Hijo de tigre sale rayado
jueves, junio 30, 2005

Mi abuela se masturba. Al menos eso fue lo que pensé en el preciso instante en que quise entrar a su dormitorio sin previo aviso, y sin tocar la puerta. Las relaciones con ella a partir del episodio de sus sospechas hacia Billy han venido fortaleciéndose saludablemente, teniendo como denominador común la mutua complicidad, pues como bien recordarán, es casi improbable que una vieja senil, devastada por la edad y encima toxicómana (porque lo es, me consta, tengo pruebas fehacientes del delito) vaya a encontrar inverosímil la manoseada historia de las encerronas de su nieto con un chico casi párvulo, para luego salir bien bañaditos con el dizque cuento de estar ensayando en aras de convertirse en la próxima banda de rock que pateará el culo a cuanto wannabe se encuentre en su haber.

Para evitar que este relato suene a tomadura de pelo, creo conveniente establecer algunos puntos desconocidos sobre la historia de mi abuela. Es madre de mi madre y única sobreviviente de la primera generación de la capa exterior de mi familia nuclear (revisen sus textos de Educación Cívica), pues lo padres de mi padre fallecieron antes de que yo viniese al mundo. Mi abuela tuvo a mi madre a los 16 años, fruto de una unión arreglada y planaeada milimétricamente con éxito por mis bisabuelos en lo que fue una jugada maestra. Casaron a mi abuela a los 15 años con un fabricante norteño, por ese entonces propietario de una fábrica de papel, tras lo cual, al cabo de un año, tuvo su primer retoño, que fue mi madre. Las malas lenguas de las altas jerarquías de Trujillo aseguraban que mi madre fue en verdad producto del ardid apasionado de mi abuela con un funcionario de la fábrica, pero esas son habladurías que no vale la pena mencionar, aunque sí investigar, porque por un extraño estigma del destino, mi abuela nunca quizo a mi madre, razón suficiente como para mandarla a estudiar a Lima ni bien empezó a aflorar su adolescencia.

De pequeño, mi madre solía contarme sobre la altivez y los aires de Catalina Krill de mi abuela. No sólo sometió a mi madre a absurdos y puritanos sistemas de crianza, sino que en el colmo de la castración filial, erradicó de la casa a todos los adolescentes que pretendían ser sus enamorados y hasta llegó a humillarla con no dejarla ir a fiestas, mutilarle las reuniones juveniles, negarle el permiso para asistir al viaje de promoción e inclusive prohibirle coleccionar revistas de ídolos de la nueva ola, o las revistas femeninas tipo Vanidades con Twiggy y Jane Fonda en la carátula, que era lo que acostumbraban a coleccionar las quinceañeras por ese entonces, porque hay que recordar que corrían los años sesenta.

Tras la muerte de mi abuelo, unos diez años atrás, mi madre fue la primera en negarse a acoger a mi abuela, pero tuvo que hacerlo porque mi tío, el segundo hijo de mi abuela, vivía en Chile en esa época, y en su condición de mujeriego empedernido aún soltero, se negó a postrarse ante el yugo de la implacable matriarca. Curiosamente, la única persona a la cual mi abuela parece querer de verdad, es a mí. Recuerdo haber sido mediador, de pequeño, de cuanta disputa familiar estallaba en casa. Hacia mi temprana adolescencia descubrí que había heredado sus mismos hábitos y disfunciones, como por ejemplo, el afán de automedicarse. Mi abuela, más que hipocondríaca, suele inventarse cuanta enfermedad existe para poder hacer lo que le de la gana con lo que los médicos le prescriben. Más de una vez ha estado al borde de la muerte, tras tomarse alguno de los antidepresivos que yo tomaba y solía olvidar en la cocina o en cualquier otro lugar.

Por eso, cuando nos quedamos solos en la casa, he tratado de trazar una existencia paralela a la suya, con el objetivo de coexistir en paz. Su personalidad y los arrebatos de su indomable carácter ocasionan que choquemos de vez en cuando, aunque sigo pensando que lo mejor sería que ella deje de existir, de una buena vez. Sin embargo, anoche entré a su dormitorio para preguntarle quién carajo se estaba acabando mis cremas para el cabello que mi madre me manda de Miami, cuando vi su silueta recortada por el resplandor del televisor, abierta de piernas y con ambas manos posicionadas en aquella incuestionable parte de nuestra anatomía. Nada del otro mundo, de no haber sido por el extremo de su bata subido hasta la cintura y su calzón blanco de bombacho sostenido entre sus canillas. ¿Qué estaba haciendo?

Quise pensar que se trataba de un malentendido, que quizás acababa de tomar un baño y se estaba colocando lentamente la ropa interior, pero llevaba tanto tiempo en esa posición que la situación empezó a prestarse a curiosos malentendidos. "¡Abuela!" le grité, y ella reaccionó entre sorprendida y avergonzada, y acabó de vestirse con una rapidez que ni sus atrofiados huesos le habrían permitido antes. Me olvidé lo que le iba a preguntar y por primera vez en la vida le sonreí con verdadera alegría y también, por primera vez, le dije "que pases buenas noches", mientras cerraba la puerta, abandonándola a sus delirios seniles, pensando que sólo a mí me pueden pasar estas cosas dignas de una película de John Waters y que debería ponerme a escribir un guión acerca de lo que acababa de pasar, con el improbable título de "Las increíbles aventuras de la abuelita dinamita". De seguro ganaría al menos la Palma de Oro en Cannes.

Posteado por Cyan a las 1:36 p. m.
 
 

Entrevista a Billy
martes, junio 28, 2005

Cyan: No sé cómo no se me ocurrió nunca entrevistarte, pero prometo hacerlo con la misma falta de pretensión con la que escribo el blog.
Billy: Ja. ¿Falta de pretensión? ¿Dónde? ¿En tu blog o en el mío?

C: En el mío pues, cariño. Recuerda que yo soy la estrella.
B: Este... okay. Ya, ¿en qué ibamos, "estrella"?

C: Pues para serte franco, tenía preparadas miles de interrogantes pero ahora mismo no se me ocurre ninguna, así que tendré que recurrir a la improvisación.
B: Bueno, dale, a veces las cosas salen mejores cuando son improvisadas, no? Si las planeas mucho como que pierden el encanto.

C: A ver, para que el mundo lo sepa, ¿de verdad que Ale fue nuestra cupido?
B: Se podría decir que sí. Cuando conocí a las chicas, a fines del año pasado, les tomé tanta confianza que les di la dirección de mi blog y les gustó tanto (no porque sea bueno, ya que no considero a los blogs como literatura sino como mero entretenimiento) que ambas se hicieron blogs también. No sé como fue que Ale llegó a BlogsPerú. Un día que fuimos a la playa, las chicas se pusieron a hablar de MEDICATION como si fuese una novela. Me interesó un poco, sobretodo porque me decían que DEBÍA conocer al chico que lo escribía. A mí no me gusta entablar amistad con gente que no conozco, pero me enganché tanto con MEDICATION que poco a poco empecé a comentar, hasta el día en que tú me agregaste al MSN.

C: ¿Y por qué no me agregaste tú? Bien sapa te crees.
B: Ja. "Sapo", ¿okay? No lo hice por lo que ya dije antes, no me gusta agregar a desconocidos. además como que no teníamos muchas cosas en común.

C: ¿Te parece que no tenemos mucho en común?
B: A ver. Quiero aclarar algo. Yo no amo a Cyan Uroh. Amo a la persona que se esconde debajo de eso.

C: Más respeto por favor, oye, nada de "eso". Volviendo al tema, me mataste. O sea que para tí la diferencia está más clara que en mi caso.
B: Obviamente. Hay cosas de Cyan que no me cuadran, y tú lo sabes. Cyan podría ser mi mejor amigo, más no mi novio. Tú eres ambas cosas.

C: ¿Y no te parezco una versión glamorosa y regia de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde?
B: Este... pues no.

C: Hablando de diversiones, ¿eres consciente que la mayoría de lectores, no siempre con amplio criterio, pero hasta los de menor coeficiente intelectual, se han dado cuenta de tu verdadera identidad, muchas veces mencionada y "encaletada" en mi blog?
B: De hecho, pero ¿qué se va a hacer? si fuese el típico novio egoista te hubiese pedido que cierres el blog, o que simplemente no hables de mí, pero si revelásemos nuestras identidades, se perdería la mística del anonimato.

C: Ay, por favor. ¡Si todo el mundo sabe quién eres! Inclusive firmas con nombre real porque careces (o no quieres adoptar un) seudónimo.
B: Pero yo no soy "Billy". Es más, no me gusta ese nombre, suena a retrasado mental o a niño bailarín de ballet.

C: ¿No te parece esta una buena oportunidad para revelar tu verdadera identidad?
B: No, porque Billy nunca ha sido mi verdadera identidad. Yo no soy Billy, Billy será el 50% de mí, hasta menos. Quiero dejar eso muy en claro.

C: La pregunta del millón de dólares: ¿qué me viste? Porque te recuerdo que todo el mundo me usa como kleenex...
B: ¿Kleenex? Explícame.

C: Usar y botar.
B: Lo que me gustó desde el principio fue que dejaste de ser Cyan. Desde un primer momento me dijiste tu nombre y siempre te he llamado así, nunca te he dicho Cyan. Se me hace raro incluso que la gente te llame así. Luego, cuando conversamos cara a cara por primera vez, debo admitir que no pude mostrarme tal cual porque no me encontraba en condiciones óptimas (léase un sitio donde me sintiera cómodo). Sin embargo, sentí que ya te conocía de toda la vida.

