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Recaída inesperada
lunes, febrero 28, 2005 |
Con lo difícil que puede resultar salir de casa el último domingo de febrero, otrora último fin de semana de carnavales, era imposible que pusiese un pie en la calle ante la probabilidad de ser mojado con balde, y si eso pasaba, tendría que ponerme a rezar para que aquél líquido vertido fuese agua potable y no orines o cualquier otra sustancia dudosa. No obstante, tenía que salir, estaba obligado a pagar una cuenta de Saga Falabella que se había vencido hace tres días, y corría la posibilidad de acrecentar una mora ya cuantiosa. De manera que después de la modorra del almuerzo, me puse un polo cualquiera, un short de jean y unas alpargatas Reef y, cuando estuve a punto de cruzar el umbral, se me ocurrió que a esa hora, algo muy probable podría pasar. Rodrigo me había contado que acostumbraba ir al Jockey Plaza los domingos, especialmente después de almuerzo, ya me lo había cruzado en varias oportunidades (cuando aún éramos amigos) alrededor de las 4 de la tarde, de modo que me metí de nuevo en casa, me tumbé en el sofá y me puse a ver algún DVD que durase poco menos de 2 horas. Elegí, para sobrellevar el calor, un concierto de Indochine de 1997.
Cuando terminó, viendo que ya eran las 5:30, decidí salir finalmente con dirección al Jockey. Elegí otro camino para evitar toparme con Rodrigo, e inclusive ingresé por la puerta de Olguín, previniendo casualidades desagradables, como reza el dicho "Juan seguro vivió muchos años". Hice todo lo posible por evitar un encuentro, había tomado otra dirección y la hora se prestaba para que hubiesen pocos peatones en el lugar, pero como quien dice, cuando está para pasar, pasa. Me encontraba sumergido en el estruendo de un CD de White Stripes colocado en el Discman, cuando de repente, entre un tumulto de gente que venía hacia mí, reconocí una mirada conocida. No un cuerpo, no una cara, sino tan sólo unos ojos, entrecerrados, como queriendo devorarme pero que al mismo tiempo me examinaban con una inusitada minuciosidad. Por un minuto me alegré de poder encontrar un punto a esas horas del día, pero la ilusión se desvaneció cuando aprecié de cuerpo entero a un individuo harto conocido: Rodrigo.
Todo pasó en menos de un microsegundo. Él me miraba, sonriendo, y yo me hacía bolas en el cerebro pensando en si lo debía saludar o si debía ser amable con él después de todo lo que pasó, pero al final opté por poner cara de desentendido. Después de todo, si venía sonriendo era obvio que me venía saludar. Y así lo hizo. Yo alcancé a fingir sorpresa hacia las últimas milésimas de segundo, para pasar piola. La sorpresa dio lugar al estupor, cuando reparé en su piel rojiza, bronceada por un posible paseo a la playa, y su barba de más de 3 días. Si hay algo que consigue levantarme del suelo y mantenerme suspendido en el aire es un hombre con vello facial. Eso, definitivamente, es un bonus. El otro bonus fueron sus shorts color khaki que guardaban con primor sus piernas hipervelludas, como enfundadas en un par de medias negras.
Rodrigo: Hola, Cyan. Cyan: A los años, ¿qué haces por acá? Rodrigo: Venía del cine, fui a ver "Piratas del Callao" con mis sobrinos. ¿Y tú? Cyan: ¿Yo? Emmm... voy a... a pagar una cuenta de Saga. Rodrigo: Ah, pensé que también ibas al cine. Cyan: No... Rodrigo: Bueno, mis sobrinos me están esperando... Cyan: Hablamos pues. Cuidate. Rodrigo: Chau.
Se fue con la misma sonrisa dulzona que parecía sincera. Mi corazón latía a mil por hora, me había desterrado hacia un mundo irreal, un universo etéreo donde confluían todas las palabras y todas las experiencias que había vivido con Rodrigo. Y fue allí, por primera vez, cuando me di cuenta que ése chico guapo tenía que ser mi amigo. Así hubiese sufrido por él, así me hubiese pagado con una mala moneda, nunca estaba de más un acompañante como él. Después de todo, la gente te mira mejor cuando tienes a alguien bonito a tu lado. Rodrigo es más que bonito, obviamente, pero corría el riesgo de caer de nuevo en sus redes. Por algo el destino lo había puesto, de nuevo, en mi camino. Llegué a mi casa con una extraña alegría que no podía describir. Al abrir el MSN, lo encontré conectado. Quería abrirle una ventana, pero no lo hice. Hasta hoy, sigo en la duda. |
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Gracias totales
domingo, febrero 27, 2005 |
Una vez dije entre copas que si fuese mujer me gustaría ser Alicia Silverstone. Quizás el equivalente en nuestros días de la Srta. Silvertsone sea Reese Witherspoon o Paris Hilton. A Reese no le hago mucho caso porque a pesar de estereotipo y la imágen que proyecta, es una chica muy lista (y una excelente actriz que empezó en el circuito indie para luego ser absorbida por la maquinaria), y no necesitamos a alguien que finga ser tonta, sino que SEA naturalmente tonta. Por su parte, Paris sí es mononeuronal de nacimiento. No contenta con meterse al star system en el bolsillo y llamar la atención por sus claros aires de diva (la hija de puta me causa tanta adicción que hasta la fecha no me repongo), ha demostrado un elevado gusto en materia de hombres. Sino, miren nomás el videíto que protagonizó con su ex-novio Rick Salomon. En aquél video, el rico de Rick, arrechísimo, erectísimo, con una verga tan al palo que más parecía mástil de Fiestas Patrias, hizo merecer a Paris casi de alma, con un talento envidiable, como debe ser. No en vano el dichoso video ha sido el único material heterosexual con el que me he masturbado.
¿Por qué escribo todo esto? Porque hay que agradecer a Paris el haber sido tan tonta de colocar de pregunta secreta en su cuenta de e-mail algo del cual todo el mundo conoce la respuesta. Su perra chihuahua (menos perra que la dueña) llamada Tinkerbell fue el detonante para que el correo electrónico de Miss Hilton fuese hackeado y saliera a la luz, entre los miles de contactos, el e-mail y el teléfono de Fred Durst, un bad boy al que le eché el ojo ni bien se hizo conocido, y que se convirtió en uno de los personajes más concurridos mentalmente durante mis noches de onanismo. Obviamente, Fred Durst también ocupa un lugar importante en mi lista de MIWF (Men I Wanna Fuck). Por supuesto que ni bien me enteré de la noticia, le mandé un e-mail a Fred declarándole mi amor eterno y, lleno de ilusión, marqué su número sin obtener respuesta alguna. No importa, Fred, yo te seguiré queriendo igual. ¿Por qué demonios Paris no hizo un video contigo? Como diría Bibi Gaytán, "tonta, tonta que fui...". Pero igualmente, se agradece. Paris, de todo corazón, desde éste recóndito lugar del planeta: gracias por ser tan tonta.
Durst, Fred 1-310-948-0808 fd@attwireless.blackberry.net
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Versión 4.0: Coffee Pandemonium
viernes, febrero 25, 2005 |
La cuarta versión de Medication llega con cuatro días de anticipación. Las razones son muchas. En primer lugar, el diseño anterior nunca me gustó, admito que se veía bien en una resolución más grande, pero en 800x600 perdía su verdadero propósito. Por eso estuve quemando cerebro durante aproximadamente dos semanas, cuando surgió el problema de Rodrigo. Como una manera de erradicarlo de mi masa encefálica, necesitaba deshacer cualquier vestigio suyo presente en mi memoria, y decidí pasar totalmente del diseño de la "etapa Rodrigo".
Ahora que lo veo acabado, me gusta mucho. Demasiado. Sería genial que fuese permanente, pero el mundo cambia, mis neuronas son volubles, es posible que tarde o temprano llegue a aburrirme, pero presiento que no será a corto plazo. Estuvo a punto de cambiar de imágen principal porque el susodicho se parecía a Gael García Bernal, pero conservaba el look que define mi apariencia física, lo cual a la larga terminó ganando. La imágen pertenece al ImageBank y pertenece a sus respectivos autores intelectuales. Con respecto al fondo, es un homenaje a la textura de pan árabe que consume en grandes cantidades mi amiga Addy Possa, y que ayudan a hacer el conjunto visual un poco más sucio.
By the way: el de la foto NO SOY YO, y para evitar futuras confusiones, JAMÁS han visto, ven o verán una foto mía publicada aquí, sino, la idea de mi anonimato no tendría sentido de ser... ¿no creen?
Tercero: el cafecito. Ahora que soy cliente fijo del Starbucks del Jockey (para quienes quieran conocerme pásense por ahí algún día a eso de las 5 y, si tienen suerte, me verán sentadito tomando un ice capuccino con algún amigo de turno, porque siempre me acabo encontrando con alguien, Lima es bien chica) decidí ponerme acorde con el java feeling (el grano del café, no el lenguaje de programación), aunque a decir verdad lo mío es la leche (ustedes ya saben por qué).
Por último, el estilo de letra... como que ya está un poco más literaria la cosa, ¿no? Ojalá que cuando salga publicada mi primera novela con mi nombre real, nadie se de cuenta que detrás de aquél apellido oligárquico se esconde el cianúrico Cyan. Tiembla Beto Ortiz (eres un ingrato). |
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Daewoo Brigitte
jueves, febrero 24, 2005 |
Ya estaba en pleno trance de histeria decimonónica del mes ante la ausencia de la ola carmesí (porque a los gays también nos da la regla, señores), malhumorado, con el ceño fruncido y una mueca de disgusto, bajo los primeros rayos de sol de la mañana, maldiciendo a medio planeta porque el despertador nunca sonó y ahora llegaría tarde a clase de francés. Paré el primer micro que pasaba, un Daewoo blanco, y me senté, ahislado, en uno de los asientos del final, para evitar cualquier contacto con la humanidad que pudiese activar la detonación de mi cólera.
Me puse los headphones del discman y coloqué el "When the pawn" de Fiona Apple (lamenté no haber traído conmigo algún CD de cualquier angry grrl tipo Liz Phair), que era lo que mejor venía para etapas de incertidumbres para condimentar con un piano desconcertante y una vocesilla enigmática y cachosa. Estaba totalmente obnubilado, tratando de asimilar las canciones de Fiona y desterrando a un segundo plano el inaudible motor del vehículo, cuando, en las cercanías de la academia de Inglés, subió Brigitte Bardot.
Mejor dicho, subió Santiago, also known as "Brigitte". Al principio no lo reconocí porque estaba altísimo y había erradicado su trendy look, cambiándolo por un pantalón marrón de drill y un polo celeste bastante simple. Llevaba también un morral cruzado y unos libros de inglés bajo el brazo. ¿Era el paso del tiempo o Brigitte era, más que guapo, un chico precioso que subestimé por estar vestido la última vez como un vulgar pastrulo? Definitivamente, el hábito hace al monje, y Brigitte se veía demasiado atractivo con aquella vestimenta semi-casual.
