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Mon petit-ami (II)
domingo, octubre 31, 2004 |
Enero del 2003. Habían pasado 2 meses desde la hecatombe causada por Pendex y aún continuaba teniendo estragos. Un buen día, como por arte de magia, me reencontré con Hiro. Lo había conocido hacía un par de años en el chat de Gay.com pero nunca llegamos a vernos en persona, porque en ese entonces él recidía en Japón, pues tenía ascendencia japonesa. Recordaba lejanamente la foto que llegó a mandarme aquella vez, un japonesito delgado, bastante atractivo, de cabello negro parado muy a lo punkie y piel extremadamente blanca. Teníamos mucho en común, nuestra pasión por el cine, en especial por las películas de Almodóvar y por la eterna promesa de ver juntos "Breakfast at Tiffany's". Sin embargo, le perdí la pista porque dejó de mandarme e-mails y sencillamente todo pasó al olvido.
Hasta esa primera semana de enero, cuando, con algo de sorpresa, nos reencontramos en el chat de Gay.com. Se mostró bastante emocionado y arrepentido a la vez, pues me contó que había regresado a Lima y cambió su dirección de e-mail hacía un año atrás, por lo que olvidó ponerse en contacto conmigo. No podía creerlo: Hiro, aquél japonesito que me impactó con su foto 2 años atrás, estaba en Lima. Me dijo que había ingresado a la PUCP a estudiar Literatura, lo cual era todo un reto pues había cumplido ya 28 años de edad. Seguimos chateando, nos pusimos al día en materia de relaciones y no me atreví a contarle de la experiencia enfermiza que tuve con Pendex, en cambió él me confesó que en todo el año que llevaba de vuelta en Lima, había tenido 3 relaciones fallidas, y el pobre empezaba a pensar que tal vez él tenía la culpa de todo por tener la cabeza "tan revuelta". No atiné a nada más que a reírme. Felizmente, su madurez evitó que se enfadara conmigo, pero dejó bien en claro que no quería tener "citas" durante un tiempo, por lo que me vi en la obligación de aclararle que quería conocerlo para "conversar amigablemente, sin compromisos". Al cabo de 2 semanas de insistencia asolapada, Hiro aceptó encontrarse conmigo, a las 4 de la tarde del domingo 19 de Enero del 2003, en la puerta de Ripley de San Isidro.
Ni él ni yo teníamos esperanzas de que pasara algo, pero me pareció que era una buena oportunidad para conversar con alguien y despejarme un poco de lo que había ocurrido con Pendex. Contrariamente a mi costumbre, decidí adoptar una apariencia sencilla: me puse un polo blanco, unos khakis de drill y unas zapatillas plomas. Por ese entonces tenía el pelo corto, y el único artilugio que llevé fue un canguro azul para acarriar el discman, a estas alturas una extensión de mi cuerpo. Un mensaje de texto que me envió una hora antes me advirtió que cambiaríamos la hora de encuentro para las 5:30 pm, de modo que llegué muy puntual a la cita. Por primera vez en la vida, no estaba nervioso. Llevaba una extraña alegría en el corazón, quizás conciente de que algo maravilloso estaba por sucederme. Cuando llegué a la puerta de Ripley, vi un chico bastante alto de espaldas, con el cabello negro parado y un chaleco plomo con cuello de tortuga. Jugaba con su celular. No le ví la cara, pero algo en mi interior me hizo estar seguro que era él. Le pasé la voz, volteó, sonrió con amabilidad, nos dimos la mano y caminamos hacia el parque. Primera impresión: había engordado considerablemente. No era aquél chico raquitico de la foto, ahora estaba algo "llenito", pero tampoco era John Goodman. Su silueta espigada, sumada a su estatura, contribuían a hacerlo más que apetitoso.
No parecía tener 28 años, sino por lo menos mi edad (yo tenía 23). Creo que lo adoré desde que nos sentamos en la banca del parque, y observé su rostro mientras me hablaba sobre su vida. Sus ojillos jalados brillaban. Eran negros pero poseían ese brillo interior de picardía en la mirada. Su nariz, su boca y sus dientes eran perfectos, y tenía dientes de conejo, como aquellos niños traviesos. Yo lo miraba extasiado. Empezaba a olvidarme de Pendex y de toda la mierda del pasado. Hiro era bastante hablador, y luego de 2 horas, me pidió que tomase la palabra. Encontré el suficiente clima como para hablarle de Pendex. Él sonreía, como si fuese una historia conocida, y a continuación sacó a flote sus dotes de psicólogo del corazón. Me pronosticó que el orígen del problema era mi baja autoestima, y a continuación me preguntó si, a pesar de todo, quería volver a intentar algo con Pendex. Me sorprendí cuando de mi boca salió una respuesta afirmativa. Él, muy serio, me dijo que se lo imaginaba, pero que no me preocupase, porque aquello pasaría como todo en esta vida, y que en el futuro debería ser más prudente.
La charla era tan amena que la continuamos en el Food Court tomando un jugo. Eran ya aproximadamente las 11 de la noche y tuvimos que salir porque el establecimiento iba a cerrar. Salimos a la calle y estaba desierta: no había ningún restaurante abierto. El parque igualmente solitario daba miedo. Caminamos hacia la avenida con la intención de regresar cada uno a su casa. Pero él me preguntó: "¿Quieres seguir conversando o tienes algo que hacer mañana lunes?". Le mentí y le dije que me encantaría seguir la plática. Sugirió ir a su departamento, pues vivía solo y no teníamos otro lugar adónde ir a esas horas de la noche. En la plática había quedado en claro que no pasaría nada sexual, porque Hiro, muy diplomáticamente, me palpó la espalda y me dijo: "No sufras, Cyan, algún día encontrarás a alguien que te quiera por lo que eres y vales", pero me lo dijo con cara de "no eres mi tipo y no pasará nada contigo". Por eso no me puse nervioso en lo absoluto al momento en que entramos en su departamento y me invitó a sentarme. Era pequeño y bastante acogedor. Sólo tenía 3 ambientes: sala/comedor diminutos, cocina, baño y su dormitorio. Él se sentó en la mesa del comedor y yo en el sofá, un poco alejados, para seguir conversando. Hiro fumaba sin parar, y luego de una hora, comenzó a sonreír más de la cuenta. Sonreía tanto que sus ojos jalados parecían dos rayas horizontales, y sus dientes de conejo asomaban sin censura.
De pronto, a eso de la 1 de la mañana, se acabó el tema de conversación. Sonaba un disco de Radiohead, el abundante humo de su cigarrillo invadía la habitación y Hiro me miraba sin parar de sonreír. Yo no supe qué decir y lo miré de vuelta, sonriendo, sin decirle nada y pensando en que tal vez ya era hora de irme. Nos quedamos mirando a los ojos, a través del humo. Cuando iba a ponerme de pie, Hiro dijo:
Hiro: ¿Sabes algo?
Cyan: ¿Qué cosa?
Hiro: Algo se me acaba de pasar por la mente, pero no sé si sea lo correcto.
Cyan: ¿Qué es?
Hiro: Vas a pensar que me quiero aprovechar de la situación.
Cyan: No, si me dices qué es...
Hiro: Me muero de ganas de darte un beso.
Me quedé de piedra. En ningún momento presentí que le gustaba a Hiro. Mis labios articularon una respuesta afirmativa. Hiro se sentó a mi lado en el sofá, y fue el primer beso que alguien me daba "con cariño". Sus labios, bastante carnosos, jugaban con los míos, nos abrazamos y nos tumbamos de largo. Al cabo de 5 minutos nos sentamos de vuelta.
Hiro: ¿Qué estamos haciendo?
Cyan: También estoy en shock.
Hiro: Creo que estamos empezando mal. Yo recién te acabo de conocer.
Cyan: Y yo a tí. Pero es obvio que nos gustamos, ¿o no?
Hiro: Por supuesto. Y también es cierto que tenemos muchas cosas en común.
Cyan: Así es. Por lo cual, debemos empezar a salir y a conocernos más.
Hiro: Lo mismo digo.
[Silencio]
Cyan: Pero también quiero seguir poder besándote.
Hiro: Creo que no debemos reprimirnos.
Cyan: Además, si estamos excitados, podemos hacer algo sin llegar al final, ¿no crees?
Continuamos besándonos. Había quedado en claro que ambos nos gustábamos tanto que deseábamos desde ya planear una relación a futuro, pero también estábamos demasiado excitados, con unas ganas locas de hacer el amor. Le quité el polo, me senté encima de él y jugué con sus tetillas. Se las lamía y mordía con ansiedad, sintiendo su piel extremadamente suave. Hiro gemía de placer. Sugirió que el sofá era incómodo. No quería ir a su cama, pero el morbo pudo más. Hiro se sentó al borde de la cama, me bajó el pantalón con una rapidez asombrosa y empezó a chupármela. Al cabo de unos minutos me arrodillé en el suelo y también se la chupé. Él volvió a chupármela y eyaculé unos segundos después de que la sacara de su boca. Él eyaculó masturbándose sobre su pecho. Nos limpiamos, nos vestimos, me agarró de las manos y jugueteó conmigo. Acariciaba mi pelo, besaba mis ojos, mi nariz. Hiro decía: "Cyan, eres lindo. Me gustas demasiado". No podía creerlo. Hace un par de semanas yo sufría por Pendex, y ahora estaba ya enamorándome de Hiro, a quien sólo conocía de 6 horas atrás. Insistió, con lujuria en la mirada, que me quedara a dormir. Creo que cometí un gran error al no aceptar la propuesta, aunque él no se molestó, pero fue la despedida más larga de mi vida. Le decía "chau", y él se quedaba agarrando mi mano, sin soltarla, impidiéndome salir. Hicimos eso una decena de veces. En el umbral de la puerta, en las escaleras del edificio... Nos besábamos y no queríamos separarnos...
Finalmente me fui en taxi. Llegué a mi casa y me miré al espejo. Empecé a reír tontamente, de pura felicidad. Aquello era demasiado maravilloso. Salimos al día siguiente, por la noche, comiéndonos con la mirada pero sin poder besarnos en aquél restaurante público. Al tercer día, viendo la ansiedad de Hiro, le sugerí que me quedaría a dormir en su departamento. Preparé una pequeña maleta con bastante ilusión, porque era la primera vez que pasaría la noche con un hombre. Llegué a las 10 de la noche a su casa, temblando. Él fue prudente y obvió por completo mi nerviosismo. Cenamos juntos, lavamos los platos, nos echamos a ver TV y fue él quien tuvo la iniciativa. Me puso de pie frente a él y me desnudó, despacio, porque no teníamos por qué apresurarnos. Aquella noche sería suyo, y estaba a punto de llorar de alegría. Yo le quité la ropa y nos quedamos de pie, abrazándonos, acariciándonos, sintiendo al tacto nuestra piel desnuda y nuestras erecciones palpitantes, a punto de explotar. Nos echamos en la cama y concluímos en que esperaríamos un tiempo para el sexo anal, de manera que exploramos nuestros cuerpos. Nos lamimos de pies a cabeza, como animales. Nuestras pieles estaban llenas de saliva, de mordiscos. Fue salvaje y tierno a la vez, y al eyacular juntos nos reímos, extasiados. Estábamos manchados de semen, y nos untamos la piel con la mezcla de la leche de ambos, como una crema humectante. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos.
Nos despertamos a las 3am, pegados por una especie de película blanca en la cual se había convertido el sémen esparcido por nuestras pieles. Nos metimos a la ducha e hicimos el amor de nuevo, de pie. Él me enjabonó por completo, y luego me penetró con el dedo. Luego yo lo enjaboné y nos secamos con una sola toalla, poco a poco, con calma. Regresamos a la cama, desnudos, inmaculados y perfumados, y volvimos a hacer el amor. Nos quedamos dormidos. Mientras dormía me tomaba de la mano, apoyando su cabeza contra mi pecho. No pude conciliar el sueño de tanta felicidad. Por la mañana hice malabares para poder tomar desayuno juntos, volver a bañarnos, despedirme de él e ir de frente al trabajo. Aquello fue tan maravilloso que lo volvimos a repetir el sábado. Ya no llevé maleta, y fui dejando alguna ropa y utensilios personales en su departamento. Creo que fue el segundo error. Pero los dos estábamos de acuerdo en que nos sentíamos a gusto con el modo en cómo se estaban dando las cosas.
La segunda vez que pasamos la noche juntos me convencí a mí mismo que lo amaba. Pero lo callé. Hiro cocinó pasta, con una mano movía la olla, y con la otra me tomaba la mano, mientras yo lo abrazaba por detrás, observando cada detalle, y después puso la mesa y sirvió un solo plato para ambos. A continuación me sentó en sus piernas como un bebé, me besaba y me daba de comer en la boca. Yo era capaz de morirme de tanto amor. Luego nos metimos en la tina y él intentó penetrarme por primera vez. No lo conseguimos y optamos por seguir esperando. Al día siguiente, cuando llegué a su departamento finalizando mi trabajo en la oficina, lo noté con una mirada extraña. Conversamos sentados en el sofá. Me contó que se había encontrado con su ex en la universidad y sintió que aún estaba enamorado de él. Además, comentó que le parecía que lo nuestro estaba yendo demasiado rápido. Yo, sin protestar, hice lo que tenía que hacer. Me llevé mis cosas de su departamento, y en vez de hacer el amor todos los días, nos conformamos con hacerlo 3 veces por semana. Nunca más me volví a quedar a dormir. Muchas veces, desnudos en la cama, Hiro me miraba y decia que se sentía culpable, que temía hacerme daño, porque lo nuestro no era una relación. Aún estábamos "saliendo", no éramos novios todavía, pero a veces... Ninguno de los 2 lo sabíamos. Él me pedía tiempo para ordenar sus ideas, y yo decidí esperar con calma a que él me diera el "sí" para establecer una relación formal.
