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Rediseñar o morir
viernes, setiembre 30, 2005 |
No crean que el muermo se apoderó de este humilde servidor. Todavía no. Y lo de humilde, menos. Mi ausencia fue provocada por el hastío y la nulidad de ideas. No en cuestiones de escritura, sino en lo que es el diseño del blog. Si recapitulamos un poco, caerán en cuenta que el diseño no lo cambiaba desde marzo, porque en un principio me gustó tanto que se me hacía imposible deshacerme de él. Hasta que, desde unos meses atrás, sentí la necesidad de cambiar de rumbos. No tiene sentido quedarse igual para siempre.
El presente diseño comenzó siendo vislumbrado como un minimalismo retro. Siempre quise hacer algo más ye-yé, aunque sin mucho artefacto, y sobretodo, de una sobriedad discreta y moderna a la vez. Inicié la búsqueda de la imágen principal, aquella que habría de representarme (luego del célebre y anoréxico modelo de Dior, y últimamente del denominado "chico Nescafé"), pero como suele suceder en estos casos, no encontré nada que me satisfaciera. Más bien, la idea de usar la imágen de la pareja que ven, surgió de la mera casualidad.
Encontré la imágen en un Fotolog muy vistoso. Capté inmediatamente que las cosas debían ir por ese lado, pensando en emular la foto posando junto a mi novio en la misma actitud. Deseché la idea antes de llevarla a cabo, porque por mucho que me matase tomando fotos, nunca conseguiría plasmar el sentimiento de la misma. De esta forma, me contacté con Banana, el verdadero protagonista de la foto, quien gentilmente me la cedió, por lo que el mayor crédito se lo merece él. Más aún cuando me contó que la relación con el chico que aparece en la foto había terminado. Ojalá no sea una visión apocalíptica. Para completar el feeling, le agregué a uno de ellos una máquina de escribir rosada en la cabeza.
Además de agradecer infinitamente a Bannana por cederme los derechos de su foto, les comento que la versión del blog que figura actualmente es una evolución de lo que empezó siendo un diseño de colores sobrios. Creo que al querer hacerlo más kitsch, se me fue la mano. En mi opinión se ve demasiado gay (y después paro despotricando contra el PinkPollo por ser precisamente pink), no obstante, me encanta como ha quedado. |
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Tracafobia
miércoles, setiembre 28, 2005 |
Me parece atroz que de un tiempo a esta parte hayan proliferado blogs dizque "originales" y "gays". No tengo nada en contra de la libertad de expresión, pero no puedo evitar arrugar la naríz frente a una palabreja que detesto: AMBIENTE.
Que la jerga de ambiente, que las discotecas de ambiente, que los blogs de ambiente, que la moda de ambiente, que las páginas webs de ambiente, que la gente de ambiente. Es asfixiante tener que aguantar tanta pose. Existe una diferencia abismal entre mujerear al resto por el mero sentido de la diversión y "asumir" el mujereo, con lo desagradable que eso implica.
Precisamente, es por este tipo de gente y este tipo de conducta que el resto del mundo nos mira como nos ha mirado desde que existe el término homosexualidad, lo cual me parece terriblemente injusto. Olvídense de Irak, de la hambruna en África, de la huelga del transportes y de la subida del dólar. Estas cosas son más importantes.
¿Debemos pagar justos por pecadores?
Qué horror.
La jaula de las locas seguirá abierta aquí y en Madagascar. Yo, por lo pronto, me cago en todos.
Me cago en el ambiente. |
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Les médicaments
martes, setiembre 27, 2005 |
Definitivamente, esta no es mi semana. Tampoco ha sido mi mes. El temblor del domingo por la noche pareció dejarlo muy en claro: hay algo que está desestabilizando mi sistema. Y no me refiero al clima.
De un tiempo a esta parte he estado enfermándome religiosamente, semana a semana. Si no es una cosa, es otra. Había estado despertándome todos los días con un catarro incontenible, que logré controlar con una dosis diaria de antiestámínicos. Tengo miedo que en un futuro mi cuerpo pueda depender de ellos. Pero, ¿qué puedo hacer?
