Era Billy. Oh my God. Oh DEAR God. Su estatura, sus facciones, sus anteojos, su ropa... parecía estarme viendo a mí mismo, 8 años atrás. Cuando hicimos las presentaciones del caso y empezamos a caminar juntos, me acordé de la película Austin Powers, yo era el Dr. Evil y él, Mini-Me. Sonreí con picardía. La sonrisa se disolvió luego de que Billy empezó la plática. Su voz y su manera de hilvanar las palabras lo hacían sonar como un señor de 40 años. Al cabo de casi 2 horas de conversación, llegué a una conclusión que me movió el piso: Billy era mucho más maduro que yo. Su manera fría de ver las cosas y los consejos que me dio a propósito de mi desastroza vida amorosa me hicieron pensar que, efectivamente, mi vida es patética: heme aquí recibiendo los sabios consejos de un chico menor que yo, que ha vivido menos que yo pero que tiene el cerebro y los huevos que me faltan a mí para poder vivir con tranquilidad.

A la tercera hora, tras un par de gaseosas con harto hielo, estaba fascinado por él. Físicamente no era mi tipo, pero había algo especial. Sentadito así como estaba, sobre la silla del restaurante, se parecía a un muñeco de ventrílocuo. Era tan pequeñito y tan dulce. Como decía Ivonne Frayssinet en su monólogo sobre Manuelita Sáenz: era tan chiquito y precioso que provocaba alzarlo en brazos y darle el pecho.

Obviamente, el pecho no le iba a dar, pero allí, mirándolo a los ojos, me provocó darle un beso. Luego descarté la idea. ¡Dios mío, aquello era un crímen! ¡Es un menor de edad, puedo irme a la cárcel! Pero un beso... es puro e inocente. En el instante en que iba a proponérselo, Billy me miró con tanta indiferencia que opté por echarme para atrás. Después de todo, yo era el mayor y el más experimentado, el niño podría pensar que estoy aprovechándome de la situación.

Regresamos a caminar por la avenida. Yo iba cabizbajo y con las manos en los bolsillos. Billy, llegándome casi a la altura de los hombros, me dijo: "oye, ¡dime algo". Le respondí que estaba cansado y que mejor me iba retirando. Billy dijo que no había problema, que él se quedaría un rato más caminando, pero se despidió de mí con un gesto enigmático. En el camino de regreso a casa, lo dejé, pensativo, sobre la acera. ¿La había cagado? ¿Billy esperaba que tomase la iniciativa de algo más? ¿Esperaba acaso que le hiciera una propuesta indecente? Por su manera de actuar, creo estar equivocándome. Si él no es mi tipo, quizás yo tampoco sea el suyo. Sin embargo, la pasé bien. A estas alturas me resulta imposible creer que Billy sea un fan enamorado. Ojalá no lo sea: por primera vez en mi vida, no sabría qué hacer.

Posteado por Cyan a las 12:45 p. m.
 
 

Dios los cría y ellos se juntan
lunes, marzo 21, 2005

¿Reuniones de bloggers? Las de antes... Eso pensaba para mis adentros en el momento en que puse los pies en el lúgubre local del Pasaje Tello, en Miraflores, donde se suponía que se llevaría a cabo la "premiación" a los mejores posts del concurso de verano. Aquella memorable calle había sido en su época punto de encuentro de la gentinta nice, pues hacia las postrimerías del 2002 se regentaba allí el local de The Clash, un pub gay que terminó convirtiéndose en open-minded (¿o fue al revés?) y cuyo dueño, un maduro oso norteamericano de breve nombre, fue uno de mis calentados para la posteridad (the best sex of my life, perhaps?).

Obviamente que de The Clash no quedaba ni rastro. Sus coloridos pasillos repletos de tonalidades kitsch y sus muebles decorados con pieles atigradas fueron reemplazados por una vulgar coleccción de portadas de "El Gráfico" y hacían parecer, al otrora célebre local, a uno de esos cuchitriles del Jirón Quilca (donde suele asistir el otrora célebre Brigitte Bardot). Pero eso no era lo peor. ¿Cómo? No señor, lo peor era que, aún dándome la maña de darme unas vueltas para no llegar puntual, media hora más tarde de la hora pactada, sólo habían tres gatos cabizbajos delante de la puerta de ingreso. ¿Y el comité organizador? ¿Y los directivos? Ni sus rastros. Ay, la hora peruana... Para narrar mejor los hechos, pues tampoco llegué solo sino más bien acompañado, conviene ir por partes, como diría Jack The Ripper.

Ya me lo veía venir. Por lo tanto, para no tener que llegar igualmente cabizbajo, invité a Funky, mi mejor amigo, mi Dr. Frankestein y mentor del mundo gay, y encima el hijoputa es más straight-looking que yo, válgame Dios. La presencia de Funky tampoco era casualidad: él también está por seguir mis pasos (se revierten los papeles) y dentro de poco lanzará su blog bajo el alias de Pepu, de modo que él solito fue el de la idea de asistir a la dizque reunión para, según él, ver cómo era la cosa. Por más que le decía no, no Funky de mi corazón, no hay cueros para ver ni gozar, me insitió tanto que no tuve corazón para negarme a traerlo.

Previa marcada de terreno, o sea, luego de darnos un par de vueltas por los alrededores y serciorarnos que no había algún extranjero lindo para degustar, nos acercamos al local y nos encontramos a unos bloggers que lucían igualmente extrañados. Eran Juan Arellano, Hugo (regio él) y Sludgeman (más regio aún, y con su polo de vintage nerd la chuntó). Al término de las presentaciones del caso y un breve intercambio de palabras, todos nos metimos las manos a los bolsillos sin saber qué hacer. ¿Entramos? Sí, era lo mejor, e ingresamos a aquél lugar que odié ni bien puse un pie en sus viejas mayólicas, pues ese sitio reunía las dos cosas que más odio en la vida: el fútbol y el criollismo. Ew.

