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Bon anniversaire
miércoles, agosto 31, 2005 |
La premisa que todo el mundo conoce es: "chico en medicación se pone a escribir un blog para no volverse loco". Lo que se me escapó de las manos fue el contenido. El devenir del tiempo. "Chico se enamora de otro chico que pasa total de él" y "chico consigue novio" podrían haber sido las siguientes definiciones que englobaran la temática de mis escritos. Definitivamente, fue un error haber titulado este blog con un fonema que habría de convertirse en un estigma.
Hace unos días había decidido montarme un numerazo. Tenía dos alternativas. Una, cerrar el blog para abrir uno nuevo con diferente título. O dos, rediseñar todo y colocarle una cosa que sonara como "Medication 2", "Medication: segunda temporada" o algo por el estilo. Como en las series de televisión, la aparición de un personaje invitado que pasó a formar parte del casting permanente afectó la línea argumental.
Pocos saben que el título de este blog, además de su obvia alusión al tema, lo saqué de una canción de Garbage. Después, cuando encontré un disco de b-sides con la versión acústica de dicho track, dije ya pues, esto es. Y eso fue. Y eso tampoco es. Dejó de ser. Sino, que lo digan los afectados. El que tu novio se haya querido suicidar tres veces, es bastante. El que tu novio haya sufrido un cuadro permanente de depresión y fármaco dependencia, ya es mucho. Pero si encima tu novio tiene un blog donde cuenta lo felices que están y se sigue llamando MEDICATION, es como para espantar a cualquiera. Sino, que lo diga el mío. Aún así tiene que soportar el peso de tanta historia pasada sobre sus pequeños hombros.
Siguiendo esta misma idea, todo, absolutamente todo cobra sentido cuando él se empina a más no poder, a punto de caerse, para deslizar sus pequeños brazos alrededor de mi cuello. La primera vez que lo hizo fue un big bang. Y hoy en día continúa siendo el crack definitivo de mi pangea sentimental. Menuda gracia.
No me la quiero dar de progre, pero un acontecimiento como este hay que festejarlo. Una vez al año no hace daño. Lo que el viento se llevó y lo que el culo me dolió. Saquen sus copas de espumante, o sin son atroces, sus vasitos de plástico y brindaremos por él, porque le vaya bien. Y mañana verán, que es mejor olvidar. Que seguir recordando.
Para el resto les queda releerse todas las chorradas que he publicado desde hace un año.
Porque eso es lo que cumple MEDICATION. Un año.
Kanpai. |
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Revelaciones
lunes, agosto 29, 2005 |
No tenía ganas de comer porque le había prometido a mi consciencia una dieta indiscriminada, en vías de poder parecerme a un niño de Somalia, pero luego me arrepentí al escuchar las amenazas de la gastritis y demás transtornos alimenticios. No voy a ir de Guatemala a Guatepeor. En el interín, decidí seguir esperando la dieta que Litolobo prometió mandarme la semana pasada. Tampoco tuve ganas de comer en el dormitorio viendo los capítulos de Sex & The City que Daniel se compró en Polvos Azules, por lo que descendí las escaleras arrastrando los pies, dispuesto a sentarme en la mesa familiar que desde que todos se mandaron mudar, exprime su ambiente sepulcral, como si el almuerzo se hubiese convertido de repente en un velorio.
Mi abuela ya estaba sentada, susurrando en voz baja las plegarias que le he escuchado murmurar desde que tengo uso de razón. Más aún cuando una década atrás me negué a secundarla en sus oraciones, espetándole que había ingresado a una secta satánica, para que se dejase de una vez por todas de la cháchara eclesiástica.
No solemos hablar. A estas alturas mi abuela ha comprendido que nos odiamos mutuamente y que si vamos a vivir en la misma casa, debemos abstenernos de mayores intercambios verbales, para erradicar la insanía de volvernos locos. De ella heredé mi carácter, y por lo tanto, puedo esperarme cualquier cosa.
No había metido la cuchara en la sopa de espárragos Knorr cuando empezó a observarme con atención.
- ¿Qué pasa, tengo un animal en la cara, o qué? -pregunté. - No, nada. Te noto un poco preocupado.
A fin de cuentas creo que no me odia tanto como yo creía. Acababa de encontrar el momento preciso para hacer mi buena obra del día, es decir, dirigirle la palabra.
- Bueno abuela, es que estoy preocupado por un amigo. - ¿Qué le pasó? - Que estaba saliendo de nuevo con su ex-enamorada, y ahora me acaba de contar que la chica ésta lo canceló de buenas a primeras, y que no quiere vovler a verlo. - Pobre chico. - Sí, está muy mal. Le ha afectado tanto que dice que no se puede mover. - Mejor. Así no podrá cometer alguna locura, como hacen otros.
Aj. Me malogró el almuerzo. A veces sus comentarios pueden herir más que mil golpes. Me arrepentí de haberle dado bola: a la menor muestra de confianza, se había burlado de mi extenso historial clínico de intentos de suicidio. Antes me hacía mucha gracia pero ahora no, desde que Billy comenzó a tener miedo por mí.
- ¿Te estás burlando de mí o qué? -le pregunté intentando tragármela de pies a cabeza. - No, yo digo nomás. Ojalá tu amigo sea más fuerte que tú y no quiera matarse. - No todos son blandos de espíritu como yo, abuela.
Puse una inmensa cara de velorio, que ella interpretó muy bien. Se quedó espiándome detrás de sus gafas y con esos ojos de matriarca impasible.
- Te voy a contar algo que nunca le he contado a nadie. -me dijo son mirarme.
Quise convulsionar. Pensé que iba a pasarse de la raya e iba a acabar relatándome episodios de su vida sexual, como cuando Ale me contó que su amiga Pía a su vez le preguntaba a su abuela: "¿Tú se la chupabas a mi abuelo?". Pero no, mi abuela sería incapaz de confesarme esas cosas, sobretodo si me la imagino haciendo el amor con mi abuelo, que era 25 años mayor que ella y encimá terminó quedándose manco en un accidente de tránsito. Lo suyo debió haber sido un sexo banal muy a lo Crash.
Me quedé esperando lo que iba a decirme. ¿Ansiedad? Mucha.
- Yo también quise suicidarme -sentenció con un hilo de voz.
Jesús, María y José. O sea que lo mío es herencia directa de su locura.
- Tenía 16 años -continuó- estaba embarazada de tu mamá. Me iban a obligar a casarme con un hombre que nunca quise, que me había seducido. Y todo porque era amigo de tu bisabuelo, y porque tenía una fábrica y todo. Me casé sin saber muy bien qué pasaría. Y al principio fue un infierno. Tu abuelo era un hombre muy severo. Yo era casi una niña, no sabía qué hacer. Entonces nació tu mamá.
Yo estaba como criatura en matinée. Sólo me faltaba la canchita.
- Fue cuando decidí matarme -puntualizó- acabar con todo y dejar a ese hombre sin nada. Sin esposa y sin hija. Me tomé de esos venenos para ratas, "Campeón" creo que se llamaba. Me lo tomé y luego le di de lactar a m'hijita. Después me llevaron a la clínica y me hicieron un lavado gástrico, pero nunca nos pasó nada.
Todo el día estuve pensando en la historia. Definitivamente he heredado algunos genes de mi abuela. Ella fue más osada, por lo del veneno para ratas. Yo soy más marica y me conformaba con la navaja de mi papá y con los matizes del rojo de mi sangre sobre las mayólicas del baño. Sin embargo, no fue eso lo que me cautivó, sino la probabilidad que, de haber surtido efecto el doble suicidio, yo ya no habría estado en este mundo. Y esa idea me alcanzó de golpe. |
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La craine
viernes, agosto 26, 2005 |
A veces me despierto con un miedo terrible. Miedo a no se qué. Injustificado, quizás, porque nunca he sido, digamos, una persona emocionalmente estable. Eso no es ninguna novedad. El dar un gran paso por primera vez significa dejar a trás toda una vida, un ramillete de experiencias que se coleccionan en el subconsciente y suelen aflorar en aquellos momentos en que, a solas, los recordamos a golpe de nostalgia y hasta con cierta masturbación o placer. ¿Ganas de sufrir? Quizás, pero lo mío ya no es autoflagelación como antes.
Es el miedo al futuro. Cuando pasada la medianoche me es imposible conciliar el sueño y la masa encefálica se ensaña con pensamientos apocalípticos, del tipo ¿qué pasará de acá a diez años? ¿adónde me veo a los 40? ¿llegaré a ser todo aquello que alguna vez soñé tras harto derroche de imaginarios? Me remuevo entre las sábanas y siento la náusea en la boca del estómago, como las mujeres embarazadas que sólo dan a luz y listo, se acabó el asunto. Lo único que yo conseguiré alumbrar será una gama de incertidumbres y dudas, muchas dudas.