Jamás llegó aquél "sí". Lo que siguió fue un alejamiento progresivo de su parte. Al notar su alejamiento, revelé mi faceta de amante posesivo. Le exigía palabras de cariño, le exigía más pasión, más besos. Cuando se olvidaba de darme un beso o de cocinar para mí o de enjabonarme a la hora de bañarnos, yo protestaba y le decía "Ya no me quieres". Lo llamaba y le mandaba mensajes al celular a todas horas, sentía que empezaba a perderlo, y no era consciente que quizás yo era el causante de que aquella "relación" se estuviese acabando. Cuando él no podía chatear conmigo por MSN porque estaba ocupado buscando información para sus exámenes, yo rugía cual animal herido. La situación no daba para más. Me citó en un parque de Miraflores, y sin dar muchos rodeos, me pidió "más tiempo" para pensar acerca de lo nuestro, y que podríamos seguir viéndonos, pero sin tener ningún tipo de contacto físico. Yo acepté a regañadientes, pero aquello nunca más fue lo mismo. Él siguió viéndose con su ex e inclusive iban al cine. Yo nunca le reclamé nada.
Hasta que, finalmente, lo cité en el parque donde nos conocimos por primera vez. Yo era presa de los nervios, porque me estaba jugando el todo por el todo. Luego de 2 horas de hablar estupidez y media, le dije: "Hiro, el motivo por el cual te cité aquí es porque quiero que sepas que estoy enamorado de tí". Él bajó la cabeza y miró al suelo. Se mostró bastante apenado porque no podía corresponder a mis sentimientos. Su respuesta yo ya la imaginaba, por eso no me chocó tanto. Sin embargo, aceptó el amor que sentía por él y concordó que deberíamos seguir viéndonos como amigos. Pero yo opté por alejarme. A partir de esa fecha, me dije a mí mismo: si quiere consvervar mi amistad, es él quien debe llamarme o mandarme mensajes. Nunca lo hizo. Yo lo llamé un par de veces. Quedó en llamarme de vuelta, seguir en contacto, pero no volví a saber de él hasta que lo llamé para invitarlo a mi fiesta de cumpleaños. Me dijo: "No creo que pueda ir. Estoy saliendo con alguien y él es bastante celoso como para dejar que tenga amigos gays. De todas maneras gracias por avisarme. Te llamaré para saludarte por tu día".
Yo agradecí y colgué, sintiendo una ola de rabia. Estaba saliendo con alguien. ¡Qué casualidad, justo cuando lo nuestro ya no daba para más! No había tardado ni un mes en encontrar mi reemplazo. Es más, sentí que él estaba siendo demasiado considerado con su nuevo amor. "...él es bastante celoso como para dejar que tenga amigos gays". Pura mierda. A él sí lo sacaba a fiestas, sí lo tomaba en cuenta. A mí no. Cuántas veces lo llamé para vernos y él me decía: "no puedo, tengo una fiesta con unos amigos de la universidad, te llamo mañana para que vayas a mi depa". ¿Por qué demonios nunca me llevó a sus fiestas? ¿Y por qué al otro sí? ¿Por qué se enredó con otro ni bien terminó conmigo? ¿Es que acaso todo fue un vil engaño? Nunca lo sabré, pero el que nunca más me haya llamado es suficiente síntoma como para pensar que yo nunca le importé.
Hace un par de meses, caminando por Larco con mi amigo Funky, me lo encontré cara a cara. Estuve a punto de morirme. Me saludó con cariño. Funky notó lo que sucedía, y le dijo con cara de pocos amigos "Conque tú eres el tal Hiro... Pues yo soy el novio de Cyan". Yo ahogué una risa y le seguí el juego. Hiro comenzó a hablar hasta por los codos, pero Funky me dijo "Mi amor, ya me harté, ¿vamos? ¿o seguirás hablando con éste?". A continuación, Funky me estampó un apasionado beso en la boca, en plena avenida Larco y frente a un asustado Hiro. Me disculpé, le dí la mano y me dejé llevar por Funky, quien me arrastró para dar la vuelta a la esquina. Funky me dijo: "No me lo agradezcas. Lo hice para darle una lección a ese hijo de puta". Yo me reí, lo abrasé, y me eché a llorar. Llevaba demasiado dolor guardado adentro mío, y Funky supo comprenderme. Lloré en su brazos, en la mitad de la calle. Luego fuimos a emborracharnos y me sentí felíz, porque a pesar de Pendex y Hiro, las dos únicas "relaciones" que he tenido hasta la fecha, aún seguía teniendo un amigo como Funky. Te quiero más que a nadie, maricón.
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Mon petit-ami (I)
sábado, octubre 30, 2004 |
Noviembre del 2002. Por ese entonces trabajaba con Robus Tito en una empresa de diseño web que recién estábamos formando. Robus era el jefe y yo el único empleado. Hasta que llegó Pendex. Nunca pude comprender cómo un chico de 18 años entró a trabajar de practicante en nuestra empresa. La razón, luego, se hizo más clara: los rumores aseguraban que Pendex se había acostado un par de veces con Robus, y si bien no llegaron a más, Pendex había demostrado la "capacidad" suficiente como para hacer prácticas relacionadas con el diseño gráfico, en el cual demostraría, tiempo después, su total inhabilidad. La primera vez que vi a Pendex me hizo recordar a unos de esos adolescentes que le prestan demasiada atención a la marihuana y poca o ninguna a los estudios. El tal Pendex tenía pelo ensortijado y alborotado, extremadamente delgado, blanco, cejas gruesas y apariencia de "chibolo pastrulo" de alguna de las miles bandas de teen-punk (léase 6 Voltios y demás). No era feo, tampoco podía considerarlo "mi tipo", pero su desfachatez era algo que podía llegar a provocar a muchos, incluyéndome a mí.
Todo empezó cuando intentamos (a pesar de fracasar unos 3 meses después) montar una oficina de nuestra naciente "empresa de diseño web". El lugar más adecuado era, por céntrico e independiente, la casa de Pendex, pues además de ser espaciosa se prestaba para utilizarse en muchas cosas. Pendex era de provincia, había venido a Lima a estudiar en una academia de aviación comercial y vivía con su hermano en una casa alquilada en San Isidro. El hermano trabajaba todo el día, por lo cual Pendex se pasaba la mañana en la PC e iba a sus clases en la tarde. Cuando intentamos acoplar una oficina a un ambiente de su casa, mudamos la PC de Pendex hacia un cuarto bastante espacioso con puerta a la calle. Quedamos en que empezaríamos a trabajar allí, pero por ciertas cuestiones geográficas, Robus no iba con frecuencia y se quedaba en su casa a cerrar tratos y a enviarnos información. De manera que yo era quien iba todos los días a casa de Pendex para trabajar por las mañanas, luego de lo cual me retiraba a la hora de almuerzo. El cuarto donde trabajaba era también una especie de estudio con escritorio y estantes de libros, y Pendex me hacía compañía mientras yo trabajaba. Unas veces se sentaba en el escritorio y otras veces se tumbaba en el suelo sobre un colchón que había colocado improvisadamente.
Su cuarto quedaba justo al lado, de modo que a veces pasaba por ahí a ver televisión o a conversar con él cuando quería despejarme un poco del trabajo. Habíamos empezado con el pie izquierdo porque yo siempre llegaba tarde y lo obligaba a cambiar sus costumbres matutinas, pero luego, superando mi timidez, comprendí que era mejor conversar con él que pasar por antisocial (y vaya que lo era). Yo nunca me percaté de nada de lo que iba a ocurrir, porque cuando Pendex me hacía compañía, generalmente estaba de espaldas a él, conversábamos de cuatro cosas y después me despedía a la hora de almuerzo para regresar al día siguiente. El primer paso lo dió él, al preguntarme por qué me iba a almorzar a mi casa si podía quedarme a comer con él, total, el restaurante de al lado le daba pensión y podía ordenar un plato más, porque su papá pagaba las cuentas y nunca verificaba cuánto se consumía. Me pareció una excelente idea, no por él, sino porque el hambre me torturaba camino a casa. Empezamos a almorzar juntos, la confianza mutua se intensificó y nos acostumbramos a sentarnos en la mesa o, cuando nos provocaba, íbamos a comer directamente al restaurante.
Siempre he sido bastante despistado, y hasta ese entonces no me percataba de que algo pasaba. El segundo acercamiento dio lugar una semana después, cuando después de almorzar y sentarnos a fumar un porro, me puse de pie para irme a casa y él me pidió que lo acompañara al supermercado que quedaba camino a mi paradero. No me negué porque el chico me estaba empezando a caer bien. Una vez allí, Pendex compró unas cosas de comer y unas cervezas, y después me preguntó si quería algo. No me pareció correcto aceptar su invitación y le dije que no deseaba nada, pero ante su insistencia, acepté una barra de Snickers, ni tonto que fuese. A partir de allí las cosas cambiaron, porque regresamos al supermercado juntos otras veces, y se volvió una costumbre que siempre me estuviese regalando cosas. Comenzó invitándome un helado mientras trabajaba en la PC y al día siguiente me trajo un chocolate, al otro una galleta, al siguiente un yogurt y así sucesivamente.
No pasaron ni 2 días cuando descubrí que me había añadido a su lista de contactos del MSN. Cuando regresaba a casa, Pendex se ponía a chatear conmigo, como si no hubiese bastado vernos toda la mañana. Hasta que a la semana siguiente, cuando trabajaba en una web comercial de una empresa de importación, noté que alguien había posteado un mensaje en el foro recién inaugurado. El mensaje decía "Te amo Cyan. Firma: Pendex." No lo pude creer. Lo tomé a broma y se lo conté a Funky, mi mejor amigo. Le conté la historia entera. Funky rió como un descosido y me dijo "Cyan, ése niño te desea, abre los ojos". Pero todo me seguía pareciendo una broma de mal gusto. Mi opinión cambió cuando Pendex se acercó a regalarme un chocolate y vio que tenía abierto el susodicho foro. Se puso rojo, tartamudeó unas palabras, me dejó el dulce y se fue. No lo vi más y tuve que almorzar solo. En la noche entré al MSN, Pendex me abrió una ventana y se puso a decirme cosas sin sentido. Cuando le pregunté a qué se refería, me dijo "ay, es imposible que hasta la fecha no te des cuenta". Muy inocente, le pregunté el por qué, y me respondió: "¿Sabías que me gustas con locura?". No supe qué responder. Me dijo que estaba enamorado de mí. Sólo atiné a darle las gracias (¿?) y a darle mi teléfono (que increíblemente aún no tenía). Me llamó a medianoche y hablamos durante dos horas. Trató de esquivar el tema, pero su voz sonaba dulce. Quedamos en hablar al día siguiente.
Fue el día más largo de mi vida. Mientras cruzaba las calles para ir a su casa, pensaba que era la primera vez que me sucedía algo parecido, y temía que la inexperiencia me hiciera cometer errores. Fuimos a su cuarto, me senté en su cama, y le dije que me contase todo. Me dijo que quería ser mi novio. Yo pensé: "tengo 22 años, nunca he tenido novio, es hora que sepa de qué va la cosa, y él no es feo para nada, qué mierda, lo intentaré". Le dije la verdad: hacía menos de un mes que lo conocía, pero que me parecía un chico atractivo y honesto, y que me gustaría estar con él, pero bajo la condición de llegar a conocernos más, con el tiempo. Él se rió y tosió porque se había fumado ya media cajetilla de Marlboro. Nos quedamos callados. A los 2 minutos de silencio, le dije: "¿Quieres que nos besemos?". Pendex dijo que estaba por pedirme lo mismo. Temblando, nos acercamos. Me sentí viejo. Él, 18 años. Yo, 22 y sin ninguna experiencia amorosa previa. Sentí su aliento a cigarro y le pedí que se lavase los dientes. Regresó echo un rayo y despacio, con calma, juntamos nuestros labios poco a poco, entreabrimos la boca y comenzamos a besarnos. El sabor a dentrífico hizo que la experiencia fuese poco grata, pero me dijo "No te preocupes, mejorará con el tiempo".