Nos sentamos, trajeron chelas, Funky bostezaba de sueño y yo me moría de vergüenza de haberlo traído, por haberle prometido una diversión asegurada porque sí, hijita, no hay cueros pero todos son buena gente, son un mate de risa, anímate, te aseguro que no te arrepentirás. Y el que ya se estaba arrepintiendo era yo. ¿Dónde michi estaba el resto? Cuando ya los ánimos apremiaban una retirada, hicieron su entrada triunfal Leuzor y su peor-es-nada (¿era?) acompañado de Karen (regia como siempre) y el infaltable (y niñero) Slayer.

Y allí mismo se armó, porque jarras fueron y vinieron, se realizó la dichosa premiación en la que quedé en tercer puesto (mis lectores hispanos en Manhattan no opinan lo mismo, Leuzor, eh, tengo pruebas) aunque a decir verdad no me pareció chic que los largamente publicitados premios hayan sido unos polos-sábanas recontra extra large elaborados en algodón Gamarra, estampados con el logo de BlogsPeru y que de seguro muchos utilizarán para regalar a algún amigo indeseado (no obstante, el algodón también sirve para trapear las losetas). Funky despertó de su letargo y se inició la disputa con un oye, ¿no que no habían cueros, mentirosaza?, no pues no habían, ¿yo qué iba a saber?, bueno ése de ahí es mío, ¡no, es mío, yo lo ví primero y además yo ya lo conocía, ja!

Cuando le conté a Funky que los únicos sexualmente dudosos éramos él y yo, decidió retirarse bajo la excusa de tengo otro compromiso y se quitó cual rayo (en verdad sí tenía otro plan por ahí). A su partida, llegaron Ser Humano y Vodkita, la nueva parejita (yo fui el cupido, no te me hagas la pánfila) y Daniel, a quien tenía muchas, demasiadas ganas de conocer. Creo que, después de todo, el conocerlo fue, definitivamente, lo mejor de la noche, pese a sus insistentes preguntas de oye, ¿y ése chico quién es, ah?, ¿por? es que está buenazo pues, ay me lleva el chanfle, ¡a ése yo lo vi primero!

También llegó, tarde como siempre, la versión limeña (dizque) de Bridget Jones, o sea la famosa Gi, gracias a Dios sin sus amigas "las peperas" (también conocidas como las Pandora del Cono Norte), que en su momento hicieron las delicias de los bloggers mañozasos. Daniel se excusó para ir al baño y el vivazo de Leuzor me preguntó, oye ¿y según tu radar, qué opinas, será de tu equipo?, a lo cual le respondí que por supuesto, que era gay, faltaba más, ¿acaso no te diste cuenta, oye? Ya vez hijito, por andar por ahí poniendo mil y un pretextos para que las chicas te suelten sus números de celular... As if!

Culminó la velada nada especial, y quien la hizo especial, o sea Daniel, me propuso salir a dar una vuelta y así lo hice, tras despedirme de todos y sonreír al pensar que sí, había de todo como en botica, al menos vamos mejorando, ¿no? De manera que metí mi polo (mal) ganado en el morral y salimos caminando hacia la Av. Larco. La noche aún era vírgen. ¿Qué fue lo que pasó después? Pues le dejo la posta a él. Hasta la próxima, bloggers.

Posteado por Cyan a las 12:32 p. m.
 
 

Llame ya!
jueves, marzo 17, 2005

Según la web de Notirajes de BlogsPerú, "un conocido crítico literario que prefiere mantener el anonimato" ha realizado una breve opinión acerca del post La Experiencia Celestial, que presenté como parte del Concurso Aventuras de Verano (en realidad debió llamarse Arrechuras de Verano, pero en fin).

Lo que se menciona acerca de un servidor es lo siguiente:

La experiencia celestial (Cyan Uroh).- Un muy buen post, a pesar de su alta carga sexual. Creo que es una historia redonda y bien contada. En lenguaje, tiene algunos errores menores, pero también una buena dosis de creatividad. Las técnicas narrativas están bien empleadas. Se maneja bien el ritmo y se mantiene el interés del lector.

Nada mal para ser la primera vez que un crítico literario (ojalá no sea puro cuento, Leuzor) analiza mi pluma (no necesariamente eléctrica, como dirían los Kaka De Luxe). Y los errores menores, bueno, no pretendo justificar nada en absoluto, errare humanum est, pero las críticas que me han hecho llegar via comentarios o por e-mail, las he recibido con mucho agrado, amén de una correcta retroalimentación.

Cherry: Si desean votar por mi post, pueden hacerlo aquí (aunque se necesita estar inscrito en el directorio de BlogsPeru y en el respectivo grupo de Yahoo).

A bien tot!

Posteado por Cyan a las 12:44 p. m.
 
 

El cuerpo avanza
miércoles, marzo 16, 2005

Al escribir el post anterior pude rememorar el placer intrínseco de aquella experiencia en el gimnasio, algo que yacía adormilado en mi subconsciente. Más allá de cualquier explicación lógica, valdría la pena aclarar que el cuerpo se halla circunspecto a los dictados de la mente y la razón, de tal forma que, al alcanzar un alto grado de sugestión, las consecuencias son variadas y hasta curiosas. Hay de todo como en botica. Y ojo que no estoy tratando de formular algún tratado de psicología referente a postulados freudianos, aunque huelga decir que atravesé dicha etapa durante las postrimerías de mi infancia. Recuerdo que mientras mis amiguitos se divertían jugando a los Thundercats, yo me pasaba las tardes devorando textos de Freud que, si bien no entendía completamente, me causaban inquietud por descubrir la sexualidad, que por esos tiempos desconocía, aunque me moría por probar una sesión de psicoanálisis, para horror (y estupor) de mis padres.

Lo que me sucedió esta mañana puede ser parte de la misma oleada de sensaciones que despertaron al recapitular la experiencia del beso negro involuntario en el gimnasio. Cuando me disponía a sumergirme de lleno en el último sueño de la noche, pues calculo que serían como las cinco de la mañana, me encontré a merced de Edu Saettone. Nunca supe muy bien qué estaba haciendo él en mi cama a esas horas, pero lo cierto es que ya dentro del sueño fui consciente de que, en efecto, se trataba de un sueño. Tampoco recuerdo exactamente cómo y en qué circunstacias nos desnudamos. Sólo me acuerdo que estábamos ahí, piel sobre piel contra mis sábanas amarillas, yo devorando sus labios y metiendo mi lengua por todas partes de su cuerpo, aprovechando al máximo aquél regalo de mi subconsciente.