Al catarro, producto de la excesiva humedad limeña y de una posible rinitis alérgica, hay que agregarle dolores de garganta, una vez por semana. Ocasionales fiebres y jaquecas también. Lo que más me molesta es la economía. Gasto fortunas en pepas y medicamentos. El poco dinero del que dispongo este mes no me alcanza. Si pudiese prostituírme, lo haría. Si estuviese soltero, claro. Por esas épocas, ganas no me han faltado. Pasarla de puta madre y encima que me caigan unos dolarillos. No estaría mal.
La farmacia de mi barrio está haciéndose millonaria gracias a mí. En un principio pensé que las enfermedades invernales eran ocasionadas por la falta de deporte (desde febrero no voy al AELU) o la carencia de verduras crudas en mi dieta (detesto los vegetales crudos y ensaladas). Una amiga del francés que es doctora, contrarestó mis traumas. La falta de vitaminas no implica innecesariamente a las enfermedades respiratorias. Entonces valdría la pena preguntarse que pasa conmigo.
Antes solía depender del invierno para sentirme bien. Mi estado anímico iba de perlas con la ciudad gris, el cielo color panza de burro, e la neblina, la garúa matutina. Ahora que soy felíz necesito el verano, la ropa ajustada e indecente, los lentes de sol, la brisa refrescante de las ventanas abiertas de los automóviles, mi cabello al viento, los colores de la sombrillas, las camisas abiertas, las canciones playeras de Volovan o La Casa Azul. Qué falta me haces, verano. Aprendí a quererte muy tarde. |
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Pandora con tabas
viernes, setiembre 23, 2005 |
Anoche me dio por zapatear duro ante la noticia de la cancelación del concierto de Pandora en su "Tour de Despedida" (punto aparte merece el que mis lectores se pregunten POR QUÉ un chico INDIE como yo MUERE por las canciones de este trío de tías ñoñas), cuando lo tenía todo planeado, hasta mis pancartas preparadas, primorosamente diseñadas con plumones de mil colores en cartulina canson que decían NO SE VAYAN CHICAS. Por supuesto que no pretendía pagar ni un céntimo, habráse visto, aunque hubo gente que de seguro sí agotó entradas.
Todo gracias a mi amiga Eva Siva, quien dice no tener ni pizca de evasividad, pues la niña se parte el lomo siendo subempleada y vilmente explotada en OkTV para que sus amiguitos como YO puedan ir gratis a los conciertos chochis que se organizan en la ciudad, gracias a los pases de cortesía que se regalan por decenas entre los trabajadores del canal.
Estuve lejos de enfadarme. La culpa no fue de ella, aunque el año pasado estuve a punto de acribillar a la pobre cuando OkTV auspició el concierto de Blondie y no les dio la gana de regalar ni una puta entrada. En fin, para la falta que me hacía. La verdadera motivación consistía en ir en plan de chongo. Como se suponía que dispondría de varios pases, pensé en invitar a Funky y a Eduardito, ante la negativa de mi novio que se hace el de la vista gorda, pero en el fondo bien que le gusta escuchar a Pimpinela y cosas por el estilo.
Por eso, ayer en la tarde rumiaba mi frustración al no poder burlarme del respetable bailando el noa noa o coreando incansablemente que el teléfono es caro, que me dejen en paz o vivo teledirigida, igual que un bebé indefenso o la usurpadora esperando por tu amor. Fue entonces cuando Malva Vizco, la creadora de una de las marcas de ropa alternativa más cotizadas del país, me animó a asistir a un concierto gratuito de Las Tabas, en el Centro Cultural de España.
Quedé con Ana Conda porque Malva Vizco iría aparte con su novio, el chino Toshiro. Ana Conda toda cumplida llegó puntualita, se acicaló con ganas y estaba regia con un sobretodo negro, sabrá Dios de dónde vendría y con quién se habría citado antes (habla, Conda). La cola estuvo más que inmensa. El Centro Cultural de España programa excelentes actividades a las que suele asistir mucho público. La última vez que estuve por allí fue para una proyección de "Lucía y el Sexo", un poema fílmico que me movió entero.
Ana Conda estaba casi a la mitad de una fila de impresentables chicos góticos y dizque modernos. Uno tras otro formaban un cordón humano que rondeaba la cuadra y se extendía hasta el inifnito de la Av. Arenales. Me amilané entre los rostros tan o igual de horripilantes que la ropa que usaban. Fácil medio Jirón Quilca había mudado su punto de acopio. Dios mío sálvame dije cual Alaska en el primer coro del primer Vulcano. La mayoría de chicos se reconocían entre ellos y se hablaban, ligaban, intercambiaban messengers y quedaban. Estos conciertos gratuitos parecen más destinados al ligue que a otra cosa.