Yo regresé a la PC, él me siguió y se sentó junto a mí. No pude volver a concentrarme, pero él parecía querer quedarse sentado a mirarme durante toda la mañana. También me extendía su mano y me la tomaba. Y nos quedábamos tomados de la mano. Aquello era tan nuevo para mí. Nunca había experimentado aquellos arrumacos de enamorados. A la media hora, mandé el trabajo a la mierda y regresamos a su cuarto, esta vez a besarnos con locura. Me gustaba cómo me besaba, con los ojos cerrados, nos abrazábamos, sentía su cuerpo adolescente y frágil contra el mío, le acariciaba el cabello y nos echamos en su cama. Él me miraba con ternura. Nos comíamos a besos. Todo era absolutamente nuevo. No habíamos tenido sexo, sin embargo, aquella sensación de "cariño" me llenaba de felicidad, y su mirada me trasmitía paz. Sus ojos brillaban cuando me miraba y me acariciaba las orejas. Y nos revolcávamos en su cama, luego de prometernos que no tendríamos sexo hasta que llegásemos a conocernos más. Almorzamos tomados de la mano, vimos televisión tomados de la mano, leímos comics tomados de la mano, fumamos porros tomados de la mano. No quería soltársela. Maldije haber desperidiciado tanto tiempo en sentir esos detalles de una "relación". Y recién era el primer día. Cuando ya eran las 9 de la noche, nos despedimos con un beso que duró 15 minutos, abrazándonos, despeinándonos, y sintiendo volcanes en nuestras pelvis. Él tocó mi erección, la palpó y me dijo "esa fue mi despedida, pero ojalá que congeniemos pronto porque me muero de ganas por acostarme contigo".
Al día siguiente continuó la magia. No pude dormir, y estuve en su casa a las 8am. Me abrió la puerta en un pijama amarillo del Demonio de Tazmania, despeinado y muriéndose de sueño. Se lavó los dientes para poder besarme, y esta vez el dentrífico no me importó. Regresamos a su cama y dormimos un par de horas más. Luego me quedé viendo TV y él se fue a tomar un baño. Regresó mojado, con la toalla amarrada a la cintura y sin el más mínimo pudor, se quedó desnudo. Empezó a secarse y a vestirse, como si yo no estuviese presente. Observé su cuerpo delgado, casi infantil, y me produjo harto morbo. Cuando su pene se agitó quise morirme porque era un animal considerablemente grande, colgando, que se ocultó pronto entre los pliegues de su calzoncillo blanco. Al terminar, regresó a la cama y continuamos besándonos, pero él notó mi erección. Después de retomar nuestra promesa de esperar unas semanas más para tener sexo, se sentó encima de mi pene, iniciando un movimiento cuasi sexual que acabó por hacerme eyacular. Se rió como un niño travieso y concordamos en que aquél jueguito no tenía nada de malo.
Al tercer día comenzó el infierno. Cuando llegué a su casa, vi a una chica igual de joven que él, parada en la esquina, mientras Pendex me daba las llaves y me pedía que me "adelantara". Adentro, vi la cama revuelta y una caja de condones abierta. Pendex regresó y me explicó que aquella chica era su ex-enamorada. No lo pude creer. Me contó que lo de la homosexualidad era algo nuevo y que al descubrirla, había terminado la relación con esa chica, pero ella se negaba a aceptarlo y de vez en cuando venía a tratar de hacerlo "regresar a la normalidad". Le pregunté por los condones y me respondió, entre risas inocentes, que habían echado "un polvito sin importancia". Me dieron náuseas. Él a su vez se molestó porque "una mujer era una mujer y eso no contaba". Me molesté tanto que no esperé a que llegara la hora de almuerzo para irme. Por la noche no me llamó, y lloré, lloré de frustración y de pena al descubrir, muy a mi pesar, que en 2 días me había enamorado perdidamente de él. Las cosas cambiaron radicalmente. Regresé al día siguiente y Pendex no me pidió perdón, ni se acordó de darme un beso de bienvenida, por lo cual se lo tuve que pedir yo. Lo encontré chateando en Gay.com. Me dijo que no me preocupase, que sólo quería "conocer nuevos amigos". Un pez picó el anzuelo y me dijo que "un chico vendría a visitarnos". Inventé una excusa y salí de nuevo a llorar a la calle, contrariado, porque no sabía qué juego estaba jugando Pendex, y si continuábamos siendo novios o no.
El viernes me recibió con grandes besos, y revivimos intensamente la pasión de los dos primeros días. Hicimos planes para vernos el fin de semana, pero el sábado nunca me llamó. Yo fui el que lo llamé y él dijo sentirse un poco mal del estómago. Acordamos vernos el domingo en Plaza San Miguel. Lo esperé durante horas y comprendí que me había dejado platado. Tuve que volver a llamarlo yo, y me continuó dando excusas tontas. Rugí de ira y le colgué el teléfono, luego de lo cual regresé a casa a llorar una vez más en aquellas sábanas húmedas y percudidas de tantas lágrimas amargas. El lunes me abrió la puerta sin inmutarse y tampoco me pidió perdón. Fue una segunda semana de infierno total, pues él actuaba diferente. El jueves, me pidió que por favor le hiciese una página web para su amigo, y cuando empezé a hacerla le agarró tal pasión que me llevó a la cama. Yo esperaba que fuese una bonita reconciliación, pero él me dijo que ya no aguantaba más: quería sexo. Me negué. Pendex sacó un condón, se lo puso y se marturbó a mi lado, acariciando la piel de mi pecho. Yo por mi parte nunca llegué a desvetirme.
El segundo fin de semana era el fin de semana previo a la víspera de navidad, y lloré los dos días. Lloraba en silencio, pues las lágrimas se agotaron y me limitaba a convulsionar con unos cuantos hipos de dolor intenso. El lunes era 24 de diciembre. Me levanté y me miré al espejo: aquello no daba para más. Fui a la casa de Pendex, resuelto a acabar con todo. Me encontré con que mis amigos habían ido para organizar una chocolatada navideña. Ahí estaban Robus Tito, mi mejor amigo Funky, mi amiga Addy Possa y por supuesto, Pendex. Después de hacer un intercambio de regalos improvisado y tomar chocolate caliente con panetón, Pendex me miró de una manera extraña y me pidió que lo acompañase a comprar cigarrillos. Yo supuse que era una excusa perfecta para de una vez por todas acabar con la ¿relación? que estábamos teniendo. Cuando Pendex se acercó para pagarle a bodeguero, noté marcas de dientes en su cuello. Me temí lo peor, no obstante guardé la calma.
Cyan: ¿Quién te hizo eso en el cuello?
Pendex: Mi pareja.
Cyan: ¿Qué?
Pendex: Mi pareja.
Cyan: ¿Me estás tomando el pelo?
Pendex: No, para nada. Me lo hizo mi novio.
Cyan: Pero tu novio soy... ¿Desde cuándo ÉSE es tu novio? ¿Y quién es?
Pendex: No importa que sepas su nombre. Somos novios desde el jueves.
Cyan: [Con el mundo encima] ¿Y por qué no me dijiste nada antes?
Pendex: Sorry.
Cyan: ...
Pendex: Dije que sorry.
Cyan: Pero ¿y lo nuestro?
Pendex: Se acabó.
No miré atrás. Regresé a su casa. Mis amigos me miraron como intuyendo que algo grave pasaba. Funky se ofreció acompañarme a casa. Lo rechacé amablemente, sintiendo un borbotón de llanto que me incapacitaba hasta para caminar. Tambaléandome, tomé un taxi. Hice esfuerzos sobrehumanos por tragarme las lágrimas. Al llegar, me encerré en mi cuarto y grité. Grité con todas mis fuerzas hasta quedarme ronco. Luego me desplomé en el suelo y lloré, lloré como nunca antes había llorado en mi vida, sintiendo aquél dolor primigenio saliéndome a borbotones. Lloré aproximadamente durante media hora, gritando, pataleando. Cuando se acabaron las lágrimas, seguí gritando, y tomé la tijera y empecé a punzarme por todo el cuerpo. Necesitaba tanto abrazar a alguien pero al mismo tiempo no quería que nadie me viese en aquél estado. Fui al baño y sin pensármelo dos veces, desarmé la Gillette y con la navaja me corté ambas muñecas. Me senté en el suelo de mi habitación, mientras la sangre manaba y manchaba todo a su paso, como un reguero de pólvora, me concentré en decirle a mi cuerpo que dejase de existir. La sangre salió al pasadizo y mi madre (que aún estaba en Lima) alarmada, tumbó la puerta y llamó a un vecino para que la ayudase a cargarme. Me ataron un par de secadores de cocina en ambos brazos y me llevaron al hospital. Los médicos, lamentablemente, hicieron el resto.
En el hospital seguí llorando sin parar. Mi papá llegó y llamaron a un psicoanalista, pero no sirvió de nada, porque yo me negaba a hablar. Estuve sin habla durante 2 días, y ni siquiera cuando dieron las 12 de la noche y todo el mundo se deseaba "Felíz Navidad" pude articular alguna palabra. Observaba los fuegos artificiales por la ventana y aquello me causaba más dolor, al imaginarme qué habría sucedido con Pendex. Lo veía abrazándose al otro (del cual nunca supe su nombre) y aquella imágen de postal me sacaba de quicio. Pendex me llamó para Año Nuevo, el cual pasé nuevamente encerrado en mi casa, pero opté por cortarlo con rapidez y agradecerle el gesto de desearme Feliz Año. Ya estábamos en enero y yo seguía muriéndome de amor. A mis oídos llegó la noticia que Pendex, quien siguió encontrándose con su "ex-enamorada", iba a convertirse en papá. Monté en cólera al no saber con qué clase de chico me había enredado. Hasta que, sin ningún aviso ni señal, llegó Hiro, un nuevo comienzo para el siguiente capítulo.
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Magical connection
jueves, octubre 28, 2004 |
Todo el mundo hablaba del famoso eclipse y sin embargo nunca me llegué a enterar de cuándo era exactamente, entre otras cosas porque la política, la meteorología, los deportes y la astronomía son temas que prefiero obviar porque me confunden, me hastían y hasta me ponen de mal humor. Últimamente de tanto pensar en Pertur, la dejadez se ha apoderado de mí y ha hecho que poco a poco vaya olvidando mi rutina diaria, la cual constaba de comer abundante fruta, beber más de 2 litros de agua pura, hacer abdominales en 4 series de 20 y practicar la partitura que me dejaron en la clase de guitarra. Como consecuencia estoy engordando demasiado y ya pasaron 2 meses sin que le pueda sacar notas al maldito instrumento.
Y no me di cuenta del eclipse porque un nuevo ser ha entrado en mi vida. No puedo decir su nombre pero lo llamaremos Nené. Y no es Neneh Cherry porque no es ni mujer ni negra. Es un encantador blogger hispanohablante, desde que inauguré el blog hicimos migas y entablamos una amistad cómplice. Su blog es bastante vivencial y desenfadado igual que el mío, poseemos casi las mismas experiencias y fue de los primeros del mundo virtual en brindarme su confianza, antes inclusive que los mismos bloggers peruanos.
Siempre los posts que Nené escribía en su blog despertaban en mí la semilla de la curiosidad y la codicia, porque Nené posee la ventaja de tener novio y no estar terriblemente solo como el que escribe. Respetos guardan respetos, pero la curiosidad pudo más. Cuando la idea del suicidio cruzó por mi cabeza una vez más (a causa de Pertur), Nené me mandó e-mails de apoyo emocional. Se le notaba bastante preocupado y aquello me enterneció. Ninguno de mis lectores había tenido ese gesto, y el suyo me llegó al fondo del corazón. Empezamos a enviarnos mensajes al celular y no se por qué, de pronto me comenzó a interesar más de la cuenta. Lo más curioso de todo fue que ocurrió en menos de 2 días.
Nos encontramos en el MSN y cuando prendió su webcam la ilusión se desvaneció un poquito: Nené era atractivo, pero no podía considerarlo "mi tipo". De modo que no fue algo a primera vista, sino a segunda y hasta tercera. Su sonrisa empezaba a calar hondo, sus gestos, su... no lo sé. Había ALGO en él que me dejaba sin aliento, sin esperanza. Mi lado femenino tiene muy desarrollado el sexto sentido, el cual me advertía antes de tiempo que ese chico me atraía.
La gota que derramó el vaso fueron 3 e-mails que no pude leer sino hasta el día de hoy. En ellos, Nené me contaba que estaba viendo el eclipse y que de pronto se puso a pensar en mí. Yo siempre me he considerado un romántico al 100%, y cuando alguien me viene con esas cosas yo caigo cual pez en el anzuelo. Esa clase de detalles me dejan por los suelos y clamando por más. Quizás él no lo sepa, y no me importa que lo haga, porque él lee todo lo que posteo, pero lo cierto es que yo me enamoro demasiado rápido. Para enamorarme basta una hora. Maldita primavera.
Debe existir alguna clase de conexión ¿mágica? entre nosotros. Anoche, mientras él pensaba en mí, yo leía con sumo placer la novela "Pudor" de Santiago Roncagliolo (gracias por el dato, Vodkita) y de repente me acordé de Nené, de sus sonrisa, de sus ojos, casi al mismo tiempo que él, a millones de kilómteros de distancia, pensaba en mí. Y desde entonces, el recuerdo de Pertur me atosiga con menos intensidad. Aquello es otro cantar y un cuento de nunca acabar. Pero me quedé colgado de Nené. Pienso en él desde ayer y no es un sentimiento vacío y doloroso, como con Pertur. Con Nené es alegría, mucha alegría, y bastante buen humor. ¿Habré estado equivocado? ¿Acaso el amor será alegría y no sufrimiento? No sé si sea amor, pero lo cierto es que he empezado a querer bastante a Nené y a tomarle cariño. De una cosa estoy seguro: no puedo enamorarme de él. Quizás ya lo esté, pero me da miedo. Porque Nené está en otro país, mucho más lejos que Pertur. Aquello sería continuar mi vida en círculos.