Sin embargo, algo pasó. Como era mi sueño, creí poseer el monopolio de las acciones, pero no fue así. Para mi sorpresa, el Edu, con la verga palipitante y rojiza, se puso de rodillas y atacó mi retaguardia, primero con la lengua y luego arremetiendo su humanidad adentro mío. El placer fue tan intenso que fui capaz de sentir a plenitud los vellos de su pubis colisionando ansiosamente sobre mis nalgas, y la punta de su mojadísimo pene (sin condón) en pos de mi próstata. Me dolía sólo un poco, casi nada, pues el placer era lo que primaba. Desconozco cuánto tiempo estuvo Edu dentro de mí en el sueño, ni en cuantas poses me penetró (porque fueron varias, incluyendo un piernas al hombro), pero cuando me desperté, estaba empapado de sudor y, al darme cuenta de la hora en mi reloj de Pikachu, tuve que saltar de la cama directamente a la ducha, para no llegar tarde a la oficina. Eran más de las siete.

Por supuesto, es un decir aquello de que salté de la cama. Iba a saltar, pero un dolor extraño me aquejó. Me puse de pie, tocándome las nalgas. Algo andaba mal. Sentía a carne viva una punzante inflamación por debajo de la espalda, justo en el área de la diversión desaforada. Una vez bajo el chorro de agua tibia de la ducha, noté que el dolor, semejante a una sucesión de espasmos, seguía viniendo de vez en cuando, pero no era un dolor intenso, era más bien ligerito. ¿Tan real fue el sueño? ¿Acaso alguien me había violado por la noche, mientras yo soñaba placenteramente, como le sucedió a Angie Dickinson en Vestida para matar o a Verónica Forqué en Kika?

Era imposible, pero por si acaso decidí echar un vistazo. Con la toalla amarrada en la cintura, recorrí la casa de arriba abajo. Las cerraduras, las ventanas, todo estaba perfectamente asegurado y en su sitio. Demasiado inquietante. Una vez en la oficina, pude sacar unas cuantas conclusiones valideras. Es poco probable que haya sido víctima de una violación entre sueños. La única vez que me penetraron, utilicé dos pomos de lubricante, el susodicho me arremetió despacio, y aún así me dolió tanto (pero tanto) que en dos semanas no pude sentarme ni caminar bien. Por lo tanto, la primera teoría queda descartada.

Pienso que el sueño fue tan intenso que el cuerpo, dictaminando las exactas dosis de placer a mis cerebro, actuó por sí solo, activando las ramificaciones nerviosas que se encuentran alrededor del esfínter anal, provocando de esa manera la sensación de estar viviendo la experiencia. Doctor Freud, el cuerpo es lo máximo! No cabe duda que, si la ciencia avanza, el cuerpo también. Al menos es una vertiente espiritual y onírica del sexo 100% seguro. Espero no ser el único (y espero que se repita).

Posteado por Cyan a las 12:23 a. m.
 
 

La experiencia celestial
lunes, marzo 14, 2005

* El presente post ha sido desarrollado especialmente para participar en el concurso Aventuras de Verano, organizado por los amigos de BlogsPeru. Por lo tanto, lo escrito aquí entraría en la categoría de off-topic (¿alguna vez la tuve?).

Para infinidad de hombres, un gay no puede ser considerado como tal si no goza de un cuerpo perfecto. La mayoría de los gays, obviamente, no lo poseen, aunque se divierten intentando, como yo. A estas alturas, mis ansias de ser dueño de una anatomía anoréxica y andrógina han sido suplantadas por un cuerpo delgado (gracias a Dios), pero rematado por la infaltable grasa acumulada en el abdómen. No es una cantidad considerable, pero es un estorbo. Para muchos es "una pancita". Para mí, es un flotador. Precisamente, en vías de eliminar la dichosa área afectada, hace un año decidí matricularme en un gimnasio, con todos los beneficios que ello implica, es decir, poder ver a todos los hombres en los vestuarios y en el sauna, como Dios los trajo al mundo. Aspecto más que tentador cuando el que escribe es un consumado fisgón.

Por supuesto que nunca imaginé encontarme a merced de tanta carga sexual acumulada. Al estar a merced de tantos hombres atractivos restregando sus cuerpos con espuma jabonosa en las duchas o secando sus partes íntimas en los vestidores, era una labor dolorosa el poder permanecer impasible ante cada bello espectáculo. Labor dolorosa porque debía luchar contra mi pene erecto y muchas veces era menester correr al excusado y calmar el éxtasis con ayuda de la mano amiga. Comencé a perder la razón. El estar cerca de tantos cuerpos perfectos y no poder tocarlos me causaba una impotencia elevada al infinito. Tal fue mi desesperación que en una ocasión, con la ayuda de mi fiel cámara DV, pude lograr un plano perfecto de un rubio adolescente desnudándose, mientras el visor de la cámara estaba escondido con primor entre las toallas de mi maletín.

Una vez, sin embargo, ocurrió algo sui generis. Estábamos en verano, una estación en la que nos es permitido usar menos ropa y enseñar más de la cuenta. Hacía tanto calor que algunos hombres se quitaban todo lo que llevaban encima y se quedaban en bolas, ni bien entraban al baño. Yo me encontraba sentado como de costumbre en las bancas de los camerinos, poniéndome las medias y los zapatos (siempre tenía que correr al excusado para ponerme el pantalón, no podía andar desnudo como el resto, por temor a que todos se dieran cuenta de mi palpitante erección). En ese momento ingresó, sudoroso, con un bividí y un short empapados, un individuo que nunca antes había visto en el gimnasio. Me pareció imposible que semejante portento hubiese podido pasar desapercibido ante mis ojos, castigados por deleitarse de tanta piel desnuda. Éste tipo, sin embargo, estaba un paso por delante de los demás. Su porte, su altura y su rubia cabellera hacían obvias sus cualidades de príncipe europeo en plan ejecutivo.