La vez pasada Funky se molestó conmigo porque desprecié sin miramientos un platillo que me había preparado especialmente para que no me muriera de hambre, y porque no estaba dispuesto a comerme la causa con palta (destesto la palta) que habían hecho de almuerzo en su casa. "No se cómo te aguanta Billy", me dijo a continuación. Nunca me puse a pensar sobre el asunto, o quizás lo veía desde otra perspectiva. Billy. Sí, ese chico me quiere. Me quiere de verdad. Querer a veces significa también aguantar. Creo que él me aguanta demasiadas cosas que inclusive yo no estoy dispuesto a tolerar. Y me molesto y la cago por molestarme, y aún así él tiene la dignidad de mirarme con esa mirada infinita de cielo. Me mira y se me acaba el mundo. Todo explota. Tan sólo musita un tímido "No me odies". Definitivamente, ese chico, de ser otro, se hubiera largado sin pensárselo dos veces. Qué suerte tienen algunas.
Chico mimado vivirá solo por primera vez. Chico incapaz de hacer la limpieza. Chico incapaz de valerse por sí mismo, o hacer prevalecer sus derechos o siquiera reclamar la cosa más mínima sin dejar de sentir vergüenza. ¿Vergüenza por qué? ¿No que eras superior al resto? ¿No que te cagas en la leche? ¿No que te encanta cholear a medio mundo? Chico incapaz de arreglar su cuarto, de cocinar, de lavar su ropa o siquiera plancharla. Chico que sólo sirve para sentarse a trabajar, para escribir unas cuantas sandeces, para ver películas en DVD que una amiga le saca gratis de la mediateca de la Alianza Francesa. Chico que sólo sirve para quejarse y llorar, llorar bastante. Pero que así como llora, ama. Es que amo hasta con los huevos.
Tener los pies puestos sobre la tierra. Todos y cada uno de los que me han visto llorar, han cerrado su itinerario de consejos y reflexiones con esa manoseada fracesilla. Déjenme ser, pues. Déjenme seguir siendo el hijito de mamá que hasta la fecha le da miedo aprender a conducir un auto. Déjenme seguir llorando por todo, hasta por la mosca que no he podido matar mientras escribo estas líneas. Déjenme ilusionarme, seguir siendo la princesa del castillo, la reina de los superificial, la especialista en burlarse de los demás. No soy el único ser sobre la tierra que debe ser crucificado por escribir tanta chorrada.
Y a veces me jode tener la razón y no darme cuenta. Billy tiene razón y es casi una década menor que yo. Es más maduro que yo. Una vez me dijo que se había cansado de sobrellevar la relación, de ser fuerte por los dos. Tiene todo el derecho. Ana Conda tiene otra percepción. Dice que el amor no lo escoge a uno. Que uno escoje a quién amar. Y si él escogió amarme a mí pues entonces me dejo de falacias. Siento que he madurado de golpe. Pero no, no se hagan ilusiones. Seguiré escribiendo estos posts folletinezcos. La procesión va por dentro. La mano que mece la cuna. Corín Tellado nunca podrá ser Djüna Barnes. Quizá Dorothy Parker, pero nunca Virginia Woolf. Cyan es Cyan. Y ahora se va a dormir. |
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La dieta del lagarto es un vil engaño
martes, agosto 23, 2005 |
Es atroz cuando tu novio, que normalmente no deja de decirte lo bien que te ves, te empieza a decir barbaridades acerca de tu aumento de peso, y para ello tenga que emplear toda una sarta de chorradas para restarle impacto a las dimensiones del naufragio alimenticio.
- Amor hay que hacer ejercicio -me sugirió un día. - ¿A qué viene esa reflexión tan de repente? -respondí. - A que estamos gordos. - ¿Estamos? - Bueno en tu caso... este... desde que te conozco estás más gordito. - ¿O sea que TENEMOS que hacer ejercicio? - Pero, pero... - ¿Por qué no me dices "estás obeso" mejor y así dejamos de darle vueltas al asunto?
Entonces comencé a atar cabos y me di cuenta de que lo que me dijo era muy cierto. Una cosa es estar gordo y otra muy distinta estar obeso, como lo estoy ahora. Y para colmo de atrocidades, suele ser el comentario general de todo aquél que me ve después de tiempo. El saludo habitualmente cordial es reemplazado por anodinas frases del tipo estás llenito o qué buena guata o Billy va a ser papá. La vez pasada Addy Possa me prestó el DVD de "Lo que el viento se llevó", y más me demoré en asimilar las casi cuatro horas de metraje que en comprender que había dejado de identificarme con Scarlett O'Hara (pues desde mi más tierna infancia tenía el sueño de convertirme en una rica hacendada), sino con Mammy, la sirvienta rechoncha, era la única capaz de poner a Miss O'Hara en su sitio.
Ayer se estableció un nuevo récord. La nueva empleada no tardó ni dos días en marcharse, atormentada por el yugo altivo de mi abuela. El polvo empezaba a acumularse bajo la cama y amenazaba con llenar de moho las revistas porno de mi adolescencia que aún permanecen resguardadas de la vigilancia paterna al lado de envolturas sueltas de Snickers o los zapatos que alguna vez me compré y nunca me puse. Por consiguiente, me ajusté el polo de diario que suelo utilizar para estos menesteres (una camiseta de Importaciones Hiraoka). Como acababa de lavarme el cabello, decidí dejar salir todo el barrio que guardo en las venas y me amarré otra camiseta en la cabeza. Al pasar por el espejo del corredor me puse a llorar al percatarme que sí, que me había convertido en Mammy.
Y en las fotos, ni qué decir. En la reunión de bloggers, inclusive Santos, que antes solía autocalificarse como una vaca, tuvo la sorna de decirme "¡Hola! 'tas gordito, ¿eh?" a lo cual respondí con una sonrisa de resignación completamente falsa. ¿Qué es lo que está pasando con el mundo? Lo único que he hecho desde el mes de marzo es enamorarme y hacer el amor como bestia en celo cada vez que tengo oportunidad (y cada vez que a mi novio le dan permiso de quedarse fuera de casa más de la cuenta). ¿Acaso cuando vivamos juntos estaré condenado a ser un esposo monumental y voluminoso? Para colmo de males no soy velludo, al menos no de la cintura para arriba, porque de serlo podría pasar piola como un daddy bear tipo Alberto Ísola.
Horrorizado ante la posibilidad de ser el blanco de las burlas de todos los que me rodean (ser gordo no es chic ni glamoroso, a menos que seas Divine o Alaska) me puse a peinar la superficie de mi dormitorio, en busca de aquella manoseada dieta que alguna vez me dieron en el Gold's Gym. La encontré. Decía:
- 2 litros de agua al día (10 vasos). - Comer dos frutas distintas, una en la mañana y otra en la noche. - Comer una pequeña ensalada de legumbres, en el almuerzo y en la cena. - Prescidir de junk food.
ME CAGO EN LA LECHE, porque las frutas sólo las ingiero indirectamente, en jugos o en esos helados dizque "de pulpa". Y las ensaladas son el peor vomitivo. Volveré a los ejercicios de abdominales a suelazo limpio. No me queda de otra. O mejor aún, haré como María Callas, la pobre, que la vez pasada vi en E! Entertainment un E! True Hollywood Story dedicado a ella, donde aseguraban que la hijaputa estaba tan obsesionada por su peso (aunque no lo crean, era más bien flaca y sin gracia como pez muerto) que se tragaba huevos de tenia en cantidades abismales, para que luego los gusanos le salieran por los poros de la piel a borbotones cuando tomaba baños de tina con Aristoteles Onassis (claro que no sé lo que es peor, que te salgan tenias de la piel o estar en la tina con Aristoteles Onassis calato). |
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Marshmellows y selváticos
domingo, agosto 21, 2005 |
El sábado me planteé deshacerme de la rutina y acompañar a Billy durante su último fin de semana de vacaciones. Hasta donde sabía, el plan era darnos una vuelta por una fiesta llamada "Perú en su Salsa" a llevarse a cabo en la Casa Drama de Barranco, para colaborar con un amigo suyo que la estaba organizando. Al principio no quería ir porque el nombrecillo rompía los postulados de mi anti-nacionalismo, pero al final comprendí que quería divertirme junto a él, y que importaba un pepino si íbamos a un rave o a un concierto de Camagüey.
Claudia y su novio gringo nos acompañaron en la aventura, en plan double date. La idea era genial pues el novio no conocía Barranco y yo le decía oh yeah, Barranco it's like Greenwich Village but next to the sea, even the guy who sells sandwiches in the middle of the street could be considered an artist. Más allá del turismo eventual por los recovecos barranquinos, aquello fue un viaje de re-descubrimiento. Caminamos hacia la bajada de la playa y por primera vez, de noche, pude recostar mis brazos sobre la baranda del mirador, observando la Costa Verde y el mar negrísimo, tímidamente iluminado por las luces de los autos y los faroles del alumbrado público.
A mi lado, Billy sonreía. Sus manos de cielo reptaban nerviosas por la superficie de mi cuello, temerosas de ser vistas por algún transeúnte puritano. Siempre me costó comprender su pánico a la hora de hacer demostraciones de cariño en público, quizás porque él tiene mucho más que perder que yo. Pero sin decirle nada, sus ojillos interpretaron muy bien lo que mi mirada intentaba transmitirle. Amparados por el jaleo que armó Claudia, nos besamos cerrando los ojos y apretando los dientes, arremetidos por una ventisca que nos despeinó y que coronó la escena como digna de una película de Joseph L. Mankiewicz.