Alrededor de las nueve de la noche ingresamos al local. Un mar humano (y pestilente) colmó la platea, por lo cual Ana y yo nos escurrimos hacia cazuela. Lo peor fueron unos energúmenos que destruían la intimidad del concierto con sus patruladas y comentarios asquerosamente chauvinistas. "Las Tabas" son tres chicas muy modernas, para nada estiraditas. En plan progre se cagaron en los comentarios de los machistas advenedizos. Hasta se mandaron un cover de 99 Luftballoons, muy groovy, pero hay que mejorar esas vocales con urgencia. Y este comentario va para las tres chicas.
Concuerdo con Ana Conda en que lo mejor de la noche fueron las teloneras, otro grupo de tres chicas genialmente llamadas Chica, Chica y Chiquita. Las tres me hicieron delirar con su pinta de untamed girls muy en plan post punk ochentero. El show se lo robó la baterista, quien aporreaba los tambores como los primeros Banshees, aullando un par de canciones que me hicieron recordar a Le Tigre o a las Breeders. Una gratísima sorpresa. Me gustaría saber más de ellas, son una delicia. desde ya me concidero un fan. |
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Punker
jueves, setiembre 22, 2005 |
Este post es un pretexto para escribir, porque suelo sentarme ante la computadora a calentar la silla, a navegar en el mar de la trivialidad, preguntándome por qué no escribo tan seguido como antes. Entre las cosas que he dejado de lado, se encuentran las "Grabaciones Legendarias" que inauguraban el cambio de música en el blog.
Desde hace meses he perdido el ánimo de recapitular recuerdos de mi niñez desde la perspectiva de la música pop ochentera, que martillea mis sentidos cuando mi cerebro asimila el paso del tiempo. Aún tengo guardadas en el disco duro un par de primitivas piezas de synth-pop que esperan salir a la luz algún día, al menos no mientras mi mente esté cubierta por el velo de la laxitud.
En el interín, para no aburrirlos más con la canción de Ricchi e Poveri que demanda un reemplazo urgente, colocaré una canción de Indochine, aprovechando el próximo lanzamiento de su nuevo disco en diciembre.
"Punker", pese a su letra ininteligible y sin sentido (mi amado Nicola Sirkis debio estar stoned cuando la compuso) resume en un riff de guitarra antológico la desgarradora belleza del post-punk al que el grupo nos tenía acostumbrados en sus primeras entregas, salpicándolos con deliciosos samplers y un coro exhuberantemente adictivo.
Como la pieza que suena al costado izquierdo goza de calidad de sonido bastante rácana (la recodificación estuvo a la par con mi estado de ánimo), colocaré el link abajo, para que puedan bajársela y concuerden conmigo en que es una maravilla.
http://invazores.org/medication/indochine-punker.mp3
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La boda
lunes, setiembre 19, 2005 |
El viernes se me ocurrió salir a clase en camiseta corta luego de la ducha de agua tibia, pues hay que recordar que estamos en La Molina y a esa hora de la mañana despertaban unos cálidos rayos de sol ajenos al resto de la ciudad. Eso fue lo que debí recordar al subir al micro sin portar abrigo o casaca alguna, porque hacia la avenida Los Frutales el cielo se nubló bruscamente y la humedad me escarapeló el cuerpo. A mediodía, cuando regresé a casa para retomar mis labores matutinas, ya no era el mismo de antes. Me estragaba un dolor de garganta fatal y una congestión nasal capaz de levantar en peso la casa entera con mis estornudos. Debía de darle la mala noticia a mi novio: en la noche no podría acompañarlo al Cinematógrafo a ver "Mullholand Drive", uno de nuestros filmes predilectos.
A las cinco de la tarde el cuadro era grave. Mi alegría de volver a automedicarme había fracasado: Cetiricina, Panadol, Apronax y Teraflu demostraron juntos su incapacidad de mejorar mi salud. Me hallaba aferrado a una frazada, más chino que nunca. El virus era tal que hasta los ojos me picaban y lagrimeaban. De pronto, sonó el celular, dando paso a una vocesilla inquieta.
- ¿Me abres la puerta? He venido a cuidar a mi novio enfermo.