El destino quiso que se fuese a sentar a mi lado en la misma banca, y con esa misma aureola de divinidad griega que lo subyugaba, se fue despojando del bividí con una parsimonia que quitaba el aliento, convirtiendo aquél espectáculo en toda una representación de arte erótico. La tela sintética del bividí se iba arrastrando entre los poros de su piel, dejando entrever lentamente la blancura infinita de sus músculos demasiado contorneados. Dejé ahogar un grito cuando él bividí salió y pude contemplar el regalo intrínseco de su torso desnudo: un par de tetillas sonrosadas, erectas, que se elevaban tímidas sobre una breve mata de vello rubio que se perdía maravillosamente hacia abajo, por debajo de su estómago, en pos de conquistar su ingle.

No pude moverme. Me quedé amarrándome los zapatos para siempre, y comprendí que debía quitármelos y volvérmelos a poner de nuevo si es que quería seguir fisgoneando aquél portento. Aquél príncipe se dio la vuelta y frente a mí quedó un considerable y redondo trasero, cubierto por los breves shorts que tampoco tardaron en salir. Ni en muchos años de gimnasia rítmica podría yo tener esas nalgas tan perfectamente delineadas, como si fuese una escultura perdida en algún museo romano. A continuación se colocó una toalla a la cintura y se dirigió a las duchas. Yo, con el alma en vilo, arrastré los pies con la idea de seguirlo. Las duchas quedaban frente a los lavabos, de manera que si uno miraba a los espejos de los mismos, podía ganarse a su gusto con el reflejo de los que se bañaban. Fingí estar peinándome hasta el cansancio, mientras, a través del espejo, pude ver cómo el príncipe colgaba su toalla y se rendía a la pleitesía del agua de la ducha, luciendo por primera vez su cuerpo totalmente desnudo frente a mí. Entre las piernas se agitaba ansioso su minúsculo pene, disminuído quizás por la acción del agua fría.

Para mí fue más que suficiente. El haber estado a sólo escasos milímetros de aquella provocadora fruta ocasionó que me fuese a encerrar, cuasi corriendo, a uno de los excusados. Estaba tan excitado que noté, con sorpresa, la gran mancha líquida por sobre la bragueta de mi pantalón. Una vez más, había segregado tanto líquido pre-seminal por la excitación que la avalancha había doblegado las barreras de mi calzoncillo, consiguiendo mojar la superficie de mi jean. Cuando saqué mi pene, erguido como una flecha, un borbotón del mismo elixir goteó hacia las mayólicas del piso. Bastaba que me masturbara unos pocos segundos para poder alcanzar el clímax. En el preciso instante en que estaba decidido a acabar, escuché que la ducha del príncipe se detuvo. ¿Tan rápido? Era necesario apurarse si quería gozar, nuevamente, de su desnudez integral.

Y en un santiamén, con el riesgo de dañar de por vida mi aparato sexual, lo estrangulé entre mi pantalón, me abroché el cinturón y corrí a ubicarme en el mismo sitio donde se había posicionado, minutos antes, el príncipe. El tiempo no pudo ser más perfecto: ni bien había regresado (otra vez) a mi eterna sesión de amarrarme los pasadores de los zapatos, pude notar, a lo lejos, la silueta del dios rubio dirigiéndose hacia mí. Y en una acción cautivadora, el príncipe se sacó la toalla que llevaba amarrada a la cintura y vino desnudo, como si caminase sobre el pasto del paraíso terrenal. Sólo le faltaban alas para ser un arcángel. En ese momento tuve una breve ensoñación erótica: me imaginé una habitación grande, una alcoba con velos transparentes, de entre los cuales surgía desnudo el mismo dios rubio, presto a ponerse a mi merced.

Así, completamente desnudo, se paró junto a mí (sin reparar en mi presencia) y abrió su casillero resguardado por un breve candado. Yo continuaba amarrándome y desamarrándome los zapatos, con tal de no perderme ni un centímetro de su trasero bamboleante y su espalda infinita. En ese momento las divinidades del cielo, el destino, el azar, todo y todos confabularon a mi favor para hacer de esta experiencia algo digno de recordar. Yo sentado en la banca. Él, de pie y desnudo, dándome la espalda. Yo agachándome para recoger el celular que dejé caer con un gesto de nervios compugidos. Él, agachándose para recoger la toalla que se le cayó. Se produjo una colisión. Ambos, en un acto desprevenido, nos fusionamos en un sólo cuerpo. CRASH! BOOM! BANG!

Santa Cachucha, Batman! gritó mi Robin interior. No estaba muy seguro de lo que había pasado, sólo recuerdo el apremiante e intenso olor a jabón, el sabor del agua, la deliciosa suavidad de la piel repleta de poros erectos como carne de gallina, el contacto papiloso con los pequeños vellos en flor. Mi nariz se había llevado la mejor parte. Empecé a perder aire y me alejé un poco. Lo único que vi fue, frente a mis ojos, la totalidad de su trasero, como si lo estuviese viendo en Cinemascope. Fue allí donde caí en cuenta de lo sucedido. Al agacharnos ambos al mismo tiempo, yo tras él, habíamos colisionado de manera que yo, involuntariamente, le había dado un beso negro y mi nariz, siguiendo presuntamente los deseos de mi pene, lo había penetrado entre los pliegues de sus nalgas, para acabar dándose de bruces contra su esfínter anal. Me había ido en caldo contra su trasero, mi naríz había tocado lo intocable y, para coronarla, cuando quise reaccionar, mi lengua provó tímidamente el sabor de su piel recién curtida por el jabon y el agua.

El príncipe se separó de inmediato, más rojo que un tomate, avergonzadísimo, para pedirme dsiculpas. Por su expresión de trágame tierra, intuí que aquél contacto, aparte de ofuscarlo, lo había hecho sentir, aunque levemente, el intenso placer de un beso negro bien dado. Pero era yo el que quería agradecerle y no le pude decir nada porque mi cuerpo, al asimilar por completo lo ocurrido, hizo click. Click! Fuera abajo! Liberen compuertas! Algo bajó de mis entrañas, desde algún punto del interior de mi ingle. Repentinamente el temporal se desmoronó de lleno sobre mis jeans. Aunque con retardo, había por fin conseguido lo que mis amigos tanto disfrutaban pero que yo me negaba a creer: había eyaculado. Y sin masturbarme. Eyaculé bajo los pliegues de mi pantalón, observando los ojos inquisidores de mi príncipe en cuestión. Nadie podrá vivir lo suficiente para poder describir la sensación bizarra de venirse dentro del pantalón teniendo a alguien frente a sí.