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Saint Pertur
miércoles, octubre 27, 2004 |
El examen oral de francés consistía traer un plato de postre para degustarlo, luego dar los ingredientes y enseñar paso a paso la preparación, como en una clase de cocina, con la diferencia que había que hacerlo en perfecto francés. Todos nos quedamos afuera, cargando nuestros dulces y postres, y la profesora entró al salón y nos fue llamando uno a uno, como si se tratase de una gran exposición frente a un jurado anónimo. Me estremecí de miedo, no por el examen, sino porque ya habían pasado 40 minutos y Pertur no llegaba. Pero el corazón se me salió por la boca cuando Pertur apareció, para variar, tarde y corriendo, apresuradísimo por el pasillo de entrada a la academia. Es extraño, pero sólo consigo sosegar mi ansiedad cuando lo tengo a mi lado. Pertur miraba nervioso a todos, pero cuando ya me había estado haciendo la idea de olvidarlo de una vez por todas, se pone de pie a mi lado, tan tímido, tan lindo, tan estúpidamente niño, con su bandeja de vidrio cubierta por un mantelito de cuadros rojos y blancos.
Pertur: Hola, Cyan [Extendiendo su manito temblorosa]
Cyan: Hola [Sorprendido por el repentino saludo, apretando su manito y sintiendo su piel suave, blanca y deliciosa]
Pertur: ¿Hace tiempo que empezó? [Para eso me buscas, niño malo, sólo me hablas por interés]
Cyan: [Secamente] Así es.
Pertur: [Gimoteando] Me va a jalar... estoy seguro que la profesora me va a jalar...
Cyan: [Severo] Eso te pasa por faltar tanto, pues.
Pertur: [Desolado] Es que estuve enfermo...
Cyan: [Altivo] Pero mínimo hubieses llamado a la academia y pedir hablar con la profesora, decirle que estabas mal y listo.
Pertur: [Nervioso] Qué vergüenza...
Cyan: [Sin compasión] ¿Por qué? Era mejor que estar al borde de perder el curso.
Pertur: [Triste] No se me ocurrió...
Cyan: [Odioso] Tú solito cavaste tu propia tumba.
Aquello sonó horrible y me odié a mí mismo por decirlo. Fue demasiado. Me estaba comportando como un idiota. Pero lo odiaba, odiaba que fuese tan descuidado, tan... PELOTUDO. Y también lo amaba. Y con locura. Tenía que olvidarlo, sobreponerme. Y por eso estaba actuando así, distante, cuando en el fondo quería abrazarlo y decirle que no se preocupe. No pude olvidarme de él porque estuvo a mi lado todo el rato y continuaba hablando conmigo, mirándome a los ojos, preocupado. Toda la plática me estaba hastiando porque pensé que yo existía para él sólo en momentos críticos, no quería ser el paño de lágrimas de nadie. Y casi al mismo tiempo me arrepentí. Aquellos ojos tristes estaban mucho más tristes que de costumbre. Era él, mi niño adorado, el amor de mi vida...
Cyan: [Arrepentido] Cálmate, no tienes de qué preocuparte.
Pertur: [Esperanzado] ¿Tú crees?
Cyan: [Alentador] ¡Claro! El exámen estuvo fácil, ¿o no?
Pertur: [Animado] Sí, facilazo...
Cyan: [Alegre] Ya ves...
Pertur: [Ofuscado] Pero yo estoy desaprobado en el primer examen... No va a ser fácil. Me va a jalar.
Cyan: [Condescendiente] De nada vale que le busques más pies al gato, tranquilízate y concéntrate en dar bien este oral.
Intrigados por nuestra plática, varios compañeros se acercaron a conversar con nosotros, incluída La Chica De La Mala Permanente. Sin embargo, Pertur no parecía hacerles caso, me hablaba y me miraba á mí, SÓLO A MÍ. Hasta que la profesora abrió la puerta y me llamó. Fuimos pasando de a pocos y el último en ingresar al matadero (al salón) fue Pertur. Yo y el resto de la clase estábamos sentados en círculo, y Pertur se puso rojo y empezó a temblar. Estaba a punto de morirme porque sentí que había sido invitado en primera fila al sacrificio de aquél niño, porque la profesora lo observaba sin compasión. Y no pudo ser peor. Pertur no se había memorizado la receta de su torta de galleta y leía con timidez un papelito arrugado y de caligrafía ininteligible. Se trababa, no pronunciaba bien las palabras, todo estaba saliendo terriblemente mal. La profesora lo miró con una pena escalofriante y empezó a escribir su nota final en el papel que le entregaría a continuación.
Sentí náuseas. Era ahora o nunca. La profesora no dijo ni pío. Pertur estaba tan nervioso que se puso blanco al tomar el papel y leer su nota. La invasión de alegría me cogió desprevenido cuando observé la sonrisa de mi amor, resplandeciente y absolutamente real, mientras murmuraba: "Pasé...". Se desmoronó en el asiento. Mi amor empezó a comer con fruición los dulces que el resto comenzaba a repartir. Lo observé con ternura. Comía sin modales, como un niño pequeño en su fiesta de cumpleaños. Lo amé aún más. Y lo seguí amando cuando, igual de tímido, intentó cortar su torta de galleta con chocolate y casi se le va al suelo. Era demasiado torpe. El cuchillo se le iba de las manos, la torta se deshacía en grumos y él no conseguía cortar un buen pedazo. Por fin sacó una tajada, raquítica, la puso en un plato de plástico y me la dio A MÍ. No lo pude creer. Pudo ser porque yo era el que estaba más cerca, pero preferí pensar lo contrario. Siguió repartiendo su torta mal cortada y por fin se sentó a comerla. Parecía gustarle demasiado porque no repartió a nadie más y se la terminó él solo. Yo decidí ser audaz, y de entre toda la comida repartida, elegí la torta que me había servido él. Y mi amor me miró como antaño. Me miró con esa mirada de Hannibal Lecter porque descubrió que yo también comía primero, SU torta. Se le veía sorprendido. Y rogué para que al menos se esté dando cuenta de lo mucho que lo idolatro.
Y tanta felicidad se desmoronó cuando al finalizar la clase/desayuno, se puso de pie y se fue del salón conversando con el Gordo y el Narizón. Yo me quedé de una pieza y volví a odiarlo. Bajé las escaleras con furia y me acerqué a él, mientras caminaba con el resto por la calle. El Gordo había traído su carro y todos nos subimos haciendo chacota, yo sin saber muy bien dónde iría, pero contento al estar en el mismo carro que mi amor. Mi amor se sentó en el haciendo delantero, junto al copiloto, y quizás fue el mayor desaire que me hizo en todo el día. De pronto todos empezaron a hablar de mí, cuando se enteraron que yo hablaba y entendía el japonés a la perfección (al menos eso me atreví a decirles). Eso debió cambiar en algo la percepción que mi amor tenía para conmigo, porque giró su cabecita.
Pertur: ¿Así, sabes japonés?
Cyan: Sip.
Pertur: ¿Y... también los animes?
Cyan: [Emocionado] Claro. ¡Me encantan!
Pertur: ¡A mí también! Bueno, te cuento, yo soy fanático de Saint Seiya.
Cyan: [En el cielo] ¡No jodas! A mí no me gustan tanto [Me arrepentí de haberle dicho la verdad, tenía que inventar algo] pero sí sé de qué va la cosa, además mis amigos me han hecho ver las OVAs [Mentí].
Pertur y yo nos pusimos a hablar, de repente, de Saint Seiya. Y el resto nos escuchaba, enmudecidos e ignorantes a todo. Él parecía bastante emocionado y no paraba de contarme de las OVAs, películas, y del manga. Yo mentí al decirle que había leído el manga. De repente surgió una gran idea, como por harte de magia, el foquito se prendió arriba de mi cabeza y me dije a mí mismo "Tengo que hacerlo... es ahora o nunca: su e-mail".
Cyan: Alucina... la vez pasada me metí a la página web de Saint Seiya, que está en japonés, y vi los avances de las próximas películas [Desconozco si esto es verdad]
Pertur: ¡Anda! ¿Tiene página web?
Cyan: Claro.
Pertur: Yo también quiero chequearla... ¿Sabes cuál es la dirección?
Cyan: A ver... es... [Inventando] http... www... saintseiya.co... .jp... eso creo, la verdad no estoy seguro.
Pertur: Oh...
Cyan: Pero si gustas te la puedo pasar por MAIL...
Pertur: Ya, chévere...
Pasó. Al fin pasó. Su e-mail sería mío. Pero...
Pertur: A ver, dame tu m....
Gordo: ¡OE HABLANDO DE DIBUJOS! ¿HAN VISTO LOS SIMPSONS?
Narizón: Sííí... puta que es bravazo...
Y no se la pude volver a pedir porque el Gordo y el Narizón monopolizaron la conversación orientándola hacia Los Simpsons. Pertur y yo nos mirábamos desesperados. Él seguramente porque quería que le pasara la web. Y yo, porque no había podido obtener su email. Estuve a punto de pedírselo cuando llegamos a nuestro destino. Resignado, tuve que bajar, no sin antes despedirme del resto. Pero me olvidé de algo...
Pertur: [Extendiendo su manito al viento] Chau, Cyan...
Me había olvidado de mi amor. Lo había dejado con la mano en el aire. Se la cogí y estreché fuertemente, para luego hacerle adiós desde la calle, mientras el carro se perdía a lo lejos. Si el lunes es feriado, el martes tendré que obtener su e-mail, a como de lugar. Por lo menos lo seguiré viendo el próximo ciclo, pero... aún quedan en el aire las palabras del sabio plumífero Piolín:
"Cyan, si a Pertur no le interesa el francés... ¿tú crees que realmente le interese alguien de la clase?"
ESCUCHANDO: PORTISHEAD - "Nobody loves me"
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Triste
martes, octubre 26, 2004 |
Había dejado de tomar los somníferos, de modo que la ración que se quedó intacta en el frasco fue de gran utilidad cuando la noche me sorprendió sin poder dormir. Pertur. Lo amaba. Su sonrisa de oso de peluche fallado me hacía imposible conciliar el sueño. La noche estaba fría, pero empecé a sudar. "La gente ya no se muere de amor" pensé... ¿O tal vez sí? ¿Estaré yo, a punto de fallecer por una pasión no consumada? Si voy a morir preferiría que fuese durmiendo, y con ese pensamiento tomé dos píldoras y al fin pude descansar un poco, pero no pude evitar tener que estar 6 horas soñando con él, ininterrumpidamente.
Me desperté mojado. Mi perro me lamía la mano. Miré el reloj. Las 8:30. ¡Mierda, hoy es el examen final! Me levanté, como movido por un terremoto, entré en la ducha, salí en toalla, la puta cafetera no encendía, y mientras me vestía tomaba el desayuno tragando todo lo que podía entrar en mi boca. Tuve que reducir a 10 minutos la sesión de peinarme frente al espejo (usualmente son 20 minutos) para después salir corriendo a tomar un taxi. El taxista me hablaba incoherencias, pero mi mente volaba a mil por hora. Era demasiadas cosas. Pertur, en mis sueños. Pertur, mi amor por él. Pertur, que ya no aguantaba más y me moría. Pertur, que hace una semana no asiste a clases. Pertur, que me estaba olvidando de su rostro. Pertur, que corría el riesgo de perder el ciclo. Pertur, que la profesora no tendría compasión de él y no lo dejaría rendir el examen final debido a tantas faltas. Pertur, cada vez más lejos... El tráfico inclemente... Demasiadas cosas...
Bonjour...
Entré al salón. Eran las 9:20 de la mañana. Todos estaban, cabizbajos, sobre sus carpetas, escribiendo en las hojas de prueba. Y ni rastro de Pertur. La profesora me extendió un examen y me senté adelante, lejos del resto. Hacía esfuerzos irreprimibles, sobrehumanos, para no llorar. Me mordía los labios y me hice una herida. El dolor me hizo bien. Me permitió concentrarme en el examen. Después de todo, era el final. Pero Pertur... Pertur no había venido, perdería el exámen. Tenía más de 5 faltas... Ya nunca más lo volvería a ver, y yo me moriría, ahí, en pleno salón de clases, cuando el examen acabara y él aun sin llegar...
Bonjour... [con vocesita de El Principito]
9:45 de la mañana. Era ÉL. El amor de mi vida. Mi niño adorado. El dueño de mis sentimientos, de mi estabilidad, de mi TODO. La letra me salía temblorosa y dejé de escribir para concentrarme en escuchar, con horror, cuando la profesora se puso de pie.
Profesora: Bonjour, monsieur Badò.
