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Una promesa incumplida
martes, setiembre 21, 2004 |
Lo amo. Hoy lo descubrí. Amo a Pertur Bado. Estoy enamorado de él. Pero no el amor común y corriente, sino un amor platónico y obsesivo, de los que ya son muy naturales en mí, porque no conozco otra clase de amor, nunca he sido amado en mi vida. Nunca me han dicho "te amo". Y en este caso, estoy esperando un "je t'aime" con todas las ganas del mundo, porque necesito escucharlo de esos labios que me atormentan.
Lo había notado ayer cuando llegué a clase y no lo encontré. Sentí una extraña inquietud en el corazón. Luego ya había pasado cerca de una hora y estaba con la ansiedad en el borde de la garganta, sintiendo una acidez tan pesada que maldecí no tener conmigo mis calmantes para poder aumentar la dosis.
Hoy, cuando Pertur apareció en la puerta, mi corazón dio un vuelco. Lo vi ahí, con sus jeans viejos, sus piernas flaquísimas, su cara del perro Droppy y su vocesita tímida como la del Principito pronunció una frase que me perforó el alma: "Bonjour, professeur, excuse moi...". Una voz tan cristalina, tan tierna, que instantáneamente entendí que nunca antes había reparado en la voz de los hombres ni había entendido su verdadero significado en el terreno del sex-appeal, que aquí se podría interpretar como un tímido acercamiento a la pedofilia (por lo de la voz infantil), pero que a mí me emocionaba mucho y me dejaba desolado.
A continuación se sentó en la mesa redonda y me miró. Pero también miró a todos los demás. Y durante toda la clase, noté que me miraba más que al resto, algo que hoy también puedo dar por seguro. Pese al frío, me saqué la casaca y me quedé en polo, y empecé a acariciarme los brazos (gracias, Gold's Gym) como para provocarlo discretamente, y creo que alguna impresión llegué a causarle porque su mirada se volvió extremadamente penetrante.
Hasta que ocurrió. Yo no podía más, ya no prestaba atención a la clase, la mirada de Pertur me transportaba al paraíso de la soledad etérea. Entonces, al fijar los ojos en él, vi que me había clavado la mirada como jamás, en las 3 semanas que lo conozco, lo había hecho. Yo lo miré tímidamente y nos quedamos ahí, mirándonos, durante casi 40 segundos mientras las palabras de la profesora se perdían en el microcosmos de mi desesperación. En ese preciso instante sentí algo en la boca del estómago, y en medio de su mirada mi cerebro elaboró una frase que él entendía muy bien: "Je t'aime". Obviamente, no la llegué a pronunciar, pero me encargué de hacérsela llegar por medio de la telepatía sin hilos (ni complejos).
Ahora ya no hay marcha atrás. Caí en el abismo de la repetición, todo da vueltas, desde que descubrí los recovecos del amor inalcanzable, me hice la promesa de no volver a reincidir. Pero no lo conseguí. He fallado. Y odio fracasar. Pero lo que más odio es que estoy seguro que este amor terminará, como ya es costumbre, entre las lágrimas de mi soledad eterna mientras doy vueltas en la cama sin poder dormir, pensando en aquella vocesita aterradora y encantadora a la vez. Entonces vi la luz: necesito encontrar la píldora para el desamor. Y la voy a tener que inventar.
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