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Magenta
martes, enero 11, 2005 |
Una vez recuperados de la sobreexposición ante propuestas indecorosas de hombres igualmente indecorosos, Fer y yo nos dirigimos a la casa de Nina por sugerencia suya. Llegamos a un oscuro edificio de la avenida Larco, y mientras recorríamos los 6 pisos entre tinieblas, no me pareció prudente contarle a Fer lo mucho que me aterroriza la oscuridad, una fobia que me persigue desde niño y que me obliga hasta hoy a mantener encendidas todas las luces de mi casa. Pero ahora estábamos en aquél edificio, tanteando las paredes y los peldaños, y cuando llegamos a un descanso levemente iluminado, sentí escalofríos al recordar que el piso se parecía al de la película Dark Water. Felizmente, llegamos al departamento de Nina, la que como buena anfitriona colocó un disco de Belle & Sebastian para redondear el efecto de intimidad. Sin embargo, Nina no estaba sola. Allí, sentada en el sillón, acurrucada como un gato, también se encontraba una chica bajita, pecosa y vivaz. La saludé sin que me dijese su nombre, lo cual era lo de menos, porque luego de un brindis con un licor de menta que trajo Fer, miré mi reloj que indicaba la 1 de la mañana, y pensé que ya era hora de irme.
Mili: ¡Vamo' al Sargento!
Y todos dijeron que sí de forma unánime. Para no aguarles la fiesta, me quedé callado y dispuesto a seguirles, con la idea de quedarme a mitad de camino en el taxi en el que se dirigirían al Sargento Pimienta, al cual dicho sea de paso no iba desde mi periodo dark de la universidad. Fue en la calle y en plena subida al taxi donde me di cuenta que habíamos formado, sin saberlo, parejas cómplices: Nina conversaba con Fer, y la chica bajita-pecosa-vivaz conversaba conmigo, bastante animada. En la calle pude ver su indumentaria a la luz de la luna ybajo el resplandor naranja del alumbrado eléctrico: vestía una casaca sui generis, sin hombros ni cuello (!) y una falda psicodélica rematada por un par de ballerinas púrpura. Además, llevaba piercings en la naríz y en la ceja. Su cabello rubio estaba atado en un moño alto que dejaba caer algunos cabellos mostaza sobre sus ojos color celeste cielo. Cuando me sonrió, comprendí que estaba ante la chica más linda que había conocido nunca. En medio de mi admiración, Nina paró un taxi.
Nina: ¡Suban, suban! Sube, Mili...
Se llamaba Mili. Aquella chica guapísima tenía un nombre igualmente coqueto, pensé, y me dio un escalofrío por pensar así. En el taxi, todos hablaban de ir a una fiesta gay en la playa al día siguiente. Mili, con sus ojillos como dos gotas de luna, me dijo: "Cyan, ¿tú también vas mañana a la fiesta? Anímate". Le respondí, muy a mi pesar, que era imposible, porque ya le había prometido a SuperScout que bailaría perreo con él en su fiesta de cumpleaños aquél mismo sábado, por lo cual no podría ir. Mili dejó escapar una expresión de tristeza, que me cayó como un baldazo de agua. ¿Qué es lo que me pasaba con ésta chica, y viceversa?
Nina y Fer continuaban hablando de fiestas gays, de gays en el clóset, de gays fuera del clóset y de drags. Mili también se reía, y me preguntó, de casualidad, si yo también iba a lugares de ambiente.
Cyan: No, no voy. O sea, no tengo nada contra la gente que va a esos sitios, pero yo paso completamente. Y no por eso dejo de ser gay.
Mili: Ja! Yo también pienso lo mismo.
Cyan: Y tú vas a sitios de ambiente? Qué risa!
Mili: Sip... aunque ya no mucho, pero solía ir bastante. Es que yo soy lesbiana.
Me agarré de una manija del techo para evitar desvaneserme en el asiento junto a ella. No podía ser. Aunque suene a cliché, las ideas que yo me había hecho del mundo lésbico eran dos: chicas machonas con pinta de camioneras o chicas dark a las que les va la onda mística con gipsy looks incluído. Pero ella no. Mili no. Mili no podía serlo. Mili era demasiado bonita para ser lesbiana. Demasiado linda, demasiado preciosa, demasiado... todo. Y dejé de pensar porque sentí de repente un gran dolor en la boca del estómago. ¿Por qué estaba triste? ¿Por qué le daba tanta importancia? ¿Por qué Mili me ponía nervioso con sus ojos de anime y su voz de ángel? ¿ES QUE ACASO ESTA CHICA ME GUSTABA?
Llegamos al Sargento. Había bastante gente. Muchos chicos altos, rubios, con enamorada, sin enamorada, solos y acompañados, unos que me miraban y otros que pasaban de mí. La cabeza me daba vueltas. Como éramos cuatro, ni bien entramos nos pusimos a bailar. Gracias a Dios, la música era más que buena. Cuando tocaron algo de Primal Scream, Mili se puso a bailar demasiado cerca. No me miraba, bailaba para sí misma. Sus contorneos y su proximidad me causaron ansiedad y una mayor confusión. Nina se fue al baño, Fer se apartó porque se encontró con otros amigos y Mili y yo nos quedamos solos en una mesa. Y hablamos, hablamos demasiado acerca de todo y de todos. La observaba reírse, mirarme, tomar su shot de tequila, chupar el limón, esbozar una expresión de tormento al lamer la sal, y yo entendí en ese instante que, definitivamente, esa chica me perturbaba, esa chica podría cambiar mi mundo, cambiar mi universo. Y me dio miedo. Mucho miedo. Ella lo advirtió, pero me excusé aduciendo un dolor de cabeza. Mili me contó de sus parejas, de cómo acababa de terminar una relación de 3 años con una chica que creía era el amor de su vida.
Mili: Pero ya fue pues. Además, alucina, soy lesbiana pero ahorita estoy saliendo con un amigo de Fer.
Mili sonrió, pero no se rió. Yo sí lo hice, más por nerviosismo que por otra cosa. Y ya no supe qué pensar, qué decir. Ella continuaba hablando, pero sus palabras retumbaban en el vacío. Era como escuchar hablar a la profesora de Charlie Brown: "ba-ba-ba-ba-ba-ba...". Inicié un recuento en mi cabeza de las repetidas veces en que Mili me convenció para que fuera a la fiesta del día siguiente, lo mucho que me había sonreído y conversado conmigo. Quizás, alguna parte de mí quería pensar que yo también le gustaba. Quizás. Era probable, pero no imposible. En la pista de baile, Fer y Nina bailaban como locos una canción de B-52's. Y nunca las voces de Kate Pierson y Cindy Wilson me parecieron tan agridulces.
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