Por fortuna, el príncipe no se percató de lo ocurrido, e intuyó que mi expresión desencajada y mis ojos como platos estaban atribuídos a la vergüenza de haberle cuasi lamido el trasero, o mejor dicho, de meter mi cara entre sus nalgas. Lo que siguió a continuación fueron las desagradables disculpas de rigor, con parsimonia. Sí, sí, no se preocupe, no hay problema, fue un accidente. Y corrí hacia el excusado para evitar que la gota de sémen que corría por mi pierna llegase por completo hacia el suelo, un torrente de explosión lechosa se hallaba vertida sobre la totalidad de mis ropas inferiores. Al menos, la erección había cedido y pude bañarme, no sin un poco de pudor, en la misma ducha que acogió a mi príncipe instantes atrás. Me lo volví a cruzar repetidas veces en el gimnasio, y por más señas que le hice con los ojos, nunca pude obtener de él una nueva luz verde para volver a degustar el paraíso de sus posaderas, esta vez sí con su consentimiento. Al menos, me queda el sabor de lo vivido.

Posteado por Cyan a las 3:08 p. m.
 
 

Mr. Hyde visita el túnel del amor
jueves, marzo 10, 2005

Salí de nuevo con Rodrigo. Pero vale mencionar aquí que la acepción de la palabra "salir" no tiene que ver con ninguna intención concreta. Simplemente salimos a conversar y punto. ¿Por qué? Ni yo mismo puedo saberlo. De lo único que sigo estando seguro es que las cosas nunca volverán a ser como fueron y que, valgan verdades, todo lo que sentía por él se diluyó en el profundo del pozo del resentimiento y de la certeza que ese chico está completamente loco. O mejor dicho, loca.

El hecho que esté mal de la cabeza no significa que no esté apto para el consumo humano. Porque lo está. Y aptísimo. Mientras conversábamos calmadamente, sus palabras se perdían en una dimensión lejana, yo no podía escucharlas porque estaba distraído mirando sus piernas, dos músculos largos perfectamente torneados y velludísimos que me gustaría acariciar con toda la lujuria del mundo. Por supuesto que de vez en cuando lo miraba a los ojos para pasar piola. Quería que se diera cuenta que le estaba prestando atención, que era su amigo, su nuevo mejor amigo, quizás, con una sola finalidad: llevármelo a la cama lo antes posible.

Alguna turbación debió percibir en mí porque me dijo: tú eres mi amigo, Cyan, te estimo demasiado, a estas alturas me es imposible pensar en tí sexualmente. ¿Verdad o poco floro? No me interesa. Si quiero degustar su cuerpo más que apetitoso, debo de hacerme el de la vista gorda y perceberar, perceberar guardando la esperanza que aquél culo algún día será mío bajo las sábanas de mi cama. Obviamente me sentí muy mal al pensar de esta forma: el niño bueno que había en mi murió hace tiempo. Los buenos sentimientos, las esperanzas, todo quedó sepultado bajo el halo del dolor, la mentira y el desengaño. Ya no soy un pobre imbécil que espera sentadito a su príncipe azul. Por más que me cueste decirlo, seré lo que todo hombre heterosexual es: una pinga con patas.

Y Rodrigo continuaba soltando piedras. Estoy arrecho, le faltó decirme. Me contó que hizo cositas en el baño de E. Wong con un cajero de la misma tienda. Me tragué mis comentarios de chico nice y adopté la pose de pata superadazo. Al menos te habrás divertido, le dije. Lo que en verdad quería gritarle es que si necesitaba algún compañero para una sesión de sexo desenfrenado, entonces yo estaba más que dispuesto a satisfacer sus urgencias. Por el momento no me dijo nada, sólo conseguí sonsacarle lo que ya sabía: que prefiere que el otro tome la iniciativa. Y aún no es el momento para florearle. Creo que al menos dejaré que pase un mes más.

Recibió una llamada de su madre. Dios mío, pensé, tremendo huevas tristes de 28 años y aún su mamita lo cela. Las madres siempre saben, sospechan. Después de todo, la pobre señora debió sentir en el fondo de sus entrañas, que su hijito de los huevos de oro está a merced de un posible violador que le hará el amor tan salvajemente que lo dejará 3 meses sin poder sentarse. En eso pensaba al observar su cuerpo espigado, pues cuando pasamos frente a un panel publicitario que anunciaba las bondades de un yogur dietético, tuve una erección al imaginarme lamiendo todo el cuerpo velludo de Rodrigo, previamente vertido de yogur de fresa, en plan Nueve Semanas y Media.

Así, cuando me despedí de él, me sentí extrañamente bien. Al salir con Rodrigo, había tenido un desdoblamiento piscológico. El Dr. Jekyll que habitaba en mi subconsciente dio paso a un Mr. Hyde que sólo piensa en irse a la cama, como el Topo Gigio. A la camita, a la camita. Seis meses sin sexo no pasan en vano, señores. Yo ya hasta perdí la cuenta. Tiembla, Lima.

Posteado por Cyan a las 12:29 p. m.
 
 

Tes yeux noirs
martes, marzo 08, 2005

*Reedición rápida del post que debió salir ayer.

Ya era más o menos las 10 de la noche cuando recibimos un mensaje de Paqui Derma (¿la recuerdan?), clamando por nuestra presencia debido a lo avanzado de la hora. Por supuesto, no contábamos con el viajecito que nos esperaba. Una hora antes, nos llegó el primer mensaje de Paqui, mientras Funky y yo devorábamos hamburguesas grasientas en el food court de Larcomar.

Hey Funk! Estoy acá en el Queirolo con la gente. Vente pues! Ah! Acá Santiaguillo (alias Brigitte) pregunta si vas a venir con Cyan. Venganse rápido!

No podía creerlo. Leía una y otra vez el mensaje desde la azulesca pantalla del celular de Funky. A juzgar por los eventos que se dieron lugar la semana pasada, había llegado a la conclusión de que Brigitte quería pasar totalmente de mí. Sin embargo, me equivoqué. O así parecía ser, porque es bastante obvio que ese mensaje significaba que Brigitte quería verme, así quisiera encaletar la cosa, y si quería verme pues entonces iría a verlo así fuese hasta el fin del mundo. No conté conque el fin del mundo no tenía nada de chic, sobretodo a golpe de medianoche.