Pertur: Excuse moi, professeur.
Profesora: ¿Qué pasó?
Pertur: Estuve enfermo...
Profesora: [Dubitativa] Bueno, toma. El examen acaba a las 10:30. Jala esa carpeta y siéntate aquí, a mi lado.
¿Enfermo? Yo también estuve enfermo, pero por él. Y la profesora había demostrado ser más buena que el pan. Pertur era la persona más conchuda del mundo. Aparte de faltar constantemente, cuando viene a clases llega tarde, inclusive hoy que es el examen final. Suspiré algo aliviado y continué desarrollando mi examen. Estaba realmente sencillo y simple, lamenté haber estudiado más de la cuenta. Lo terminé en menos de 5 minutos. Luego me hice el que leía atentamente y revisaba la hoja, porque quería esperar a que mi niño terminase su examen para irnos juntos, como siempre, al paradero. La Chica De La Mala Permanente me pidió prestado el borrador y se lo dí, y la muy puta se lo quedó. Vi su exámen y estaba en blanco. Y ni por eso la compasión hacia ella cruzó por mi mente.
Unos 10 minutos más tarde, escuché a Pertur ponerse de pie. Lo miré por el rabillo del ojo... ¿Acaso me habia estado mirando? Me dio vergüenza ser tan obvio de ponerme a acomodar mis cosas para irme con él, pensé que toda la clase se daría cuenta pero me importó un carajo. Mi corazón está demasiado lleno de mierda como para seguir esperando un milagro. Palpé mi borrador y me percaté que La Chica De La Mala Permanente lo seguía usando. Se lo pedí, pero Pertur fue veloz, porque Pertur tomó su morral, entregó el examen y salió más rápido que volando. Mientras La Chica De La Mala Permanente se demoraba una eternidad, tuve que aligerar el paso, atravesar el salón, y al entregar el examen la profesora, la cual, increíblemente, se puso a conversar conmigo amablemente. La observé con pena porque ella no tenía la culpa de nada, pero en ese momento le estaba deseando la muerte.
La dejé con la palabra en la boca y salí del salón intentando estar "calmado". Había perdido ya mucho tiempo, Pertur ya estaba fuera del edificio. Al salir, el Gordo me había estado esperando (¿?) y tuve que bajar a su ritmo mientras me comentaba emocionado lo fácil que le había parecido el examen. Salimos a la calle. Pertur ya no estaba. El corazón se me oprimió. Cuando el Gordo y yo empezamos a caminar vi, muchos metros más allá, inalcanzable, la cabecita de Pertur, que se alejaba a pasos agigantados y se perdía entre la niebla mañanera. Lo vi tan inalcanzable que me rendí. Era imposible alcanzarlo. El Gordo seguía hablando y yo estaba a punto de desmayarme. Pertur, a lo lejos, se apeaba a un micro y se perdía de vista con él. Se fue, pero mi corazón se fue con él.
Gordo: ¿Y cuánto te sacaste en el examen parcial?
Cyan: 17 ¿y tu?
Gordo: 08... es que lo di mal porque estaba resaqueao... Pertur también se sacó 08...
Cyan: No jodas...
Gordo: Sip, pero ese huevón ya fue. No se cómo la profesora le hizo dar el exámen, de repente porque ya sabía que con o sin examen, se lo va a jalar.
Cyan: ¡!
Gordo: ¡Claro! Ese huevón ya fue... y encima tiene la concha de no venir una semana y llegar tarde a dar el examen... te apuesto que mañana ni viene a dar el oral, y si viene, igual, porque reprobará.
Cyan: Pero este examen estuvo fácil, y es el que vale más puntaje...
Gordo: Pertur sólo pasará de milagro. Aunque no creo.
Las palabras del Gordo me dolían, me arañaban el alma. Le deseé la muerte pero tenía mucha razón. Pertur se fue sin mirar a nadie, presuroso... quizás porque no quería que lo viesen deprimido. Pero aún así podría haberme esperado, lo cual demuestra que de repente esté equivocado y que a él yo no le importo ni un carajo. Es inteligente, pero un pésimo estudiante. Y con eso y con todos sus defectos lo sigo amando.
Quizás esta historia llegue a su fin tan pronto como empezó. Mañana es el día decisivo y sabré si Pertur se quedará en la clase con nosotros o lo reprobarán y se quedará resagado. Si repite el ciclo soy capaz de repetirlo también, pero... ¿valdrá la pena? De lo que sí estoy seguro es que si mañana ocurre lo peor, me suicidaré, ahora sí me tomaré todos los frascos de todas mis adoradas pastillas, en un fin de fiesta verdaderamente orgiástico. Lo cual significa que tal vez mañana sea el último post de éste blog. Mi vida depende de él.
No creo en Dios, pero si pueden recen, no por mí, sino por él. Necesita un milagro.
[Escuchando: PIZZICATO FIVE - "Triste"]
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La première fois (II)
domingo, octubre 24, 2004 |
Prólogo
El sexo anal para mí seguía siendo un gran misterio, pero ya poseía una curiosidad indomable por conocerlo. Mi yo activo había sido explorado tan sólo una vez, con Pin Ghon (aquél horrible chico straight de la Universidad al cual trabajé durante 2 años para volverlo gay y convenserlo que dejase a su enamorada, que además era mi mejor amiga). Una noche, al regresar de una fiesta, Pin se quedó a dormir en mi casa y pasó lo que siempre pasaba: en pleno sueño me despertaba y me frotaba su pene erecto para que se la chupase. Pero esta vez me hizo la gran pregunta: "Oe Cyan, quiero metértela". Yo le respondí lo que acostumbraba responderle a todo el que me lo preguntaba: que estaba esperando ser desflorado por mi Príncipe Azul, o alguna persona que realmente me amase y en la cual confiace lo suficiente como para dejarlo entrar en mí.
A mitad de la plática, Pin deslizó la propuesta: "¿Y si me la metes tú?". Entonces una ola de erotismo me embistió por completo, y lo tumbé boca abajo, le bajé el calzoncillo y comencé a besar y a pasar mi lengua por sus glúteos redondos y duros como un durazno, realmente un culo notable. Para mi sorpresa, mi pene se erectó, y a continuación intenté hacerle el "beso negro". Cuando me acerqué a su ano, el olor penetrante me hizo retroceder. Antes que el asco acabara con mi erección, me puse un condón. Pin dijo: "Espera". Tuve que darme de cachetadas para no pensar que era un sueño: Pin, el chico straight con enamorada, tomó mi pene y comenzó a chuparlo. Lo hacía mal, lo mordía con sus dientes y no movía la lengua en absoluto. A pesar de no saber chuparla, me excitó que precisamente él me estuviese haciendo sexo oral. Me puse el condón y empujé. Aquello fue agradable, pero no lo disfruté a plenitud. Pin aullaba como animal en celo y eyaculó dos veces. Pensé en masturbarme, pero cuando retiré mi pene de su ano, no salió solo: en el prepucio de mi pene habían rastros de excremento. Me fui al baño a vomitar. Y nunca más volví a ver a Pin. Escuché que sigue con su enamorada y que inclusive se van a casar. Bien por ellos. Pin me llamó hace un par de meses para "repetir la experiencia", pero lo rechacé apelando a excusas realmente estúpidas. Un cuento de nunca acabar.
Intermedio
El año pasado, mi jefe en la empresa de diseño gráfico donde trabajaba, quien además era gran amigo mío, me regaló un vibrador de jebe por mi cumpleaños, que se trajo de Cancún, con tracción y todo. Cuando aprendí a usar el aparato con pericia, mis sesiones masturbatorias cambiaron considerablemente. Si estaba excitado, prendía el televisor, colocaba una película porno y mientras me masturbaba, me penetraba con el vibrador. La sensación de tener aquél objeto en mi ano era indescriptible, y el tradicional mete-saca, en vez de dolerme, me causaba tal estado orgásmico que al eyacular tenía que hacer un esfuerzo para no gritar y el chorro de semen expulsado podía alcanzar fácilmente la longitud de un metro. Sin embargo, aquél mete-saca tenía que realizarlo con mi mano izquierda, y muchas veces la mano se me adormecía y no conseguía lograr la velocidad esperada. El consolador, a su vez, era pequeño, y me sentía tan a gusto usándolo que las sesiones continuaron y empecé a separar un excedente de mis gastos para comprar, cada fin de mes, un chisguete de lubricante anal. Por eso decidí que estaba preparado (y ansioso) por recibir en mi ano un pene de verdad.
Segundo debut (ahora sí en serio)
Junio del 2004. Habían transcurrido 7 años desde la primera vez que había tocado el cuerpo de otro hombre. Eran 7 años de amores a media luz, de sexo oral riesgoso en los baños de la Universidad, de extraños que venían y desaparecían, de Pin Ghon y la experiencia como activo y las masturbaciones con el dichoso vibrador en la penumbra de mi dormitorio. Eran las 8 de la noche y yo temblaba de ansiedad, como un adolescente a punto de debutar, porque iba a hacerlo, por fin, luego de tanta espera. Tenía ya 23 años y estaba seguro del rumbo que tomaría mi vida. Había quedado con un tipo llamado José Fino, el cual me recogería en su carro para ir a su departamento. Los términos habían quedado claros desde el principio: José era activo al 100%, y buscaba sólo un encuentro sexual sin compromisos. Tan nervioso estaba que ni me percaté de la flamante camioneta Mitsubishi que me tocaba la bocina.
José era un deleite para los ojos. Tenia 38 años, era blanquísimo, con un cuerpo más que envidiable, alto, cabello ensortijado y un par de ojos azules que quitaban el aliento. El trayecto hasta su departamento se hizo eterno por mi nerviosismo, pero cuando llegamos, me quedé de una pieza: el sitio era tan lujoso como un departamento en pleno Manhattan, con velas por doquier, como sacado de Queer Eye For The Straight Guy. Tenía sofás de cuero pegadísimos al suelo, y nos tumbamos los dos, conversando acerca de trivialidades. Mi turbación provocó que la plática se extendiera durante media hora. José me trajo un vaso de agua (debió haber percibido que estaba al borde de la convulsión) y yo, mientras bebía el vaso, observé que se había quitado los zapatos y la casaca, quedándose en jeans y con la camisa desabotonada hasta la mitad, descubriendo unos pectorales bien formados y una espesa jungla de vello rubio, bastante abundante.
Mi ansiedad por tocar con mis manos aquél tupido tesoro guardado y esparcido por su pecho, me hicieron preguntarle: "Bueno, y ahora, ¿qué esperas tú que hagamos?" José se rió y con un zarpaso felino me cargó en peso y me sentó encima de él. Comencé a besarlo con locura, comiéndole los labios, mientras le cuasi arranqué la camisa y mis manos, temblorosas, acariciaban el peluche de su pecho. José me dijo "Qué bien besas". Pensé que después de muchos años de perfeccionamiento, al fin había conseguido un doctorado como buen besador. Nos besamos ahí, aún con ropa, durante unos 15 minutos, sin parar, abrazándonos, palpándonos, sintiendo nuestras erecciones presionándose la una con la otra. Cuando metí mi mano por su nuca y le palpé la espalda, noté que también era velluda. Aquello me excitó más. Él aprovechó para ponerse de pie y llevarme de la mano a su dormitorio.
Era tan moderno y lujoso como el de las estrellas de Hollywood. Poseía parlantes empotrados en el techo y una suave música de Coldplay invadía serenamente la pieza. El ambiente no podía estar mejor. José se paró a un lado de la cama y empezó a desvestirse. Lamenté que no me dejara desvestirlo, y opté por sacarme la ropa yo también. Él fue más veloz, porque en un santiamén estuvo completamente desnudo y se arrodilló sobre la cama. Yo, mientras terminaba de sacarme el pantalón, lo observaba: un hombre absolutamente bello, bastante más velludo y fuerte de lo que aparentaba, y su pene estaba duro como un pepino, en unos increíbles 90 grados. Una vez desnudo, me arrodillé frente a él y nos abrazamos, sintiendo nuestras pieles, desnudas al fin, tocándose. Yo bajé y empecé a chupársela, y me estremecí cuando noté que el pene era tan grueso que casi no entraba en mi boca. Volví a sus labios. Él me besaba el cuello y su inmenso pene se metía por mis piernas. Yo estaba tan excitado que mi pene empesó a chorrear líquido pre-seminal sobre las sábanas.
Cuándo José se dio cuenta de ello, me puso boca abajo y empezó a besarme las nalgas. Al momento en que su lengua empezó a penetrar mi ano creía que iba a morir de tanto placer. Empezó a meter un dedo, dos dedos, de manera un tanto violenta, parecía ansioso por entrar en mí. Sacó un pomo de lubricante de su cómoda, y luego de untar mi ano y su pene con dicha sustancia, fue introduciendo, poco a poco, la cabeza de su pene. Aquello era extraño, nuevo para mí, era diferente al vibrador tan suave... Pero el pene era duro, y cuando entró con violencia grité tanto que él me tapó la boca con la mano. "Cálmate, siempre duele al principio, soporta un ratito, esperemos que dilate, pero la dejaré adentro, aguanta el dolor, luego verás cómo empieza a dilatarse". La tenía adentro de mí, pero me dolía demasiado. Sentí que me estaba abriendo en canal. Luego de un momento empezó el mete-saca.