El paseíto tuvo consecuencias anímicas. El camino de regreso a la plaza fue interminable. Las piernas me pesaban como costales pero aún así conseguimos llegar a la Casa Arte, sólo para enterarnos de que la dichosa fiestecita había sido cancelada a último momento. Primer obstáculo. Qué mala pata. ¿Y ahora?
¡Vamos a bailar!
Se propuso por unanimidad una segunda visita al Legendaris. Esta vez no dije que no, pues estaba más que dispuesto a probarle a todo el mundo la amplitud de criterio de mi personalidad arrolladora, y sentado en un rincón con una jeta de dos metros, asumiendo la pose "Daria" heredada de Ana Conda, no iba a llegar a ningún sitio y me perdería toda la diversión. Una vez en la puerta, nos disponíamos a ingresar cuando, a lo lejos, me pareció ver a los White Stripes. ¿Qué? No, no eran Jack y Meg White, pero se les parecían bastante. El chico, largirucho y con un saco plomo ultra sixties, lucía un aspecto más que oriental para llegar a ser Jack White.
¡Oe, qué haces por acá!
Se trataba de Toshiro, ¿lo recuerdan? El chino-regio-indie-músico-under que recientemente se ha animado a hacer unas tocadas como solista en algunos lugares de la movida. La chica en cuestión, menos pálida y más regia que Meg White, era su novia. Billy se enamoró de ella al instante, pero en plan de admiración obcecada. Se llamaba Malva Visco y no sólo era el paradigma de la modernidad, sino que era diseñadora de ropa indie confeccionada por ella misma, y hasta tenía su propia línea que se vendía como pan caliente en el circuito de boutiques glams/pertardas de la Lima.
- ¡Qué chévere! Oe alucina que yo soy redactor de una revista under que se llama "Erecciones Generales". - ¡Mostro! - Si quieres te puedo poner banners de publicidad a cambio de que me sueltes alguna prenda. - ¡Genial! Acá te dejo mi tarjeta.
Mierda, qué lista y qué regia. Su tarjeta era a todo color y era una mezcla de estrellitas con arco iris y dibujos de cráneos de niños deformados. Sú línea de ropa se llamaba Diabèthica y era más marciana y chic que Coco Chanel. En esas estábamos cuando Claudia y su novio, que se quedaron parados mientras nosotros conversábamos con Toshiro y la Coco Chanel de Saturno, se aproximaron a decirnos que se iban.
- ¿Por qué se van? ¿No van a entrar? -inquirí. - Mi novio no se siente bien -dijo Claudia. - Pero, pero, pero... -dijo Billy. - ¡Quédense! ¡No sean atroces! -dije yo.
Sin más ni más se despidieron dejándonos a merced de los nuevos White Stripes. ¿Se habrán molestado? pensé, pero no tenía caso darle vueltas al asunto porque había que reestructurar los planes. Toshiro sugirió olvidarnos del Legendaris y propuso invitarnos una jarra de cerveza en Pollo Pier's. Terminamos a merced de Toshiro y Malva Visco y su increíble capacidad para hacernos reír. La chica esta, además de ser divertida, es adicta a los malvaviscos, haciendo honor a su nombre obviamente, y sacó de su cartera verde fosforecente con puntos rosados una bolsa de marshmellows hecho en casa que poco duraron pues los devoramos en el acto.
Hablamos de François Truffaut y de la trilogía de "Volver al futuro", de Toshiro y su fijación (inclasificable) por Ana Conda, de Bowie, de Bruce Springsteen, de "Short Circuit", de Molly Ringwald, de Ally Sheedy y de la poesía intelectual. Cuando sentimos que ya era hora de mover los pies, pretextamos estar cansados y nos despedimos para enrumbar (de nuevo) hacia el Legendaris. Billy yo nos habíamos quedado sin amigos pero estábamos dispuestos a divertirnos juntos, inclusive en antros de gente plumífera y desorientada.
El sitio estaba atestado de niños wannabes y mariconas que nos miraban desorbitadamente mientras encontrábamos un sitio para sentarnos. Misión imposible en sábado por la noche. No entraba ni una aguja más en el dichoso local. La visibilidad era prácticamente nula a causa de las máquinas de humo y sin embargo pudimos encontrar, como el camino de ladrillos amarillos, una escalera que conducía al entonces vacío segundo piso.
Nos desparramamos en los sillones de color marfíl y como preámbulo al baile nos dedicamos a comernos la boca con avidez. Luego de la sesión expiatoria que dejamos de lado, porque temíamos tener que ir a aliviar la calentura en los vigiladísimos retretes, nos tomamos de la mano para ponernos a observar a los demás. Junto a él todo era diferente. Todo se tranformaba, cambiaba de color y de textura. El resto me importaba menos cuando él ponía sus bracitos alrededor de mi cuello y, lleno de amor, me miraba con esa expresión de niños famélicos frente a la cual yo tenía que tomar un respiro para no desmayarme.
Bajamos a mezclarnos y a empaparnos de sudor ajeno. La música también me importaba poco. Lo esencial era concentrarme y saltar en mi sitio, cuasi pogueando, imaginando un maravilloso universo paralelo en el que bailaba alguna canción de la primera época de Stereolab. De cuando en vez, dejábamos de saltar y nos dejábamos ganar por la ñoñería del momento, abrazándonos y besándonos frente a las locas que hubiesen dado el mundo por tener lo que nosotros estábamos teniendo. Precisamente un par de locas con ganas, un gordo impresentable con peinado de Woddy Woodpecker y un flaco con lentes de fondo de botella se pusieron a bailar a nuestro lado de manera extraña.
- Esos wannabes nos están imitando -dijo el amor de mi vida. - Qué igualados -respondí yo.
Por supuesto que nunca imaginé que Billy decidiera emular a D'artagnan, se pusiera seriecito y aproximaría su diminuta anatomía hacia el par de impresentables, sin más armas que su escaso metro sesenta de estatura.
- ¿Tienen algún problema? -les atestó en un derroche de virilidad.
Los wannabes debieron pasarla fatal porque como que enrojecieron y acabaron de un tirón con el bailecito patético que estaban intentado realizar. Billy regresó a mi lado, triunfante, y yo lo premié con un ósculo que salpicó a dos metros a la redonda y una gran metida de mano. Menuda gratificación. Después de habernos divertido hasta el cansancio volvimos a los sillones a besarnos sin miramientos, para acabar saliendo en el clímax de la noche, riéndonos de todo y de nada, dispuestos a comernos el mundo. |
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Plagio
sábado, agosto 20, 2005 |
Mi mañana sabatina fue arruinada por una intempestiva llamada de atención: un anacrónico blog huanuqueño liderado por una wannabe, ejerciendo de una concha más grande que la del Campo de Marte (no me refiero a la anatomía de la chica en cuestión, sino a su sentido indiscriminado de la estrechez de sentido común) ha plagiado un post de Medication sin tener la delicadeza siquiera de sancocharlo un poco con especias de su propia cosecha. Ergo, se ha limitado a copiar el texto entero y a reemplazar el nombre del protagonista, dejando al resto de personajes (Billy, Claudia) intactos.
No zapateo por las siguientes razones:
1) ¿Hay internet en provincias? (Leuzor de BlogsPeru me dice que sí, en fin). 2) La gente suele copiar lo que considera importante. Me alegro que me consideren así. 3) Siguiendo este razonamiento, eso es un halago. Y quien me hecha flores tiene ganado el cielo. 4) No me copiaron en el resto del mundo, sino en Huánuco. Al menos la vergüenza queda en familia.
Dirección del delito: http://lizzetefalcon.blogspot.com/
PS: Creo que hoy me daré una vueltita por el Oso Bar. Nos vemos ahí. |
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Extremofilia
viernes, agosto 19, 2005 |
Lo que acaban de leer no es, de ningún modo, el nombre de mi próximo cortometraje. Es el resultado de una minuciosa investigación científica en la cual YO fungí de conejillo de indias y me presté indiscriminadamente a la experimentación y posterior comprobación de teorías establecidas con premura. Los malpensados dirán que me mojo con facilidad y que los temas que suelo recolectar son chorradas de nulo contenido proteico para las neuronas. Aquí me apresuro en contestarles.
A lo que me refería es a una tésis que escuché hace poco de los labios de C. Los hombres suelen apelar a las mañosadas para justificar su dependecia hacia postulados de materia sexual, y yo me las doy de enteradísimo cuando la conversación se pone calentona.
C: Oye, tu amiga Lilly Putt está riquísima, pero tiene unas manos horribles. Yo: Y eso, ¿qué significa? C: Que sus pies deben ser más feos todavía. Yo: ¿Qué cosa? C: Claro porque anatómicamente, los pies heredan las ramificaciones de las manos. Yo: Mira tú.
Analizando la teoría, me puse a pensar cuál es la parte del cuerpo de mi novio que más me excita. Podría decir que todo. O tal vez la textura de infinita suavidad de su piel. Su cuello. O sus orejas. O sus maravillosas tetillas que me vuelven loco cada vez que se erizan detrás de su camiseta cuando le susurro palabras cochinonas al oído.