C: Ah. O sea no todo te entró por los ojos.
B: Claro que no, lo exterior es lo de menos. Nunca, jamás llegarás a conocer a una persona por cómo se ve o cómo se viste. Quizá pequeñas deducciones pero nunca más. Por eso jamás me aventuro a lanzar prejuicios... Bueno, trato de hacerlo cada vez menos.

C: Ya. Pero te da igual entonces que sea riquísimo o que sea un blogger masculino promedio (geek no atractivo, aunque hay excepciones que tú y yo conocemos perfectamente).
B: Ja! Es que no eres un blogger promedio. Tampoco necesito a la persona más atractiva del mundo. Superas todas mis expectativas.

C: Pensé dirías cosas más cursis, tipo "tus ojos son bellos" o "tu pelo es espectacular" (porque lo es).
B: Ay por favor, todo lo que necesitas saber ya te lo he dicho. Lo único que me importa es que lo sepas tú, porque lo digo para ti, si el resto se entera genial, pero no lo digo para el resto.

C: ¿Y cómo es eso que en la vida real eres el 50% de Billy? Al menos yo intento retratarte a carta cabal, salvo una que otra licencia para armar chongo.
B: (Risas). Billy es un personaje. Tiene cosas que no me pertenecen y muchas cosas que sí. Por ejemplo, Billy es muy realista, al igual que yo. Una gran diferencia es que Billy es muchas veces frágil, depresivo y le gusta armar escenitas. Yo soy más práctico, no me ando con rodeos.

C: ¿Te parece? ¿Y si te digo que esas escenitas no me parecen nada prácticas?
B: Te diría que tus escenitas tampoco me gustan para nada. Pero es compresible, ¿no? Es parte del proceso. Estar con alguien implica un intercambio de ideas, que muchas veces chocan y por el bien de ambos deben cambiarse algunas actitudes.

C: Dios. Eso no me lo habías dicho antes. A ver, ¿qué escenitas mías te molestan?
B: Todo lo que se ocasione por el choque de egos. A veces me parece insoportable que sea por eso, y sí te lo he dicho.

C: Tal vez nos parecemos demasiado. En la reunión de bloggers, Cesar Soplín me dijo que parecías mi hermano menor, aunque también ese día él estaba en otra...
B: Qué miedo. También me lo han dicho, pero eso te pasa por copiarte los lentes.

C: Oye no me vengas. Yo ya tenía estos lentes antes de conocerte. Sino, que lo diga Leuzor.
B: Como tú digas...

C: Qué rápido te rindes. Pensé que me darías la contra.
B: O quizá ya me aburrí de discutir ese tema, porque yo sé que tengo la razón.

C: Si de insistir en temas se trata, ¿qué es lo que más te atrae de mi físico?
B: No voy a responder eso. El ego, el ego, el ego. Pensé que dijiste que habías dejado las pretenciones de lado.

C: ¿Y en materia sexual? ¿Tampoco responderías a eso?
B: Todo. El sexo es lo más.

C: Chévere. ¿Qué fue lo que más te impresionó la primera vez que nos acostamos?
B: No me gusta hablar de eso.

C: ¿No que íbamos a hablar de sexo?
B: No diré nada hasta que tenga a mi abogado en frente.

C: ¿Y detrás? ¿No sería mejor?
B: Whatever...

C: ¿Y en materia de sexo, de qué podríamos hablar, según tú?
B: De nada, tu blog ya es muy explícito a veces, ¿no? No tengo nada más que agregar.

C: ¿Te has molestado?
B: Para nada, sweetie. Simplemente que no me gusta ventilar mis cosas muy privadas, complejo de rockstar, chibolito creído dirán, pero simplemente no me gusta.

C: Dentro de un par de semanas cumples 18 y lo nuestro dejará de ser pedofilia...
B: Pedofilia suena muy fuerte. ¡Lo nuestro no es pedofilia! Sería pedofilia si estuvieses abusando de mí. Yo con gusto abuso de ti y viceversa.

C: Dios mío. Ya lo cantaste todo. Adiós misterios.
B: ¿Se supone que iba a hablar con toda franqueza, no?

C: Aún así hay despistados que creen que copio a Bayly (Bayly no lee a Baudelaire) y que todo esto es una invensión.
B: Claro que no. Nada es ficticio, quizá algunas cositas "sazonadas" pero no el 100%.

C: ¿Te parece si jugamos a una entrevista a lo BlogsPeru? Tipo ¿cuál es tu blog favorito? ¿Qué opinas de la blogósfera nacional? ¿Cómo llegaste a esto de los blogs? Pero no lo voy a hacer porque deseo informar, no aburrir.
B: Bueno, it's up to you.

C: ¿Cuán fan de MEDICATION eres? ¿O no lo eres?
B: Me gusta leer, pero de ahi a que lo viva, pues no. La verdad no he leido todo con detenimiento, pero desde que soy "personaje" me da más curiosidad.

C: De modo que Camila y Ale son más fans que tú.
B: Eso preguntale a ellas, aunque si sé que ya han leido todo completo. Si no fuese por ellas no estaría hablando contigo ahora.

C: Y yo probablemente no hubiese descubierto lo que es la felicidad. Lo siento, a veces soy tan cursi que sueno como una canción de Montaner.
B: Amor, conmigo puedes ser todo lo cursi que quieras. Y si quieres yo también lo seré.

C: De acuerdo. Pero te aviso que ésta es una entrevista y debemos controlarnos. A la mierda, ya me excité. ¿No quieres que te haga alguna cosita?
B: DIOS. Mejor más tarde y con más calma.

C: Magnífico. Y hablando de blogs, ¿lees sólo los de la gentita (Santos, Camila, Ale, Carol, Impazziti, Eduardito, etc.) o también hay alguno por allí que te interese más?
B: Leo esos, y también uno nuevo que he descubierto, que es el de Diego, es muy divertido. También leo a veces a Ximena y a La Morena.

C: ¿Consideras a MEDICATION el mejor blog que hayas leído? Yo una vez dije que el blog de Eduardito es de lejos el mejor de todos.
B: Me gusta mucho el de Eduardito también. Lo leo siempre que estoy triste porque es un cague de risa. Y los diseños del blog de Claudia también son lo más.

C: ¿Cuál de todos los temas de conversación es el que más te amuerma?
B: Religión, política, digamos que soy demasiado superficial casi siempre y no me gusta ahondar en esas cosas.

C: ¿Si llevo MEDICATION al cine, a qué actor te gustaría que le diese tu papel?
B: No lo sé, pero como ya dijiste Patrick Fugit antes, me quedé con esa idea. Y Woody Allen.

C: Dudo que consiga a alguien tan lindo como tú.
B: ¡Entonces yo haría de mí!

C: Pero amor, tú no eres actor. Además, en caso de que sea una comedia musical estarías hecho, porque tú cantas pésimo.
B: Okay, gracias por promocionarme como mal cantante. Hey, pero Bowie podría doblarme la voz, no?

C: Mejor Susy Díaz. Tu ídola.
B: Qué miedo, la adoro, pero de ahi a que doble mi voz...

C: ¿Me cambiarías por algo?
B: A decir verdad, ahora tengo mucha hambre, así que te cambiaría por un brownie y un calmante. Exámenes finales, qué miedo.

C: ¿Sabes? Esta entrevista resultó convirtiéndose en una conversación cotidiana. ¿No le tienes miedo a la cotidianeidad? ¿A la rutina? Como te habrás podido dar cuenta, soy muy vulnerable. Y muy apasionado.
B: ¿En serio? Para mí todas las veces que estoy contigo es algo nuevo. Se siente bien. Es increíble. Siento como si te conociera desde siempre y nunca he sido más feliz en mi vida.

C: Eres demasiado lindo. A estas alturas, no puedo imaginarme un sólo instante sin tí.
B: Yo tampoco. Estoy justo donde quiero estar.

Posteado por Cyan a las 12:02 a. m.
 
 

Pornstars
martes, junio 21, 2005

Todas las parejas, desde la más ducha hasta la más metrosexual (para no trastocar un término surgido de las fauces de la moda) atraviesan una constante evolución congénita, circundante a los códigos de la especie humana, con el objetivo de prevalecer sobre el aburrimiento o la rutina. Desligándonos de heterogeneidades como el matrimonio y sus eternas ramificaciones basadas en el amor y el mutuo remordimiento, sin ánimos de entrar en el pantanoso terreno de la infidelidad (al paso que vamos es casi imposible desterrar cualquier atisbo de adulterio), vale la pena destacar ciertos matices innovadores que contribuyen a hacer más placentera una actividad plenamente circunscrita al placer. Si son adictos al sexo como yo, entonces podrán entender a cabalidad lo que estoy intentando contarles.

Si combinamos el sexo con voyeurismo, entonces logramos una fórmula que a muchas personas de frágil sensibilidad les será difícil y hasta imposible asimilar. Filmar nuestros propios polvos puede llegar a convertirse en rutinario si el trasfondo del tema es la propia enfermedad o perversión sexual en sí. Al fin y al cabo no le estoy haciendo daño a nadie, me cago en todos y punto. Sí, pues, me da morbo verme interpretando cada vez que puedo un numerito del kamasutra en la pantalla chica, no precisamente con el afán de imitar a Dios (a partir de ahora he decidido llamar Dios a Paris Hilton, porque la hijaputa es tanto, demasiado, y mucho a la vez), sino porque me pone en pindinga, me excita de sobremanera, me arrecha, o como quieran llamarlo.

El problema surge cuando sentimos que funcionamos mejor en el sexo, o que nuestra erección es más significativa y más firme después de haber visto una película porno. Es por eso que, para dejar de sentirme un enfermo, echaré mano de algunos testimonios de valiosísima trascendencia en el ámbito de mi universo personal.