Pero existía un problemilla: ni bien subió, Brigitte se apeó a uno de los pasamanos cercanos al chofer, al no encontrar asientos libres. Me pregunté si debía pasarle la voz, pero cundió un inesperado miedo por mi espina dorsal. ¿Miedo? ¿Por qué? ¿Por que quizás cabía la posibilidad que Brigitte se hubiese olvidado de mí, de aquella noche de copas y muy loca? ¿De que lo coronamos como Brigitte y que cantó junto a mí una canción de Raffaella Carrá a las 3 de la mañana en una vetusta combi que atravesaba la Javier Prado? ¿De que, valgan verdades, nos habíamos caído más que bien? ¿Podría olvidarse Brigitte de nuestra cada vez más acrecentada confianza?
Brigitte miró un par de veces hacia el lugar donde estaba sentado, supongo que para comprobar si existían asientos libres. No sé si en ese momento ya se había dado cuenta de mi presencia, pero lo cierto es que minutos después se hizo evidente: me había reconocido, pero no se atrevía a aproximarse. ¿Chico tímido? Si la montaña no va a Mahoma... tampoco iré a la montaña. Estaba harto de perseguir chicos, estaba harto de ser retribuído con indiferencia por tipos como Rodrigo. Si Brigitte me había reconocido, tendría que ser él quien diese el primer paso.
Ya me estaba arrepintiendo de mi estúpido razonamiento cuando varios pasajeros, entre ellos quien estaba sentado a mi lado, se bajaron. Brigitte, impulsado por el repentino éxodo de personas, reparó en mí con sus grandes ojos y sonrió, avanzando a grandes pasos entre los asientos libres. Yo ensayaba mis muecas de sorpresa bien a lo Grace Adler (Will & Grace), aunque algo más teatrales para arrancarle una sonrisa.
Se habían liberado dos asientos: el que estaba a mi costado y el que estaba adelante. Yo rezaba. Que no se siente adelante, que se siente a mi costado. Que no se siente adelante, que se siente a mi costado. Que no se siente adelante, que se siente a mi costado. Que no se siente adelante, que se siente a mi costado. Que no se siente adelante, que se siente a mi costado. Que no se siente adelante, que se siente a mi costado. Se sentó a mi costado. Aleluya. Pero antes me dio un fuerte apretón de manos (¿reinvidicando su hombría, quizás?).
Brigitte: Habla Cyan! Cyan: Habla Brigitte, qué milagro. Brigitte: Jajaja... Brigitte... pensé que te habías olvidado de eso. Cyan: Nunca.
Estaba lindo. Era la primera vez que lo veía a la luz del día y había pasado el exámen con sobresaliente. Su sonrisa y sus ojos hacían una conjunción perfecta con su piel tostada. Su cabello adquiría tonos castaños junto a la ventana. Yo lo miraba embelezado pero trataba de disimular mi entusiasmo. Él, por su parte, hablaba atropelladamente, como si quisiera hacerme un resumen de su vida en menos de un segundo. Me contó, entre otras cosas, que estudiaba inglés y que salía exactamente a la hora que yo comenzaba el francés. Muchas coincidencias.
Lamentablemente, la conversación no dio para más porque ya me acercaba a mi destino y tenía que bajarme. Nos despedimos con bastante alegría y prometí escribirle, pues hasta la fecha no le he mandado ni un mísero e-mail. Bajé del micro y Brigitte me hizo adiós desde la ventana. Me pareció que me había guiñado un ojo. Intenté relajarme tratando de bajar de mi nube. Es obvio que le caigo bien, muy bien, pero ¿será más que eso? Las preguntas quedaron latentes en mi subconciente. No obstante, existe algo de lo que sí estoy segurísimo. Me gusta. |
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La vida sigue siendo injusta
miércoles, febrero 23, 2005 |
Parece ser que siempre me encuentro en el lugar equivocado, a la hora equivocada y en la situación equivocada. ¡Qué duda cabe que el recurso más manoseado a la hora de querer sobreponerse ante una decepción amorosa es, precisamente, una sesión desenfrenada de sexo, en especial si nuestro compañero sexual es mil veces más atractivo que el sujeto que pretendemos sepultar en el cementerio del olvido!
Para muestra, un botón. El día de ayer decidí darme una vuelta por espacios que ya creía olvidados, como los lugares del cyber-ligue. Mi predilecto de todos siempre fue el Gaydar, y al ingresar a mi cuenta luego de un mes de jubileo sentimental, me encuentro con decenas de mensajes atiborrados en mi bandeja de entrada. Por supuesto que no era razón para alegrarse: el 90% de los mensajes que me llegan provienen de individuos que no son en absoluto mi tipo y deciden escribirme pese a las restricciones físicas que claramente describo en los requerimientos de mi perfil.
Sin embargo, cuando me encontraba en pleno proceso de selección, hubo algo que hizo palpitar mi corazón más de la cuenta. El susodicho no tenía foto, pero decía ser argentino y vivir en Buenos Aires. La misiva decía "Me encantó tu perfil, estaré de paso por Cusco a mediados de febrero, y me gustaría mucho conocerte. Éste es mi e-mail, agrégame a tu MSN". Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no patear el mueble de la computadora. La quincena de febrero concluyó la semana pasada, y por estar ocupando mi mente en Rodrigo, dejé escapar un apetitoso manjar bonaerense.
Cuando creía perdidas todas las esperanzas, lo agregué al MSN y voila!, allí estaba conectado el amable desconocido. Pese a que sonaba un poco putón, lo primero que hice al abrile una ventana de charla fue pedirle una foto. Sugirió algo mejor: "tengo webcam, ¿querés verme?". Por supuesto que quería, y tampoco estaba preparado para lo que surgió minutos después en la pantalla del monitor: un regalo de la naturaleza, un efebo, una mezcla de Jesucristo Superstar con estrella de indie rock desgarbado y derrochando toneladas de atractivo sexual por la mirada. Era demasiado.
No había que cantar victoria aún. Mariano (que así se llamaba el argento) era más que lindo, perfecto, y lo más importante: yo le gustaba. Pero existía un pequeño detalle: si bien estaba en Cusco, se regresaba mañana a Buenos Aires por vía terrestre, pues la guita no le alcanzó para venir a darse una vuelta por Lima y conocerme. Ambos nos dimos con la sorpresa que estábamos en la necesidad desesperada de unir nuestros cuerpos en un acto sexual totalmente salvaje, y existían demasiados obstáculos para consumarlo.
Aquél fue uno de los peores momentos de mi vida. ¿Por qué el destino sigue negándome la felicidad? Lo peor de todo era que me encontraba en un momento económicamente difícil, pues de hallarme forrado o me iba a Cusco en un santiamén a hacerle el amor o lo invitaba a Lima con los gastos pagados para que se quedara toda la vida a mi lado. Si el amor significa mantener un novio como él, pues él lo merecía, y mucho. Mariano me dijo: "Sabes, estoy soltero, y es una lástima que estemos lejos porque mataría por un novio como vos".
Nos despedimos con la promesa de seguir escribiéndonos por MSN y de encontrar alguna manera de vernos en un futuro. Es por eso que considero seriamente la posibilidad de ir a Argentina. Quizás mi destino se encuentre allí, aunque no tengo los cojones suficientes como para dejarlo todo e ir tras él. Por ahora sólo me queda consolarme con el screen-cap que hice de su webcam. ¿No es precioso?
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Brigitte Bardot
lunes, febrero 21, 2005 |
* Este fue el post que debió salir la semana pasada y que, debido a crueldades del destino, se borró y tuve que re-elaborar en una versión extremadamente condensada.
Funky me invitó a ir a una reunión en casa de una amiga suya, invitación que al principio rechacé ante la idea de llegar al lugar y no conocer a nadie, pero que terminé por aceptar ante la insistencia de Funky. Además, ya era hora de conocer nuevas personas y terminar de sepultar bajo tierra todo el asunto de Rodrigo. Al llegar, nos abrió la puerta la dueña de casa. Se llamaba Paqui Derma, la cual pese a su gordura destilaba toneladas de buena vibra y ansias de diversión, e inclusive me saludó con un abrazo y todo. Más grande fue mi sorpresa al encontrar en la sala a Addy Possa. ¿Qué hacía ella ahí? Vaya coincidencia. Resulta que Funky y Addy Possa conocían a Paqui Derma de hacía años, y decidieron juntarse para tomar unos tragos y recordar viejas anécdotas. Paqui Derma demostró una vez más su amabilidad al poner frente a mí una botella de cerveza, de manera que los cuatro nos sentamos en los sillones a beber sin mesura y a reírnos de todo y al mismo tiempo de nada.
Cuando el timbre sonó cerca de las once de la noche, Paqui Derma se puso de pie para abrir la puerta, no sin antes anunciar, con una sonrisa afectada por los 3 litros de cerveza que llevaba en el estómago, que había invitado a un amigo para que se acoplara a la pequeña fiesta que amenazaba con convertirse en una borrachera memorable. Acto seguido, Paqui regresó a la sala acompañada de un chico avispado y altísimo que presentó como Santiago. Muchacho agradable, pero que a primera vista no consiguió una nota aprobatoria en mi análisis de sex-appeal: para empezar era trigueño casi tirando a tostadito, y aunque suene racista, mi pene sólo se erecta con la piel blanca. En segundo lugar, traía puesto un polo blanco semi-deformado por el uso, un short verde viejísimo y una Vans pasadas de moda.
En contraste con el atuendo, Santiago me convenció en menos de media hora que, como dice el refrán, "la pinta es lo de menos". Se acopló perfectamente en nuestra reunión y todos, hasta Funky, lo miraban con mucho interés. Santiago hechizaba con su labia, con risa encantadora, con cada chiste que contaba, uno tras otro, como si se hubiese tragado uno de esos libros de chistes malísimos, porque no es que fueran buenos: la gracia consistía en la manera cómo los contaba. Noté que, pese a ser morochito, Santiago era bastante guapo, su sonrisa era en verdad arrolladora, y que su look no era más que una prolongación del típico party-boy matoncito pero de buen rollo.
Para completar el cuadro, Santiago me contó también que estudiaba comunicaciones, pero se decataba por el periodismo, y de una manera u otra resultamos ser colegas, qué coincidencia (las casualidades del azar continúan rigiendo mi destino). Sobre la mediachoche, Santiago, Funky, Addy Possa, Paqui Derma y yo, que llevábamos ya destapadas 3 cajas de cerveza, parecíamos amigos de toda la vida. Y como el alcohol deschava a la gente, el encargado de cagarla (al menos eso pareció) fui, curiosamente, yo. Todo comenzó cuando Santiago comandaba una plática acerca de la ausencia total de programas de rock en la televisión abierta, trayendo a colación a "Jammin", un programa de cable local que es el favorito de muchos.
Cyan: ¡Claro, Jammin es bravazo! Además, el Edu Saettone ése es un cuerazo. ¡Que me haga un hijo!
Funky, en vez de soltar una carcajada, escondió el rostro tras un cojín, Addy Possa escupió cual heizer el trago de cerveza que llevaba en la boca y Paqui Derma se puso roja de tanto toser por la risa nerviosa que le sobrevino. Santiago y yo continuábamos riéndonos de mi comentario, y fue allí mismo en que que mi cerebro, atontado ya por el alcohol, se dio cuenta de una pequeña probabidad: Santiago desconocía que yo fuese gay, y quizás tampoco supiera que Addy Possa y Paqui Derma me secundaban por ser ellas mismas, bisexuales. Algo debió percibir Santiago, porque se apuró en decir:
Santiago: Y bueh... el tal Edu tiene su pepa ¿o no?