Fue entonces cuando reparé en sus manos. Sus manos reúnen el universo. Son una mezcla de fragilidad, un paraíso de dedos delgados y perfectamente contorneados por los pliegues de las uñas. Inmaculadas, prístinas. Cada vez que estamos juntos me gusta darle besitos tiernos en cada uno de los dedos, como salvaguardándolos de la miseria del mundo. Él, por su parte, gusta de recorrer mi barba con ellos.
Sus pies son un caso aparte, porque no existe una palabra exacta para describir la grandeza que encierran al tacto. La primera vez que los vi, pequeños y de uñas blanquísimas, sin callosidades ni extraños y desagradables estigmas podológicos, me quedé rendido ante la simple contemplación, como un niño que observa con morbosa obcecación su nuevo juguete, recién desenvuelto. El sexo con mi novio sería incongruente y contraproductivo sin el contacto permanente de sus pies contra los míos. Y pensar que los pies era lo que menos me importaba. ¿Cómo pude llegar a tener sexo con tipos enfundados en medias de colores y texturas matapasiones?
Por eso, cada vez que está a mi merced, lo primero que descubro y acaricio son sus manos y sus pies. No existe foreplay más apetitoso que rendirles pleitesía. Les escribiría un libro entero, sobretodo a sus pies. Alguna vez leí que en la antigua China, los chinos vendaban los pies a sus mujeres para poder conservar el tacto de la piel lozana de la infancia, y desvendarlos era todo un rito que culminaba en la masturbación del pene con los pies de las doncellas. Creo que mi novio es la reencarnación de esas beldades chinas de pies pequeños. Soy adicto a sus extremidades. Padezco de extremofilia, por si tengo que inaugurar algún nuevo tratado médico. |
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La noche húmeda de los bloggers
jueves, agosto 18, 2005 |
Como Daniel y Camila tuvieron la ATROCIDAD de postear acerca de los mismos acontecimientos que describí en el post ANTERIOR y como a mi también ME GUSTA emular la sapiencia de las vivas, he decidido HACERLE CASO a mí yo interior, que ME DICTA lo que tengo (y debo) hacer, mientras me mojo al descubrir que ME ENCANTA escribir en mayúsculas y minúsculas como lo hacían las avispadas ÉMULAS de la contracultura. Y como yo VENDO y no me quedo atrás, publicaré algunas fotos INÉDITAS que tomé durante la reunión de bloggers del viernes pasado, esperando arrancar más de una RISA. Tres tristes tigres sin trigo
"La llegada de la chica acelerada" Claudia: ¡Quiero ir al Legendaris! C: ¡Habla flaca! ¿Quieres una cuenta en "Invazores.org"?
"Propuesta Indecente" Santos: Habla Daniel, ¿hacemos un trío? Karen: [Pensando] "No, puta madre... ¡NO!" Alejandro: ¡Si Daniel no quiere yo me apunto! Daniel: Pero, pero...
C: ¡Yo también quiero ser regia! Santos: Daría mi vida por tener ese pelo. Mochita: Pffff... Daría mi vida por no estar junto a éstos.
Cartel promocional de la película: "Con faldas y a lo loco"
"Pasión juvenil" Santos: Habla Karen, ya no puedo más... vamos a mi jato... Karen: ¡Cyan, sálvame! Yo: [Tomando la foto] Qué mala suerte tienen algunas...
AVISO DE SERVICIO PÚBLICO: Si alguien ve a este individuo, por favor comunicarse con la comisaría más cercana, apersonarse al Ministerio de la Mujer o ponerse en contacto con el PROMUDEH, APROPO, CEDRO, DIROVE, DINCOTE, SEDAPAL o el establecimiento penitenciario más cercano.
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Polvos con Camila
miércoles, agosto 17, 2005 |
La semana comenzó movidita porque Percy debutó heroicamente en la lista de los pepeados en acción. No sólo le robaron todo lo que tenía, sino que no se acordó de nada hasta el día siguiente que amaneció tirado en un grifo de los tantos que hay en la ciudad, flaco, ojerozo, cansado y sin ilusiones, y con la certeza de haber perdido de un tirón la autoestima, los nervios, el presupuesto del mes, la alegría de bailar en una discoteca gay el fin de semana, el auténtico significado de tener amigos regios como nosotros, el celular, la billetera, los documentos, la cámara y también la sacrosanta virilidad que gracias a Dios permanece intacta (tras la auscultación de algunos interesados, aunque tampoco quiso contarnos más). De modo que sus forzadas vacaciones, ergo el descanso médico, demandaban una extendida postración en casa viendo DVDs todo el día, así que a falta de escrúpulos y buenos títulos, decidimos darnos una vueltita en comisión a Polvos Azules.
La primera en emocionarse fue Camila, a juzgar por el mensaje que eufóricamente le mandó a Daniel:
Mañana Polvos!!!!!
Dicho mensaje circuló por las manos de toda la pandilla, razón suficiente para que Diego se animara también a acompañarnos y a averigüar por qué Camila estaba tan contenta con los "Polvos". Quedé con él en ir a recoger al pobre Percy, pues aún sufre las secuelas del jamacuco y no puede movilizarse por sí solo. Prometí sobre la tumba de Andy Warhol no reírme cuando me enteré que le habían puesto un serie de elásticos en el torso que lo hacían verse como si se hubiese puesto un brassiere. Felizmente el propio Percy, adivinando las risas de propios y extraños salió de casa más derecho que Darth Vader, vistiendo una gorrita y un buzo plomo cerrado hasta el cuello con el que más parecía Fat Joe que otra cosa.
En la Av. Arequipa esperamos a Camila y a Daniel, no sin antes ganarnos con ver pasar por la calle a una tía vieja y arrugadísima, pintarrajeada con un estilo de belleza sepulcral muy sutil, luciendo orgullosa una cabellera color rojo sangre, portando un carterón de piel de leopardo a lo Divine y unos taconazos de plataforma.
- Oe manya... Alaska. - No seas gil. Alaska no está tan vieja. - Alaska está más parada. - Paradaza.
Ya en Polvos Azules, nos dimos un paseo por un mercadillo aledaño donde los DVDs cuentan mucho más barato, para que Daniel pudiera deshacer sus inhibiciones y se animase a preguntar de una vez por todas por la copia del video porno "One Night in Paris", con fotocopia a color de la carátula y todo. Ya estaba avanzando con sus pequeñas piernas hacia el puesto cuando Camila palideció y se desanimó al ver que el tío que vendía las películas cochinonas se parecía mucho a su abuelito.
- ¡Qué trauma! - Ya vez Camila, mucho Polvos.
Fue allí cuando a Diego se le prendió el foquito y dijo:
- Oye, ¿qué les parece si hacemos un post que se llame "Polvos con Camila"? Les apuestos que los mañozazos de BlogsPerú al toque van a llevar al blog de Camila al número uno. - Claro, porque les encantan los títulos tipo "Las noches virginales de fulanita".
A partir dede hoy vamos a comprobar esa teoría y empezar a postear con títulos como "Las perras hambrientas" y "Putas y golosas" para que vean cómo el que menos empieza a hacer morbo.
UPDATE: Daniel acaba de escribir un post con el mismo título y acaba de subir dos posiciones en el ranking. El sexo vende. Camila vende. |
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Cómo sobrevivir en una discoteca gay y no morir en el intento
lunes, agosto 15, 2005 |
El título que le he puesto a este post dista mucho de ser auténtico. No sobreviví. Mejor dicho, pasé a mejor vida y luego renací cual el ave fénix sobre el polvo del asfalto miraflorino, entre noctámbulos desubicados y bricheros de mirada desafiante.
Chapitre un: Les escórpions en regardant le ciel
Parecíamos groupies de una banda de EMO. Percy (recién apodado Pervy), Claudia, Billy y yo deambulábamos por la Calle de las Pizzas con muchas ganas de divertirnos y poco dinero en los bolsillos. Alrededor de las diez de la noche, palidecí ante la sugerencia de Billy de ir a una discoteca gay. Aunque cueste creerlo, estos menesteres no son ajenos a servidor: anteriormente había traspasado ya las barreras de la intolerancia y había depositado mi anatomía sobre el entonces "Perseo", allá por el 98 (cuando estaba en caída) y en el "Downtown Vale Todo" hace un par de años, con poca pena y menos gloria.
De modo que quedamos en ir al "Legendaris". Me dicen mis informantes que el mentado sitio solía ser el "Gitano", ergo, el paraíso del ambiente limeño hacia finales de la década pasada, al cual tuve la suerte de no asistir, y lo digo con mucho orgullo. En todo caso, avanzando por la calle Berlín, llegamos a una puerta negra con empleados encurtidos en trajes negros, que nos quedaron mirando como si fuésemos extraterrestres.
Billy: [Achoradísimo] Hola. ¿Cuánto está la entrada? Vigilante: Es libre hasta las doce. Billy: Chévere. Vengan chicos. Vigilante: [Mariconsísimo] ¿Saben qué lugar es este no? Helen Phante: Es una discoteca gay, ya sabemos. Yo: Duh! Vigilante: Bueno, pasen nomás.