Testimonio 1:
"Ver películas porno ni me excita ni me pone. Me producen indiferencia, es más, paso totalmente de ellas."
Billy DeUroh, 17 años, estudiante de la PUCP.

Testimonio 2:
"Cuando vez películas porno, la conexión es diferente. Frente a la pantalla das rienda suelta a tus fantasias y puedes llegar a ser lo que siempre quisiste ser, o hacer. Por eso se te para más rápido. En cambio, cuando estás con alguien a tu lado, así sea el vocalista de Coldplay, siempre será una experiencia diferente, pero en definitiva, más placentera. Las películas porno son demasiado inmediatas. Puede resultar más rico masturbarte con ellas, aunque es incomparable a un polvo con amor"
Funky Disco Queen, 26 años, ejecutivo de LAN.

Recapitulando los testimonios de las dos personas más importantes de mi vida, saqué a flote una conclusión: ¿por qué no convinar las dos cosas? Inclusive individuos más cochinos y con menos experiencia lo hacen. Everybody else is doin' it, so why can't we? Aquello me quedó clarito desde la primera vez que me acosté con Billy. No podía revelarle que era un enfermo sexual. Él lo sabía, sí, por lo que había leído en el blog, pero necesitaba una confesión de primera instancia. Recuerdo habérselo sugerido un día, y más tardé yo en proponérselo que él en negármelo: "No, ¿cómo crees?, y si después terminamos y lo cuelgas en la red, como le pasó a Dios?".

Dios era rubia y regia y tenía millones y hasta había tirado con Colin Farrell, y nosotros distábamos mucho de ser modelos de GQ, pero tan mal no estamos tampoco, así que el último fin de semana, tras una maratón de películas huecas, nos pusimos a jugar con nuestros cuerpos a la mitad de "Mean Girls". El resplandor azul de la pantalla sobre nuestras pieles ocasionó la debacle del placer, rompimos paradigmas y empezamos a amarnos como perros, en el sentido más primigenio de la palabra. Tan duros estábamos (no de coca, sino de deseo), que observábamos divertidos a nuestros palpitantes falos erguidos como trozos de estatuas de roca, y fue el mismo Billy el de la idea:

"Trae la cámara".

Más se demoró él en decirlo que yo en llegar presto con la MiniDV. La usamos en plan subjetivo, enfocándo mi boca engullendo su masculinidad o mi lengua repasando los intrínsecos fondos de sus posaderas. No usamos el night shot, como filmaron a Dios, sino que logramos una imágen latente con los últimos rayos solares del día, gracias a las cortinas que abrimos de par en par. Los vecinos nos importaron un pedo. Queríamos ser mejores que Dios, aunque no conseguí que Billy adoptara la posición del misionero. Lo mejor vino cuando coloqué la cámara en plano horizontal frente a nuestros cuerpos galopantes y sudorosos, y logramos emular a la perfección la atmósfera de "Átame!".

Al final pudimos masturbarnos juntos viéndola en la pequeña pantalla LCD de la cámara. Días después, repasando el video a solas, noté que mi culo se veía espléndido en la pantalla de TV. No sólo caí en cuenta que ganaría millones vendiéndolo, sino que podría convertirme en una estrella porno. Mejor dicho, podríamos, porque ya lo somos. Muy emocionado corrí al teléfono.

Yo: Alucina, estoy viendo el video.
Billy: ¿Y?
Yo: ¡Mi culo es lo más!
Billy: Eres un egocéntrico. Ni más vuelvo a hacer un video contigo.

El video ha quedado relegado a las sesiones nocturnas para aplacar el friecito invernal, e imagino que lo desempolvaré dentro de medio siglo, cuando mi culo esté más caído que la putocracia en el Perú.

Posteado por Cyan a las 12:49 a. m.
 
 

Grabaciones legendarias - Cap. 2
sábado, junio 18, 2005

Caso: Pato de Goma- "Chicos Malos" (1984)

Normalmente, cuando eres hijo único, tus padres hacen lo inimaginable por divertirte e impulsarte a que salgas de casa, afligidos quizás por el estigma de no haberte dado hermanos y por ende, mutilarte la complicidad fraternal, de modo que aplicando la Ley de Murphy, todo lo que iba a salir mal, sale mal, siendo tú el único culpable. Si además de no tener hermanos eres un niño introvertido y no tienes amigos en el barrio, la situación termina tirando para patética. Por eso tu padre, sintiéndose un fracasado porque su hijo vive en una burbuja y ni siquiera puede brindarle la atención necesaria a causa de sus inumerables viajes de negocios, decide empezar a llenar la casa de gente. Comienza liquidando sus oficinas en la Av. Colonial (siempre te preguntaste por qué tu padre eligió una zona tan nefasta para colocar el portentoso negocio familiar, aunque siempre se te hacía una travesía hacia el otro extremo del universo cuando te llevaban en el carro los sábados por la mañana bajo la eterna excusa de "yo quiero ver dónde trabaja mi papá" y podías ver por la ventanilla los rastros de un submundo marginal que era el Callao) e iniciar la ampliación de la casa. Y eso es sólo el principio.

Me refugié en mi cuarto, atemorizado por ver subir y bajar a tantos albañiles, decoradores, arquitectos e ingenieros, que inspeccionaban, medían, hablaban y hasta me saludaban con un dócil "buenos días, niñito", pero yo me asustaba y volvía a refugiarme entre mis Gabbage Patch Kids, escondiéndolos muy bien para que nadie me trajese abajo la coartada bajo la cual conseguí que me compraran varios durante nuestras visitas dominicales a la tienda Oeschle de la Avenida Larco: "mira mamá, esos muñecos no son sólo para niñas". Luego de que los trabajadores rompieron paredes y yo lloré a mares pensando que mi casa se iba a derrumbar, en menos de un mes el primer piso se convirtió en el nuevo local de las oficinas de mi padre. Para no quedarse corto, aparte de sus dos oficinistas de confianza y sus dos secretarias, mi padre contrató otras dos secretarias más. Yo bajaba y asimilaba las nuevas disposiciones de la casa, y me gané la confianza de las cuatro secretarias. Fueron ellas las primeras compañeras de mis juegos, las primeras en archivar las obras de arte realizadas a punta de papel bond oficio A-4 y crayolas, donde plasmaba cuanta idea me venía a la cabeza y me decían "este chiquito es un genio, de grande va a ser pintor".

Otras veces, cuando me aburría, jugaba a sentarme en el escritorio de mi padre y asumía el rol del jefe, mandoneándolas a mi gusto, hasta que erradiqué lo divertido del entretenimiento al ver que ellas se sentían incómodas y no se divertían tanto como yo. Opté pues, por hacerme con el tocadiscos de la oficina y colocar allí los cuentos con disquito de la colección de Walt Disney que me compraban mis padres semanalmente. De paso que perfeccionaba mi vena literaria, al leer los libritos y escuchar el disco de la clásica narradora mexicana iniciando el cuento con Campanita, el hada de Peter Pan, tocando sus campanitas así: tin-tin-tin-tiiin... Empecemos ahora. Había una vez en una tierra muy lejana... De esta forma, las secretarias y yo nos deleitábamos con clásicos como La Cenicienta, La Bella Durmiente (Maléfica me daba miedo), La Noche de las Narices Frías (bonito título para 101 Dálmatas) y hasta Mary Poppins y La Guerra de las Galaxias.

Esto ocurría generalmente de lunes a viernes al regresar del colegio, y luego de hacer mi tarea como era debido, sin que nadie me ayudara. La casa acabó de llenarse de gente cuando llegaron mis dos primas de Trujillo, adolescentes de 13 y 14 años que me ayudaron poco a poco a salir de la burbuja, jugando interminables partidos de Monopolio o Millonario (la versión peruana del Monopolio, más sencilla y monse). Dos años después, mis primas crecieron y se encontraron abocadas a la locura de los quince años, a la música de moda y sobretodo a MENUDO. De manera que me quitaban mis disquitos de Disney para escuchar lo último de esos cinco greñudos, como "Súbete a mi moto", "Claridad" o "Fuego". Ni qué decir cuando vinieron a Lima. Me quisieron llevar pero mi padre se contentó con regalarles las entradas, pues a mi edad era muy peligroso (de todos modos me saqué la espina unos 3 años después, cuando tuve 8 años y asistí al concierto de Indochine en el Amauta con las secretarias, pero eso es material para el próximo remember).

Las secretarias, que contaban entonces con 25 años, se conectaron de inmediato con mis primas, y no sólo me choteaban para escuchar a Menudo, sino que también sintonizaban la radio y deliraban con una cancioncita que terminó por encandilarme, cuyo estribillo rezaba así: "Chicos malos /malos, ¿por qué será? / no comprenden / no lo entienden / algo marcha / algo marcha mal...". Averigué, indagué, pregunté. Nadie me dio razón. Las despistadas secretarias decían "esa canción es de Menudo" y mis primas pusieron el grito en el cielo. No sólo no era Menudo, sino que ellas tampoco me dieron razón porque no escuchaban otra cosa que no fuera a los cinco puertorriqueños. Desplazado por Menudo y la anónima canción "Chicos Malos", me refugié nuevamente en mi cuarto, pedí que me compraran otro tocadiscos para mí solito y entonces descubrí a PARCHIS. No sólo me enamoré locamente de Tino y decidí que de grande sería tan linda como Yolanda y me casaría con él, sino que me compraron miles de afiches, álbumes, figuritas y hasta el cancionero. Me memoricé la discografía entera de Parchís, y en el fondo aún tenía la esperanza de que "Chicos Malos" fuese también una canción de mis ídolos españolitos. Lloré empapado de ira cuando tampoco me quisieron llevar al Hotel Crillón a recibirlos cuando vinieron a Lima.