Aquello significó una especie de aceptación por parte de Santiago hacia el aliciente homosexual del grupo, y lo que vino después fue el colmo. Terminamos hablando de drag queens, de música gay, de gays, del matrimonio homosexual y de las experiencias "dudosas"de la adolescencia.
Addy Possa: Oye, Santi, pero no me vas a negar que hay veces en que por más heterosexual que seas, siempre puede terminar gustándote algún chico, en tu caso... Santiago: Bueno, sí... yo también tuve una etapa similar. Todos: ¡Cuenta! Santiago: Nada que... cuando tenía, no sé, unos 16 o 17, me gustaba un amigo de la academia. Pero no pasó de un simple beso. Cyan: ¿Te lo chapaste? Santiago: Sí, pero como dije antes, fue sólo una etapa. ¿No tiene nada de malo, no?
Por supuesto que no tenía nada de malo. Es más, si Santiago es heterosexual, como dice ser, al menos radica en él la semilla de un posible encuentro homosexual. En eso pensaba cuando unos empezaron a ir al baño, otros a la cocina a traer cerveza o a comprar cigarros, y Santiago y yo terminamos sentados uno al lado del otro, en el mismo sillón. Hablábamos de cualquier cosa, pero yo noté cierta "confianza" por parte de Santiago. Algo había cambiado en su mirada, como si la complicidad fuese mutua. Al tenerlo cerca y observar con detenimiento sus ojos negros y sus dientes blaquísimos, acabé comprendiendo que Santiago era más que un chico simpático. Era un muchacho culto, guapo, inteligente, bromista, encantador y de cierta inocencia infantil. ¿Es que Santiago empezaba a gustarme?
Lo que pasó a continuación fue el acabóse. Santiago comenzó a imitar a unas drag queens que había visto por televisión y luego se puso a cantar una canción de Madonna que salía por los parlantes del estéreo de Paqui Derma. Addy Possa, Funky y yo nos mirábamos intrigados. ¿acaso Santiago estaba dando muestras de conducta gay? Por eso, Funky tuvo a bien hacerle la pregunta:
Funky: Oe, Santiguitsss... ¿cuál es tu actriz favorita? Santiago: ¡Brigitte Bardot!
Algo raro estaba pasando. Era extraño que un chico supuestamente heterosexual tuviera predilección por una actriz de los años 60, parte de la iconografía kitsch de la cultura pop. Ya sabemos que lo kitsch siempre desemboca en lo gay. Habría podido nombrar a Jennifer Lopez o a cualquier otra, pero ¿la B.B.? O a Santiago le gustaban las películas de Godard en las que salía la rubia explosiva o sencillamente admiraba sus condiciones de diva de las pelucas, las plataformas y el tacón alto.
Addy Possa: ¿Brigitte Bardot? ¡Anda! Santiago: Sí. Me encanta. Funky: Entonces a partir de ahora te diremos Brigitte. Cyan: ¡Sí! ¡Brigitte! Todos: ¡Brigitte! ¡Brigitte! ¡Brigitte! Cyan: ¡BRIGITTE AL PODER!
Lejos de molestarse, Santiago rió de buena gana y aceptó su nuevo apodo de mujer fatal. Seguíamos sentados en el mismo sillón, pero yo ahora lo llamaba "Brigitte". Y él, como si nada. ¿Tan buena gente era? Continuamos hablando y bebiendo. El resto volvió a sentarse y a retomar la plática, pero Santiago parecía haber tenido suficiente por esa noche. Se recostó en el sillón a echar una pequeña siesta y luego se quedó dormido sobre mi hombro. Fue razón más que suficiente para emprender la retirada. Tras agradecerle a Paqui Derma su hospitalidad, Santiago, Funky y yo salimos de la casa (Addy Possa se quedaría a dormir con Paqui). Contra todo pronóstico, quien más conversaba con Santiago era yo, de manera que Funky, como presintiendo que algo pasaba entre nosotros, se despidió rápidamente y se perdió al doblar la esquina. Yo me quedé solo con Santiago, seguíamos riéndonos y contándonos chistes, y cuando llegamos al avenida Javier Prado, una nueva coincidencia nos unió: al preguntarle dónde vivía, resultó que su casa quedaba a unas 10 cuadras de la mía.
De modo que nos sentamos en la vereda, rezando para que a las 3 de la mañana se apareciera alguna combi con dirección a La Molina. El cielo escuchó nuestros ruegos y acabamos subiéndonos a una combi maltrecha con la radio a todo volúmen. Un sólo pensamiento invadía mi mente: quería seguir viéndolo. Y para eso tenía que encontrar una excusa perfecta para pedirle, de forma sutil, su e-mail (al menos). Poco después, se me ocurrió algo interesante. Y ni siquiera tuve que mentirle.
Cyan: Alucina, yo escribo una columna de rock independiente. Santiago: Ah qué chevere. Cyan: De repente tú conoces a alguna banda nueva para hacerles una entrevista. Santiago: ¡Claro! Mira yo soy bien pata del vocalista de The Mamelucos. Cyan: Bacán, ese grupo me encanta. Santiago: Son lo máximo. Cyan: Ya pues, ¿cómo hacemos? Santiago: Mira, te doy mi e-mail, me escribes y de ahí coordinamos.
Listo y hecho. Eso no fue en absoluto difícil. Cada minuto que pasaba veía a Santiago más lindo, tenía unas ganas locas de besarlo. Y la noche nos dio un último regalo: la radio de la combi empezó a emitir, oh sorpresa (oh, divina coincidencia) una canción de Raffaella Carrá, nada menos que el superclásico "Hay que venir al sur".
Cyan: ¡Ja! La Carrá. Santiago: Sí, la Carrá. Cyan: ¿No te parece una coincidencia? Santiago: Definitivamente.
Al cabo de unos segundo acabó pasando lo que tenía que pasar: los dos cantando Raffaella Carrá a voz en cuello. ¿Cómo era posible que Santiago supiese la letra de una canción de la Carrá, y sobretodo de ésa canción? Las dudas se habían sembrado ya como un intrincado matorral de preguntas. Santiago se despidió de mí con la promesa de responder mi e-mail. Aún así, me sigue pareciendo muy sospechosa su conducta. Como dicen por ahí, no hay mal que por bien no venga.
*The Mamelucos es un seudónimo que encontré para calificar a una banda limeña de indie rock que existe en la vida real. |
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El colmo de la coincidencia
sábado, febrero 19, 2005 |
Cada vez que me pongo a recordar el post que escribí (y perdí), siento acidez en las entrañas, un maremoto interminable de burbujas de ácido muriático en el estómago. Por consiguiente, en la actualidad me hallo en búsqueda del momento propicio para volver a escribir la historia que se quedó en el limbo, entre una fallida conjunción de click de mouse y una errónea pulsación del teclado, y vaya que era un post extenso. Justamente, con la idea de despejar la mente y reencontrarme con mi talento innato para la literatura, decidí ir a visitar a mi amiga Addy Possa, que vive en la residencial San Felipe. Como Addypossita es bastante tacaña, pues hasta ella tiene la desfachatez de reconocerlo, nos fue imposible encontrar rastos visibles de alimento alguno en su refrigeradora, por lo cual era menester salir a comprar provisiones al Metro de la avenida Pershing.
Para terminar de coronar la semana de encuentros inesperados (ya me suena a un episodio del felizmente desaparecido "Vale la pena soñar"), en el momento en que Addy y yo cogimos un carrito para ingresar al supermercado, pude ver, no muy lejos de donde estábamos, a un grupo de chinitos riéndose de lo lindo, dispuestos al igual que nosotros a coger un carrito de compras. Uno de ellos me resultó especialmente familiar: alto, regordete, con un pantalón corto bajo la rodilla y zapatillas de jugar golf. Los pelos parados fueron la antesala perfecta de triste recordación, antes de que se diera la vuelta para poder ver su rostro en versión totalmente uncensored: era Hiro.
Recordé que no lo veía hace más de un año, desde aquella dolorosa oportunidad en que me lo encontré cara a cara en la puerta del cine, y mi amigo Funky tuvo que hacerse pasar por mi novio para evitar que me pusiese a llorar ahí mismo. Esta vez, sin embargo, Hiro no me vio. Se pasó de largo entre risas, con sus amigos. En ese preciso instante me pregunté qué era lo que podría pasar si nos hubiésemos encontrado cara a cara. Hace meses que no lo veo por el MSN, y mi sexto sentido me indica que existe una gran probabilidad que Hiro me haya bloqueado. ¿Por qué? Porque, como recordaba en un post anterior, aquél chico que conocí en el chat y que resultó ser su ex, puede haberse ido de lengua y contarle con lujo de detalles la manera en que yo pintaba a Hiro como el ser más despreciable del planeta, cosa que no está tan lejos de la realidad.
Lo mejor de todo fue que, a diferencia del reencuentro con Rodrigo, en esta oportunidad me sobrevino una ola de alegría incontenible al notar lo que Hiro luchaba por ocultar: estaba gordo. Gordísimo.
¡Qué bien, carajo! |
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Odio a Blogger.com
jueves, febrero 17, 2005 |
Escribí un post bellísimo acerca de los grandiosos acontecimientos que sucedieron anoche, y que creo que a más de uno le agradaría saber. Me demoré más de dos horas desarrollando el texto y una más para corregirlo. Por fin, cuando terminé (y para evitar que se borrara), seleccioné todo lo que había escrito antes de darle "Publish Post". Pero al seleccionar presionando shift, se borró. Absolutamente todo. No hubo manera de recuperarlo: la página de Blogger.com no tiene tecla "Undo". Maldita sea. Francamente, estoy tan molesto que no pienso actualizar absolutamente nada hasta que se me pase la cólera. ¿Por qué me pasan éstas cosas a mí? Qué rabia. Me dan ganas de cerrar el blog. |
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Juguete del destino
miércoles, febrero 16, 2005 |
Me levanté para ir a mi clase de francés y sentí un atmósfera etérea, como cuando en Macondo llovió durante cuatro años y el ambiente era tan húmedo que, según García Márquez, los peces podrían entrar fácilmente nadando por la ventana de las casas. Salí a la calle y estaba nubladísimo, una leve brisa que congeló mis brazos me advirtió que estaba haciendo frío en pleno verano. Sí, sólo pasa en el Perú. ¿Dónde está el sol, el calor, el bochorno? ¿Acaso el clima quiere mimetizarse con mi estado emocional, y por eso, me regala una triste y gris neblina de cielo color panza de burro?
Llego al salón de clase y estaba desierto. No podía ser, llegaba con 10 minutos de retraso, era imposible que fuese el primero en llegar. Me sentí como el delicioso Eduardo Noriega en Abre los ojos. ¿Qué es lo que está pasando? ¿He perdido la razón? ¿Me encuentro, como diría Fangoria, en medio del glamour de la locura? ¿Las pastillas finalmente me cagaron el cerebro? Bajé las escaleras compugido. Era demasiado pronto para volverme loco, y lo más probable era que la clase hubiese cambiado de salón sin previo aviso.