¿Ir al Centro de Lima a estas horas y en combi? No way! Este era nuestro razocinio inicial, que tuvimos que cambiar de forma radical al ver que estábamos más misios que padre de familia en campaña escolar. A sol, chapa tu combi nomás. Felizmente en el camino se nos unió Addy Possa, y no precisamente por la promesa de trago, porque la pobre acaba de ingresar a A.A. No obstante decidió acompañarnos en la travesía, y luego de rezarle a San Guchito, subimos en una combi machucada que nos llevaría directamente hasta el Centro Histórico.

Aquello parecía la Caravana del Valor pero sin ewoks. Al bajarnos casi una hora después en el cruce de Wilson con Quilca, descubrimos que aquello había sido una mala idea. El paisaje era mucho más desolador que de costumbre, y de pronto las lúgubres calles se cubrieron de una caterva de personajes vestidos de negro, de la cabeza a los pies, que salían de todas partes. Me sentí Harry Potter invadido por Dementores. Aquellos individuos resultaron ser los darks y los punkies de turno, que no eran una manchita sino varias, por docenas, una procesión de muertos vivientes en peregrinaje hacia las veredas, en donde chicos y chicas igualmente góticos se sentaban a beber el líquido elemento. Por nuestra parte, avanzábamos temerosos de cualquier ataque o posible violación, y maldije no haber traído siquiera un paralizer.

Llegamos al Bar Queirolo (un antrito que ya puede considerarse patrimonio, en donde se perdían nuestros abuelos y hasta nuestros tatarabuelos) y encontramos a Paqui Derma bastante entradita en copas, al igual que Brigitte y otro dos chicos más. Brigitte, chela en mano, estaba lindo. Podría asegurar que era el chico más lindo de aquellos lares. No sé cómo hice para intentar sentarme a su lado, y lo conseguí, aunque Brigitte no me paró bola en toda la noche debido a su avanzado estado etílico. Funky, Addy Possa y yo nos mirábamos las caras, como comprendiendo que si no nos íbamos a su debido momento, terminaríamos siendo el ejército de la salvación que llevaría a toda esa sarta de borrachosos a sus respectivos hogares.

Momentos especiales, los hubo. El primero de ellos tuvo lugar cuando Brigitte, totalmente ebrio, declaró con toda la concha del mundo que le gustaba que le llamasen Brigitte, carajo, qué chucha, porque sonaba bonito pues, y al final a quién chucha le importa. Y así dice ser heterosexual. Si tú, ándale. El segundo momento Kodak llegó cuando aprovechamos a aquella banda de alcohólicos para dar rienda suelta a nuestras venas artísticas, improvisando, mismo American Idol en versión heavy, una colección de recuerdos de los ochentas, con lo mejor del repertorio de Thalía, Pimpinela, Isabel Pantoja, Vicky Carr, Ana Gabriel y Pandora, que cantamos a voz en cuello mientras las demás mesas nos hacían llegar sus quejas igualmente con alaridos. Finalizamos el improvisado concierto con un grito al unísono: CLÁSICOS HISPANOS, CORAZÓN! (en alusión al programete de OkTV)

Cuando Paqui Derma, Brigitte y compañía empezaron a corear "Alma, corazón y vida" comprendimos que era hora de retirarnos (cantar canciones criollas no es chic). Brigitte me dio una palmadita en el hombro y me miraba riéndose con esa risa cachacienta de los borrachos, y esa mirada castigada por el alcohol. Pude ver muy de cerca aquellos preciosos ojos negros, iluminados por el fulgor diseminado del asqueroso fluorescente blanco del techo.

Cyan: Viens-là, viens avec moi, ne pars pas sans moi... Oh ! Oh ! viens... reste-là... ne pars pas sans moi...
Brigitte: Ah? Qué me dices, oe?
Cyan: Yo nada, 'tas mal choche.

Le mentí. Le estaba cantando una canción de Indochine que se me vino a la mente a raíz de observar sus bellísimos ojos negros. Pero se la canté sobretodo como una especie de tributo final, un farewell tour en su punto. Obviamente él no se dio cuenta, claro, pero yo quería cantársela en su cara pelada, porque había comprendido que nunca, por nada del mundo, por más necesitado y sediento de amor que esté, me enredaría con un chico que tomase licor de modo desaforado en un lugar tan clandestino como ese. So long, Brigitte.

Posteado por Cyan a las 12:05 p. m.
 
 

Ventana rota
lunes, marzo 07, 2005

Acabo de descubrir algo horroroso.

Estaba por postear algo larguísimo, acerca de los acontecimientos del fin de semana. Cuando terminé de escribir y corregir el texto, quise salvar lo que había redactado (para evitar lo que me pasó anteriormente), de modo que seleccioné todo, di Crtl+C y plop. Se borró todo. Así de simple.

Cuando después de renegar, saltar, gritar y llorar de rabia, tomar el auricular del teléfono inalámbrico y hacer añicos la ventana de mi cuarto al tirarlo contra ella (bien lo dice Carmen Maura en "Mujeres al borde de un ataque de nervios": todo antes de perder el autocontrol), descubrí algo que está destinado a ser la glan plaga del siglo XXI.

¿Sabían que en la ventana de "Edit Post" del Blogger, cuando uno selecciona un texto y teclea Ctrl+C, el texto no se copia, sino que automáticamente se borra? Eso fue lo que pasó la vez anterior, y pensar que por un momento asumí estar mal de la cabeza.

Según las investigaciones realizadas con pertinencia, parece ser que Blogger posee un comando "oculto" dentro de su editor de texto, llamado "Clear", que interpreta (no sé si erróneamente) el Ctrl+C. Lo inadmisible del asunto es que no se puede recuperar lo perdido, por nada del mundo. La pregunta es, ¿por qué Blogger hace esto?

¿Por qué Blogger es EL ÚNICO SITIO EN EL MUNDO en el cual Ctrl+C significa CLEAR y no "copiar"? ¿Por qué nadie se ha pronunciado al respecto? Es que seguirán corriendo ríos de literatura escrita y tirada al vacío sin que nadie mueva un dedo en señal de protesta?