"Sácala" le dije, pero no me hizo caso. Sentí que me estaba violando, y mi excitación y el placer acabaron ahí mismo. Me penetraba con fuerza, jadeaba, mientras yo soportaba aquél dolor tan intenso, como si me metiesen un cuchillo punzante, y grité, grité tanto que me quedé ronco. Le dí un codazo y él pareció entenderlo, porque sacó su pene más que de inmediato. Yo me fui al baño a secarme las lágrimas e intenté calmarme. Luego regresé y volvimos a intentarlo, pero fue más doloroso aún. José mostró su ofuscación y, un tanto molesto, me pidió que se la chupara. Y lo hice, porque un hombre tan bello como él merecía ser satisfecho. Eyaculó en mi boca y me tragué su sémen, bastante más salado de lo normal. Al sentir sus fluídos en mi lengua, el olor de aquél líquido blanco, eyaculé sin mucho esfuerzo, masturbándome con una mano y acariciando su pecho velludo con la otra. Nos vestimos con prisa y tuvo el gesto de llevarme a mi casa.
Y fue buena idea porque al salir del carro noté que no podía caminar. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para llegar a las escaleras. Al día siguiente, mis amigos se rieron y me dijeron que eso era normal. Mi ano estaba abierto al fin, desvirgado, pero trabajé desde casa y me encerré una semana, hasta que el dolor pasara, y aún al octavo día seguía sintiendo el dolor intenso en el ano. El ano es un músculo, pensé, y como tal, cuando se ejercita causa dolor al principio. Sin embargo, la experiencia fue impactantemente horrorosa. Hasta la fecha no he vuelto a recibir un pene en mi ano, y dudo si podré hacerlo nuevamente. Podría volverme activo pero aquella lejana experiencia con Pin no fue precisamente placentera. Me siento un ser asexual y predominantemente oral. Como Linda Lovelace, sólo llego al orgasmo cuando un hombre eyacula en mi boca. Debo tener un clítoris en la garganta, como en "Garganta Profunda". Pero de lo que sí estoy seguro es que a Pertur, pase lo que pase, lo penetraré, porque con él, por primera vez en mi vida, quiero volverme un activo 100% eficaz. Y voilà!
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La première fois (I)
sábado, octubre 23, 2004 |
A diferencia de mucha gente, nunca tuve una primera vez, sino muchas. Propiamente hablando, de las muchas veces sólo puedo diferenciar dos: la primera y otra que merece ser nombrada por su trascendencia. Dos actos separados, pero una sola experiencia. Lo rescatable es que entre un acto y el otro existe una diferencia abismal de 6 años, incluídas las idas y venidas, los tejes y manejes, los suelta y afloja. Para explicarme mejor, comenzaré, como dicen los buenos oradores, por el principio.
Verano de 1998. Por ese entonces la red de redes estaba en pañales, y nunca en mi vida había usado una computadora. No obstante, me hice con facilidad de aquél aparato y al cabo de poco tiempo ya la usaba con pericia y entraba a internet desde casa, a pesar de las exhorbitantes cuentas telefónicas, amén de la ausencia, en esos tiempos, de la banda ancha y la tarifa plana. Luego de muchas dudas, decidí postear un mensaje en un tablón de anuncios gays, y gracias al mensaje conocí a Elpri Mero, un chico de 24 años, con el cual estuve intercambiando e-mails durante unos 5 meses, periodo en el que alcanzamos a desarrollar una estrecha amistad "virtual". Él no me ofrecía más que eso, pues tenía novio, cosa que en su momento consideré como normal pero que ahora me parece inverosímil. Finalmente decidimos conocernos, y aquél verano de 1998, conocí a Elpri en persona: era mucho más bajo que yo, algo narizón, pero de sonrisa encantadora y áurea de angelito. Me pareció simpático, pero como por ese entonces me excitaban más (y lo siguen haciendo) los hombres mayores de 40, opté por aceptarlo como amigo y confidente.
A partir de ese momento, comenzamos a salir religiosamente todos los sábados. Íbamos al cine, a comer, a tomar un helado o sencillamente a caminar por las calles de Barranco y mirar el sol ponerse en medio de la ola de calor apabullante (pues estábamos en pleno Fenómeno del Niño). En una semana mi vida cambió, empecé a sentir una ansiendad horrorosa, unas ganas irreprimibles de verlo a todas horas y una vergüenza extrema cuando me miraba a los ojos. Dejé de comer y bajé 10 kilos en 2 semanas. Perdí la noción del tiempo, las ganas de estudiar, sólo esperaba que fuese sábado para salir con él. Y descubrí que me había enamorado con locura, pues era la primera vez que experimentaba un sentimiento tan desolador. Las siguientes semanas fueron un tormento, sobretodo cuando me contaba acerca de su novio y yo empezaba a sentir en carne propia el abismo de los celos. En Marzo no pude más y le dije, en plena calle: "Te amo". No sé cómo reuní el valor para decírselo, y aún hoy me resultaría imposible volver a hacerlo.
Me rechazó sin ninguna clase de compasión y de una manera bastante cruel. Me vomitó toda la mierda encima: confesó que me había aguantado durante 3 meses sólo con la esperanza de poder acostarse conmigo, y que nuestra supuesta "amistad" era tan sólo una máscara para ocultar sus verdaderas intenciones. Sentí por primera vez el aguijonazo del dolor infinito mezclado con un miedo atroz. Le dije que no quería perderlo, que no me importaba que me hubiese mentido (menudo lavado de cerebro), pero fue inclemente y sólo respondió con negativas. Cuando dijo adiós le lancé la amenaza: "Si te vas, me paro en la pista y dejo que me atropelle cualquier carro que pase". No me creyó y fue un error, porque corrí para ser alcanzado por un Volkswagen. Elpri se apresuró a empujarme y ambos caímos, a salvo, en la vereda. Se fue muy ofendido porque creyó que yo estaba mal de la cabeza. Al día siguiente fue el Día de San Valentín, estuve llorando desde la madrugada junto al teléfono, y como nunca llamó, por la noche me corté las venas de las muñecas.
Estuve hospitalizado una semana y a punto de ingresar a una institución mental. El médico me recetó calmantes y comenzó mi adicción. Los antidepresivos ayudaron bastante cuando Elpri regresó arrepentido y me pidió perdón. Acepté sus disculpas más que de inmediato y retomamos nuestras salidas sabatinas, aceptando nuestra mutua amistad. Y allí, caminando en plena calle, todo estuvo claro: si él quería sexo, se lo daría, después de todo yo también lo quería, y qué mejor que con el hombre que aún amaba. "Quiero acostarme contigo" le dije, y Elpri, movido por un rayo, paró un taxi y me llevó a un hotel que quedaba cerca. Cuando subimos la larga escalera, me vino el miedo primigenio y los nervios ante la idea de debutar. Mientras subía, las paredes perdían su forma, se movían y me absorbían como en un film expresionista, y cuando llegamos al cuarto no supe qué hacer.
Muy a mi pesar, descubrí que mis ganas (y mi erección) se las había tragado el miedo. Elpri se hechó en la cama y me animó a acompañarlo. Estuvimos ahí echados, vestidos, y nos quedamos dormidos. Al cabo de una hora, Elpri despertó y preguntó: "¿Hemos venido aquí por gusto o haremos algo?". Me daba miedo tocarlo y con la mano temblorosa, empecé a acariciar su brazo. Era la primera vez que tocaba a un hombre, y fue también el primer beso. No sabía cómo hacerlo. "Abre más la boca, relaja los labios" decía Elpri, y sentenció: "Besas muy mal". Y era verdad, porque además de mi inexperiencia, Elpri tenía un aliento pésimo.
Nos desvestimos lentamente. Mi erección regresó y ya desnudos, nos echamos en la cama a acariciarnos. Elpri se puso encima mío y me la chupó. Estuve a punto de eyacular, fue un placer recién descubierto y demasiado intenso. Cuando quise chupársela, un olor me echó para atrás: su pene apestaba a orina. Me dio asco. No se la chupé y se molestó. Me puse boca arriba, él me puso un condón y se sentó encima mío. Todo pasaba demasiado rápido. Ni siquiera me había puesto a pensar si me provocaba penetrarlo o que él me penetrase, aunque esto era imposible pues él era pasivo. Con pericia, tomó mi pene y se sentó con fuerza. Me dolió, porque mi pene se estragaba y ahorcaba al entrar en aquél tupido y profundo orificio.
No teníamos lubricante, y cuando mi pene entró en su ano, me raspé. Grité. No le importó y empezó a moverse. Empezaba a perder la erección, y él se masturbó y eyaculó tan fuerte que su sémen me cayó en la cara y parte de la boca. Probé una gota y me gustó. "Es muy agradable el sabor de la leche masculina", pensé, mientras él se secaba y se vestía, presuroso. Yo me quedé desnudo, bañado en su sémen, sintiendo su olor, su sudor... me abracé a mí mismo para perdurar el momento. Fue entonces cuando me di cuenta que no había sentido placer alguno, y que no había ni conseguido acabar.
Se lo dije e insistí tanto que aceptó chupármela de nuevo. Lo hacía bastante bien, y cuando eyaculé con las justas alcanzó a sacarse mi pene de su boca. Nó esperó a que me vistiera y se fue, dejándome en aquél cuarto de hotel, solo, desnudo y muriéndome de amor. Y lo seguí amando a la distancia los días siguientes, porque nunca más supe de él. Aquella experiencia me dejó tan marcado que no quise saber más de sexo en los siguientes 2 años. En el año 2000, tuve una segunda vez con otro anónimo, esta vez por medio del chat. Felizmente, era mayor que yo, y bastante velludo (como descubrí que me gustaban los hombres), y en su casa pude disfrutar, ahora sí, el placer de estar en la cama con un hombre. La idea de que mi pene se volviese a raspar me horrorizó, y no quise penetrarlo. Cuando él me quizo penetrar, me dolió tanto que pedí que lo dejara. Nos masturbamos juntos y eyaculé con un grito auténtico.
La tercera vez, luego de 2 años de profundo trabajo mental, seduje a un compañero straight de la universidad, Pin Ghon, cuya enamorada era mi mejor amiga. Una noche de copas (una noche loca), le conté que era gay, y él, borracho, me pidió que se la chupara. Aquello me produjo un placer infinito gracias a su mostruoso miembro, y ambos lo disfrutamos tanto que seguimos haciéndolo inclusive hasta en los baños de la misma universidad. Todos los día succionaba aquél largo pene y conseguí perfeccionar tanto mis dotes felatrices cuando por fin, al cabo de 4 meses, él me pidió que lo penetrara. Y a partir de ese momento, explotó mi obsesión por el sexo con muchos otros hombres, no obstante mi ano permaneció vírgen hasta este año, cuando con gran dolor aprendí una valiosa lección. Pero esa es otra historia para el segundo capítulo.
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Drama queen
viernes, octubre 22, 2004 |
Estoy a punto de volverme loco (realmente) porque no veré a Pertur hasta el lunes. Y atando cabos, descubro que esta semana sólo lo he visto 2 veces. Contradictoriamente, su ausencia es un arma de doble filo: me ayuda a olvidarme de él, y a extrañarlo con malsana pasión al mismo tiempo. El ejercicio de autoayuda está rindiendo frutos: hay muchos hombres en el mundo como para estar sufriendo por uno solo. Pero da la casualidad que yo QUIERO estar con Pertur. ¿Amor verdadero o mero CAPRICHO? Lo uno o lo otro. Ni yo mismo logro terminar de entenderlo, y mi subconciente me sigue causando sorpresas inesperadas (es muy cierto eso que la mente humana posee recovecos mucho más complicados que cualquier problema de trigonometría).
Esta aseveración es auténtica por un hecho ocurrido el día de ayer. Como sigo empecinado en ser el primer rockstar abiertamente gay del circuito limeño, regresaba yo de mis clases de guitarra acústica, con los dedos inflamados y cuasi sangrantes de tanta práctica, y con el añadido de haber sido vilmente vapuleado por el profesor porque hasta la fecha, tras 3 meses de cátedra atendida, no consigo sacarle notas al instrumento. A veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda, comprarme una guitarra eléctrica de un porrazo y experimentar para ver qué sale. Después de todo, así surgió el punk a fines de los 70. En fin, pese a tener las yemas de los dedos hechas añicos, inicié el largo via crucis que significa ir desde Miraflores hasta La Molina, con la guitarraza en la espalda y práticamente manco de ambas manos.