Una niña de la movilidad del jardín de infantes, muy erudita en materia de música moderna, me confesó en el mismo carro de la Señora Quetita, mientras todos escuchábamos "Aún" de Club Naval (ver post "Grabaciones legendarias - Cap. 1") que aquella canción que buscaba, se llamaba "Chicos Malos", y no la cantaban los Parchis. La cantaba otro grupo de niñatos españoles, llamados PATO DE GOMA. En aquél momento pensé que era una burla y que la niña me estaba tomando el pelo. No podía existir un nombre tan ridículo. Mejor dicho, la canción que me encantaba no podía ser interpretada por un grupo de un nombre tan ridículo.

Frustrado, me dejé caer en mi cama, alejándome de Parchis, de Menudo, de las secretarias, de mis primas y sobretodo de Pato de Goma. Fue por esa época en que, siempre a la búsqueda desesperada de música, y pese a tener 5 o 6 años de edad, descubrí al grupo francés Cyclope, y posteriormente, a Indochine, pero eso es parte de otro capítulo. Lo que sí es de este, es que mi padre, cansado de verme ignorado por las personas que había a traído a casa para suplir mi carencia de hermanos, tomó cartas en el asunto y me llevó a jugar donde mis primos, que vivían en Pueblo Libre.

Fue así como se volvió una costumbre familiar ir después de almuerzo a la casa de mi tía. Mi madre empacaba mis chompas y camisetas (no fuera a ser que entre tanto juego transpirara más de la cuenta y luego me enfermara), yo empacaba mis juguetes, mi padre alistaba sus novelitas de detectives por si la conversación con mi tío se le hacía aburrida, y los tres subíamos al mismo tiempo al Toyota azul, pues era un carro "deportivo" y no convenía desperdiciar al elegante (y vintage) Ford blanco que mi padre acababa de comprarse para lucirse con sus amigos. Salíamos de la casa y transitábamos por la inmensidad de la Av. Brasil (esta avenida era toda una aventura para mí, porque era por allí donde transitábamos cuando me llevaban a la Feria del Hogar, una vez al año), hasta llegar a una de las quintas de Pueblo Libre, que era donde vivían mis tíos. Mis dos primos, Marisol y Mauricio, me acogieron con tanta alegría que al principio me puse receloso. En primer lugar eran mayores que yo (yo tendría unos 6 años, y ellos, 9 o 10), y en segundo lugar no los conocía bien.

Pronto limamos asperezas y nos unió la pasión infantil por el juego. Fueron ellos los que me enseñaron a pintar con tizas de colores sobre la vereda un extraño avión, para jugar Mundo. Fueron ellos también los que me enseñaron a jugar Matagente, y como se requerían más participantes, unieron a nuestro grupo a otros chicos del barrio que conocían. Vinieron dos: Cinthia y Sergio. Cinthia tenía brackets, largas coletas rubias y era algo torpe. Sergio, en cambio, tenía la pinta de una estrella infantil de televisión. Su cabello rubio y enrulado, sus ojos de gato, entre celestes y grises, su piel blanquísima y su naríz repleta de pecas me dejaron desolado. No sólo descubrí que me gustaban los niños sino que estaba terriblemente enamorado de Sergio. Sergio acostumbraba a ponerse shorts y me encantaba ver sus piernas de futbolista, o aquella memorable vez en que hacía tanto calor que se sacó la camisetita y yo pude gozar de la visión de sus tetillas rosadas y puntiagudas.

Fue mi primer child-crush. Dejé de comer, de sacar buenas notas, de divertirme con ellos durante las tardes dominicales. Mis primos se preocupaban de mi estado anímico y yo les decía que estaba bien, y es que en verdad lo estaba cuando Sergio sonreía, me cargaba en peso, me llevaba en su espalda o se ponía a conversar conmigo. Un día en que mis tíos estaban de cumpleaños y abrieron una botella de vino para emborracharse con mis padres, aprovechamos para dejar de jugar en la calle y nos fuimos a la casa de Sergio. Sergio tenía ATARI, y Cinthia y mis dos primos se sentaron en la sala a jugar y admirar aquél innovador aparatito. Por su parte, Sergio me preguntó con sus inmensos ojos de gato: "¿te gusta la música?". Casi me da un ataque porque sentí que podríamos estar unidos por el mismo vínculo, el melómano.

Me llevó a su cuarto y mientras él prendía el tocadiscos, yo me eché en su cama y aspiré su olor entre sus sábanas de El Hombre Araña. Puso un disco de Indochine. Me alegré porque ése era también mi grupo favorito, y nos pusimos a conversar acerca de nuestras canciones preferidas y lo mucho que necesitábamos aprender francés para entender lo que los francesitos decían en cada estrofa. "Me voy a matricular en la Alianza Francesa", me dijo, "tú también matricúlate pa' estar juntos". Claro que lo iba a hacer, y en eso pensaba cuando, entre su colección de vinilos, descubrí las letras amarillas sobre la carátula de cinco chicos de pinta rockabilly. Las letras decían: "PATO DE GOMA - Piel de Terciopelo". A gritos le pregunté si le gustaba aquél grupo y me respondió "por supuesto, aunque son un poco huachafos, pero son chéveres".

Yo miraba con devoción aquél vinilo, mientras Sergio lo colocaba en el tocadiscos y regresaba a echarse junto a mí en la cama. Quedamos el uno junto al otro, mirando el techo, cantando a voz en cuello "Chicos Malos" y luego me fue enseñando las otras canciones, como "Piel de Terciopelo" que fue lo que sentí cuando no pude más y le rocé levemente el brazo. Él no se dio cuenta, claro, pero a partir de allí siempre nos escápabamos a su casa y a su cuarto para escuchar a Pato de Goma. Regresando de Pueblo Libre, acurrucado en el regazo de mi madre y pensando en Sergio, mi padre prendía la radio y volvíamos a escuchar "Chicos Malos", y yo lloraba y me odiaba a mí mismo por no ser mujer y poder gustarle a Sergio. A su vez, también me sentía un chico malo. Malísimo. Desde entonces, los años fueron pasando y Sergio y mis primos se hicieron adolescentes. Dejaron de jugar conmigo cuando estaba mal visto jugar con "niñitos", pero más aún cuando Sergio se enamoró de Cinthia (que colgó los brackets y las coletas y se volvió un mujerón con tetazas y todo).

Comprendí que debía sucumbir al amor platónico y dejé de frecuentar la casa de mis tíos, hasta el día de hoy. Me cuentan que mi primo Mauricio es diseñador gráfico y trabaja en J.W. Thompson, y que mi prima Marisol es periodista de Expreso. Bastante exitosos resultaron ser. Sin embargo, aún cuando escribo estas líneas, coloco "Chicos Malos" en el Winamp y me pregunto qué será de Sergio. Quizás sea un drogadicto. Quizás sea un modelo de pasarela. Quizás haya engordado o se haya casado. Quizás no esté más en este mundo. Por eso, "Chicos Malos", de Pato de Goma, es una de las canciones más ridículas y especiales de mi vida, y por eso desde hoy podrán escucharla en MUSICATION. Esta va por tí, querubín.

Posteado por Cyan a las 12:14 p. m.
 
 

Meet the grandma
jueves, junio 16, 2005

Lo primero que hice fue quitarle el saludo. Cada vez que nos topábamos en la escaleras o en la mesa, enfrascaba la mirada en el suelo y caminaba como siendo víctima de un eterno pesar. Ella husmeaba y me buscaba tras sus impresentables gafas, intentando entablar una conversación acerca de cualquier cosa. Sospecho que de alguna manera trataba de volver a ganarse mi confianza, pero jamás consiguió doblegar mi papel de víctima en recelo. Tampoco comenté nada con Billy, sólo le pedí que de ahora en adelante fuese un poco más condescendiente con mi abuela, empezando por decirle "buenas tardes, señora" o "ya me estoy retirando, señora", porque en lo que respecta a mí, ella no recibiría ni la más mínima muestra de compasión.

Por lo tanto, cuando al día siguiente le abrí la puerta, mi abuela estaba, contra su costumbre, sentada en la mesa del comedor de diario. Conduje a Billy por el pasadizo hacia donde desembocan las escaleras, y al pasar por la puerta del comedor, intercambiaron miradas. Casi me da un síncope al notar que Billy, por iniciativa propia, se aproximó hasta el comedor, bajó las escalinatas y le estampó un húmedo beso en la mejilla.

- Buenas tardes, señora, mi nombre es Billy. Soy amigo de Cyan.
- Mucho gusto hijito, sube nomás, estás en tu casa.

Mi abuela le dice "hijito" a todo el mundo, pero el cariño tras sus breves palabras me dio qué pensar.

- Tu abuela es lo más.
- As if!
- No, en serio, es linda. Me la como.
- Cómeme a mí, mejor.

Después de poner un disco de Najwa con un volúmen considerablemente alto, Billy siguió mi mandato al pie de la letra. En medio de la cópula, mientras cabalgábamos sudorosos por las sendas del mutuo placer, se detuvo en seco para observarme con la bella inmensidad de sus ojos negros.

- ¿Y si tu abuela en verdad se hace la sorda?
- Pierde cuidado. Cantemos Najwa.

Fue así como tuvimos que reemplazar nuestros gemidos al ritmo del "Mayday", nuestro disco favorito de Najwa. Calculo que a la segunda o tercera escuchada del disco, sintiendo las proximidades del orgasmo, tuve que aullar a voz en cuello las estrofas de "The echo", canción que a partir de ese momento se convirtió en nuestro himno sexual por mérito propio. Billy se vino dos canciones después. Hay que recordar la capacidad de aguante de nuestra valerosa juventud peruana. Qué duda cabe.