Los más entendidos podrán decirme Hey kiddo, ¿por qué no escribes en Word o en Notepad? No tendría por qué dar explicaciones pero, a decir verdad, me gusta escribir de frente en la ventana de Blogger. Es la única forma que tengo de controlar la medida exacta de los párrafos que saldrán reproducidos en el navegador de internet, cosa que no ocurre con cualquier otro editor de textos.

Amiguito, amiguita: prueba a pulsar Ctrl+C dentro de la ventana del blogger, luego de escribir el post más hermoso de tu vida. Tu equilibrio mental (y tu hígado) te lo agradecerán.

Lo peor de todo: tener que pagar (en época de las vacas flacas) un vidrio para mi ventana. También un teléfono inalámbrico nuevo. ¿Estabilidad emocional? 1000 dolares. ¿Vidrio nuevo para una ventana rota en plena euforia biliar? 20 dolares. ¿Teléfono inalámbrico nuevo? 50 dólares. ¿Post recuperado? No tiene precio. Hay cosas que el dinero no puede comprar. Para el resto nos queda Blogger.com. Porque tú lo vales.

Posteado por Cyan a las 3:17 p. m.
 
 

The Bride
viernes, marzo 04, 2005

Me voy a casar. Mi madre me llamó esta mañana para darme la noticia, estaba más eufórica que de costumbre, con su voz alcanzando altas notas de soprano, intentando doblegar los chillidos que le hacía expulsar la emoción. Estaba contenta, como criatura en Navidad. Su pequeño y único hijo, el eterno bebé sin destetar, se le iba en matrimonio. Pero mi madre no estaba contenta porque su retoño se iba a casar con una mujer, poniendo fin a esa sarta de cojudeces sin sentido que hacia los últimos años se habían convertido en cojudeces con mucho sentido: mi hijo no puede ser un marica, no señor, mi hijo no. No, ésas revistas bajo su cama no eran de él. No, ese diario adolescente primorosamente escondido entre las fundas de sus vinilos de ABBA no eran suyos, pese a haber sido redactados con su propia letra.

En fin, como venía diciendo, mi madre no estaba felíz porque su niño adorado se casaba con una chica a la cual ni ella ni yo conocíamos siquiera. Estaba emocionada hasta las lágrimas porque finalmente, después de 3 años de estar separados, volveríamos a juntarnos para hacernos la vida imposible. Nos fundiríamos en un tierno abrazo que estoy seguro ella y yo anhelamos desde que se fue del Perú y nunca más pudo regresar. Así no podamos aguantarnos mutuamente, nos necesitamos. Yo también estoy contento de poder volver a verla. Lo que no me vacila es que tenga que casarme con una chica norteamericana desconocida, que mi madre acaba de conseguirse en las tierras del Tío Sam para lograr un matrimonio por conveniencia y así obtener el sueño dorado de todo joven latino con ansias de superación: un green card.

Al haber conseguido a aquella doncella (dudo que lo sea) para desposar, yo obtendría automáticamente una visa provisional para ir a conocer a "mi novia", y así quedarme de largo mientras arreglamos los trámites para el matrimonio. Lo más importante sería, en todo caso, volver a reunirme con mi madre, que nunca pudo conseguir una visa para mí. Porque ella tampoco quiere regresar a Lima, ay no, aj, a esa ciudad sin futuro en la cual nunca un señorito digno puede obtener siquiera un mínimo status de vida superior. Chévere, mami, pero no quiero vivir en Estados Unidos toda mi vida. Es cierto, tendré que trabajar al menos un par de años para poder ahorrar y seguir la soñada maestría en cine, pero como dice el vals, todos vuelven. No soy de los que huyen. Lima me parece de la puta madre. No me veo viviendo toda mi vida fuera de ésta ciudad. La calle Conquistadores, el Olivar, los desaforados bailes epilépticos en Larcomar, las tardes bohemias y tertúlicas en Barranco... Definitivamente, voy a extrañar todo.

Según mi madre, los papeles llegarán, supuestamente, en abril o en mayo. Aún quedan muchas cosas por decidir, y supongo que seguiré escribiendo el blog desde cualquier parte del mundo. De momento sólo sé que me voy a casar. No como yo me esperaba, pero será un matrimonio al fin y al cabo. Después de todo, nada es perfecto en esta vida. Ni los sueños.

Posteado por Cyan a las 10:58 p. m.
 
 

Sin soga y sin cabro
jueves, marzo 03, 2005

Hay días en que uno no debería ni levantarse. Hay vidas que uno no debería ni continuar. Por supuesto, hasta ahora sigo esperando la llamada de Rodrigo. "Yo te llamo", me dijo hace dos días. Y hace dos días que no veo ni rastro de él. Pero eso no me interesa. Al fin y al cabo, ya me había hecho la idea de que no existía más. Y ahora que he vuelto a tomarlo en cuenta, puedo tranquilamente pulsar rewind en mi videocassetera mental y olvidarme de las promesas que, después de todo, se quedan en el aire. Como vuelvo a repetir, Rodrigo me tiene sin cuidado, se podría decir.

Lo que sí me preocupa es el asunto inconcluso de Brigitte Bardot. Huelga decir que la semana pasada me lo volví a encontrar en el Daewoo en otras dos ocasiones, y cada nuevo encuentro no hacía sino reforzar nuestra presunta amistad aún por desarrollarse. Brigitte en terno, Brigitte en shorts y sandalias. Brigitte sonriente, Brigitte preocupado. Brigitte Superstar. Cada segundo que pasaba me gustaba más. Inclusive, cada vez que salía de mi casa, llegué a sentir periodos de emoción contínua a medida que el Daewoo se aproximaba al paradero donde él solía subir.

Dije "solía". Porque ayer, temprano en la mañana, cuando estando yo en el Daewoo mirando hacia la ventana, pensando en el plantón de Rodrigo, vi a Brigitte de pie en la acera. El bus se paró frente a un grupo de chicos que estaban a su lado, quienes subieron presurosos, menos él. Él se quedó mirando hacia la ventana, y luego miró al suelo, con una expresión dubitativa. Al darme cuenta de sus acciones, se me ocurrió agacharme para evitar que me vea. El Daewoo arrancó sin él, medio minuto después. ¿Me pareció o Brigitte no se subió porque no quería encontrarse otra vez conmigo?