Chapitre deux: La cage aux folles
Cuando un par de manos invisibles nos abrieron las puertas de vaivén acolchonadas de cuero negro, sentí que estaba entrando a un Moulin Rouge de carretera. La concurrencia era escasa. Las paredes y los pisos, enchapados hasta el techo de baldosas blancas muy de baño, rematadas con un drenaje (!) en el centro de la pista de baile, le insuflaban un airecito como de salsódromo, y la cosa acababa siendo tropicalona por la decoración palmeras y vegetación huachafísima.
Nos sentamos en una mesita colindante a los baños, frente a unos espejos de pared en los que se podía observar de forma indiscriminada y caleta los movimientos del antro. Un par de lesbianas regias y muy indies, sentadas a pocos metros, nos echaron el ojo. Casi mejor para Percy, el pobre, que tan despistado como yo les dio un poco de bola y puso en práctica sus habilidades matonezcas, para no quedarse en el limbo.
Una canción de Madonna fue la culpable de que nuestros cuerpos, ajenos al horroroso mundo exterior que nos circundaba, se deslizaran silenciosos al pequeño espacio perpendicular al espejo, donde pude moverme y abrazar a Billy con toda la libertad que desde siempre anhelé. Bailamos en plan Sharon Stone en "Basic Instinct" hasta que el antro fue llenándose, poco a poco, de locas, travestis y maricones con M mayúscula, que se apoderaron de la pista de baile y la convirtieron en un concurso interprovincial de reggaeton.
Aj. Mucha loca, mucha pluma, demasiada lentejuela. Si el hecho de ver dos hombres bailando antes me provocaba espasmos, ahora sentía arcadas al contemplar a decenas de amanerados que parecían tener una licuadora en el culo. Más de uno alucinaba que estaba emulando a Linda Blair. Opté por regresar a mi mesa, guardando distancia, como resguardándome de gente leprosa, a merced de mi soledad y mi apabullante mal humor, mientras Percy, Billy y Claudia se divertían y bailaban como descosidos entre el resto de la jauría anacrónica.
Chapitre trois: La haine et l'ennui s'arretent
Algo debió percibir Billy. Tuve la certeza de que permanecía abstraído entre las canciones de Cher, pero no fue así. Surodoso, se sentó a mi lado mi estampó un gran beso, dejándome en el paladar un cierto sabor a sal. Era la primera vez que probaba su sudor en público, porque nunca hemos hecho demostraciones públicas de afecto frente a tutti li mundi.
Billy: Mi amor, vámonos a otro sitio. Yo: Pero, pero... Billy: Pero nada. Yo: Es que amor, te estás divirtiendo. Termina de bailar. No quiero ser mal tercio. Billy: Tontito. ¿Acaso no entiendes que no me divierto si es que tú no te diviertes?
Me dieron ganas de violarlo, no porque sea un adicto al sexo y al exhibicionismo, sino porque el amor que le puso a cada una de las sílabas pronunciadas me sorprendió. Volvimos a besarnos, esta vez con más lengua, salpicando, para sentir morbo y poder asimilar el frío al salir de una vez por todas de ese sitio repleto de mezquindad de esparcimiento.
Chapitre quatre: Alors, on y va!
Salimos del lugar subyugados por la adrenalina del cuerpo y el frío que hacía doler los huesos. Claudia se puso de nuevo su camiseta a rayas verdes y negras. Parecía una musa de Tim Burton. Nos encontramos nuevamente a merced de la incertidumbre y de noctámbulos acechantes a cada paso. Percy sugirió ir a un bar del que había leído en internet llamado "Oso", que se encontraba a unas cuadras de allí.
No habíamos llegado aún, pero sentí una conexión inmaterial con dicho establecimiento. Estaba atestado de gente, y la alegría fue mayor al percatarnos de que no cobraban entrada, ni estábamos sujetos a un consumo mínimo de tragos. El lugar asemejaba a una gran casa barranquina, con el techo alto, muebles kitsch y pinturas expresionistas/surrealistas en las paredes. Chicos y chicas con peinados y ropas de todos los colores del mundo se desperdigaban por el suelo, algunos sobre las mesas, otros encima de otros que ya estaban sentados en los muebles, como si estuviesen en su casa, porque era una casa, o mejor dicho, un after-party de algún concierto de Pixies.
Perdimos de vista a Percy, que se fue a traer unas cervezas, y nos metimos a un cuarto parcialmente iluminado por unos cuantos focos de neón y los destellos de un DJ sobre el tornamesa, que pinchaba una canción de mis bien amados B-52's. Claudia, Billy yo nos unimos y mimetizamos con el tumulto de chicos que saltaban por doquier, como fuegos artificales. Cuando llegó Percy, pusieron una canción de Goldfrapp, mon Dieu, ¡nunca en la vida pensé bailar Goldfrapp en una fiesta limeña!
Chapitre cinq: Rencontre
Entre las chicas que agitaban sus cabelleras en plan lunático, reconocí un rostro diáfano. Era Mili, quizás la única chica que haya considerado seriamente para volver al camino de la heterosexualidad. Junto a ella, su infaltable amiga Nina. Las conocí el verano pasado, una calurosa noche en que salimos en grupo con mi amigo Fer, y que me di el trabajo de describir con lujo de detalles en un anterior post. Me sentí apabullado porque Nina y Mili me saludaron con mucho cariño, considerando que sólo las había visto una vez. Mili me contó que seguía con novio (al parecer ya no es lesbiana) y yo no dudé en presentarles a Billy. Él, pequeño y tímido, se limitó a estamparles un beso en la mejilla a cada una y a seguir bailando con Claudia una canción de Erasure.
Mili: ¡Tu enamorado es lindo! Nina: ¡Es muy guapo! ¡Parece un muñequito! Yo: ¿Sí, no? Pero él no me cree. Mili: ¡Qué lindos se ven! Yo: Nos vamos a ir a Argentina. Nina: ¿Cuándo? Yo: A fin de año. Mili: ¡Mostro! Nina: Pero tenemos que salir los cuatro de nuevo, ¿eh? Yo: De hecho.
No pude despedirme de ellas porque Billy se traspuso del cansancio provocado por un exceso de baile y Helen tuvo ganas de irse. Regresamos a la Calle de las Pizzas para embarcarnos en un taxi, dejando a Percy y a Helen en un restaurante de after hours donde devorarían un sanguchito. En el taxi, Billy y yo nos tomamos de la mano, y estuve seguro que esa noche, a pesar de la aburrida reunión de bloggers y la anodina discoteca gay, fue una de las mejores de mi vida. |
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La Guerra de los Cosméticos
viernes, agosto 12, 2005 |
Anoche no pude dormir: la Roth me hizo ver la luz. Al menos, hasta que no tenga un catálogo fijo de trabajos audiovisuales, en la vida estaría dispuesta a trabajar conmigo. Qué envidia me da Almodóvar, que además de mente cabreada, tuvo el privilegio de surgir en la época justa. Qué suerte tienen algunas. Las que no, como servidora, se contentan con mamar la buena fortuna de ajenos que asaltan a propios y extraños con sus óperas primas en los festivales indies de Barranco. Yo nunca pude participar porque como todos bien saben, no he podido editar aún mi propio engendro, "La Guerra de los Cosméticos". Me gustaría ver las caras de los asistentes cuando se den cuenta de que están por presenciar un material revolucionario para el medio peruano.
"La Guerra de los Cosméticos" surgió un día cualquiera, porque le robé la idea a un título de John Waters, "Eat your make-up", mientras leía su divertida autobiografía en edición de bolsillo, que un ex agarre españolito encontró perdido y olvidado en un mercadillo de El Rastro. En ese momento también veía por televisión un documental sobre Cristina Onassis, la pobre, y se me ocurrió combinar las dos cosas. De este modo, escribí en una tarde de mucho Hawaiian Punch y hartos analgésicos, el primer esbozo del guión que por entonces se llamaba "Corre corre que te como". Luego de que algunos de mis amigos metieran mano, como Funky ("la idea es genial, pero muy asquerosa") o Addy Possa ("tu guión está muy light, métele más cochinadita"), acabé, luego de cinco borradores más, la versión definitiva.
El corto cuenta la historia de una chica que se llama Dolores y que es una rica heredera. Como toda rica heredera no le falta un novio, el guapo Inocencio. Pero Inocencio le pone los cuernos, Dolores se encierra en su casa y se vuelve loca. Después de asesinar a la servidumbre y a sus padres, y al no tener nada qué comer, empieza a comerse su maquillaje, que encuentra guardado por toneladas en el sótano, junto a las ratas, porque su madre había sido consultora de Avon y de joven fue la mejor esteticiénne de Lima. Los químicos del maquillaje y el contacto habitual con las ratas, que se hicieron muy amigas suyas, provocan que Dolores sufra una mutación y se tranforma en un híbrido entre mujer rata y cruel asesina, como El Pingüino de "Batman Returns".