Luego de la acostumbrada erradicación de fluídos (si la memoria no me falla, debió ser la primera vez que me tomé el blanco elixir de mi amado), pasamos a la "sobremesa", y cuando se hizo tarde, Billy, bien peinadito, se despidió con auténtica devoción de mi abuela.

- Señora, ya me estoy retirando.
- Nos vemos, hijito, un gusto, regresa cuando quieras, ya te dije que estás en tu casa.
- Buenas noches, señora, cuídese y abríguese.
- Gracias, gracias.

Boca de profeta. Esa noche el que se resfrió fui yo. Alrededor de las once de la noche bajé a la cocina para prepararme una taza de té caliente con limón y miel de abejas, y mi abuela tuvo el valor de dirigirme la palabra luego del "bochornoso" incidente de días atrás.

- ¡Qué lindo tu amiguito! - dijo ella, de buena gana.
- Sí, es lo máximo - repliqué yo, con una voz virulenta.
- ¿Cómo se llamaba?
- Billy.
- Billy. ¿De dónde lo conoces?
- De la Alianza Francesa.
- Ah. Me ha gustado mucho, muy educadito. Muy lindo, se le ve todo inocente y tierno. Se nota de lejos que es un chico de muy buena familia. Es de esas personas que apenas las ves, te transmiten como una sensación de paz, de bondad.

Me quedé patitieso. Patidifuso, como diría Almodóvar. Todo lo que había dicho mi abuela senil era exactamente lo que mis amigos solían decir luego de conocer al hombre de mi vida.

- Pues sí, es una buena persona.
- Dile que las puertas de esta casa están abiertas para él. La próxima vez que venga, me avisas para prepararles alguna cosita.
- No es necesatio.
- Bueno, me da gusto que seas amigo de él.

Diciendo esto, se marchó arrastrando sus gruesas piernas, devastadas por la artritis y por las várices. Yo la contemplé desde lejos y sentí una ola inmensa de remordimiento con la cual ya no valía la pena torturarse, porque comprendí que las pases ya las habíamos hecho hace tiempo. No convenía odiar a una persona consumida por la vida, que además estaba con un pie en la tumba. Si de apariencias se trata, seguiré preservando la careta del nieto perfecto, hasta el día en que ella tenga la buena idea de morise. Y Billy será nuestro nuevo mejor amigo.

Posteado por Cyan a las 2:38 p. m.
 
 

El arte de mentir
martes, junio 14, 2005

- Abuela, ¿puedo hablar un ratito contigo? - susurré, asomando la cabeza por la rendija de la puerta, mientras ella acababa de ponerse su bata rosada y sus medias grises supergruesas, tejidas por ella misma.

Para esto, horas antes, me había cansado de trazar esquemas de un plan al que llamaremos "el grito de ayuda del nieto perfecto". También tuve que ensayarlo repetidas veces ante el espejo, y cuando por fin me sentí preparado, con las líneas de diálogo aprendidas, oleadas y sacramentadas, como un parlamento de acción dramática, porque eso era al fin y al cabo, eché mano de mi poca cordura y me puse a dar vueltas y vueltas en círculo alrededor de la mesa de centro del salón de visitas, a oscuras, como en una invocación satánica que en realidad era una de las tantas formas que conocía para sacar fuerzas de mi propia flaqueza.

Cuando me decidí a subir hacia su dormitorio, las piernas comenzaron a temblarme. Pánico escénico. Les pasa hasta a los mejores actores. Y actrices, por supuesto. Sin embargo, no había que asustarse: era imposible cometer un error a estas alturas, y cuando por fin se abrieran las bambalinas, cuando se prendieran los focos y yo ingresara al centro del escenario, el público me aplaudiría. Porque, si hasta la fecha no se han dado cuenta, YO SOY UNA ESTRELLA, algo estrellada, pero estrella, natural y poéticamente, decidida a interpretar su papel antes las oleadas de aplausos de mi público fiel, con el que guardo un romance desde el momento en que puse los pies en la tierra. Erradiqué mi infinito ego para aproximarme a la puerta de su habitación, y sin pensármelo dos veces, toqué con los nudillos de los dedos y asomé la cabeza.

- Sí, hijito, dime qué pasa - respondió ella, arropándose con su chal y posando su enorme trasero sobre las sábanas de lino que olían a vinagre bully, a perfume de bebé y a naftalina.

En ese momento se me salió el rol de la villana televisiva, also know as Esthercita de "Los Ricos También Lloran", o Maria de Fátima de "Vale Todo".

- ¿Qué ideas acabas de meterle en la cabeza a mi papá? - inquirí, con aire soberbio y mirándola con los ojos recelosos.

Ella ni se inmutó. Aquello fue la pérdida de la primera batalla y me dejó algo devastado. El plan había comenzado mal. Se suponía que ella debería haberse horrorizado con mis palabras, pero no, no dijo ni mu, más bien movió la cabeza y trató de imitar mi sorna. "Esta vieja es más peligrosa de lo que me imaginaba", pensé para mis adentros, pero ya no había marcha atrás. Tendría que continuar con el plan a pesar de haber empezado con mal pie.

- No, yo digo nomás - dijo, acomodándose el chal. - Como te encierras con ese chico hasta tarde con la luz apagada, tú sabes que muchas cosas pueden pasar, hoy en día hay que desconfiar de todos, y tú aún eres un poco quedado para darte cuenta.

Me aferré a la pared para no caerme. ¿Esta vieja, además de poner en jaque mis planes de magnifiscencia, se estaba atreviendo a insultarme y a decirme "quedado"? Daniel tenía razón en su blog. ¿Qué estaba pasando con el mundo?

Intenté dominarme, no obstante era demasiado tarde: el resentimiento afloró y terminé alzando la voz más de la cuenta.

- ¡O sea que además me insultas! ¡O sea que encima piensas que soy un inmaduro que aún no sabe escoger a sus amistades! ¡Por Dios, ya tengo casi veinticinco años! ¡No estoy en edad de pedirle permiso a nadie y mucho menos a tí! ¡Además, estoy en mi casa!

Me faltó agregar "y tú no", pero mis ánimos flaquearon al ver que ella seguía sin inmutarse y diciéndome tranquilamente: "Tampoco te pongas así... hijito." Hijita su puta madre.

Tenía que hacer algo, había probado la sorna y fracasé. Intenté ensalzar mi ira, y me salió el tiro por la culata. Me faltaba lo único que sabía hacer mejor, y en lo cual soy un consumado maestro: las lágrimas. Me acogoté, inicié una ligera tembladera, miré para todos lados, sollocé tímidamente y estallé en un largo llanto que coroné con venirme de rodillas al suelo, agarrándome la cara con vergüenza, rojo de dolor y de humillación.

- Me siento la peor persona del mundo - lloré - porque mi propia abuela me está insultando. Lo único que te falta decirme es que soy maricón.
- ¡No hijito!

Bingo. Después de todo ella me había críado mientras mi madre se pasaba la vida en el Lawn Tennis. Había logrado conmoverla y si la intuición no me fallaba, hasta me pediría disculpas en menos de lo que canta un gallo.

- Hijito, escúchame - gimoteó - yo en ningún momento he dicho eso, sólo estaba preocupada porque nunca me presentas a tus amistades, y en esta vida de ahora hay que descofiar de todo el mundo.
- No sé cómo haz sido capaz de pensar una cosa así de mí - lloraba yo, desconsolado - Mi amigo viene a ensayar conmigo porque estamos formando una banda que se llamará BomiToni, por eso nos encerramos, pero no tengo por qué darte explicaciones. Sólo lo hago para que tu mente enferma no siga pensando cosas horrendas.
- Lo siento hijito, no pensé que fuese así, me hubieras avisado antes, pues, ¿yo cómo voy a saber?
- Ahora no traeré a nadie más a la casa. Me pudriré adentro contigo.
- No hijito, perdóname, tus amigos son más que bienvenidos.
- Ya no confío en tí - murmuré.
- ¿Qué?
- Digas lo que digas, acabo de perder la confianza en tí.
- Pero, pero hijo...
- Para mí todo acabó, abuela. Las cosas no volverán a ser como antes...
- ¡Te prometo que nunca más volveré a pensar barbaridades de tí! ¡Lo juro! - imploró ella.
- No. No puedo olvidarlo. Acabas de matar el cariño que sentía por tí. Estoy muy desolado. Lo siento.

Hundí el rostro sobre la manga de mi chompa y cerré la puerta de un porrazo, dejándola pasmada, con abruptos sollozos. Me sentí fatal porque ni bien cerré la puerta me reí, reí nerviosamente. Era la risa de la victoria. Y aún sonriendo me eché colirio en los ojos y me apliqué una mascarilla de sávila para aplacar cualquier posibles ojeras. Me sentí más villana que nunca.

Posteado por Cyan a las 1:56 p. m.
 
 

Crónica de una muerte anunciadísima
lunes, junio 13, 2005

Mientras tosía por décima vez, me veía irremediablemente a merced del resfrío, pero sólo fue tras una serie de convulsionados estornudos cuando comprendí que las sospechas eran ciertas: me aquejaba una de esas típicas gripes de cambios de clima, de asimilación ante el inclemente frío que aqueja Lima durante las brumosas mañanas del mes de Junio, por la época en que uno no sabe qué ponerse, pues a mediodía suele despuntar un solcito tímido, suficiente para obligar a deshacerse de dobles chompas y bufandas, al menos de Surco para arriba, porque para abajo no hay calor que valga: todo se consume en medio del atosigante invierno. De modo que al caer en cuenta que la tos no era una mera tosecita de gargajo, sino que también venía acompañada de la horrenda picazón en la garganta, caí en cuenta que tenía que tendría que tomar mi acostumbrada dosis de antibióticos, comenzando por Bactrim Forte y Apronax de 500 (a estas alturas note el lector mi avanzada experiencia en las lides de la automedicación).