Caminando por Larco me vi reflejado en una vitrina. No me había dado cuenta que el aire inclemente había despeinado mi roja/anaranjada/castaña (y muy pronto azul) melena, lo cual sumado a la guitarra que llevaba en la espalda, contribuían a hacerme ver como la versión chicha del vocalista de Strokes. "Nada mal", pensé, "al menos el look ya lo tengo". Pasaron unas turistas francesas y me tomaron fotos. Me sentí Paris Hilton, y hasta sonreí un poquito. Como estaba empezando a hacer el ridículo, detuve un micro destartalado y subí por la puerta trasera. Un chico lindo, de pelo largo y barba, mezcla de Jesucristo con Kurt Cobain, me fusiló con sus verdes ojos. Pensé que mi pinta de rockstar chicha lo había impresionado, no le presté la mayor atención y atravesé los asientos para sentarme adelante. Una hora después, ya casi llegando a casa, noté que el Jesucristo/Kurt Cobain se puso de pie para bajar. Me fijé en su mochila cruzada GAP. Qué tonto había sido al no darme cuenta antes: NINGÚN hombre, por más straight que sea, usaría una mochila GAP como ésa.
Jesucristo/Kurt Cobain giró la cabeza y me miró con ojos apremiantes, para después bajar. Cuando el micro reinició su trayectoria, Jesucristo/Kurt Cobain estaba en la vereda y me seguía mirando. Qué tentación. Quize bajar, pero algo me lo impidió. Mis pies no se despegaban del suelo. ¿Por qué? Me gustaría saberlo. El micro se alejaba cada vez más y finalmente Jesucristo/Kurt Cobain se quedó parado en la calle, a lo lejos, sin dejar de mirarme.
Regresé a casa y tuve ganas de clavarme alfileres en la cabeza, por la manera estúpida en la que había reaccionado. No tendría por qué haberme acostado con el chico. Podría haberme bajado del micro, decirle "Hola, ¿cómo estás?" y conversar. Sólo conversar. Y el chico era tan guapo que quizás hubiese deslizado alguna proposición indecorosa, que era libre de aceptar o rechazar. Si la rechazaba, le pedía su teléfono y quedaba en llamarlo. Si la aceptaba, hubiésemos ido a su casa (o a la mía), y lo hubiese besado despacio, sacándole la ropa y descubriendo el olor y la textura de su piel. Pero todo quedó allí, porque nunca ocurrió, todo se quedó redimido en el abismo del deseo. Me saqué la ropa, me eché en la cama e intenté masturbarme. No conseguía tener una erección. ¿Estaré volviéndome impotente?
Pensé en Jesucristo/Kurt Cobain. Tal vez, en la intimidad, no hubiese podido hacerle el amor. Porque desde que salí de Miraflores, desde la mañana, desde hace ayer, desde hace 2 meses, sólo veo el rostro sonriente de Pertur y su cabellera marrón mientras caminamos hacia el paradero. Si existen terapias para mujeres que aman demasiado, ¿las habrá también para hombres que aman demasiado? Mi pene no se erecta. Tengo miedo. Necesito ir al médico. Necesito estar bien la próxima vez que me cruce con Jesucristo/Kurt Cobain, porque si hay una segunda vez, por más que se me presente la imágen de Pertur sonriendo, no le diré que no. Porque tal vez Jesucristo/Kurt Cobain o cualquier otro, sea en verdad el elegido para mí.
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Everybody else is doin' it, so why can't I?
jueves, octubre 21, 2004 |
Me llamó mucho la atención la crítica hecha por Dime si te dolió, pues califican a este humilde blog de "novela mexicana" (que no brasilera, las brasileras son lo máximo). Y me hizo recordar algo: hace más de un mes que no tengo sexo. Hace más de un mes que empezó mi adicción por Pertur. Hace más de un mes que no puedo (me es imposible) postear acerca de cualquier otro tema. Hace más de un mes que el recuerdo de Pertur me atosiga cada vez que estoy por entrar al chat de Gay.com y ver si alguien me hace el favor del día.
El amor es una enfermedad. Como bien notó Superscout, lo que mis lectores pueden sacar de conclusión inmediata es que "Nunca vas a saber qué es sufrir hasta que te enamores de un hombre". Y es así como me siento: estoy enfermo, necesito ver la luz al final del túnel, como les dicen a las víctimas de la depresión. Me gustaría comentarles acerca de lo buena que es la película "Días de Santiago" (vayan a verla, el colega Josué Méndez me comenta que está teniendo mala taquilla, apóyenlo) y lo mala que me pareció "La Mala Educación" (con lo que me chifla Almodóvar). Pero NO PUEDO. Pertur monopoliza mi mente, mis ganas de escribir, como un maldito hechizo que hacen que mis manos eviten escribir de otro tema que no sea él.
"El Blog de Pertur Bado". Así debería llamarse este blog. Porque LO ES. Todo lo mío es suyo. YO le pertenezco. Él conserva la llave de mi esperada felicidad. Y bueno, el resto ya es historia, porque me gustaría contarles cómo va a terminar ésta, que me estraga más a mí que a nadie. Sin embargo, nadie es perfecto. Desde el momento en que inauguré el blog decidí asumir la pose de "no-me-callo-nada" y así voy a continuar. Después de todo, si estoy escribiendo es porque es un ejercicio de auto-ayuda más que una novela de Jaime Bayly (con todo lo desagradable que ello implica). Yo no escribo acerca de lo que me dé la gana, escribo sobre mi vida, y con la mayor desfachatez. En un principio, este blog se iba a llamar Everybody else is doin' it, so why can't I? (Si todos lo hacen, ¿por qué yo no puedo?) porque la principal inspiración a la hora de crear este blog provino de tener un soporte virtual para mi subconciente. Pero como dice Alaska, "yo soy así, y así seguiré", y para tormento de muchos, continuaré relatando esta historia de amor y dolor, corriendo el riesgo de que alguien me robe los derechos para llevarla al cine (prefiero que sirva como un biopic, pero a estas alturas conseguir la financiación para el primer film peruano gay con escenas de sexo explicito es más que imposible).
Y no, no pude pedirle ni el téléfono y el e-mail a Pertur porque sencillamente no fue a clase. Va un día sí y al otro no. Él solito está cabando su propia tumba, y a estas alturas opino que lo que venga será lo mejor, pues si el destino me instigó a fijarme en Pertur, el destino también tendrá que cerrar esa puerta. Después de todo, ya me he enamorado 2 veces antes, y sobreviví, aunque con secuelas (la primera vez intenté ahorcarme con mis medias de lana, las segunda vez me corté las venas de las muñecas y estuve al filo de la muerte). Tengo miedo averiguar cómo terminará ésta.
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Être indifférent à
miércoles, octubre 20, 2004 |
Después de una rauda sesión de maquinaciones a puerta cerrada, finalmente decidí que tenía que usar, sólo por curiosidad, la estrategia de la indiferencia. El famoso "perro muerto", como dirían por estos lares. Armado de una inusitada valentía, me senté lejos de Pertur, premeditadamente, con el objetivo de no ser un fácil manjar para sus "miraditas" constantes. Si quería verme, pues que le cueste, pensé con algo de atosigamiento, y más tarde pude comprobar que, en efecto, le estaba costando, que estiraba su cuellito de avestruz asustada y se asomaba por entre las cabezas del resto, para verme. Una vez más, la pregunta surgió desprevenida: ¿Por qué lo hace? ¿por qué, a pesar de tantos obstáculos visuales, me sigue MIRANDO?
La estrategia rendiría sus frutos minutos más tarde cuando, al terminar la clase, nos encontrábamos yendo en grupo hacia el paradero. No estábamos solos, obviamente, pero seguía hablándome con esa confianza que ya había iniciado el día del exámen. Me atormentaba la idea de que su amabilidad se debiera sólo a la emoción por haber rendido bien una evaluación (como alguien sugirió en algún comentario), pero felizmente veo que no ha sido así, y que incluisive la dosis de confianza mutua va en aumento. Pertur, sonriendo de oreja a oreja, me miraba y bajaba la cabeza, siempre sonriendo, y continúa hablándome siempre a los ojos. Estábamos uno al lado del otro, caminando, acompañados pero a la vez tan "conectados"... Cuando se adelantó para esquivar una piedra del camino, reparé en su espalda. Me quedé viendo sus hombros. Para ser un niño frágil no está nada mal. Era preciso controlarme porque me invadieron las ganas de correr y lanzarme a su espalda, como dicen por ahí, para que me hiciera "kapachún".
Contra todo pronóstico, Pertur seguía hablándome y proponiéndome temas nuevos de conversación. Yo aún estaba mentalizado en la estrategia de la indiferencia. Pertur empezó a comentar el exámen final de la próxima semana, en el que tendremos que dar los ingredientes y preparar un postre, todo en francés, obviamente. A falta de ideas, la profesora me había designado para que llevara sanwiches de pollo.
Pertur: Oye para el exámen final pensé que llevarías algo japonés...
Cyan: !! [Dios mío, ya sabe acerca de mi japonofilia, eso prueba que me conocer más de lo que yo imaginaba]
Pertur: Tráete un sushi pes, jajajaja---
Cyan: [Aún con indiferencia] Ya veré...
Pertur: Sí, sí.... trae pe, pa probar ¡yo quiero probar!
Cyan: [Aún con indiferencia] Puede ser...
Pertur: [¿Coqueto?] Ya pues trae... ya pues trae... ya pues trae...
Cyan: ...
Mon Dièu! ¿Me parece o Pertur está jugando con complicidad y haciéndose el que me conoce de toda la vida? ¿Se está haciendo mi amigo? ¿Ya SOMOS amigos? Quise ponerme a saltar pero recordé que aún seguía con la indiferencia. Borré la sonrisa de mi rostro y me apresuré a despedirme. Tenía que irme en la ruta de Pertur, por primera vez, y lamentablemente no estábamos solos como para compartir un asiento en el micro.
Cyan: Bueno yo me voy hasta La Marina... ya me quito.
Pertur: ¿Ah sí? Estos carros van...
Cyan: Ah, manya...
Pertur: Sip... ¿vamos?
VAMOS. Vamos, vamos, vamos, vamos, vamos, vamos... VAMOS. Y me lo dijo sólo a mí. No dije nada, lo seguí. Lo seguiría hasta la luna. El resto venía detrás. Mèrde. Subimos en grupo y nos sentamos cada uno en un asiento de a dos. Pertur me miraba durante todo el trayecto, el cual era desgraciadamente corto. No obstante, el Gordo se puso a mi costado, y no pude prestarle a Pertur la atención que él ¿deseaba? y yo quería brindarle. Luego de unas 10 cuadras, llegamos a Rosa Toro y Pertur se bajó y se despidió sin estrecharme la mano, porque estábamos lejos. Pero me miró al bajar y me miró desde la calle.
La tarea del día era pedirle su teléfono y su e-mail. No pude realizarla, pero a cambio obtuve su primer gesto gentil y una prueba irrefutable de su absoluta confianza y amistad. Y eso no puede hacerme más feliz. Es extraño, pero con migajas yo ya construí todo un castillo de felicidad perpetua.
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Original Soundtrack: Track 1
martes, octubre 19, 2004 |
Estuve, en medio de mi soledad, mi frustración y el dolor de mi corazón, ideando el soundtrack perfecto para la historia de amor entre Pertur Bado y yo. Una historia mucho más trágica que cualquier otra, y al mismo tiempo, tan común. Recordé la época en que cumplí los 20 años, cuando aún me identificaba con el anime, y con la saga de Escawflone en especial. Por eso ayer encontré, entre mis discos de la época anime, una canción arrolladora que Maaya Sakamoto interpretó para la primera (y única) película de Escawflone. La canción se llama "Vector" y habla por sí sola, pues describe a la perfección cómo a pesar del peligro, caí en el abismo profundo del amor por un chico del cual desconozco su opción sexual. Al contrario de las otras melodías idiotas y fáciles de las que suele estar poblado en j-pop, esta canción en especial es cuasi acústica, sólo una guitarra con la voz de Maaya cantando con mucho sentimiento. Esa letra debio ser escrita pensando en mí y en Pertur. Las profecías existen.
VECTOR
Letra y Música: Yohko Kanno
Intérprete: Maaya Sakamoto
Traducción: Cyan
Durante mucho tiempo, me dije a mí mismo
"No vayas por ahí, pues te arrepentirás"
Me lo dije a mi mismo tantas veces...
Pero tenía que echar un vistazo
en esos ojos tan lejanos...
En ellos vi la urgencia de algo
Que tal vez yo no podría darte
Pensé que todo estaba en mi mente
"No es nada" pensé
No digas eso
No digas eso
No, cariño
No digas absolutamente nada
Porque ahora me doy cuenta
Ya no puedo fingir más
que no pasa nada
¿Sabes de qué estoy hablando?
¿Y también te has dado cuenta?
¿Sabes de lo que hablo?
¿Lo sabes?
Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa
Sólo dime lo que significa
Porque ya no puedo vivir más en duda
¿Lo intentamos?
¿O sólo nos decimos adiós?
Si prefieres estar en cualquier otro lado que aquí
Entonces sólo tienes que decírmelo
porque hay mucho por vivir aún
como para seguir fingiendo
¿Lo sabes?
¿Sabes que por tí, cariño
haría cualquier cosa?
Quiero estar contigo
Pero creo tu mirada
me quiere decir algo
Quiero saberlo ¿Me lo puedes decir?
Quiero saber ¿Puedes decírmelo?
¿Acaso es un "hola" o es un "adiós"?
Tengo que saberlo ¿Me lo puedes contar?
Tienes que decirlo ¿Puedes contármelo?