Inocencio descubre la mansión a merced del deterioro, y decide recuperarla para establecerse en ella, sin percatarse del monstruo que habita en el sótano. Lo que sigue a continuación es una guerra sin cuartel entre los antiguos amantes, que termina con la mutua aceptación y la posterior convivencia de ambos, bajo la premisa de que Inocencio continúe alimentando a Dolores con maquillaje, para lo cual solicita a domicilio demostraciones de las más importantes marcas de cosméticos, generalmente comandadas por bellas dependientas que Inocencio seduce antes de matarlas y quitarles el maquillaje, dejando el final abierto para una segunda parte.
"La Guerra de los Cosméticos" no ganará el Festival de Cannes, pero sí el de Sitges, y hubiese podido estar mejor de no ser porque Addy Possa, que se entusiasmó con la idea de ser la protagonista y de enseñar el coño en una escena clave, arrugó por motivos extracinematográficos, granjéandose mi odio encarnizado, por lo cual tuve que reclutar una actricita de la Escuela de Arte Dramático, que aparte de demostrarme su nulidad como intérprete, se rehusó a desnudarse y a ingerir las ratas de plástico que el equipo de efectos especiales (léase Ana Conda y Kary Smáthica) se amaneció modelando a base de marshmellows, masa de caramelo y peluche gris.
Es cierto que el producto final dista de parecer un cortometraje serio, como también es visible la carencia de medios (el sémen que eyacula Inocencio es excesivamente blanco porque en realidad lo tomamos de un frasco de champú Sedal Ceramidas, y la sangre de los asesinatos era demasiado roja), pero la guarrada fue filmada y pre-producida con mucho bobo. Espero que pronto pueda editarla para poder mostrarla online.
* Las personas interesadas en ser parte del elenco de la segunda parte de "La Guerra de los Cosméticos", o cualquier otro futuro proyecto mío, tengan la amabilidad de comunicarse conmigo. Pagamos con mucha chela y fiestas indies. Sólo hace falta tener amplitud de criterio y cero inhibiciones. Todo sea por amor al arte. |
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Todo sobre la Roth
jueves, agosto 11, 2005 |
Este año quise cobrarme la revancha. Por eso, ni bien anunciaron la presencia de Cecilia Roth en el Festival Latinoamericano de Cine, no me dormiría en mis laureles, sino que ejercería las ventajas mi bien ganado sitial de redactor de la revista "Erecciones Generales", y a como diese lugar tenía que hacerme con el codiciado pase de prensa. El año pasado me agarró el muermo y no pude ver a Marisa Paredes. Ahora dirigí mis derroteros hacia los mismos organizadores del evento. Sin embargo (y me cago en Dios) fallé.
Se me adelantó Ana Conda. La desgraciada (y va con cariño, eh, Conda) aprovechó su mayor disponibilidad de tiempo y fue calladita a sacar su pase de prensa al enterarse que sólo permitirían el acceso libre a sólo un beneficiado por cada medio. Lo logró, la CONDenada. Más allá de ponerme a insultarla, mi estrategia fue hacerle la patería. Las películas que se mostraban en competencia me importaban un carajo porque para eso está la red, para poder bajarse de todo. O sea que Ana Conda por aquí, Ana Conda por allá (llegué al extremo de llamarla Ana Condita, pero vilipendió mis franelazos) hasta que finalmente conseguí que accediera a acompañarla a la conferencia de prensa de la Roth, camuflado como su "fotógrafo", que de algo tiene que servir la dichosa camarita MiniDV, matadita pero aún en vigente.
La conferencia estaba pactada para las 10:30 am en la Sala Azul, y ahí estuve más puntual que reloj suizo, esperando turno para ingresar entre camarógrafos que estaban en algo y camarógrafos que estaban en nada, críticos de cine, actrices de teatro venidas a menos, docentes universitarios y lo más detestable, chicos que se las daban de cultos cuando en realidad no pasaban de ser un montón de anodinas ovejas.
Ana Conda para variar llegó tarde. Me tragué insultos y putamadreadas porque nos hicieron entrar al toque. La sala estaba casi vacía: todos esperaban a la homenajeada en el lobby. De modo que aprovechamos en vaciar las posaderas en la segunda fila, detrás de un camarógrafo rubio y buenísimo. El aburrimiento dio pie a que terminásemos haciendo una cosa bien cono norte: nos tomamos miles de fotos en mil y una poses. Nos divertíamos imitando a Brian Molko cuando el tumulto de gente y los sonidos de los flashes anunciaron que la rubia actríz haría su ingreso. Secundada por las cámaras, la Roth tomó asiento junto a Edgar Saba, director del Festival, y glamorosa y toda ella nos dirigió un cálido "Hola, buenos días".
Regia la Roth. Divina. Tan rubia y tan carismática y con un par de tetas que dejaron bizcos a los pobres camarógrafos que se pusieron adelante. Yo, con la ayuda de mi vieja MiniDV, registraba embelezado el magno momento. Todas mis dudas se disiparon: pensé que iba a ser alsadita, pero qué va. Su risa es maravillosa. Coño, que si fuera straight la violaba allí mismo. Y repito: ¡qué tetas! La hijaputa no se había puesto sostén y sus pezones asomaban, puntiagudos y curiosos, tras el blanco lienzo de su blusa entreabierta.
Pregúntale algo, imbécil, que la mujer no está ahí por gusto.
Ya, mostro, pásenme el micro. Señorita, ¿el micro? Yo quiero preguntar. Puta madre, qué nervios. Roth: acuérdate bien de esta cara, que conmigo habrás de ganar tu primer Oscar. Yo no miento, hijita.
Cyan: [En el limbo] Em, buenos días, Cecilia. Cecilia: [Diosa] Buenos días. Cyan: Mi nombre es Cyan, de la revista "Erecciones Generales". Cecilia: Encantada. Cyan: ¿En qué te basas para elegir tus personajes? ¿Qué criterios te demandan aceptar una propuesta o, en todo caso, qué debe contener un guión para llamar tu interés?
Mierda, qué lindo sonó eso. Touché. Cecilia sonríe, musita, responde, vuelve a reír, me mira a los ojos y yo me muero. Resucito para la segunda arremetida.
Cyan: ¿Aceptarías un guión peruano? ¿Estarías dispuesta a trabajar en el Perú? Cecilia: ¡Por supuesto! Venga, me gustaría mucho.
Roth, estás hecha. Ahora mismo empiezo a escribirte el guión. Pero flashes van, flashes vienen, Alberto Servat, sentado muy cerca a mí, me mira como quien mira una manzana en un árbol inmaculado, y con la mirada le digo sal de acá oye, maricona igualada, que no quiero acabar como tú y encima como el pésimo crítico de cine que eres. Y mejor miro a la Roth que se me va el tren.
Ella, toda tetas, agradece, se coloca sus lentes de sol llenos de glamour, se pone de pie, y sale no sin antes advertinos que el sábado a mediodía responderá más preguntas en un conversatorio dedicado a ella. Sube al ascensor. No te vayas, reina. Pero la reina, algo fastidiada por el séquito de fotógrafos, hace un reverencia e ingresa al ascensor que no conduce a ningún sitio más que arriba. ARRIBA.
Ana Conda corrió detrás de mi. Cinco pisos al hilo. ¿La encontraremos? Allí está. Regia y con el pelo y las tetas intactas, todo bien puestecito. ¡Qué envidia, quiero ser ella! Lo único que me queda es decirle que se tome una foto conmigo para colgarla en mi Hi5. Qué middle class sonó eso, aunque peor es escuchar al tropel de ayayeros y periodistas corriendo, como los naipes persiguiendo a Alicia en el País de las Maravillas. Yo, cual conejo blanco, me aproximo a ella, cámara en mano. No me falles Roth. Los que la cagan son el resto, la atosigan y la obligan a escapar del lugar por la puerta de emergencia. Ah no, hasta su carro yo no corro. Mejor me conformo viendo las miles de fotos que le tomé. ¿En cuál sale mejor? En todas. Nos vemos el sábado, Roth.
Las fotos son de mi propiedad. No se las bajen pues, no sean atroces.
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The prince of tears
lunes, agosto 08, 2005 |
Le abrí la puerta y lo primero que hice fue sofocar su pequeño cuerpo con un abrazo descomunal, como si en vez de absorver su cariño quisiera ahogarlo, intentando fundir la desesperación mancebada por más de dos días.
- Dé... déjame que cierre la puerta -dijo él, entrecortadamente.
Aquello pareció arrancado de una escena de "La Flor de mi Secreto". Quise ahorrarme explicaciones porque en momentos como ése las palabras sobraban, sólo quería comunicarle todo el pesar que me estaba carcomiendo las entrañas y me amargaba el paladar. Intentaba deshacerme del cargado sabor de mi dolor ayudado por sus besos que saben a fresa. Al menos conseguí calmarme un poco.
- Leí el blog. Me imagino que estás así por lo de tu mamá.
No hay lugar a dudas, éste chico me entiende, o se encuentra un tiempo para revisar las cuatro tonterías que escribo a la semana. En sus brazos temblaba para aplacar el chorro de lágrimas que pugnaban por salir a borbotones de mis ojos secundados por sendas ojeras de humillación guardada y mal sueño.
- No llores, por favor, no llores que yo también voy a llorar.