"Hoy no hay clase, joven" me dijo amablemente la recepcionista. "Estuvimos llamando para avisarle, pero no obtuvimos respuesta". No quería ponerme a pelear, y menos con una mujer con un empleo aburrido, mal remunerado y con una pésima permanente que no tenía culpa alguna. Lamenté no haber podido dar un par de vueltas más en la cama, ahorrándome el trabajo de venir hasta aquí. De nada vale llorar sobre la leche derramada. Y como el tópico de la presente semana es "resignación", entonces me dirigí de vuelta a casa sin quejas de ningún tipo.
Era tempranísimo, la ciudad aún no despertaba. No era como en New York. Annie Lennox cantaba "This city never sleeps" en Nueve semanas y media, pero Lima estaba lejos de serlo. Hasta los cobradores de combi bostezaban y levantaban aburridos sus carteles para llamar a la gente. Ya estaba de regreso, en un micro completamente vacío, similar a Night of the living dead, cuando de pronto lo vi. Más o menos llegando a la avenida La Molina, vi a Rodrigo cruzando la pista. ¿Por qué tuve en ese momento una taquicardia imprevista? Rodrigo, vestido con un polo azul y rojo, demasiado kitsch para su costumbre, se veía bellísimo de pie en el paradero.
¿Era el paso del tiempo o en verdad se veía más guapo que la última vez que lo vi? Rodrigo, dubitativo, frunciendo el ceño de sus pobladísimas cejas, hizo un gesto extraño antes de tomar una S, y lo adoré una vez más cuando, ya sentado en la combi, recostó su mentón en la mano y miró tristemente hacia la calle. Mi bus arrancó sin piedad y seguí mi camino, perdiendo a Rodrigo de vista. Era una gran suerte que la luz del semáforo cambiase tan rápido, pues de lo contrario, estoy seguro que me hubiese bajado para subirme a su mismo carro. El destino sigue jugando conmigo, poniéndolo una vez más en mi camino. |
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Reality show
martes, febrero 15, 2005 |
Mientras escuchaba "Vuelve a la realidad" de Fangoria (de boca de Alaska escuché una letra apocalíptica que bien podría describir mi situación actual), y hallándome inmerso en medio de mis obligaciones laborales matutinas, Rodrigo entró al MSN. Pude percibir, a pesar de todo, un leve sacudón en la parte más recóndita de mi espina dorsal. Quería saber, a como diera lugar, el verdadero significado del "zumbido" y el "guiño" que me había enviado el día anterior, por una ventana del MSN. Esperaba que, al verme conectado, me daría una explicación contundente de sus acciones hasta ese momento inexplicables para mí. Como era de esperarse, no sucedió. Pasaron quince minutos y nada, seguía sin hablarme. La duda me carcomía, tenía que saberlo. Algo en mi cerebro empezaba a martillearme con la fracesilla de "no lo hagas" y eso pretendía hacer, así tuviera que retorcerme los dedos con un alicate para no chatear con él y exigirle que me esclareciera lo que estaba sucediendo. A la media hora, no pude más y le abrí una ventana, no sin odiarme a mí mismo por haber caído, de nuevo, en el círculo vicioso del querer y al mismo tiempo no querer.
Cyan: ¿Anoche me abriste ventana, no? Pero no sé que me mandaste... Rodrigo: Sí, hola... Cyan: ¿Qué fue? Rodrigo: ¿Qué cosa? Cyan: Quería saber qué me mandaste. Rodrigo: No mandé nada. Fue mi sobrina la que se metió a mi correo... Cyan: ¿? Rodrigo: ...y me empezó a enseñar el nuevo MSN. Pero en mi computadora no lo tengo.
Siempre suelen pasarme este tipo de cosas. Ni bien hago algo que no quiero hacer me arrepiento, y ni bien empiezo a poner mis esperanzas en alguna cosa, me sale el tiro en la culata. Conque no tenía nada que ver conmigo. Se trataba de una simple casualidad. Mierda. Maldita la hora en que le abrí ventana. Empezó a hablarme de un ex suyo que se encontró de casualidad en la calle. ¡Claro! Ahora venía a hacerse el rico, a contarme de sus problemas, de sus conquistas. ¿Dónde estaba la disculpa que me merecía por la vergüenza que me hizo pasar, dónde? No podía evitar responderle secamente, para que su idiotez le permitiera darse cuenta del error que cometió conmigo. Recién, después de 10 minutos de conversación, me sacó a colación el tema de su cumpleaños. Lo odié. No hacía falta que fingiera interés por mí.
Rodrigo: ¿Llegaste bien el sábado a tu casa? Cyan: Pues no. Me quedé botado a mitad de camino. Rodrigo: Pero mejor te hubieses quedado a dormir acá. Cyan: No podía. Rodrigo: Me siento mal. No me gusta que a mis amigos les suceda algo malo cuando vienen a visitarme a mi casa. Cyan: Sí pues, pero ni siquiera me llamaste. Por eso llegué a la conclusion de que no te importo. Rodrigo: No digas eso, discúlpame, es un error que cometí. Cyan: Pero eso no fue lo que me dolió más. Rodrigo: ¿Entonces qué fue? Dímelo por favor. Cyan: Fue algo que pasó después. Rodrigo: ¿Cuando me llamaste y te contestó Carlos? Cyan: Bingo. Rodrigo: Lo siento. Es que él está conmigo, somos una pareja. Cyan: Lo sé, pero después de la llamada la pasé muy mal porque comprendí que por más pareja que sean, nunca me llamaste para pedirme disculpas, ni me llamaste despues de tu cumpleaños, ni nada de nada. Rodrigo: Bueno yo no debí permitir que él contestara. Cyan: Una amistad no se hace de uno, sino de dos, eso es lo que pienso. Rodrigo: Entiendo lo que sientes. Cyan: No puedo estar buscándote siempre yo Rodrigo: Me porté mal, muy mal. Cyan: Y creo que lo mejor será que me aleje de ti, no por esta cuestión, sino por otras cosas que me he dado cuenta que me están haciendo mucho daño. Rodrigo: Dime qué es lo que pasa. Dímelo.
Si quería una confesión, le daría un drama. Una telenovela. Mi verdadera finalidad era hacerlo sufrir, hacer que se sintiera mal, hacer que sintiera al menos una pizca del dolor que yo había sentido. Y eso tenía un nombre: venganza. Y la venganza que urdí fue, precisamente, mentirle y decirle que estaba enamorado de él. Así le dolería más.
Cyan: No sé si éste sea el medio adecuado para decírtelo, porque las cosas se dicen cara a cara, pero bueno... no puedo verte ahora, tampoco. Rodrigo: Me he portado mal contigo. Lo único que puedo hacer es disculparme. Lo siento, en verdad, pero mi intención nunca fue causarte daño. Cyan: Lo sé, por eso lo comprendo en parte. Rodrigo: En serio, mi inmadurez me hace cometer mil errores, no soy perfecto. Cyan: Al final creo que yo tuve la culpa de todo, por hacerme ilusiones contigo, y creo que en parte te mentí. Rodrigo: Tengo miles de defectos. Además no puedes ilusionarte con una persona que conoces de un dia para otro. Y tu no me has mentido. Cyan: No es eso. Rodrigo: Te has portado bien conmigo, viniste a mi cumpleaños, nadie más de mis amigos vino, y eso lo valoro y te agradezco. Cyan: Lo sé. Cuando te conocí, me pareciste un chico lindo. Rodrigo: ahora me odias Cyan: Tendría que odiarte, pero no puedo, ese es el problema, no puedo. Rodrigo: porque Cyan: Por todo lo malo que pasé, la llamada, etc. Rodrigo: si quieres decirme algo feo dilo no lo tragas hazlo desahogate ya que tu lo dices... escribe lo que sientes para que te sientas mejor luego y siquieres me desaparesco de tu vida tu lo decides
Era el momento. Le soltaría todo el teatro, el teatro del dolor, como la canción de Fangoria. Y a la mierda con lo demás.
Cyan: El día en que nos conocimos no pude dormir. Rodrigo: ¿Tanto así? Cyan: Porque sentí que había hecho todo mal, porque lo que me dijiste acerca de que "yo besaba como un niño, como Kevin Arnold" me dolió. Rodrigo: Lo siento. Cyan: Quería que te gustaran mis besos, pero tampoco podía obligarte. Rodrigo: Pero te portaste muy bien, me escuchaste, todas las rocas que hablé... Cyan: En fin, eso fue lo de menos, pero como me encantaste... por eso te dije que quería salir contigo, tu me dijiste que sí, y al dia siguiente me plantaste. Rodrigo: No sé cómo disculparme, lo siento, ya sé que no basta... Cyan: Ese dia estuve muy mal, porque pensé que eras un chico sincero. Rodrigo: De repente yo no te merezco... Cyan: Pero decidí seguir viendote, porque me gustabas demasiado. Rodrigo: Mereces algo mejor que yo. Cyan: Desde que te conocí, me he masturbado pensando en tí, lo sigo haciendo, y pienso seguir haciéndolo, porque tu recuerdo es lo único que me queda. Rodrigo: ¿Tanto asi te podía producir? Si yo no soy tan interesante... Cyan: Para mi sí lo eres. Rodrigo: Hasta soy calabazón, hablo calabazadas... Cyan: Pero cuando empezamos a salir como amigos... cada nota de tu voz, tus ojos, tu manera de comportarte, de moverte, de reírte, de mirarme, la forma de tus manos, tu cabello, el roce con tu piel, tu olor, todo, TODO, comenzo a interesarme y dije "no puede ser", y fue allí cuando me di cuenta de que me estaba enamorando de tí, y a pesar de eso decidí negar lo que sentía. Rodrigo: Pero ¿tan rápido? Cyan: Porque quería seguir viéndote, y cuando tú me contabas de Carlos, yo te decía "pero no puedes enamorarte de él al toque" y te mentí, porque yo tambien me habia enamorado de tí rápidamente; y cuando me decías "ay no puedo dormir, pienso en él, no puedo comer", yo sentía lo mismo, no podia dormir, ni comer, ni concentrarme, por tí. Rodrigo: Eres un buen chico, no mereces lo que estás viviendo, necesitas alguien que te merezca lo que vales, tienes ya una profesion y eres bastante joven, necesitas amor. Cyan: Pero a la única persona que quería (y sigo queriendo) es a tí, así suene a tragedia griega, y sé que nunca me darás lo que espero pero bueno, así son las cosas. Rodrigo: Me has sentir mal, me siento culpable, no sé cómo disculparme contigo, pero es peor que esté contigo sin sentir las cosas maravillosas que tú sientes, porque esas cosas yo las siento cuando estoy con Carlos, y espero que él sienta los mismo. Cyan: Siempre encuentras una manera de meterlo a él en la conversación. Rodrigo: La vida no se acaba aquí, preocupate por tí, por lo que eres, a mí también me han rechazado, he sufrido, pero Carlos se gana cada día más mi cariño. Cyan: BASTA! por favor no me hables mas de él. Sé que suena egoista, pero ya no quiero saberlo. Rodrigo: Tienes razón, discúlpame. No sé qué mas decir. Cyan: Después comprendí y entendí que lo mejor es dejar de vernos, pero me retracté, e hice la promesa de no volver a llamarte, por más que he estado con el telefono en la mano. Rodrigo: Ya tienes que olvidar eso, no te martirices, será mejor que desaparezca de tu vida, lo siento mucho, pero ya sabes que siempre puedo ser un amigo más. Cyan: Pero igual, serás un amigo que se acuerda de mí una vez al año, y eso. Rodrigo: Sabes, estoy pasando un momento que nunca había vivido, y no quiero que se acabe nunca, por eso le quiero dedicar mi tiempo a Carlos. Cyan: Tú estas pasando por lo mismo que paso yo por tí, a diferencia que yo ya perdí las esperanzas . Rodrigo: Mil disculpas Cyan, lo siento mucho, pero no puedo corresponderte, Carlos ocupa ese lugar. Cyan: Y dale con Carlos. Rodrigo: Cyan, sabes, te dejo tranquilo, y no te martirices más, tú vales mucho, piensa que soy un amigo solamente, ¿OK? Gracias por todo, y me arrepiento del daño que te hice, así sigamos siendo amigos o así nunca más te vea. Cyan: Eso es algo que tengo pensar. Rodrigo: Además, ni que fuera un modelo de revista, yo no soy Gabriel Soto, ya te lo dije, soy un chico común. Ay... me haces sentir culpable. ¿Cómo me disculpo? Si quieres me desaparezco de tu vida, mejor, no sé, elimíname de tu MSN, borra mi teléfono y así estarás tranquilo. Cyan: Mira, eso es muy extremista, porque sería inútil. Rodrigo: Es que no sé qué puedo hacer. Cyan: Yo creo que será mejor que las cosas sigan así. Rodrigo: ¿Quieres que vaya a verte ahora? No, eso será peor. Cyan: Sí. Rodrigo: Es mejor que pase el tiempo y me veas sólo como un amigo, yo voy a desaparecer de tu corazón, el tiempo lo hará, vas a ver, yo tengo ya una pareja, y eso lo tienes que entender. Cyan: Lo entiendo. Rodrigo: Suerte, mucha suerte, ya me voy. Cyan: Yo también. Rodrigo: Y lo siento mucho, en serio. Cyan: Acepto tus disculpas Rodrigo: Gracias, y que te vaya bien. Cyan: A tí también. Adiós.