¿Acaso es un "hola" o es un "adiós"?
(Fade)
Tengo que saberlo, Pertur. Pero tú nunca me lo dirás. Y me quedaré completamente solo, con la duda, como Maaya, mientras la música va alejándose en medio del dolor que me oprime la razón...
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Pertur + Cyan: LAYER 3
lunes, octubre 18, 2004 |
Cuando Pertur Bado llegó a la clase, hacía casi 15 minutos que había empezado el exámen, mientras mi mente estaba completamente en blanco, a pesar de haber estudiado. Pertur ya había sido advertido repetidas veces por la profesora, y el temor a que pierda el ciclo, lo cual significaría perderlo para siempre, me hacía palpitar las sienes con tanta insistencia que era incapaz de concentrarme. Pertur atravesó el salón y yo pude continuar el exámen con normalidad, invadido súbitamente por una sensación de paz espiritual. Mi recién descubierta quietud terminó de improviso cuando sentí "algo", un presentimiento, una punzada, como si a lo lejos alguien me estuviese clavando alfileres en una sesión de vudú. No quería retrasarme más y continué escribiendo, pero ese "algo", difícil de explicar, continuaba perturbando mi concentración.
Entonces levanté la vista. Pertur me miraba. Le devolví la mirada durante 2 segundos y volví a mi examen. Me alegré al saber que, como siempre, era yo al que Pertur había mirado ni bien empezó a desarrollar su examen. La profesora jaló su silla y se sentó en el espacio que separaba mi carpeta y la de Pertur, pues estábamos frente a frente. A continuación, la profesora abrió un libro y se puso a leer. Absorta, no se dio cuenta que la carita de Pertur se empinaba por encima de su libro. Levanté la vista por segunda vez y la explosión de alegría me golpeó sin compasión cuando descubrí que Pertur se empinaba y miraba por encima del libro de la profesora, que nos dividía, para MIRARME a los ojos. Se estaba tomando el trabajo de desatender su exámen, y además empinarse para mirarme, pensé. Tuve ganas de ponerme a saltar.
El examen acabó y salimos todos a sentarnos en la salita del pasillo, para luego entrar de a dos a rendir el examen oral (el famoso diálogo que nunca conseguí hacer con él, sino con La Chica de la Mala Permanente). Toda la clase hablaba hasta por los codos, Pertur sonreía y me miraba, como buscando mi aprobación. Yo estaba en las nubes. Cuando la puerta se abrió, jalé del brazo a La Chica de la Mala Permanente y entramos a dar el examen oral. Al salir, afuera estaban Pertur y el Viejo esperando para entrar. Entraron y yo procedí a sentarme en la salita, con el grupo, buscando cualquier excusa para esperar a Pertur (e irnos juntos). Mi ilusión se derrumbó cuando Pertur y el Viejo, al cabo de unos minutos, salieron y bajaron las escaleras, pasando completamente de todo el mundo. Me puse de pie, rojo de ira. Odié a Pertur. Me había equivocado. Y ahogé un gemido al pensar que estaba a punto de convenserme a mí mismo que sus miradas significaban que yo le gustaba.
Salí a la calle a seguirles los pasos. Los desgraciados estaban bastante lejos, como si no esperaran a nadie. Tuve que acelerar un poco para alcanzarlos, y coincidí con el momento en que el Viejo se despedía para entrar en su carcacha. Aún hubo tiempo para llegar y soltar, con la mayor frescura del mundo "Oe, ¿qué tal el examen?". El Viejo balbuceó unas cuantas estupideces y procedió a despedirse. Mejor para mí, pensé. Y pronto, me encontré nuevamente caminando con Pertur hacia el paradero. Sólo nos faltaban un par de cuadras, pero empezamos a hablar acerca del examen y de otras cuantas trivialidades, y hablamos tan largo y tendido que la timidez (de ambos) desapareció por completo.
Pertur: Pobre Viejo, lo van a jalar.
Cyan: ¿Tú crees?
Pertur: (Riendo) Sí.
Cyan: No te rías, maldito, jajajaja (Riendo).
Pertur: JAJAJAJA! (Soltando una carcajada)
Y nos reímos y nos seguíamos riendo, sin parar, sin preocuparnos, sin nada más que la mutua complicidad y la recién descubierta confianza mutua. Para mi sorpresa, la conversación siguió, pero Pertur esta vez me miraba al conversar, enfrentaba mi mirada, y me hablaba de frente, sin tapujos, siempre sonriendo. A veces él hablaba y yo sonreía y lo miraba, y él terminaba de hablar, y acabábamos mirándonos y sonriendo. Mierda. ¿Me estaré equivocando o está a punto de pasar algo? Ideas mías, pensé. Pero hubo cierta turbación porque, sorprendidos por el repentino mutis con miradas y sonrisas incluídas, ambos bajamos la vista al suelo. Tomé la palabra, para evitar cualquier incomodidad futura.
Cyan: ¿Y qué tal el santo? (Risas) ¿Adónde acabaste, maleado?
Pertur: Naaah... ahí tranquilo, con la family... de ahí en la noche salí, pero todo tranqui.
Cyan: Aps, bueno, aún sigo esperando mi torta.
Pertur: Jaja...
Nuevo mutis. Miré a Pertur y él me miraba, sonriente, una vez más. Ya estábamos llegando al paradero. Improvisé una charla sobre el difícil examen de la profesora y Pertur continuó muy bien con la conversación. Hablamos durante otros 5 minutos de examenes, notas, profesores y compañeros de clase. Pertur hablaba y yo lo miraba, algo extasiado. Cuando volví en mí, noté que estábamos en el paradero, pero Pertur no se había ido aún y continuaba hablando CONMIGO. Y nos quedamos ahí, parados, en el paradero, conversando, riéndonos, viendo las combis y micros pasar... y seguimos hablando por otros 5 minutos, mirándonos...
El tema se agotó. Quise inventar otro buen "topic", pero Pertur miró su reloj y dijo:
Pertur: Bueeeeeeeh... Me voy en este nomás. Chau pes, Cyan, cuidate, eh?
Cyan: Cuidate, nos vemos mañana.
Subió y la combi se alejó. Yo estaba demasiado felíz como para pensar las cosas con la cabeza fría, y me dispuse a subir las escaleras del puente. Cuando miré para atrás, me choqué con la mirada de Pertur, quien me observaba, sentado, desde la combi. Volví la mirada y apresuré el paso, lleno de alegría. Está pasando... ¿Serán ideas mías? ESTÁ PASANDO... ¡FINALMENTE ESTÁ PASANDO!
Y esta fue la exhaustiva crónica del mejor acercamiento que he tenido con Pertur hasta la fecha. Aún me queda el dolor de que haya salido del salón sin esperarme. ¿Por qué no me esperó, ni me miró al salir? ¿Porque quizás, estaba entretenido con el Viejo? ¿Y si es así, entonces por qué tantas miraditas?
CONCLUSIONES POSITIVAS
1) La anhelada confianza finalmente llegó.
2) Pese a estar divididos por el libro de la profesora, Pertur se empinó para mirarme, 2 veces, durante el examen (sospecho que fueron más veces pero no quise comprobarlo)
3) Lo más importante: me dio un poco de su tiempo, se quedó conversando conmigo en el paradero, a pesar de que tenía que irse.
CONCLUSIONES NEGATIVAS
1) Salió a la calle con el Viejo, sin esperarme.
2) Tantas miraditas pueden significar sólo amistad.
BALANCE
-La teoría de que Pertur se siente atraído por mí, a juzgar por las conclusiones citadas líneas arriba, puede sustentarse con un 70% a mi favor.
SIGUIENTE PASO
- Conseguir su teléfono o su e-mail, o ambos.
Tout va bien...
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J'adore La Republica
domingo, octubre 17, 2004 |
El día de ayer, sábado 16, fue también cumpleaños de Pertur Bado, el cual como yo, posee el estigma de haber nacido un día 16. El ¿destino? quizo que nuestros caminos se ¿encontraran? para luego enamorarme de él y cuasi perder la razón, pero esa es otra historia. Se suponía que por ser su cumpleaños iba a quedarme en casa haciendo una especie de ritual expiatorio y masoquista, pero como no tenía ganas (y además no había tenido tiempo de comprar los materiales), decidí finalmente ir a la publicitada "entrevista" que un periodista del diario La República iba a hacer a los bloggers de Blogs Perú. El que me pasó la voz fue Leuzor hace unos días, pero el factor decisivo lo cumplió un e-mail de Mia, así que me animé a pasar un rato entre los colegas que cada día me caen mejor.
Era ya casi mediodía cuando desperté con toda la modorra del mundo encima, y tuve que entrar en la ducha de agua fría (gracias al sol primaveral) para despejar las ideas que aún seguían adormecidas en mi subconciente. Al salir de la ducha, estuve dispuesto a vestirme en el acto, pero al pasar junto al monitor de la PC, me percaté que había un amigo conectado en el MSN. Se trataba de Chu Hamasaki, un blogger español con el que hice migas desde que descubrí que al igual que yo, es un fan consumado de Ayumi Hamasaki. Me pasa algo raro con Chu, tiene la misma edad de Pertur (18 años), pero su apariencia es más bien adolescente, bastante majo el chavalito. Nos pusimos a chatear mientras escogía la ropa que me pondría, cuando de repente empezó a mandarme fotos suyas en donde podía ver parte de su pecho, sorprendentemente velludo. Aquellas fotos despertaron en mí a la adormecida semilla de la pedofilia, y tuve una erección tan grande y violenta que la toalla se me cayó y me quedé desnudo frente a la PC. Me provocaba masturbarme pero preferí vestirme, advertido por un repentino estornudo que se me acababa de escapar. El resultado de aquella tentadora erección mañanera con Chu fue una corriente de aire sobre mi desnuda y aún mojada piel, y acabé costipado y estornudando a más no poder.
De manera que la primera pastilla del día fue un antigripal, pero al sentir la pequeña cápsula bajando por mi garganta, no pude resistir la tentación y a continuación tomé un analgésico para el dolor, por si las dudas. No lo necesitaba, pero el efecto de aletargamiento que produce es bastante agradable. Salí de mi casa alrededor de las 5pm y una hora y media después (de La Molina hasta Miraflores hay un buen trecho) me encontré caminando por Larco y examinando a los extranjeros de turno. Fue entonces cuando reparé en un rostro conocido que venía caminando en sentido opuesto. Era César Soplin, quien venía abrazando a su enamorada. Mi corrupta imaginación me hizo pensar que salían de un hotel, pero me explicaron que estaban regresando de Larcomar y que no tenían ni idea acerca de la entrevista. De modo que, mismos paracaidistas, decidieron acompañarme hacia el Café Italiano (lugar pactado para la entrevista), y luego de esperar un buen tiempo (amén de las tardanzas y la hora peruana) se apareció el resto del grupo. Además de Leuzor y Ricardo, estaban Santos y otro chico abogado de profesión y con delirios españoles del cual lamentablemente, no recuerdo su nombre (adiós a la buena memoria). Cuando llegó Mia, decidimos escapar del lugar a causa de la incomodidad de ser tantos en un establecimiento tan pequeño y enrumbamos a Larcomar.
Y aquí viene lo más rescatable de la experiencia: el Periodista del diario La República encargado de hacer un reportaje sobre nosotros. Desde la primera vez que lo vi me cautivó. Es de la misma estirpe de Pertur: alto, delgado, pelo largo y negro... sólo que el Periodista, claro está, tenía el bonus de ser periodista, usaba lentes, iba de urban wear y tenía cierto magnetismo en su mirada, en sus gestos, en su risa. Él parecía no enterarse de nada, pero yo lo examinaba al más mínimo detalle. A primera vista me pareció atractivo. Luego, interesante. Después, lindo. Y finalmente, guapísimo. Como dirían los españoles, a mí estas cosas me dan cierto apuro, y me corté bastante cuando me tocó el turno de ser interrogado. El Periodista sonreía y apuntaba en una libretita. Me gustó. No usaba grabadora como todos, sino una libretita, como una especie de cronista medieval pero en versión trendy, y con un sex appeal increíble. Se sorprendió cuando le dije que era gay y pensé que me iba a preguntar más cosas, pero nuestro coloquio no duró más de 5 minutos. Lástima.
Animado por Mia, quería extender la plática con el Periodista, saber más cosas de él... pero fue imposible. Me vino a la mente el recuerdo de Pertur y mi afición por el Periodista llegó a su fin. Como bien dice Mia, existen muchos otros chicos atractivos e interesantes, como el Periodista, sobre la faz de la tierra. Pero con el Periodista tendría el mismo problema que con Pertur: el desconocer por completo su opción sexual. Mi amigo Robus Tito se cansa de decirme que debo frecuentar círculos gays, pero ¿qué puedo hacer? Me siento mucho más cómodo estando entre gente straight, y especialmente chicos straights tan guapos como el Periodista. PRECIOSO. Digno padre para mis hijos. En fin, esa fue la crónica de una tarde divertida para todo el grupo. A cruzar los dedos para que no salga mi cara en el diario La República, y nos vemos en el III Encuentro de Bloggers Peruanos. A bien tot!
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