No encontré la suficiente fortaleza como para hacer caso a sus advertencias, y tampoco es que me cagara en ellas. Lo de adentro pudo más. Y me sentí feliz porque pude llorar todo lo que quise, en sus brazos, pues es sus brazos lo único que necesito para sentirme bien, el único lugar adonde regreso todos los días para olvidarme de la mierda del mundo material. Son mi HOGAR.
Nunca antes alguien pudo conocer la realidad descarnada y el estado de desmoralización completa en la que suelo encontrarme. A él, le dí un pase especial de espectador invitado a mi mundo, pues lo necesitaba y además ÉL ES MI MUNDO. Tan sólo me aferré en sus brazos, cerré los ojos y traté de no abandonarme demasiado en el delirio del llanto.
Fue entonces cuando lo sentí. El llanto continuaba, pero algo le pasaba a mis lágrimas. Me escocía en los ojos una sensación de humedad aplacada. Ya no manaban. Abrí los ojos y me encontré con el rostro más maravilloso de la tierra, que detenía el lecho de mis lágrimas con la punta de su lengua. Las estaba bebiendo.
Me puse a llorar de nuevo. Me olvidé del dolor, de mi madre. Lloré porque tuve clarísimo que había escogido bien. La persona capaz de beberse mis lágrimas es la única capaz de amarme de la forma que quiero que me amen. Y eso es suficiente. |
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Blanca del Bosque
sábado, agosto 06, 2005 |
Después de la sensible conversación con mi madre me puse a evaluar, inconscientemente, las metas alcanzadas en el transcurrir de los últimos seis meses. En principio no me había trazado ninguna meta, por consiguiente sería inútil establecer conclusiones sobre empresas inexistentes. Los másters de edición de mi cortometraje "La Guerra de los Cosméticos" continúan juntando polvo en la columna izquierda del aparador de mi habitación. Allí siguen resguardados el puñado de actuaciones lamentables, la protagonista impresentable, la actuación estelar de Robus Tito como la célebre pitonisa de la bola de cristal, el cameo de Coco Marusix como la enfermera inválida, que parece arrancada de un film de Cronnenberg... todo celosamente guardado y marcado por el signo de la inclemencia, esperando el turno para el montaje, o mejor dicho, la edición no-lineal.
Calculo que me hacen falta más de cien dólares para conseguir que ésta patraña de la informática a la que llamo mi pecé y desde la cual escribo estas líneas, se convierta en una potente isla de edición. Le hace falta memoria RAM, si mal no recuerdan mis cálculos cuasi nerds, y para conseguirla creo que tendré que prostituírme. Hablé del asunto con Billy, medio en broma, y tal parece que se la creyó.
El segundo logro del año podría ser el blog. Podría. Me senté durante un día entero a revisar los posts de meses anteriores, y descubro muchas historias, muchos sentimientos, mucha garra. En verdad puede quedar registrado para la posteridad como un claro ejemplo de ninfomanía crónica. O al menos eso fue lo que conté en la entrevista de BlogsPeru, mencionando a los atormentados personajes de Tennesee Williams. A raíz de Polva (antes conocido como Funky) y "Todo sobre mi madre", me animé a revisar la versión del "Tranvía" que a mediados de los sesenta llevó a la pantalla Elia Kazan con una Vivien Leigh ya arrugadita y algo patética.
El guión del filme es una versión light de la controvertida (para su tiempo) pieza teatral. En ella se dejaron algunos cabos inconclusos, y sólo se deja entrever el avanzado estado de transtorno mental de Blanche Du Bois a causa de su difunto marido. La cruda realidad es que dicho marido, en la obra de teatro, era homosexual, y tras su muerte, Blanche se abandonó en brazos de extraños y a devorar pollas por doquier, convirtiéndose en toda una perra, en el absoluto sentido de la palabra.
De modo que al revisar mis posts anteriores, me doy cuenta que aparte de ser fármaco-dependiente, también solía ser ninfómano. Algunas personas opinan que aquello es sencillamente es un término médico para ocultar el puterío, pues son incapacez de comprender que es una enfermedad, un transtorno psicológico. Recién comprendo que las pastillas, además de dar náuseas, intensifican la infinita sensación de soledad, e intentamos resquebrajar nuestra infelicidad al contacto con extraños. YO SOLÍA SER BLANCHE DU BOIS. Como ella, me agazapaba en pórticos inmundos para esperar el paso de los desconocidos, que me llevaban por habitaciones llenas de telarañas y me poseían sin la menor muestra de cariño.
Algunas veces me quedaba observando el vaivén de mis pies al aire, mientras algún sujeto de rostro fantasmal gemía y se retorcía encima mío. Lo disfrutaba, sí, pero el placer era temporal, abyecto, insípido. Eyaculaba, veía un arcoiris en el techo y luego sobrevenía aquella sensación de asco, el irrefrenable sentimiento de culpa. Al salir de la habitación desconocida, luego de la cópula, me daban escalofríos al volver a pasar por los corredores donde horas (o a veces minutos) antes había caminado a grandes pasos, lleno de ansiedad, amortiguados por la verga dura y el morbo por descubrir el cuerpo del sujeto con el que habría de acostarme.
Debía ser una enfermedad, sí, porque de otro modo no comprendo cómo fui capaz de hacer el amor con un hombre muy atractivo, por cierto, pero que vivía en un apartamento lleno de cucarachas en la avenida Benavides, que consumía toneladas de cigarrillos de marihuana al día y que conservaba la foto de una feliz familia con casa, esposa e hijos en la superficie de su mesa de noche, que se agitaba mientras hacíamos el amor. Yo perdía por momentos la cordura o la concentración, y observaba aquél retrato fotográfico, aquél testimonio mudo del cual nunca sabré la verdad. Miro hacia atrás y me avergüenzo de lo que veo, de lo que escribí, de lo que en ese entonces solía tomar con absoluta normalidad sin saber que me encontraba enfermo. Y me alegro, ahora más que nunca, de haber salido de aquél abismo. |
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Autoflagelación
viernes, agosto 05, 2005 |
Mi madre llamó y acabó de un zarpazo con mi alegría y mi estabilidad emocional. Las madres nos dan la vida, pero a veces también nos la quitan. Lo que queda a continuación es una vasta sensación de autoflagelación, de autoconsolación mediante frases de soslayo o de mutuo cariño, con la absoluta certeza de que la carroña nos va consumiendo de a pocos, como un lodazal de incertidumbres.
Es curioso. Todos mis males provienen del teléfono. Definitivamente ése aparato está hecho para malograrme la vida. Al final creo que acabaré estrangulándome con el cable, mi cuello magullado por la soga ondulada que transmite la voz gutural de mi madre, la misma voz que me saluda casi con lástima cuando suena el teléfono.
- ¿Ya sacaste tus papeles para Francia? - Mamá, estoy harto de decirte que no voy a ir a Francia. - En internet hay un montón de oportunidades, hasta para Canadá, porque tu tía Mitty Gada... - Tampoco voy a ir a Canadá. Ya te lo he dicho cientos de veces.
Cada vez que llama discutimos hasta hacernos daño, hasta destruírnos mutuamente con dardos certeros de ira y desprecio. No tengo el valor de decirle que a fin de año viajaré con Billy a Argentina, y no pienso decirle que estoy harto de ser un monigote de sus expectativas. No me daba tiempo de responderle, de proponerle vías alternativas de solución porque se exasperaba y me arañaba el alma con la misma terquedad que he heredado de ella.
- Estoy harta de esto. - Yo también estoy harto. - Estoy harta de tí, de tu inestabilidad, de tus problemas, de que todo lo soluciones llorando, sólo sabes crearme preocupaciones, me voy a morir de las canas verdes que me sacas. - Mamá te recuerdo que vives en Kendall. En Miami es imposible que tengas canas verdes. - Eso, atácame, eso es lo único que sabes hacer.
Nunca el amor y el odio han estado tan cerca de mí, tan palpables al tacto, al malestar del estómago, de querer vomitar hasta las entrañas, esa flema espesa, pegajosa y amarga de la garganta, un claro síntoma que todo está mal, que mi vida sigue siendo un error.
- Estoy harta de mantenerte. - Mamá, te cuento que no me mantienes. La plata que envías se la doy a mi abuela, que para eso la mandas. Yo pago el internet, pago el cable, pago lo que nunca has sido capaz de darme, pago mis clases de francés y encima tengo que soportar a mi papá cuando llega de viaje. ¿Te parece poco? - Bueno pero igual, estás ahí engordando como un tonel, estás cerca de cumplir los 30. - Aún faltan cinco años, mamá. - Por eso, a los 30 vas a ser un fracasado, porque eso es lo que eres. - No. Me encargaré de demostrarte lo equivocada que estás. - Me hiciste pagarte una universidad tan cara y ¿para qué? Para que termines ganando una miseria y haciendo cachuelos. Ni siquiera haz hecho tésis. - Mamá, estamos en el Perú. Aquí la gente hace cine por amor al arte, nadie cobra. - Entonces ven a Miami. - ¡No quiero ir a Miami!