Listo. Borrón y cuenta nueva. Se acabó, terminó, c'est fini. All has been said and done. Owarimashita. The end. Rodrigo ha quedado sepultado mil metros bajo tierra. Y a otra cosa, mariposa.
*Las conversaciones incluídas aquí, salvo algunas correcciones de ortografía, han sido copiadas directamente del historial del MSN, si estoy violando el derecho a la privacidad de alguien, me importa un carajo. |
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Zumbido
lunes, febrero 14, 2005 |
Acabo de despertarme, cual reloj sincronizado de Parker Lewis (estas referencias al pop culture hacen que me sienta cada día más anciano). Lo primero que hice fue revolverme en las sábanas y desperezarme por completo. Fue un sueño reparador, qué duda cabe, pero también significó una desconexión entera con el mundo. Encendí el celular: mensajes de preocupación, mensajes de angustia, llamadas perdidas, mensajes por el día del amor y la amistad (a lo Sailor Moon). Escogí un mal día para levantarme: San Valentín.
Sí, aquella fecha cruel, que por fuera reviste la mascarada de ser una conmemoración de la amistad, pero que en el fondo nos hace revolvernos el estómago al descubrir que los que pensamos en San Valentín como el día de la amistad es para evitar pensar que estamos más solos que nunca. Como queriendo tapar el sol con un dedo. Los enamorados sí lo pueden disfrutar, pero nosotros no. Así quiera quedarme en casa, no podré: tengo que ir a la academia de francés, tengo que trabajar, tengo que hacer de cuenta que nada pásó ni volverá a pasar. También, optaré por alejarme de los escaparates con corazoncitos, flores rojas, cupidos y demás mierdas, porque los publicistas no terminan de entender que estas cosas significan un tormento más para las almas solitarias como yo.
En eso pensaba cuando vi un extraño resplandor en mi mini-estudio. Mierda, el monitor encendido. Lo cual significaba que la computadora se había quedado prendida durante 3 días, y lo peor es que no la dejé bajando absolutamente nada. Cuando me acerqué, descubrí lo peor: no sólo la computadora estaba prendida, sino que mi MSN también se había quedado abierto. Miles de ventanas parpadeando, pendejas, guardaban mensajes de rencor ante la falta de respuesta. Fui cerrándolas una a una, hasta que llegué a una ventana que decía "Rodrigo". Mierda. Había despertado y estaba ya más de 10 minutos sin pensar en él, y esa puta ventana me hizo descubrir el motivo de mi largo sueño. Rodrigo existía, por la puta madre. Pero lo más raro (y que me dio una extraña alegría al corazón) fue el hecho de que Rodrigo, quien nunca llamaba, Rodrigo, quien nunca se acordaba de mí, Rodrigo, quien pasaba de todo, me había abierto una ventana en el MSN. ¿Existen los milagros?
No, no existen. Al abrir con ansiedad infantil aquella dichosa ventana, noté que Rodrigo no me había dejado un mensaje, sino un zumbido, un extraño "guiño" animado, una de esas nuevas aplicaciones del MSN 7 Beta que aún no termino por entender. El guiño decía "enfadado". ¿Enfadado? ¿Será que, oh divina providencia, Rodrigo se haya dado cuenta que estoy molesto con él y me abrió una ventana, contra su costumbre, para disculparse? No lo sé. Por lo pronto, pienso seguir haciéndome la idea de que él no existe ni existió. Ya lo estoy consiguiendo. Es cuestión de tiempo. Y hasta que eso suceda (y por más que me duela) les deseo un Felíz Día de San Valentín. |
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La gota que colmó el vaso
viernes, febrero 11, 2005 |
Por supuesto que, como es usual en mí, hice caso omiso a la promesa de no llamar nunca más a Rodrigo. Sin embargo, temprano en la mañana, mientras me estiraba en la cama para terminar de despertarme y soportar la erección mañanera (que todos los hombres sufrimos religiosamente todos los días), pensé en él con un poco de nostalgia. Después de todo, siempre podría llamarlo de modo inocente, como quien no quiere la cosa, y averiguar cómo estaba, para que pensara que lo tengo siempre presente. En ese instante no me imaginé que, al romper mi promesa, vendría un castigo tan cruel que me haría arrepentirme, inclusive, de haberlo conocido. Por consiguiente, me veo obligado a hacer la promesa (ahora sí) de no volver a quebrantar ninguna promesa, así la brecha por conseguir la victoria se visualice cercana, pues también de ilusiones y falsas esperanzas está hecha la vida.
Mierda, me dije a mí mismo cuando descubrí que no había pagado el teléfono a tiempo y estaba con medio corte. No quería llamarlo de mi celular (algo me decía que quizás viendo quién lo llamaba, no me contestaría), así que salí a la calle en la cual, gracias a Dios, hay un teléfono público a menos de dos pasos. Coloqué la moneda de un sol y marqué, de memoria, los números de su celular. Sonaba el repique, pero luego de unos instantes, la comunicación se cortó. ¿Es que no quería responder? Marqué de nuevo. Nada, no contestaba. Ahora pienso que fue una señal del destino para indicarme que no lo llamara, que lo dejara en paz, que me olvidara de una vez por todas de él. Pero las señales del destino son fugaces, de corta duración. Apelando al sentimiento huachafo, pensé que "a la tercera sería la vencida". Lamentablemente, así fue.
Cyan: ¿Aló? Rodri... Rodrigo: ¿Sí? Cyan: Hola, soy Cyan. Rodrigo: Ah...
Esto me pareció haberlo vivido antes. No debí de llamarlo.
Cyan: ¿Qué tal? ¿Cómo estás? Rodrigo: Ahí...
Su voz sonaba rarísima. Debí intuír que algo pasaba, pero la laxitud acostumbrada del tono de su voz me hizo continuar en la búsqueda de respuestas.
Cyan: Te llamé para ver si nos podíamos ver. ¿Estás libre hoy? Rodrigo: No. No voy a poder.
Tajante.
Cyan: Bueno... cuando tengas tiempo, llámame pues, así sea a cualquier hora. Rodrigo: ... Cyan: ¿Ya? Rodrigo: ... Cyan: ¿Aló? Rodrigo: ...
Silencio. Como Naomi Watts en "Mulholland Drive". Silencio. No escuchaba nada, ni su respiración, sólo silencio. Cuando estaba por colgar, escuché a alguien tomar el teléfono.
Voz: Aló. Cyan: Ah, te decía que cuando quieras me llamas y salimos... Voz: Emmm...
Esa voz no era de Rodrigo, era mucho más suave, reposada, parsimoniosa. Algo en mi interior me comunicó que acaba de CAGARLA. Así, en mayúsculas.
Voz: ¿Aló? ¿Cyan no? Cyan: ¿Sí? Voz: Hola qué tal, soy Carlos. Mira, Rodrigo no puede atenderte en éste momento. ¿Tienes algún recado para él?
El auricular se me cayó de las manos y quedó en el aire sostenido por el cordón, iniciando un movimiento semejante a un péndulo. Yo, inmóvil, con el corazón en taquicardia, intentaba asimilar lo que acababa de pasar. Carlos. ¿Por qué le pasó el celular a él? Me sentí estúpido. Ahora lo comprendía todo. La voz de Carlos parecía la de un locutor de programas románticos radiales. ¿Hector Felipe? No, era más. Era una voz sencilla, pacífica, cada palabra que articulaba sonaba como suspendida en el limbo. Una voz hipnótica. ¿Sexy? Podía ser. Ahora recién le daba la razón a Rodrigo. Pero, tenía un asunto pendiente qué resolver. No dejaría que se diera cuenta de mi aflicción. Si me había hablado con serenidad, yo le hablaría con sorna. Eso haría. Como Alicia Silverstone diciendo Sporadicus. Recogí el auricular que, para remate, durante su movimiento chocó con mi entrepierna. Ouch.
Cyan: Ah sí... Hola Carlos, qué tal. Mira, si Rodrigo está por ahí, dile que me llame, porque me dijo que tenía que contarme algo, urgentemente. Carlos: ¿Algo? ¿Qué cosa? ¿Acerca de qué tenían qué hablar? Cyan: Naaa... es un asunto privado de ambos ¿entiendes? Carlos: Ah... Cyan: Jeje... así es... ¡wow, qué calor hace! Bueno, ya se va a cortar, así que me despido. Mándale un besito a Rodrigo de mi parte. ¡Ah! Y dile que me llame, ¿eh? Carlos: Eh... claro. Cyan: Bueno pues, cuídate. Carlos: OK. Chau. Cyan: Byeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee...
Colgué. La máscara de Alicia Silverstone en versión Johana San Miguel se cayó sobre el pavimento. A grandes pasos, mis ojos se humedecieron mientras regresaba a casa. No voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar. Luego de cerrar la puerta, me tiré al suelo. Observando el techo, me quedé al contacto frío contra las mayólicas. Mi cabeza me dolía, el suelo era demasiado duro e incómodo. Pero me gustó el dolor. Aplacaba el dolor que sentía en el alma, las punzadas de acupuntura que sentía por todo el cuerpo. ¿Qué podía hacer? Empecé a dar vueltas en círculo, en la sala. Fui a mi habitación y me tiré en la cama. Intenté dormir. Por supuesto, no pude.