A lo lejos, oí abrise la reja de la calle y el familiar tintineo de las llaves acompañado de la caminata cansina de los zapatos de cuero. Era mi padre que regresaba de viaje. Me alegré porque tuve la brillante idea de implorarle que me fuese a comprar los medicamentos a la farmacia de la esquina, con la finalidad de resguardarme de las violentas ráfagas de frío helado. Aún cuando bajaba las escaleras no lograba preveer la tormenta que se avecinaba.

- Hola papá, me puedes ir a compr...
- Quería hablar contigo. Tu abuela me ha contado por teléfono que te encierras todos los días con un chico en tu cuarto.

Mèrde. Así, sin anestecia ni nada, amenazaba por desbalacear mi balanceadísimo estado de ánimo. No convenía venirme al suelo en ese momento. En el transcurso de los breves segundos que me tomó urdir la coartada perfecta, esgrimí una auténtica expresión asombro. Porque en verdad lo estaba. Hasta ese entonces, pensé que mi abuela era más sorda que las lagartijas.

- ¿Qué? -repliqué yo.
- No sé, así dice.
- ¿Qué más dice?
- Dice que se encierran en tu cuarto con la luz apagada. Vaya Dios a pensar qué estarán haciendo, tú sabes que tu abuela es vieja y tiene un pensamiento retrógrado. Puede ser que estén teniendo relaciones contranatura, pedofilia, bestialismo...
- ¿Mi abuela te ha dicho eso?
- No, pero lo sugirió.

Resulta curioso que no dijera mariconadas sino relaciones contranatura. Pero lo que más me llamó la atención fue que mencionara la palabra pedofilia. Porque viéndolo bien, era eso precisamente lo que ocurría. En buena hora agradecí al cielo por haber estudiado teatro durante mi adolescencia, pues la actuación enseña a mentir. Y en la vida real suelo mentir muy bien. Al menos de la boca para afuera. Tome nota, querido lector. Primera lección para mentir a la perfección: mirar fijamente a los ojos al interlocutor. Un mentiroso siempre esquiva la mirada. Segunda lección: dominar el temblor de la voz, aunque sintamos sapos y culebras en el estómago. Tercera lección: sonreír, no reír, sonreír con sinceridad, abriendo bien los ojos para disipar cualquier destello de ensayado simulacro.

- Ay, papá, mi abuela está loca - le contesté, moviendo la cabeza y sonriendo con indignación. -Cuando venía Addy Possa también me decía "ay, qué barbaridad, qué hace Cyancito encerrado en su cuarto con esa chica, por Dios".
- Sí pues, pero Addy es una chica. En cambio tú te encierras con un hombre, y eso es más sospechoso.
- Déjala que sospeche, papá. Mi amigo Billy viene siempre y nos encerramos en mi cuarto porque estamos formando una banda de rock que se llamará BomiToni. Ponemos música en el equipo y entre los dos vamos componiendo las canciones.
- De todas maneras no deberían encerrarse. Dice que cuando llame tu mamá le va a contar todo.
- No te preocupes, yo hablaré con mi abuela.

Mi padre se retiró arrastrando las maletas hacia su dormitorio, con una infinita expresión de cansancio. A estas alturas, me daba igual lo que fuese a pensar él, pero ¿y mi abuela? Podría irse de boca con mi madre y ahí sí que se armaría un bolondrón. No sólo afectaría su salud sino que me despediría de la herencia familiar y también del departamento que ha prometido comprarme cuando emigre a Europa. O sea que deberé agregar una preocupación más a mi abanico de problemas domésticos. Antes de tomar la decisión de hablar con mi abuela y enfrentarla, se me vino a la memoria un pasaje de "Cien Años de Soledad", cuando Amaranta urdió la definitiva solución que pondría fin a su rivalidad con Rebeca: verter un chorro de láudano en su taza de café.

Posteado por Cyan a las 12:14 a. m.
 
 

Oficios secretos de los bloggers peruanos
viernes, junio 10, 2005

Conversando con Carlos acerca de la casualidades de la vida, o mejor dicho, perdiendo el tiempo chateando en el MSN durante nuestro horario de trabajo, caímos en cuenta sobre los erróneas que suelen ser las apreciaciones de la gente, en cuanto a la percepción que tienen de nosotros mismos. Muchos suelen acorazarse, involuntariamente, bajo el caparazón de una identidad contraria a la que es en realidad. Nadie tiene la culpa, ni siquiera el propio implicado. Justos pagan por pecadores. De cualquier manera, llevando el caso a extremos en verdad jocosos, se atrevió a esgrimir una teoría descabellada pero deliciosa.

Carlos dixit:

"La gente se paltea. Alucina que en el fondo fuésemos OTRA persona.
Imagínate que...
Tú, mi querido Cyan, fueras profesor de fisicoculturismo o consejero matrimonial.
Santos, un intelectual de izquierda.
Karen, una metalera furibunda.
Leuzor, galán de película de los años cincuenta.
Arellano, un negociador de secuestros.
Vodkita, una hermana de la caridad.
Ajonjolí, stripper.
Carla Ciurlizza, guitarrista de parroquia evangélica.
Slayer X, vendedor del pack de Universia.
Ricardo Galvez, un faquir.
Carol, administradora de algún bar de Bavaria.
Ser Humano (Almadark), basquetbolista.
Piolín, miembro del Ku Klux Klan.
LaMorena, redactora de contraportadas de libros de autoayuda.
Cesar Soplín, profesor de internado de señoritas.
Anti, activista de los derechos de los homosexuales.
Impazzitti, transformista.
Marmota, redactora de teleprompters.
Nells, modelo de medias masculinas.
Daniel, asistente ejecutivo de alguna transnacional.
Gigit, profesora de ética.
Mía, vedette.
Ximena, profesora de educación inicial.
Y yo, director de orquesta chichera."

Dios nos coja (confesados). El universo paralelo trazado por sus ánimos de diversión acabaría siendo tremendo.

Posteado por Cyan a las 12:18 p. m.
 
 

Beethoven was deaf
miércoles, junio 08, 2005

Es raro. Algunas veces los malos presentimientos suelen atestarse bajo la maraña de pensamientos post-oníricos al fin de una jornada en los brazos de Morfeo. Sin embargo, cuando desperté esta mañana, no advertí atisbo alguno de concupiscencia, ni sobresalto de espíritu. Tan sólo la laguna de orín de mi perro decrépito sobre el parquet de mi dormitorio pudo haberse interpretado como una mala señal, y ni por eso me sobresalté. Acostumbrado a lidiar con la senilidad de los seres vivos (mi perro y mi abuela), me dispuse a quitar la mancha del suelo, más por prevenir a mis dormidos pies de posarse sobre la meada, que por eliminar el vaho de la habitación. Además, por ayudar a Billy en un trabajo universitario, se me hizo tarde y tuve que tomar un taxi para no llegar tarde a clase de francés. Por un momento deseé que el taxista fuese la versión humana de Meteoro.

Al salir de la Alianza Francesa, cerca del mediodía, me encontraba en mi acostumbrado paradero de la Universidad de Lima, inclemente ante el púlpito de estudiantes que se sobaban los dedos de frío y al malhumor de los cobradores de combi. Como dirían Alaska y los Pegamoides, me hallaba en otra dimensión, por culpa del discman, que a estas alturas se ha convertido ya en una parte prolongada de mi cuerpo. De repente, cuando un bus se estacionó en paralelo a la calzada y varios estudiantes corrieron para abordarlo, me sentí empujado con cierta violencia, e inclusive debí colocar un pie sobre la pista para evitar una posible caída. En el interín de las acciones, noté al cabo de un estado de desmimetación simultánea a la música por culpa del empujón, que algo acababa de cesar. Me invadió un silencio sepulcral. La presión de los audífonos sobre las orejas me recordó que aún los tenía puestos, pero no se escuchaba rien de rien. "¿Sería que se acabaron las pilas?" me apresuré a pensar. Al deslizar la mano por la solapa acangurada de mi bolso marrón, palpé el extremo del cable de los audífonos, y descubrí que descansaba sobre el aire: el discman había desaparecido.

Al principio no pude creerlo, y después caí en cuenta que podía haber sido un robo, mejor dicho, que me habían robado, aprovechando la turba de jóvenes que subían a un bus que ni siquiera tomé. Traté de asimilar la situación, buscando en mi subconsciente alguna pizca de conmoción, pero no la encontré. Sencillamente, me encontraba en shock, como esas personas que pierden de improviso a un ser querido y no sueltan el llanto hasta días después, incapaces de reaccionar a su debido momento. Eso fue lo que me pasó, más o menos, en parte porque también descubrí que era la primera vez que me robaban, por inverosímil que parezca.

En el camino de regreso, me quedé abandonado a mi suerte por las sendas de la meditación/desvarío de quien acaba de sufrir un asalto. Asalto a medias, pero asalto al fin y al cabo. Recordé, como en esas películas donde el inspector va atando los últimos cabos, que el discman me lo arrebataron con un disco dentro, y ese disco no era otro que uno de Collective Soul. Invadido por un súbito dèja-vu, me vi a mí mismo días atrás en mi habitación, limpiando el polvo del librero donde reposa mi colección de CDs, y eligiendo uno en especial. Se trataba del disco homónimo de Collective Soul, original del año 95, que adquirí en Viña del Mar, durante mi viaje de promoción a Chile. Me vi a mí mismo, con mis compañeros del colegio, viviendo las postrimerías del grunge, echados en el piso del recreo escuchando "December" en la radio portátil que alguien se había traído a hurtadillas de su casa, y luego bailando al ritmo de la histeria de "Gel", que fue donde finalmente comprendí que debía comprarme aquél álbum.

