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Quiero
jueves, marzo 16, 2006 |
Estoy escuchando canciones ñoñas, lo que comunmente se conoce como "música para planchar". Ahora que él ya se fue, sólo me queda recordar que él alguna vez lo fue todo, todo para mí. No esperaba volver a verlo tan bien. Uno tiene aquella falsa esperanza de que las personas con las cuales rompemos van a deteriorarse desde el preciso instante en que dejamos de verlas pero no. Lo vi más lindo que nunca. Y eso es raro, nunca lo había considerado un chico guapo, salvo para mí. Pero esta vez, lo vi guapísimo. Algo debe haberse hecho en el cabello. Y sonreí. Sonreí porque comprendí que ya no estaba enamorado de él. Sonreí de pura nostalgia.
Sonreí porque es algo especial ver un chico guapo por la calle, apuntarlo con un dedo y decir "él estuvo conmigo". Eso es lo que pasará de ahora en adelante. El tiempo ha cambiado muchas cosas. El sexo también. Se han atenuado mis sentimientos por él, pero al mismo tiempo tengo una urgencia de cariño increíble. Siempre la he tenido. Ya me harté de tener sexo con terceras personas de rostro anónimo. Cuerpos apetecibles, sí, no obstante lo que queda después es una eyaculación rápida, una breve despedida y la promesa incumplida de volver a verse. Últimamente no estoy volviendo a repetir con las personas con la que me acuesto.
Es sexo al paso, lo sé. Son necesidades del cuerpo. Sin embargo, a la larga, me hace mucho daño. Busco el amor en brazos de lo voluble. Estoy hasta los huevos de esa lista de hombres con los cuales no tengo mayor comunicación más que el polvo en sí. Y continúo escuchando canciones de Daniela Romo, maldita sea.
Ya no siento nada por él, salvo un enorme cariño. ¿Un poquito de amor? Quizás. De una u otra manera, no dejaré de amarlo, eso jamás. Más aún cuando ahora que no estoy con él lo veo más maduro, más lindo. Es una tortura asimilable. Me da pena por mí mismo. Porque al fin conseguí desenamorarme de él. Lo que parecía improbable ocurrió.
Quizás con el tiempo, cuando él regrese de viaje, nos tomemos una cerveza y nos riamos de todo y de todos. Quizás este más maduro. Quizás no. Quizás ambos nos demos cuenta que el tiempo que pasó es inexistente. Quizás podamos retomar algo que cuando se acabó aún era inmensamente fuerte. Quién sabe. El futuro es indeterminado. Ojalá, ese día, podamos estar más en paz.
Por ahora sólo me queda llorar mi soledad, retorcerme en mi cama sin nadie a mi lado, y recordar cuando él me decía, con aquellos ojillos llenos de ilusión:
- Qué bueno que te encontré...
Nos encontramos y nos perdimos. Tal vez jamás volvamos a encontrarnos. Pero sigo buscando a esa persona, en todo caso. Sí, carajo, me siento terriblemente solo. Y duele. Duele mucho. |
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