Las primeras lágrimas se acumulaban en mis mejillas y amenazaban con convertirse en un mar descontrolado. No quería llorar. No podía darle ese gusto a nadie. Tenía que tomar algo. Si tengo que sacar a alguien de mi cabeza, borrarlo de mi sistema, imaginar que nunca existió, que nunca lo conocí, que nunca nos besamos, que nunca mordisquée su cuello, que nunca froté mi erección con la suya, que nunca absorví su olor delicioso, que nunca recorrí con mi mano la selva de vello de su abdómen, no podré hacerlo solo. Es más, no puedo, todo me recordaba a él.
¿Era así como me pagaba, luego de haber asistido como un miserable estúpido a su reunión de cumpleaños, siendo yo el único invitado? ¿Al convertirme en su paño de lágrimas y creer que existiría la oportunidad de ser amigos? Es demasiado. Too much. Por eso, acabo de llamar a un amigo médico para hacerle una consulta: con tres cápsulas de diazepam podré dormir tres días sin parar. Con suerte despertaré el domingo en la madrugada o el lunes temprano. Es la única manera en la cual podré decir al fin "borrón y cuenta nueva". Además, el sueño adelgaza. Claro que, la idea sería no despertar. Pero bueno, nada es perfecto. Son las 10 de la mañana. Un sueño de tres días es exactamente lo que necesito. Buenas noches y hasta el lunes. Rodrigo, hasta nunca. |
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Ah...
miércoles, febrero 09, 2005 |
Fue curioso haber podido ver el pene de Toshiro en todo su esplendor, y que al mismo tiempo, más allá de la impresión del momento, no me provoque el más mínimo deseo incontrolable que solía sentir al verlo. Cuando alguien me rechaza con todas sus letras (es decir, cuando me dicen sin pena ni compasión "no te hagas ilusiones, porque nunca pasará nada contigo mientras esté vivo, así tengas que pasar por sobre mi cadáver"), automáticamente mi cerebro y mis sentimientos elaboran un mecanismo de bloqueo que me impide volver a acercarme al autor del rechazo, y por consiguiente deja de interesarme y predominar en mi vida. Vale decir que Toshiro no lo hizo una, sino varias veces. Es por eso que, después de apreciar su sinceridad, lo sigo considerando un amigo valioso, y si él me pidiese una mamada, se la daría con gusto, pero no pasaría de un simple happening. Nada del otro mundo, como dicen por ahí, una paja y ya. Claro que si el lector es lo suficientemente inteligente, se dará cuenta con facilidad que el supuesto "bloqueo" no es más que un eufemismo o un floro barato para calificar mi altanería y el alto precio de mi amor propio.
Eso es exactamente lo que quisiera obtener de Rodrigo: una respuesta definitiva, para odiarlo y desearle la muerte. A diferencia de Toshiro, Rodrigo nunca podrá ser mi amigo: se trata de un muchacho inmaduro, torpe y por desgracia, amante del tex-mex. Para colmo de males es insensible, descuidado, desconsiderado. El lado bueno es la apariencia física, la gran atracción sexual que despierta en mí (sobretodo al imaginarme cómo será su cuerpo super velludo) , su voz tímida e infantil y sus ojos con leves ojeras que me hacen recordar a los de Robbie Williams. Pero no señor, no señorita: no todo entra por los ojos. Es un gran dilema, una gran mierda que mi sistema psicosomático me impide comprender, es casi inútil asimilar la idea de que, literalmente, me cago por un imbécil.
La idea de terminar con todo, finiquitar el contacto, me llegó en el momento exacto en que percibí su tono despreocupado durante la última llamada teléfónica. Está bien, yo había asistido a su cumpleaños el sábado por la noche, había sido el último invitado, su familia me trató con cariño, él me acompañó a las 2 de la madrugada hasta el paradero, inclusive me dio las gracias una docena de veces pero... ¿dónde estaban los hechos? ¿Por qué no se había conectado al MSN desde el sábado? ¿Por qué ni siquiera una mísera llamada? Aún estragado por el mar de contradicciones que fluctuaban en mi mente, decidí llamarlo para vernos ayer. La respuesta, por más que no quisiera saberla, ya la sabía.
Cyan: ¿Aló? ¿Rodrigo?
Rodrigo: Sí... ¿quién habla?
Cyan: Soy yo, Cyan.
Rodrigo: Ah...
Ah... Ese monosílabo que ni siquiera puede considerarse una palabra propiamente dicha, sino una expresión, fue lo que terminó por regir mi vida a partir de ese momento. Aquél "Ah..." le salió de las entrañas, sin pensarlo, en versión uncut y uncensored. Era el "Ah..." de la indiferencia, el "Ah..." de "ah... eres, tú, ¿cuándo me vas a dejar en paz?". El "Ah..." de "ah... otra vez tú", "Ah... a tí que te parta un rayo", "Ah... a pesar de no haberte visto desde el sábado me interesas un comino". Lo entendí perfectamente. No necesitaba más palabras. Ese "Ah..." me había dado la respuesta que necesitaba para terminar de una vez por todas con toda la mierda que tenía encima.
Cyan: ¿Qué tal?
Rodrigo: Bien... ¿oye, qué tal llegaste el sábado?
Cyan: Sin novedad... Te llamaba para ver si nos veíamos hoy.
Rodrigo: No puedo, he quedado con Carlos.
Cyan: Bueno, entonces ya fue...
Rodrigo: ...
Cyan: Cuidate, hablamos otro día.
Rodrigo: Gracias. Chau.
Y dí por finalizado todo el abismo de indiferencia que obtuve de su parte. No se si podré, pero por el momento me apetece tenerlo lejos de mi vida. Ojalá mañana al despertarme no cambie de opinión. Y algo me dice que así será.
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Extra-large
martes, febrero 08, 2005 |
Inquieto ante la falta de comunicación luego de que le hubiese prometido comprarle el box-set de Selena, Toshiro, movido por la súbita confianza mutua, hizo algo que nunca lo creí capaz de hacer: me abrió una ventana en el MSN. Pero las sorpresas fueron mucho más allá. Aparte de derrochar amabilidad (Toshiro siempre ha sido un payaso pero no llegamos a tener ese nivel de cercanía), luego de lo cual dudé si se trataba del mismo Toshiro, tuve que contarle la verdadera razón por la que me era imposible adquirir la caja de CDs. Le resumí violentamente mi frustración por la manera cómo estaban las cosas entre Rodrigo y yo, y Toshiro soltó el mismo comentario que ya había dictado mi conciencia: "Ya no vale la pena".
Pero la historia no acabó allí. No contento con su nueva faceta de confidente de secundaria, me sorprendió aún más cuando me mandó una invitación para poder ver su webcam, que acepté inmediatamente sin creérmelo del todo. La conexión se realizó y de pronto... voilà. Ahí estaba Toshiro espiándome con expresión de japonés snob detrás de unos lentes de sol celestes bastantes chics. Se veía exactamente como yo desearía verme si no fuera por la depresión que intento sobrellevar, pero tras el conformismo filosófico que depara la amistad que, a fin de cuentas, es lo único que los queda, seguimos con la conversación, y lo curioso es que en ningún momento me preguntó si yo también tenía cam.
Como dato extra, en las conversaciones de Toshiro siempre logra inflirtrarse el tema de Ana Conda. Él siente una enfermiza (e inmadura) atracción por mi amiguísima. Cada que vez que saca a colación a Ana, Toshiro se sobreexcita y monopoliza la conversación. Que Ana para arriba y Ana para abajo. Para colmo de males, Ana pasa completamente de él, así que he ahí el eterno dilema. En esas estábamos cuando Toshiro, bastante más atrevido que yo, inició una querella risible y subida de tono.
Toshiro: Ya pe Cyan, amigo mío, amiguísimo... hazme el bajo con Ana.
Cyan: Ya te dije que Ana pasa de tí, tío...
Toshiro: Ya sé! Dile que la tengo grande, así como le gustan.
Cyan: Ana no se así oye, además, a ella le gustan los niños andróginos bastante menores que tú.
Toshiro: No importa. Dile que soy extra-large.
Cyan: JAAAAAA!
Toshiro: ¿Qué?
Cyan: Jajajajajajaja y mil veces ja!
Era cierto y se lo dije sin tapujos: los japoneses son maniceros. Ahí quedaban las experiencias frustradas de sexo oral con Hiro y las interminables veces que vi los manicitos de mis amigos en las duchas del AELU. Por supuesto que también sabía que esa clase de bromas herían a cualquier hombre en su orgullo, o sea que lo hice medio a propósito. Y obtuve una recompensa más que memorable.
Toshiro: ¿Quieres que te pruebe que no soy manicero?
Cyan: Ver para creer.
Toshiro: Ya, sale y vale.
Cyan: ¿En serio lo harás?
Toshiro: Lo tomaré como que se lo estoy enseñando a una amiga.
Cyan: Me parece perfecto.
No lo podía creer. ¿Chico straight enseñándome su verga? ¿Lo hacía por despecho, por broma, por pura peliculina, por estar simplemente arrecho o porque en realidad vibraba en él la semilla de la bisexualidad?
Cyan: Ya pues hijito, no la hagas LARGA.
Toshiro: Espérate que se me bajó.
Cyan: ¿Cómo?
Toshiro: La tenía al palo... pero se me acaba de bajar.
Cyan: ¿Y ahora?
Toshiro: Pondré una porno que me bajé de E-mule. Ahorita se me para de nuevo.
Cyan: Esperemos que así sea.
Así fue. Al instante me avisó que ya estaba listo. Bajó la cam hasta la altura de su entrepierna, se puso de pie, se desabrochó lentamente el jean y empezó a palpar una notable erección, casi monstruosa, bajo el calzoncillo celeste. La garganta se me secó. ¡Qué espectáculo tan maravilloso! El hijo de puta estaba provocándome un morbo terrible al acariciar su virilidad en pleno. No pasó mucho tiempo para que el calzoncillo, que explotaba, cediera y saliese disparado hacia afuera, vibrante, triunfante, su hermosa pinga, todo un monumento de (estimo) casi más de 20 centímetros.
Aquello era una burla de la naturaleza. ¿Cómo era posible que un oriental fuese el dueño de semejante animal? Para poder dar prueba de la veracidad de los hechos, rápidamente hice un screen-cap y salvé una foto instantánea como recuerdo de la osadía. Toshiro guardó su herramienta y continuó hablando conmigo, pero las cosas no fueron lo mismo. Me quedé pensando en aquél pene, tan perfectamente esculpido, palpitante, apuntando directamente hacia mí. Se me había hecho agua a la boca. ¿Por qué me la enseñó? En el interín, le comenté que me había gustado su pinga y que por favor me enseñase más, cosa que aceptó mostrarme "con el tiempo". ¡Dios, qué tormento! Estuve a punto de comentarle de manera indirecta que me encantaría darle una mamada. ¿Qué quiere este chico de mí? ¿Existirá la posibilidad, por pequeña que sea, de que Toshiro sea bisexual?