Posteriormente descubrí la genialidad del mismo, con surcos como "When the river flows" o la intensa "The world I know", que escuchaba por primera vez, caminando a paso lento, mientras mis amigos corrían por las calles de Viña tratando de tomar fotos de todo y de todos, ansiosos por llegar al bus que nos llevaría a Santiago. Durante ese viaje me sentí por primera vez adulto, lejos de mis padres, capaz de tomar mis propias decisiones y a la deriva del yugo familiar. Abrumado por los recuerdos de la Promoción 1996, tomé el precioso disco de caja transparente amarilla (en edición europea) y me animé a colocarlo en mi escritorio para tenerlo a la mano. No lo había escuchado desde hacía un par de años. Hoy que finalmente me decidí a ponerlo en el discman, ocurrió la tragedia.

Lo peor es que a la par descubro que no puedo vivir sin música en las orejas. El trayecto se me hizo largo, larguísimo, y comprendí que, efectivamente, La Molina era el culo del mundo. Transité por las calles de mi barrio como un autómata, como alguien que ha perdido la orientación o como alguien que va a morir. La injusticia no perdona. El crímen no paga. Y Beethoven, que fue un genio, también fue sordo.

Posteado por Cyan a las 2:39 p. m.
 
 

Cómo llegar a ser Karen O en cinco pasos
martes, junio 07, 2005

Ya no puedo más. Anoche tuve una sesión ininterrumpida de Yeah Yeah Yeahs que rematé con un concierto bajado de internet y algunos videítos un poco rácanos (excepto el de "Y Control"), y literalmente, quemé cerebro. Así que he decidido, para angustia de mis fans, convertirme en Karen O. Debo decepcionar aquí a los malpensados y/o detractores que saltarán en una pata al imaginar que me cambiaré de sexo. Nada que ver. De momento me apetece seguir usando la verga. Ya estaba escrito que las vaginas me causan repulsión, aunque jamás en la magnitud de la pobre Catherine Denèuve, quien detestaba el órgano viril en la película de Polanski. Por más regia que sea Catherine (y por más que le robe un papelón cuando llegue a Paris el próximo año y me haga su amiguísimo), nunca me arrastraré por el suello como ella. También olvidé acerca de qué estaba escribiendo. Muchas veces me aterra empezar a escribir de una cosa y terminar abordando otro tema. Ah, sí, Karen O, que es todo lo contrario a Catherine Denèuve, aún en su etapa Dancer in the dark. Pues bien, echando mano de un antiguo recursé que usurpé a los New Kids On The Block, pasaré a relatar detalladamente el proceso de mi futura transformación.

STEP ONE (we can have lots of fun):
Bajar de peso y ser anoréxico.- Esto ya estaba implícito desde el momento en que pasé de ser 30 a 32 en talla de pantalón. Y como ni siquiera mi amiga Anne Horexia se ha dignado en prestarme alguno de sus bucólicos artilugios, ahora me jugaré el todo por el todo. Comenzaré con hacer cuanta flexión abdominal exista en el manual del buen gimnasta, aunque dudo que me atreva a ponerme un leotardo, al menos no hasta que me deshaga del flotador incorporado que tengo en el estómago. Pero no contento con bajar la panza, que debería ser la consigna de cualquier futuro metrosexual, extirparé también un poco de papada y no comeré sino un plato al día de hierbas que yo mismo cosecharé de mi mezquino jardín, así sea grass europeo o de Tarma. Sólo podré respirar tranquilo cuando sea capaz de contar las costillas en el pecho.

STEP TWO (there's so much we can do):
Cabello.- Comenzó como asian look, luego mutó como una mala imitación de Hyde (el ex-vocalista de L'Arc En Ciel), posteriormente fue por imitar a George Harrison en su etapa Abbey Road y finalmente hoy se quedó como a medio camino entre la melena de César Zamalloa y Edu Saettone. Pero a partir de mañana, remataré el cerquillo por la parte posterior y dejaré crecer el capul hasta más allá de la frente, para que el mechón caiga como una unidad autónoma sobre los ojos, lo cual nos lleva al siguiente punto.

STEP THREE (It’s just you and meeeee)
Adiós al look intelectual.- Es decir, los lentes. De todas maneras tenía que hacerlo en algún momento, porque en la reunión de Bloggers me dijeron que se parecen mucho a los lentes de Daniel. Con el objetivo de que el cerquillo me caiga sobre los ojos y me tape la mirada, debo tirar mi montura (dudo si regalarla o no) y adquirir lentes de contacto, con todo lo desagradable que eso implica (soy una bestia que suele perderlos por el drenaje del lavatorio) o hacerme una operación láser y acabar de una buena vez con la miopía/astigmatismo/hipermetropía o la chucha del gato, antes de lo cual deberé chupársela a medio staff de oftalmólogos de Opeluce para poder hacerme acreedor a una operación gratuita.

STEP FOUR (I can give you more...)
Ropa ochentas.- Qué sesentas ni setentas ni qué tanta tontera. Los ochentas son lo máximo. Sino miren a los millones de wannabes que pululan por Barranco tratando de emular a Debbie Harry, o a la modelo del video de "I Ran" de A Flock Of Seagulls. Felizmente encontré en El Hueko un CD de Tatiana. ¿En dónde estaba? Ah, sí. Mutilaré mi clóset de prendas a go-gó, la quemaré (no vaya a ser que después me hagan brujería) y adquiriré un nuevo lote de trapos con rayas verdes fosforescentes previa visita a los baratísimos establecimientos de la Av. Grau, porque últimamente se ha puesto de moda ir a comprar ropa allí, a pesar que desde que están construyendo la nueva Vía Expresa, para llegar es todo un loco. El look será rematado con un par de All Star negras, además de cadenas y gargantillas de púas cortesía de Ana Conda (y luego no te hagas la loca, mira que yo siempre te acompaño a ver a Serpentina Satélite).

STEP FIVE (Don’t you know the time has arrived!)
Tener una banda de rock.- Tampoco es una utopía porque las canciones las escribí cuando tenía catorce años, y la música terminaré de componerla cuando se la chupe a alguien que me enseñe a tocar la guitarra, y cuando me compre una guitarra eléctrica en forma de V, como tenía Alaska cuando tocaba en Kaka De Luxe. Luego moderaré mi voz andrógina y gritaré tanto que me pondré ronco (no tanto como Rossy War, más como Maria Conchita Alonso) para condimentar los coros de algunas cancioncitas con alaridos de perra arrecha. Mi grupo se llamará BomiToni, debutaremos en La Noche de Barranco con la mitad del público sacado del Downtown Vale Todo, me emborracharé, tiraré el micro, me violarán y luego violaré aciertos integrantes de The Mamelucos, de Turbopótamos y de The Emergency Blanket. Mi primer EP será editado en Eslovaquia cuando la gente me empiece a decir por la calle "Hey, mira, ese chico se parece a la vocalista de Yeah Yeah Yeahs, ¿es un chico?".

Me faltó decir que requiero tener a Billy más alto (con píldoras de crecimiento) y conseguirme un guitarrista con el pelo a lo Robert Smith. Sin embargo, con estos cinco sencillos pasos que pondré en práctica a partir de mañana, estoy seguro que me acurrucaré bajo la axila de la fama y la fortuna. Y eso sin haber tenido ninguna entrevista en BlogsPeru. Bravazo Sofi.

Posteado por Cyan a las 1:42 p. m.
 
 

O Yeah Karen
lunes, junio 06, 2005

No dejé de sentir una inconmensurable sensación de remordimiento al observar la tierna mirada de Billy cuando extendió la mano para entregarme una pequeña bolsa blanca de plástico.

- Felíz Aniversario.

Tampoco atiné a decirle nada. Sólo dejé que mi larga melena azabache me cubriese parte de los ojos con el viento, aquél viento brumoso de invierno que encuentra maneras disímiles de colarse debajo de la ropa para congelar y endurecer los huesos de frío. Por una milésima de segundo pensé en inventar estratagemas que me permitiesen esconder mi aquejada vergüenza por no haberle comprado ningún regalo. Ya existían antecedentes tremendos, pero no venía al caso recordarlos. Tan sólo me contenté con observar nerviosamente el paquete y musitar un casi imperceptible pero muy sincero gracias, luego de caer en cuenta, sin mucho esfuerzo neuronal, que lo que había en el paquete era un disco. Quizás, si cabe, es el mejor regalo que alguien me puede hacer. Y mucho más cuando ese alguien era la persona con la cual acababa de atravesar los 2 meses más significativos y auténticos de mi vida.

De modo que al gritar mientras descubría bajo el plástico a los salvajes y sucios motivos que decoraban la superficie de la portada del disco de los Yeah Yeah Yeahs, fue un grito bastante sincero. Sincerísimo. Ni ensayado hubiese podido salir mejor. Me aquejaron unas ganas incontenibles de saltar como Mario Bros en medio de los transeúntes que pululaban por entrar al Cafe Z, a escasos metros de donde nuestra sorpresa se llevaba a cabo. Sorpresa porque nunca imaginé que Billy fuese a interpretar tan bien mis deseos de poseer una copia original de un disco bajado de internet hace un par de años y posteriormente dañado e hiper rayado tras arduas y adrenalínicas escuchas, ya sea en el discman como en la atosigante soledad de mi habitación.