Puedo decir con orgullo que aún me emocionan sus visitas sorpresas. Qué va, me emociona todo lo relacionado a él. Me dirigí al baño en tropel tratando de arreglar mi cara convalesciente y mi cabellera despeinada a lo Nicola Sirkis, dominando mis ganas de correr a abrirle y odiándome por no estar más presentable. Vano intento. Al bajar las escaleras dando saltitos de emocionado imbécil me arrepentí de no haberle abierto antes.
Cuando le abrí pasó lo mismo de siempre: yo aferrándome a él, succionando la poca energía de su pequeño cuerpo. A duras penas cerramos la puerta, nos quedamos abrazados en la silla frente a la computadora. Hacía más una semana que no nos veíamos y la erupción volcánica en nuestra entrepiernas era evidente. Pero tampoco podíamos hacer nada, al menos no en el estado deplorable en el que me encontraba. Tan sólo nos conformamos con un breve rough play por sobre la ropa y algunas lamidas bajo la camiseta. Y, como acostumbra a suceder, no pudimos amainar la pasión.
Acabamos desvistiéndonos y haciendo el amor sobre la silla. Pese a mi incapacidad de disfrutar el polvo a plenitud por mi catarro, la pasé de maravillas y concordamos en que debíamos fornicar allí más a menudo. Luego nos vestimos para abrigarnos bajo mil frazadas, exhaustos, dispuestos a dormir una siesta, porque además se hacía tarde para que él regresase a su casa.
- Mi amor ya no puedo más, quiero casarme contigo -dijo él. - Pero tu no quieres -le respondí, tristemente -me cansé de proponértelo. Me dijiste que eras muy joven para casarte. - Tú eres todo lo que necesito. Quisiera estar junto a tí para toda la vida.
Eso era el colmo de la ñoñez. Y aún así había logrado conmoverme.
- Quiero morir junto a tí -gimoteó.
Esta vez fue demasiado. Sentí que había llegado al fin de mis días. Ya no tenía nada por qué luchar, nada más qué obtener.
- De acuerdo -asentí- o sea ni cagando vamos a casarnos con todas las de la ley porque acá no se puede, ¿no? Entonces haremos una reunión con nuestros amigos e intercambiaremos anillos. - No quiero un anillo -respondió mirándome a los ojos- quiero casarme contigo ahora.
La verdad es que ni siquiera me había puesto a pensar qué debía hacer si llegaba ese momento. Lo mejor era actuar como lo estaba haciendo, con sinceridad. Por eso y por todo, me puse a llorar de pura felicidad de chico realizado.
- Hazme la pregunta -dijo él, también llorando. - ¿Billy, quieres casarte conmigo y ser mi fiel esposo en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe? -le dije, repitiendo de memoria los votos que me planteé desde la adolescencia. - Sí -dijo él, limpiándose la nariz con el brazo- ¿Y tú Cyan, quieres casarte conmigo y ser mi fiel esposo en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe? - Claro que quiero - respondí, pensando en que podría morirme en ese mismo instante.
Y seguimos llorando y abrazándonos y amándonos, separándonos por lo avanzada de la hora y haciéndonos la promesa que nada sería como antes, pues desde ese momento habíamos pasado a convertimos en uno solo. No pudimos llegar a los seis meses de noviazgo. Tampoco me importó mucho. Qué poco me duró la soltería. A partir de hoy asumiría un nuevo reto: mi faceta de hombre casado. |
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El cuchillo de Kaneshiro
sábado, setiembre 17, 2005 |
La semana pasada me encontré en una disyuntiva, pues nunca antes me había animado a asistir a una función de prensa, léase un pre-estreno exclusivo para "periodistas", por no decir "críticos descafeinados". La única beneficiaria del sistema había sido Ana Conda. Esta chica es muy voraz: suele aprovechar su disponibilidad matutina de tiempo y devorar cuanta película en función de prensa se le presente, hasta las más banales. En esos casos, suele acompañarla Aero Lito. Yo, el despreciado, no gozaba de los beneficios de escribir en nuestra revista, "Erecciones Generales" porque desde hace aproximadamente un año ocupo mis mañanas abocándome al estudio de la belle langue française.