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Party of one
lunes, febrero 07, 2005 |
No pensé asistir a su fiesta. En principio porque había quedado en asistir con un grupo de bloggers a una reunión "no oficial" organizada por Blogs Café. A mediodía, cuando reuní el suficiente valor para llamar a Rodrigo, me contestó él mismo, y luego de darme las gracias, intuí que algo andaba mal: aún no me agradecía por la tarjeta de cumpleaños de Selena que yo mismo le diseñé y envié. Rodrigo estaba demasiado entusiasmado, su voz sonaba feliz, sobretodo al contarme que Carlos lo había llamado a las 6 de la mañana, le había cantado "las mañanitas", le había regalado un oso gigante y había quedado como el enamorado más excepcional del mundo.
Rodrigo: Ay Cyan... nos va mejor que nunca.
Tragué saliva y ésta se me puso espesa, amarga. Algo en el interior de mi estómago reventó, sentí subir la efervescencia de las bilis hasta el paladar, y exhalé una baharada de aliento pésimo, como el de los perros. Me había tomado el trabajo de llamarlo para desearle Feliz Cumpleaños y lo primero que hizo fue enumerarme con lujo de detalles los cumplidos de su novio, sin siquiera agradecerme ni por la llamada ni por la tarjeta. Y a mí que me parta un rayo, pensaba, al escuchar su vocesilla infantil de niño ilusionado en la víspera de Navidad. Por supuesto, no pude más y le pregunté.
Cyan: ¿Recibiste mi tarjeta?
Rodrigo: Sí... gracias.
Cyan: ¿Te gustó?
Rodrigo: Me encantó. Eres un chico creativo y talentoso.
Cyan: Eso ya lo sé.
Rodrigo: Jajaja... en serio. Eres lindo.
Cyan: ¿QUÉ?
Rodrigo: Que eres lindo.
Cyan: No me canso de escucharlo.
Rodrigo: Lindo, lindo, lindo, lindo, lindo, lindo, lindo, lindo, lindo.
Cyan: Basta, Rodri, es suficiente.
Rodrigo: Lindo.
Lindo. Era la primera vez que me decían "lindo". Era la primera vez que un hombre me decía: "Eres lindo". No podía ser... ¿Estaba llorando? No, no era llanto, era una lágrima que corrió hasta mi mejilla, tal vez debido al exceso de emoción. No podía llorar por Rodrigo, aún no era el momento. Así fuese de pura alegría al haber conseguido que un chico me dijese "lindo". Ahí mismo comprendí que me podría enamorar de Rodrigo en un santiamén, por lo que tuve que cambiar de tema.
Cyan: ¿Y dónde vas a festejar?
Rodrigo: Mi mamá va a hacer una comida, vendrá mi familia y algunos amigos. ¿Vienes?
Cyan: No gracias. No quiero estar de violinista entre tú y tu novio.
Rodrigo: Carlos no podrá venir.
Cyan: ¿Y por eso me estás invitando?
Rodrigo: No. Te invito porque eres mi amigo, y quiero que vengas. Por favor Cyan, tienes que venir.
Cyan: Lo siento. Ya te dije que no puedo.
Colgué. Me sentía muy mal. Me vino un bajón inmenso, como los de antes. Rodrigo empezaba a meterse en mi cabeza, empezaba a afectarme. ¿Son éstas las consecuencias de ser amigos? ¿Por qué Rodrigo no puede ser mío? Hice algo que nunca había hecho antes: tomé una píldora de Prozac en pleno día, amparándome en el sofocante calor del mediodía. La sensación de aletargamiento consiguió calmarme un poco, aunque no del todo. Estaba clarísimo que era una locura regalarle el CD de Selena. Ya no sería lo mismo. No después que me dijera que Carlos y él estaban "mejor que nunca".
Eran casi las 7 de la noche, cuando Ana Conda me soltó su punto de vista: "Cyan, si te ha invitado, eso significa que en verdad eres su amigo, que en verdad piensa en tí en otro nivel, además si vas, le probarás que en verdad lo estimas". Luego de meditarlo mucho, concluí que Ana estaba en lo cierto: tenía que ir. De modo que mandé a la reunión de BlogsPeru a la mierda, llamé a Rodrigo y le dije que contara conmigo para la cena. Salí disparado de mi casa para adentrarme no muy lejos, a las afueras de La Molina, en la Urbanización El Sol. Al menos su casa me quedaba cerca. Y demonios, su barrio era más chic que el mío.
Rodrigo vivía casi llegando a Musa, en una casa de campo enorme, con huerto incluído. Salió a recibirme en polo, shorts y sandalias, algo ofuscado porque, además de sus tías, yo era el ÚNICO invitado que había asistido a su convocatoria. Efectivamente, el resto de sus amigos le habían pagado con la moneda de la indiferencia, y Rodrigo parecía estar bastante triste. Pero allí estaba yo para alegrarlo. Saludé a su madre, una señora gorda, bajita, con el pelo teñido, y a sus tías, seis en total, que fluctuaban entre los 40 y 60 años. Su padre fue todo un espectáculo: entendí al instante de dónde provenía la belleza de Rodrigo. Rodrigo senior era un ejemplar perfecto de semental maduro. Totalmente canoso, delgado, velludo, poseía un parecido a Clint Eastwood que lo hacían irresistible, aunque demasiado mayor para mí, al confesarme poco después, sin reparos, que había cumplido los 60 años. Al instante me atreví a mandarle un piropo camuflado "Parece de menos, señor, se le ve muy bien", le dije, y me agradeció con una palmada en la espalda. También, a diferencia de Rodrigo que estaba inmiscuído en su timidez, el padre resultó ser un anfitrión bastante amable: preparó piña colada y estuvo llenando mi vaso mientras me (nos) conversaba amenamente.
Rodrigo se apresuró en sacar a sus tías a bailar, y demostró su innato talento para el baile tropical. Con su madre de pareja inseparable, bailó de todo: merengue, salsa, samba, cumbia, flamenco... y los demás ritmos latinos por excelencia. Yo, después de comer, más que causarme risa o intuir una escena patética por demás (porque LO ERA), lo contemplaba desde la mesa con ojos extasiados: se veía guapísimo al bailar, dominaba la escena, se sabía de memoria las coreografías de los bailarines de Olga Táñón, y lo que llamó mi atención es que puso las sandalias a un lado y bailó descalzo.
De vez en cuando, venía y se sentaba a mi lado, extenuado, sudoroso, jadeante. Yo permanecía atontado al verlo, al observar sus piernas, tan deliciosas y velludas que parecía que tuviese medias negras. Sus pies, muy bien cuidados, extraños para los pies de un hombre. Me llevó en un tour por el primer piso de la casa: el baño, la biblioteca, su habitación. Me sentí privilegiado al poder inmiscuirme en su mundo, en su hábitat, palpaba y olía todos los muebles que él decía frecuentar, y quise echarme de largo en su cama, pero no me pareció oportuno. Sus familiares estaban felices de verme, porque pensaban que era "un amigo de la academia", papel que desarrollé a la perfección. Cuando una de las tías intentó sacarme a bailar un merengue, comprendí que era hora de retirarme. Tuve que rechazar la oferta de Rodrigo de quedarme a dormir, porque si bien lo deseaba, no estaba seguro de si me iba a ofrecer un sleeping junto a su cama o si me mandaría de frente al cuarto de huéspedes. Opté por lo primero.
Rodrigo me acompañó hasta el paradero. A pocos centímetros de distancia aún podía oler el sudor de su cuello.
Rodrigo: Espero que al menos te hayas divertido.
Cyan: Me encantó verte bailar.
Rodrigo: Ojalá no te hayas reído.
Cyan: Al contrario. Estaba impresionado.
Rodrigo: Gracias por venir, Cyan.
Quise avalanzarme sobre él y violarlo allí mismo, en la calle, contra su voluntad. Pero el colectivo llegó demasiado rápido y me despedí de él con un fuerte apretón de manos. Llegando a casa me esperaba el infierno: no pude dormir. Dando vueltas en la cama, recordé a Rodrigo, más bello que nunca, haciendo pucheros para emitir su deseo antes de apagar las velas de la torta, un deseo que conocía a la prefección. Si bien aquello pareció más una fiesta infantil que el cumpleaños de un hombre que acababa de cumplir los 28 años, me dijo algo que me dejó impactado: "Cyan, no puedo dormir en las noches. Pienso demasiado en Carlos". Yo me limité a responderle con una sonrisa. Era una broma del destino: Rodrigo no podía dormir por pensar en Carlos. Yo no podía dormir por pensar en Rodrigo. Aquél dilema shakesperiano está acabando por dejarme estragos en mi integridad física. Hoy acabo de re-inaugurar una costumbre que creía olvidada: compré un nuevo frasco de somníferos. Aleluya.
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Felíz Día, Rodrigo
sábado, febrero 05, 2005 |
Tú, aquél chico condenado a desbalancear mi mundo una calurosa noche de enero, viniste al mundo exactamente un día como hoy. Desconozco la hora, porque de esa forma podría animarme a hacerte una carta astral. Para lo que viene al caso, no importa. Como nunca, exigiste por exceso que mis neuronas se sobrecargaran. Nunca el escoger un regalo para alguien me había resultado tan difícil porque ¿qué somos? ¿amigos? Recuerdo el poema "Verdades amargas" de autor anónimo que decía "¿Amigos? ¡Ja! Pues hiel y veneno dan, y hiel y veneno les doy". Tú no me has dado hiel, pero sí me diste la oportunidad de probar el néctar de los dioses que es tu saliva, tu respiración entrecortada sobre mi barbilla, tus labios eternos, infinitamente suaves, que por el sólo contactos con los míos estuve a punto de desmayarme, el delicioso olor de tu cuello, el aroma natural que ni el mejor jabón de tocador lograría exhalar, tu cuerpo delgado y virogoso, al cual me aferré con locura para poder sentir rozándose tu erección y la mía, y sobretodo, la tupida selva de vello que cubría tu abdómen y que malcriadamente, con un destello de travesura infantil en la mirada, me hiciste palpar, provocando que después, mucho después, la evocara al masturbarme, al imaginarme cómo sería el recorrer tu cuerpo desnudo, amparados en el anonimato de la oscuridad.
Así que, a fin de cuentas, escogí hacerte 3 regalos, que desconozco en qué orden te llegarán. Lo primero fue un e-mail que te envié anoche, a eso de las once, pues recordando tu afición por el tex-mex (que me hacen preguntarme por qué rayos estoy devotamente entregado a un chico como tú) pude realizar en photoshop una esmerada tarjeta de cumpleaños, empleando para ello un mosaico con fotos de Selena, a la que sé que idolatras (como yo te idolatro). Lo segundo fue un mensaje al celular, también enviado anoche pero a golpe de dos de la madrugada, porque para variar no podía dormir pensando en cómo festejarías tu onomástico. El mensaje que te envié rezaba así, luego de repasarlo una y otra vez con la ayuda de Ana Conda: "Gracias a Dios, un dia como hoy viniste al mundo, pues así pudiste llegar al mio y hacerlo mas especial. Muchos besos y FELIZ CUMPLEAÑOS!", como siempre apelando a tu extraño fervor religioso que te impide gozar a fuego abierto tu homosexualidad.