Tal vez habría que recalcar la experiencia y emociones destiladas cuando te regalan un disco de los Yeah Yeah Yeahs. Porque no sólo es tu banda favorita, son los Yeah Yeah Yeahs, por el amor de Dios, los embajadores del garage revival, cuyas ensordecedoras guitarras y los gritos y remeneos de Karen O han provocado la adoración de la mitad del mundo y la repulsión de la otra mitad. Huelga decir que Karen O es una diosa por los cuatro costados, una diosa anoréxica y de extraña belleza. Léase extraña belleza como metalenguaje empleado para expresar que tras una anatomía muy lejana de los cánones estéticos universalmente aceptados, también puede residir el atractivo sexual. Karen O es una fiera criatura de personalidad arrolladora, como yo. Me gustaría que tuviésemos más en común, y robarle una cancionsaza de su repertorio para interpretarla a capella vestido como ella. QUIERO SER KAREN O. Ya puedo imaginar la expresión desencajada de Billy cuando se lo diga.

Posteado por Cyan a las 1:19 p. m.
 
 

2 meses
viernes, junio 03, 2005

[Originalmente titulado Post melcocha]

Cuando miras el calendario y descubres que tienes la malsana costumbre de mirarlo todos los días, y que el tiempo avanza su paso inexorable al compás de las manecillas del reloj, y te das cuenta que prefieres mil veces la depresión, las pastillas, el muermo al final del almuerzo, la inactividad y la indiferencia, en vez de olvidar comprar un regalo de aniversario, y que estás con la hora en contra y que no has ido a la peluquería y que tienes la regla (porque a los hombres también nos da la regla) y cuando te has adecuado a los hábitos rutinarios de tu vida altisonante, y cuando te da por llorar por cualquier cosa, o cuando ves en el cielo color panza de burro alguna muestra diáfana de color celeste, o cuando desordenas cajones y buceas en el inclemente ropero, y te pongas lo que te pongas todo que queda feo, por más que el día anterior te hayas hecho peeling, o cuando pasó el primer mes y te olvidaste de escribir algo al respecto, a pesar de que tienes un blog y la persona en cuestión lo lee todos los días y te dice oye basura, por qué michi no has escrito nada acerca de nosotros y sólo te la pasas escribiendo Pertur, Pertur, Pertur, cuando en realidad estás conmigo y no con él, o es que en realidad prefieres estar con él, y a tí te jode porque es la piedra más grande que te han dicho en tu vida, y a continuación le dices sí amor, es que Pertur tiene más rating, y por eso él estristece y dice claro pues, porque a mí nadie me da bola y cuando escribes acerca de mí la gente no comenta nada en tu blog y tienes que dejar de postear porque sencillamente no le encuentras salida o porque lo interpretas como una excusa perfecta para dejar de escribir, porque en el fondo a veces piensas que este blog ya te llegó y deberías dedicarte a escribir la novela de la chica regia que asesina a su abuela, pero después rechazas la idea porque es algo que te da vueltas por la cabeza desde hace mucho tiempo y al final no vaya a ser que te animes a hacerlo y te incriminen por ello, como le pasó a Sharon Stone, la pobre, en Bajos Instintos, quien dicho sea de paso nunca tuvo un papel de igual magnitud, pero eso no importa, lo que importa es que luego de divagar y de dividir tus paltas en millones de ramificaciones, pensamientos y la chucha del gato, le dices sí amor, lo que pasa es que creo que mis lectores no terminan de asimilar que estoy contigo, pero si quieres que escriba de tí, entonces escribiré de ti, y luego te dice de que no, que mejor no, que sigas escribiendo sobre Pertur, y luego se acuerda y dice ah, verdad, ya no es cuestión de rating, porque ya se bajaron el top 25, y tú estás seguro que mucha gente se raja las vestiduras pensando que tu blog es un blog Magaly, cuando en el fondo tu blog es el colmo de lo chic, y le dices sí amor, tienes razón, escribiré con el coño sobre ti, y después te retractas porque recuerdas que no tienes coño, y luego ríes al pensar que los españoles le dicen coño al orto, y le repites sí cariño, voy a escribir con el coño sobre tí, y él ríe y tu te alegras porque haz tenido un día de mierda y lo único por lo que mueres es por verlo reír, como dice la canción de Nicole, y te das un cocacho en la sien porque él aún no escucha Nicole y Nicole es de puta madre, y ya le haz prometido cuchumil veces grabarle el CD y nunca lo haces, porque piensas en otras cosas, porque a veces se te pasa todo, porque tu vida es mucho más atolondrada que la de él, a pesar de que parezca ser al revés, y él te dice no importa amor, y a tí te encanta que te diga amor, porque suena como una telellorona, y en el fondo tu haz crecido siendo fan a morir de Verónica Castro y por dártelas de culto dices que prefieres las novelas de O'Globo, y tu te preguntas a estas alturas qué mierda hago escribiendo así, y te tranquilizas porque hasta García Márquez se ahorró dos páginas de "Cien Años de Soledad" de este mismo modo, y él te mira con esos ojos hermosos que te mueven el piso y tú le comentas no es por nada pero hoy te ves lindo, y él te dice shut up, y tú le repites de verdad te ves lindo, porque lo dices en serio, muy en serio, aunque él no lo crea o tú creas que él cree que no lo cree, porque así como un zafarrancho o un vodevil de la edad media se han pasado ya dos meses, y te sientas en la cama y suspiras y dices Dios Santo, dos meses ya, como Susanita diciendo ¡Dios Mío cómo pasa el tiempo! y descubres que ahora tampoco le compraste nada, y que qué irá pensar y te sientes muy, muy mal, deprimidísimo, para que luego él te diga no importa, amor, y tú diciéndole me encanta que me digas amor, porque eso es lo que eres, mi amor, y te lo repetiría mil veces de aquí a la luna, y a lo que iba es a decirte Felíz Aniversario mi amor, y brindaremos los dos con un beso desarrapado y con mucha saliva y fácil delante de medio Lima para cagarnos en todos, porque nos cagamos en todos y porque me cago por tí, así de sencillo. Ah, verdad, y que te amo mucho. Nada más.

Posteado por Cyan a las 2:33 p. m.
 
 

Siguen las cadenas, caramba
miércoles, junio 01, 2005

Mientras sigo absorbido por la brillante fluidez sonora del combo canadiense The Arcade Fire (obligatorio comprarse/bajarse su estupendo debut), y mientras los cerebros de muchos siguen haciendo calistenia en espera del nuevo disco de Coldplay (y porque Daniel se cansó de bajar fakes) he decidido desconectarme un poco del mundo, si se puede, a causa del problema de Funky, gracias a esta nueva cadenita bloggeril que me mandó Carlos, y que me atrevo a responder con la misma falta de pretención (creo yo) con la que fue escrita.

Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?

Pues "Naissance des fantômes" (Nacimiento de fantasmas) de Marie Darrieussecq, para poder soportar con absoluta vacuedad el infinito espacio-tiempo, eternamente detenido en las paredes de mi habitación, y para averiguar por qué se fue finalmente el marido de la protagonista. Sorprende cómo de una sola y simple premisa puede fluir un interesante diálogo con la soledad, y a la vez, construír una de las novelas más sólidas y breves que he leído en mi vida.

¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?

Quizás de Lyon Burke, el galancete matalas-callando de "Valley of the Dolls", sólo porque le rompió el corazón, una y otra vez, a la protagonista, Anne Welles, con la cual me identifico de sobremanera. Me electriza saber que siempre que leo el libro termino llorando a mares por la consabida infidelidad del género masculino (al cual pertenezco, a fin de cuentas, todos somos unos pobres diablos).

Otro del que me enamoré perdidamente fue del Pietro Crespi de "Cien Años de Soledad", pues por la manera en que García Márquez lo describe, hasta él mismo parecía estar enamorado de él. Además, conmueve que haya donado todos sus ahorros para que se termine de construír el templo donde había de casarse, cuando acaba suicidándose por culpa de una desabrida de mano quemada. La fuerza del amor es incomparable, señores. Después de todo, siempre es agradable que un cuerazo se suicide por uno.

¿El último libro que compraste fue?

"The Virgin Suicides" de Jeffrey Eugenides, sólo para descubrir que inclusive en su idioma original, resulta ser más poético que la película de mi colega Sofia Coppola (y eso que la película re-poética...).

¿El último libro que leiste fue?

El libro de Fiorella Cava, cuyo infinito título me es imposible recordar, así como lo increíblemente científica que me resultó la prosa. Para que vean que no me avergüenza reconocer que no entendí ni michi.

¿Qué estás leyendo actualmente?

"Techniques du cinéma" de Vincent Pinel, sólo porque el libro me costó 1 sol (sí, 1 sol, aprovechen la feria de libros viejos de la Alianza Francesa) y porque me estoy preparando para el rollo que tendré mandarme en la parte escrita del DELF.

Cinco libros que llevarías a una isla desierta.

Libros divertidísimos y para leerlos de un tirón:
"Cien Años de Soledad" (¿por qué todos lo ponen cuando apuesto a que la mitad de ellos ni siquiera lo han leído, al menos eso es lo que parece?)
"Alaska y otras historias de la movida" de Rafa Cervera
"The Shining" de Stephen King
"Música para camaleones" de Truman Capote
"Mi filosofía de la A a la Z" de Andy Warhol

¿A quién le pasas el bastón y por qué?

Pues...
A
Daniel, para averiguar si es cierto que sólo lee sus Condoritos cuando va al baño (o al dentista)
A
Camila, para que escriba en su blog de otra cosa que no sea Hooters.
A
Ale, para ver si le da el cerebro (¡tú puedes!).
A
Gonzalo, para descubrir por qué escribe tan condenamente bien.
A
Keoshi, porque ya no tengo a nadie más quién mandarle. Bua.

Posteado por Cyan a las 12:07 a. m.
 
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