Sin embargo hace poco, mi perspectiva de la constancia y la dedicación al estudio cambió un poquitín. Estuve conversando con Camila y Daniel sobre la ausencia constante en sus clases universitarias, ergo, son campeones interprovinciales de tirarse la pera. Camila prefiere ir de compras a Plaza San Miguel (aunque dudo que alguien realmente pueda encontrar algo bueno qué comprar en Plaza San Miguel), para después cagarse de risa y exhibir su gracia con mensajes al celular tipo "Me tiré mi clase de Latín, jajaja, yeee". Por su parte, Daniel opta por ir a visitar a su novio que vive en los quintos infiernos, aunque en este caso es comprensible porque, TODO SEA EN ARAS DEL AMOR.
Luego de varias pláticas y sesiones introductorias del tipo "Cómo tirarte tu clase en un dos por tres sin sentir remordimientos", decidí seguir la filosofía de ambos, más que nada porque los últimos ciclos de francés me amuerman. Cuando se termina de estudiar la gramática, las clases se limitan a leer interminables textos de romains de l'epoque y a debatir sobre cuestiones políticas sobre el sistema de gobierno francés, la economía, el euro y demás argucias insustanciales. Creo que en estos casos aprendo más viendo TV5 por cable, leyendo la página de Le Figaro o sacando de la Mediateca películas de Claude Chabrol con mi eterna heroína Isabelle Huppert.
Aprovechando además que este ciclo mi profesora se presta al hueveo, decidí plantearme la consigna de faltar una vez por semana al francés, para poder asistir a las funciones de prensa con Ana Conda. Esta semana tuve que elegir entre dos películas: La Casa de los Cuchillos, de Zhang Yimou, y Dark Water (el remake), de Walter Salles. Obviamente que iba a elegir la de terror, considerando mi fascinación por el género, así fuese un remake. También porque a mi novio no le gustan las de terror, así que quedaba descartada la posibilidad de verla con él. No obstante, cambié de idea luego de leer varios foros en la web sobre el tema, que le daban con palo al remake. Los remakes gringos últimamente han estado algo transtocados, más aún cuando la original de "Dark Water" es una película japonesa magistralmente psicológica y triste. Recuerdo haberla visto sólo una vez, para dar mi exámen final de japonés. La vi en japonés sin subtítulos, o sea que entendí la mitad de lo que hablaban, pero más que ser escalofriante, me conmovió hasta las lágrimas la historia de la niña y su madre atrapadas por el edificio y el contenedor de agua. El resto de la clase gritaba de espanto y moqueaba aferrado a mis kleenex.
Por lo tanto, elegí la esperadísima "La Casa de los Cuchillos". Este filme chino de Zhang Yimou, el mago de la fotografía cromáticamente perfecta, viene a ser una nueva vuelta al filón de las artes marciales con FX. Muy emocionado, llegué puntualísimo a las 10 de la mañana al CCPUC. Esperaba encontrarme a Alberto Servat, para comentarle que alguien estaba utilizando su nombre para escribir un blog nada respestuoso y convencerlo a iniciarle una demanda. Pero nunca apareció, y sólo figuraban críticos venidos a menos, entre ellos un chino advenedizo nada interesante que firma artículos para Correo. Me llamó la atención ver a un viejo crítico de pelo largo, canoso, de gafas, aspaventoso, hablando y gesticulando a más no poder. Me parece que fue invitado especial en algunos programas de "El Placer de los Ojos", aunque después de verlo mejor concluí con una sonrisa cómplice que se trataba de un clon proyectado a futuro de la tía C.
La película empezó a las once, y Ana Conda llegó tarde para variar, cuando estaban cerrando las puertas de ingreso a la sala. No sabía nada sobre la película, sólo que, siguiendo la imprescindible filmografía del director, venía luego de "Hero", toda una obra maestra difícil de superar.
"La Casa de los Cuchillos" no presenta un guión truculento cargado de trampas como en "Hero", sino que se decanta por una historia de amor bastante rosa, con particulares giros de trama y falsos culpables. Estilísticamente, es una joya. El guión era mejor en "Hero", pero esta la supera largamente en cromatismo y balance fotográfico. Sólo puedo decirles una cosa: VAYAN A VERLA.