Lo tercero será una llamada telefónica. Pero te llamaré a tu casa, para poder disfrutar con satisfacción el hecho de ser alguien conocido y familiar para tí, que pueda llamarte a tu casa y hablar con tu madre, tu padre o con quien conteste el teléfono y sentirme más unido a tí. Te llamaré y te desearé muchas felicidades. Desde ya puedo adivinar tu voz calmada y hasta indiferente, y te puedo asegurar que me lo agradecerás con ese "Gracias" que sueles usar para todo, pero que a mí me basta para poder dormir tranquilo. Lo que no sabes, maldito tormento, es que pretendo hacerte un gran regalo por San Valentín, que ya se acerca. Anoche pude comunicarme con Toshiro y él fue el de la idea. Si me preguntas quién es, te diré que Toshiro es un chico que solía gustarme mucho (como me gustas tú ahora), que pasó de mí porque era heterosexual, en contra de mis sospechas fundamentadas, y del cual sólo conservo una gran amistad (como la que quedará entre nosotros luego de que pase lo que va a pasar, así no quieras).
Contra todo pronóstico, Toshiro me dio un sabio consejo. "Si este chico te gusta, regálale un CD de su música favorita. Así su novio no seas tú. Ten por seguro que al recibir el regalo, él evaluará y sacará sus propias conclusiones". Por supuesto, es lo que pienso hacer, y Toshiro me venderá a un módico precio una edición de lujo de un box set de Selena, con fotos y todo, que estoy seguro adorarás desde el principio. Ahora lo que cabe preguntar aquí es ¿valdrá la pena tanto sacrificio (monetario)? ¿conseguiré que entiendas de una vez por todas que lo que siento por tí es totalmente sincero, y que juntos podremos descubrir el amor que la vida nos ha negado por más de un cuarto de siglo? ¿acaso no comprendes que nuestra mutua inexperiencia es algo que podremos superar si permanecemos el uno al lado del otro?
Por eso y muchas cosas más, te deseo lo mejor en este día, aunque no leas nunca o que acabo de escribir, porque no lo escribí para tí. Es un manifiesto de mis sentimientos latentes, el grito que no puedo emitir, el desfogue de la ansiedad perpetua, como todo lo que leerás aquí.
Felíz cumpleaños, niño grande.
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Coitus interruptus
jueves, febrero 03, 2005 |
Cuando, con lágrimas en los ojos, comprobé el desfalco bancario de mi cuenta de ahorros que me impedía comprar una entrada de 50 dólares para el único concierto (caleta) que Fatboy Slim ofreció anoche, decidí hacer de tripas corazón, tirarme en el parquet de mi habitación, recoger con cuidado los vinilos de The Pastels que adornaban el piso y encender el equipo a todo volúmen colocando un mix-cd de mi idolatrado (y cuero) DJ británico. No lloré por Rodrigo, pero lloré por Fatboy Slim. Algo es algo.
Tuve que improvisar un pequeño pogo epiléptico para evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas, tratando de no hacerle caso al celular que me había brindado su faceta más mezquina, al recibir sólo respuestas negativas de mis amigos ante una petición de préstamo de dinero por mi parte. En el preciso momento en que emulaba los patéticos pasos que Christopher Walken coreografiaba en el increíble video de "Weapon of Choice", pisé una de mis All Star naranjas que permanecían olvidadas en un rincón de la habitación y, literalmente, me fui de cara al suelo.
No me sucedió gran cosa, a fin de cuentas una muerte accidental hubiese sido lo mejor, pero la vida es (siempre ha sido) muy mezquina conmigo. Tuve que bajar el volúmen del aparato y fue entonces cuando me percaté que mi celular sonaba, mostrando un número desconocido en pantalla. Intrigado, opté por contestar y... ¡oh sorpresa! era Otto, el delicioso europeo con el cual tuve sexo por webcam hace milenios y con el que me encontré, por casualidad, en el Café-Café, hace un mes, cuando tomaba un ice capuccino con Fer, mi amigo-fotógrafo-de-modas.
Otto me invitó a ir a tomar "unos tragos" al mismo café miraflorino, pero comprendí que el subtexto era llevarme a la cama. Coloqué el "Is this desire?" de PJ Harvey en el discman, ideal para aplacar mis ímpetus durante mis salidas nocturnas, y salí volando a tomar un taxi, en plena época de vacas flacas, que felizmente me cobró 10 soles hasta el Parque Kennedy. Caminaba tratando de pensar en otra cosa, intentando olvidar que hace 4 meses estoy sin sexo y luchando por disimular la erección que explotaba bajo mis calzoncillos. En una de las mesas de afuera, me esperaba Otto con una media sonrisa que no hizo sino aumentar mi morbo.
No tuve tiempo para más pesquizas. Como buen europeo que era, Otto conversaba conmigo con ojos totalmente embelezados, mientras armaba sus propios cigarrillos con papelitos de manteca y un paquete de tabaco (que mi incultura me hizo ver, con algo de trauma, como un paquete de marihuana). Bebí mi ice capuccino haciendo sonar la cañita, disimulando mi nerviosismo y esperé a que Otto terminara su segundo vaso de Cusqueña para proponerle ir a "caminar por ahí".
Nos sentamos en una banca del Parque Kennedy, algo que nunca suelo hacer debido a que los fletes, putos y puntos al paso que circulan por los alrededores. Me sentí mal al descubrir que la gente se detenía a observanos: ¿chico punk junto a un viejo gringo de camisa a cuadros y khakis? Me aterré al pensar que los transeúntes me confundiesen con un flete más, pero intuí que serían lo suficientemente cuerdos como para pensar que ningún flete usaría una camisa a rayas guinda proveniente del último catálogo de Springfield.
Otto me deboraba con una mirada de "a-qué-hora-vamos-a-tirar". Yo también me moría por recorrer con mis dedos la espesura del vello rubio que amenazaba por desbordarse bajo los pliegues de su camisa. Estaba esperando, obviamente, a que él ofreciese llevarme a su departamento. Cuando sentí que ya no podía más porque mi pene ya fabricaba pre-cum de tanta excitación contenida, quelque chose bizarre sucedió frente a mis ojos. Un gato pardo, de mirada triste, se recostó en un jardín frente a nuestra banca. Un espasmo recorrió mi espina dorsal al darme cuenta que el gato era similar al de "Breakfast at Tiffany's". De repente, una oleada de tristeza me invadió, al recordar aquella con la que me identifico demasiado.
La tristeza se convirtió en algo patético cuando el gato se abalanzó sobre una de las palomas que saltaban tranquilamente sobre el pasto. El gato cogió una paloma en el hocico, la sacudió e intentó engullírsela en el acto. Yo contemplaba la escena horrorizado, pero Otto pasó totalmente porque continuaba mirando mi entrepierna con insistencia. El gato se hartó de no poder tragarse a la paloma y la dejó allí tirada, moribunda, agitando dolorosamente sus alas. Yo era el único espectador que vivía con horror aquél teatro masoquista, incapaz de mover un dedo de lo anonadado que estaba.
La paloma agitaba sus alas cada vez con menos frecuencia. Agonizaba. Seguí atentamente cada uno de los movimientos previos a su muerte, y cuando por fin dejó de moverse, mis ojos se llenaron de lágrimas. Si hay algo que no puedo tolerar jamás es el sufrimiento y la muerte de los animales. Otto me preguntó qué me pasaba, y opté por responderle que el aire frío estaba amenazando con ocasionarme un dolor de garganta, y que no me sentía nada bien. Le pedí disculpas, prometí llamarlo la próxima semana, corrí por la avenida Larco como en "Run Lola Run", entré al baño del KFC hecho un rayo y allí, encerrado en un excusado, lloré con mucho sentimiento. El incidente me había entristecido, había malogrado mi noche y había erradicado el sexo una vez más, de mi vida.
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Enquête
miércoles, febrero 02, 2005 |
Luego de mucho pensarlo, he decidido darle una oportunidad a la retroalimentación con mis lectores, muy en plan de encuesta, para ayudarme a decidir el regalo perfecto para el cumpleaños de Rodrigo. Luego de que, según muchos, una colonia Colors de Benetton no suene lo suficientemente chic, me atengo a su libre albedrío para responder a la siguiente pregunta:
¿Qué le puedo regalar a Rodrigo por su cumpleaños?
El criterio para la elección es vitalmente importante. Un buen regalo puede significar muchas cosas. Si Marilyn Monroe se iba a la cama con cualquiera que le regalase un frasco chico de Chanel Nº5, ¿Rodrigo me hará sexo oral si le regalo un par de zapatillas Springfield? Y aquí recide la trascendencia de la elección del lector: un regalo para ganarme su corazón o un regalo para poder ingresar en su culo, por decirlo de manera suave, aunque hasta a Marco Aurelio Denegri se le suele pasar la mano con la retórica.
Algunas opciones para regalarle son:
a) Una linda tarjeta en Photoshop hecha por mí
b) Escribirle un poema
c) Enviarle un e-mail de lo más tierno.
d) Una tarjeta virtual con dibujitos idiotas.
e) Una colonia fina (especificar nombre)
f) Un polo o una camisa de marca.
g) Una billetera
h) Un llavero misio.
i) Un abrazo y un beso.
j) No le regales nada!
k) Otra cosa (especificar qué).
*Se premiará al regalo más original con una foto mía en plan nudie.
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Versión 3.0: Le pop a-go-gó
martes, febrero 01, 2005 |
Cuando entraba una y otra vez al blog, no podía evitar llenarme de ideas monocrómaticas y llevar a cabo una perspectiva muy contradictoria acerca de mi vida. ¿Cómo era posible que un chico admirador de Andy Warhol tuviese un blog tan aburrido y para remate en blanco y negro? Sí, era una contradicción odiosa. El blanco y negro es elegante, mi universo mental se halla predominado por tonalidades grises, pero el exterior es bien distinto, y eso lo pueden asegurar quienes me conocen en persona.
Además, como me hallo inmiscuído en mi nueva etapa indie-pop (aún no me repongo de escuchar a grupos como Camera Obscura, Vacaciones o Robotril), decidí plasmar un ejemplo de mi espíritu ye-yé. El diseño está basado en la portada de uno de los discos de Pizzicato Five, y está salpicado por el calor del sofocante verano que nos aborda y que esperamos, nunca se acabe (es extraño, cuando hace frío, quiero que haga calor, y viceversa, uno de los tantos ejemplos de inestablididad físico-emocional).
También es el momento del adiós, el momento de agradecer y despedir al anoréxico individuo de anteojos negros y cabello nuevaolero que durante meses se convirtió en la marca registrada de este blog y que muchos incautos confundían con la foto verdadera del que escribe, sin darse cuenta que en verdad pertenece a una campaña promocional de Christian Dior bastante conocida. Nunca conocí el nombre del modelo, pero les aseguro que llegué a odiarlo por culpa de los no-iniciados, que no paraban de abrirme ventanas en el MSN para decirme "Cyan, me encanta la foto de tu blog, ¿eres tú, verdad?". Todo tiene su final.
A ellos, no tenía más que responderles como mi aliciasilverstoneniano "As if!". Que vivan los 60s.
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