Las lágrimas se agolpaban en mis mejillas y desde lo profundo de mis vísceras sentí que estaba a punto de estallar, de decirle sí mamá, soy homosexual, sufre, que te duela, llora como yo estoy llorando ahora, y no quiero irme a tu puto Miami porque estoy enamorado y me voy a Argentina y te negaré una pensión cuando estés vieja y ningún asilo quiera darte cabida.
- Mamá, soy... soy homosex... - Eres un cobarde, eso es lo que eres. - Déjame terminar. - ¿Para que me sigas contando los planes que por tu ineptitud no lograrás realizar? No gracias. Suficiente tengo con que estés en la casa volviéndote viejo y a la merced del tercer mundo. - ¿No quieres que esté en la casa? - Si quieres hacer tu vida como mejor te parece, pues haz como te de la gana. - Entonces me voy, mamá, me voy donde no puedas encontrarme. - Eres un descarado. - Lo siento, voy a cortar porque no tengo ganas de hablar.
Tiré el inalámbrico y lo hice añicos contra el suelo. "Ahí van los 120 soles que me costó en Hiraoka", pensé, pero no me importó. El mundo se hundía a mi alrededor. No tengo padres, no tengo familia. Mi padre pasa total de mí, mi madre piensa que sólo soy un estorbo y mi abuela sólo me quiere volver loco. No tengo hermanos. La casa es muy grande para mí y mis problemas. El mundo es muy grande para mí y mis problemas. Abro un cajón del repostero y saco un tenedor que me clavo en la palma de la mano. Eso me alivia un poco. El alcohol con el que desinfecto la herida a continuación acaba con el sentimiento de culpa. No quiero volver a tomar pastillas, no después del espectáculo de la autodegradación y el infierno de la autodependencia. Ese telón se cerró y lo cerré por Billy. Mi Billy. Es lo único que tengo. A él y a mis amigos, a los que necesito más que nunca. |
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4 meses
jueves, agosto 04, 2005 |
Abro los ojos y me encuentro con el cielo raso en su blanca inmensidad, como el estómago de esas ballenas disecadas del Museo de Historia Natural. Giro la cabeza hacia donde reposa la huella que él dejó la última vez que nos vimos. Hace tiempo que ha desaparecido, claro, pero me gusta imaginar que está allí. Aunque mejor sería imaginármelo a él, durmiendo a mi lado. No necesito demasiada concentración. Jamás lo he visto dormir, pero me gusta elaborarme una imagen mental de sus ojos cerrados, esa expresión mortuoria abandonada en los designios de la inmaterialidad, para luego despertar del letargo, esas maravillosas pestañas abriéndose, parpadeando, y visualizándome a mí mismo en sus pupilas, con mi cabello revuelto y formando un colchón desenfrenado de hebras negras. Me tranquilizo comparándome con la etapa clásica de los Echo & The Bunnymen, mientras él me sonríe con la sonrisa de la Rana René, la que absurdamente acostumbramos llamar "sonrisa estúpida".
- Buenos días, amor -me dice, restregándose las lagañas y luchando por no me perderse ni un segundo de mi reacción.
¿Lo beso o no lo beso? Siento en carne propia la amenaza del aliento mañanero, el hedor cargado de los jugos gástricos a disposición de la cavidad bucal. No obstante, al juntar los labios, sólo siento el sabor a fresa que sentí la primera vez que lo besé, y sigo sintiendo a pesar de haber sido besado millones de veces en el pasado, como dice aquella canción de Annie Lennox, y lo seguiré sintiendo mientras permanezca atado al yugo invisible que me aferra inexorablemente a él.
La fresa se extingue, la imágen se disipa. Ante mis ojos queda únicamente el nudo de sábanas arrugadas y la lámpara de noche que parece contemplarme con sorna. No, no está. Nunca ha estado. Me rasco violetamente el cuero cabelludo, abandonándome en un largo y sonoro bostezo, abriendo la boca de par en par para tragarme el mundo entero hasta encontrarlo y obligarlo a pasar una noche conmigo.
- No puedo. - ¿Por qué no puedes? -ruego, con mucha ansiedad y poca paciencia. - Porque en mi casa me harían un lío horrible, y no quiero tener problemas.
Pienso en dicha conversación a la vez que cogo el teléfono. Las 7:15 de la mañana. Joder, qué temprano me he levantado, ya no me hace falta programar la alarma. Me levanto. Camino descalzo por el suelo de parquet, sin lustrar hace quince días, y el polvo y las motas se funden con las plantas de mis pies, pero no me importa porque entraré a la ducha en menos de lo que canta un gallo. Prendo la computadora. El silencio de la habitación es invadido por el mecanismo del CPU al activarse, los deliciosos relinches del procesador suenan algo cansados, como diciéndome "¿por qué me prendes tan temprano, coño?". Clickeo el ícono de la conexión a internet. Abro el explorador y tecleo la página de TIM Perú. Eligo la opción de Mensajes de Texto.
Felíz aniversario. Y van 4 meses! Sabes que te amo más que a mi mismo, más que a mi vida, más que a nada, y junto a tí me pienso quedar. - C
Pulso el botón "enviar" y elaboro una expresión conchudísima. Soy el primero en saludarlo. Debo reconocer que me encanta ganarle en estas pequeñas cosas, me encanta que se de cuenta que estoy más al pendiente de él que él de mí. No obstante alejo tales pensamientos, porque de lo que se trata no es de competir, sino de amar, y en eso ya puedo considerarme un experto. Es curioso cuando me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Llamaba vida a mi deambular de zombie. Hace ya cuatro meses que estoy vivo. Y me encanta vivir. |
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Polva
martes, agosto 02, 2005 |
Mientras me contaba las innumerables poses del kamasutra que había experimentado cual contorsionista junto a su nuevo amor, Funky sintió ganas de una dosis del viejo Almodóvar.
- Ya, ¿qué vemos? -dijo él. - A ver. "Pepi, Luci, Bom..." se la presté a Billy desde hace milenios y aún no me la devuelve. -dije yo. - ¿"Átame"? - Muy ñoña. - ¿"Mujeres"? - Una sin Carmen Maura, mejor. Ponte algo de la Roth, ahora que viene a Lima para el Encuentro de Cine y de hecho iremos a acosarla cual groupies. - ¡Ya chévere! ¿Pero cuál? - "Laberinto de Pasiones". Antonio Banderas ahí me da morbo. - No, mejor "Todo sobre mi madre". - No quiero deprimirme viendo morir al pobre Eloy. - ¿Tú crees? ¡Quiero ver esa de nuevo! - Bueh...
Coloqué el DVD en el aparato y como que redescubrimos a Marisa Paredes. Un actrizón, pero con esa peluca rojo pasión parece más travesti que la propia Agrado.
Llegamos a la parte donde la Roth conduce a Marisa en coche, en busca de su novia junkie.
Marisa: "Comencé a fumar por imitar a Bette Davis. A los dieciocho ya fumaba como un carretero". Cecilia: "Huma es un nombre muy bonito". Marisa: "Humo es lo único que ha habido en mi vida".
Funky rió como un descosido.
- ¿De qué te ríes? -pregunté. - Es que si yo quisiera aplicar la misma filosofía de Huma, acabaría llamándome POLVA. - ¿Qué? ¿Por qué? - Porque echar polvos es lo único que he sabido hacer en la vida. - ¡Polva! Oh my god... ¿Loca eres, no?
A partir de estos momentos, Funky pasará a llamarse Polva. No sé el resto, pero yo hace tiempo que no me reía tanto con una ocurrencia así. |
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Entrevista en BlogsPerú
lunes, agosto 01, 2005 |
Admito que estuve a punto de soltar una lágrima cuando leí el encabezado de la entrevista al "blogger mas popular de este primer año de BlogsPerú" (sic). ¿La justicia tarda pero llega? Puede ser, pero también me resulta un poquito excesiva cuando hablamos de lo gay. Que lo gay para arriba, que lo gay para abajo, que esto que el otro. BASTA YA de verme como género más que como persona, caramba, que si me pongo a revisar mi manual del buen homosexual, aquello se dictamina exclusivamente en los apartados de la homofobia desde un punto de vista indirecto. Sin embargo, pongo los resentimientos a un lado y me limito a regocijarme con los rezagos del ¿éxito?, y todo lo que haya de venir, porque estoy preparadísimo para la avalancha de elogios, y comentarios negativos, por supuesto, pues hay que aflojar la correa un poquito (al fin puedo utilizar con total libertad esta última expresión, de la cual recién he podido asimilar el verdadero significado).
Aunque desde un primer momento imaginé que me preguntarían cosas tipo ¿eres activo o pasivo? ¿quién es tu novio blogger? ¿cuántas veces a la semana tienen sexo? ¿por qué eres gay?. No obstante, pensándolo mejor, cada una de esas interrogantes están minuciosamente desglosadas y esparcidas por todo el blog, de modo que hay que tener el suficiente tino para darse cuenta de lo que quiero decir y lo digo sin decirlo directamente... Y como que continúo enredándome en las paráfrasis del lenguaje prosaico, así que me detengo aquí y espero puedan leer la entrevista que "cordialmente" me hizo Juan Arellano para BlogsPerú, que ya se encuentra disponible aquí. |
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