Definitivamente, fue una conducta bastante extraña. Tampoco respondió el e-mail que le mandé hace un par de días, haciéndole acordar que me tenía que presentar a sus amigos de The Mamelucos para hacerles una entrevista, como habíamos quedado en la fiesta de Paqui Derma, donde nos conocimos. Cerré la misiva con una frase que decía "espero que podamos tomarnos unas chelitas algún día". ¿Acaso ésta frase se prestó a una mala interpretación? ¿Brigitte sacó erradas conclusiones y por eso fue que no se subió al Daewoo? Me quedé sin soga (Brigitte) y sin cabra (Rodrigo). Si Brigitte me bloquea en el MSN, recién entonces podré estar seguro del error que cometí.

*By the way, desde hoy implemento música en el blog. Espero que les guste la primera canción que escogí, que es quizás mi favorita de todos los tiempos. Otanoshimini!

Posteado por Cyan a las 12:34 p. m.
 
 

The Grudge
martes, marzo 01, 2005

El rencor funciona. Acabo de comprobarlo. Quizás, los malos deseos multiplicados a la milésima tienen un efecto circundante en la conducta del planeta, muchas veces hasta son motivo detonante para catástrofes naturales que nadie puede explicarse. Si la fe mueve montañas, la mala fé puede causar cataclismos. En mi caso, huelga decir que se trataba de una noticia cantada desde el gérmen de su inicio, desde aquellos remotos días (me parecen más lejanos) en que yo, obnubilado por los sentimientos opresores de la búsqueda y necesidad de cariño, me hallaba a merced de Rodrigo y las situaciones psico-climáticas que actuaban en contra de mis deseos, más en los míos que en los de él. Bien dicho lo tiene Fangoria: "¿Cómo solucionar problemas del corazón en condiciones atmosféricas adversas?".

No obstante, nuestro actual verano dista mucho de ser adverso. Hasta la fecha me pregunto si es que las condiciones atmosféricas promovidas por la fuerza de mi rencor tuvieron algo que ver en la ruptura. ¿Qué ruptura? Vayamos por partes, dijo Jack el Destripador. Desde que me encontré a Rodrigo en la calle, sonriente, me di cuenta de algo: yo le guardaba mucho rencor y él, por su parte, o no tenía cerebro para recordar la situación que nos afectó o sencillamente apeló con una sonrisa de orjea a oreja a la filosofía de "Que te parta un rayo". De una cosa puedo estar seguro: las acciones de Rodrigo están regidas por su ausencia de neuronas, y no por alguna clase de malicia. En cualquier caso, luego de encontrármelo frente a frente después de semanas de ausencia afectiva, opté por averiguar lo que pasaba, lo que pensaba, lo que atravesaba, aprovechando nuestro reciente encuentro fortuito.

Por supuesto que la vía más confiable era la vía electrónica. La red de redes tiene la facultad de absorber nuestra personalidad y el feeling verdadero, es escudo confiable para las personas de timidez indescriptible, como yo, aunque no lo parezca. Por eso, ni bien al día siguiente Rodrigo se conectó al MSN, le abrí una ventana para saludarlo. Durante un segundo pensé que tal vez no me respondería, pero empezó a conversar conmigo como si nada. Chico extraño. Chico riquísimo.

Cyan: ¿Y cómo van las cosas? Tú sabes.
Rodrigo: Me choteó.
Cyan: ¿Ah?
Rodrigo: Carlos me choteó.
Cyan: ¿QUÉ?
Rodrigo: Jugó conmigo, tenías razón. Después de todo lo que pasó... me pareció increíble la manera cómo me trató. Pensé que lo conocía bien.
Cyan: No sé qué decirte.
Rodrigo: Es mejor no pensar en eso. Me siento terriblemente mal. He estado una semana sin salir de casa, no pensé que me fuese a afectar demasiado.
Cyan: Comprendo.
Rodrigo: Lo peor de todo fue que terminó conmigo por MSN.
Cyan: WHAT?
Rodrigo: Es un hijo de puta. Debí haberte hecho caso.

Mas sabe el diablo por viejo que por diablo. Más pudieron mis malos deseos. Pese a quien le pese, así mi subconsciente transmutador haya lanzado toneladas de sables imaginarios contra él, era algo que, después de todo, se veía venir. No sé por qué, pero me puse a saltar en una pata. Literalmente. ¿Camino libre? Por supuesto. ¿Ofrecerle mi hombro para que llore y luego aprovecharme de su frágil estado afectivo para hacerlo mío? Puede ser. La idea me gusta pero, ¿estoy preparado para darle una nueva oportunidad a Rodrigo en mi vida? Sin pensarlo, mis manos teclearon las palabras sin que yo pudiese hacer algo por evitarlo.

Cyan: Si necesitas hablar con alguien, podemos salir a conversar.
Rodrigo: Claro. Ahora ya no estoy atado a nadie.
Cyan: ¿Qué vas a hacer más tarde?
Rodrigo: He quedado con mi tía, pero fácil nos vemos en estos días. Yo te llamo.

Ahora ya no estoy atado a nadie. En alguna parte de mi cerebro, me gustaría que estuviese atado a mí. Desconozco qué habrá pensado Rodrigo de mi ofrecimiento. Si me dijo ahora ya no estoy atado a nadie, puede que haya entendido que quiero volver a salir con él. Pero ¿quiero volver a salir con él? La verdadera finalidad de nuestra nueva "cita" es descubrir qué pasa, o mejor dicho, qué pasará. Me gustaría llevármelo a la cama apenas lo vea frente a mí, pero ¿se dejará? ¿le caerá bien un poco de post- breakup up sex? Ni yo mismo estoy seguro de lo que quiero. Si las cosas se dan, pues usaré la misma estrategia que la vez pasada: pedirle un beso. ¿Es eso lo que quiero? Quizás sea sólo eso. Tal vez debería esperar a que él me llame. El asunto está latente. A por ello.

Posteado por Cyan a las 1:44 p. m.
 
.