Mención aparte merece la participación como galán del astro japonés Takeshi Kaneshiro. Japonés a medias, porque revisando su ficha natal, nació en Taiwan, y maneja ambas lenguas a la vez, el japonés y el mandarín. Además de su cuerez (como diría Adry), es todo un ídolo de las telenovelas, las películas de acción y del figurettismo en Japón. Una especie de Christian Meier, por así decirlo, pues también es un consumado cantante con varios discos en su haber. Particularmente no le he prestado atención a su discografía, porque suele mezclar ambas lenguas y no le entiendo ni papa de lo que canta.
No se pierdan la película, la estrenan la próxima semana, eso creo.
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Santiago Roncagliolo y yo
jueves, setiembre 15, 2005 |
La Lobito se me adelantó y en el colmo de lo atroz, presentó una primicia que sin duda había sido mía unas semanas atrás. Como yo no suelo ser ENVIDIOSO y creo verdaderamente en la solidaridad, porque todos debemos DARNOS la mano en vez de llorar como niñatas, ahora voy a presentarles, si me permiten, el otro LADO de la historia.
Resulta que hace poco tuve la buena suerte de entrevistar a Santiago Roncagliolo. Las alocadas como yo pensarán que voy de groupie. Pues bien amigas mías, siento decepcionarlas. Si quisiera ser una CHICA DESCARRIADA, hubiese tenido sexo con él á la distance, vía cámara web, para luego POSTEAR el encuentro con lujo de detalles, corriendo el riesgo de ser demandado y luego tener que pagarle millones por daños y perjuicios. Después, supongo, como soy un chico CON TALENTO, escribiría una historia exageradísima, basada en la vida real, saliendo a la luz al cabo de muchas lunas y encierros, en plan Carrie Fisher. Esa historia, claro está, la llevaría a la pantalla grande. También escribiría el guión. Para la ficción, convertiría mi personaje en una periodista INESCRUPULOSA a la caza de escritores jóvenes. El papel, por supuesto, tendría que interpretarlo un actrizón, y Marisa Paredes e Isabelle Huppert se pelearían por él. Sin embargo, como venía diciéndoles, ese no es el caso.
Y bueno, ya estuvo bueno de introducciones innecesarias. Como la INCULTURA de Daniel quedó al descubierto por culpa de un post del Hamster, me atreveré a responder la pregunta que el mismo Daniel se hubiese propuesto, al igual que muchas ILETRADAS: ¿Quén es Santiago Roncagliolo? Pues bien, es un escritor peruano, ignorantes e ignorantas. Sépanlo bien, este chico es un genio. Su pluma (literaria), su prosa, sus cuentos y sus novelas ME PONEN, me ponen muchísimo, en el sentido más respetuoso de la palabra.
No pequeñas, tampoco estuve en PLAN de fan enamorada. No tengo algo con Santiago Roncagliolo, salvo admiración. Además, queda descartada alguna posibilidad de sacarle a la vuelta a mi novio, a pesar que se haya puesto celosísimo al ver fotos de Roncagliolo en la red. Sí, a él le parece guapo, pero a mí más me excita su TALENTO. Como la imaginación de muchas de ustedes vuela a mil, ya supondrán qué hubiese hecho con la ESTILOGRÁFICA del pobre. Ahora sí, basta de chorradas y al grano.
A Santiago Roncagliolo lo contacté por medio de su blog y le propuse entrevistarlo para mi revista "Erecciones Generales". No sólo aceptó, sino que se prestó a una AMENA charla vía messenger. Tiene un talento bárbaro. A veces leo los textos que publica en algunas webs y me dan ganas de llorar o de matarme. ¿Por qué tiene que escribir tan "exitosamente", como diría Eduardito? Qué suerte tienen algunas. O como dice mi novio, no es cuestión de suerte. A algunas les llega a ANTES. Para el RESTO demora, pero llega. Saludos, Santiago. Ya veremos quién gana primero el Pulitzer.
Nota de autor: Este post está nominado al post más mamón del año. Ah, y otra cosa: Santiago dice que es feliz cuando sus posts reciben más de viente comentarios. Últimamente no ha tenido muchos, así que no sean atroces y postéenle alguito. |
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Día de la Independencia
miércoles, setiembre 14, 2005 |
Ya no puedo más. Quiero irme lejos de aquí, fuera de mi casa. Salir pronto de aquí.
Así decía una estrofa de una canción del primer álbum de Mecano, y de lejos el más chochi de todos. Antes de hacer el salto a la adolescencia, dispuse de un repaso especial a toda la discografía del grupo, y esa canción me hincó más que cualquier otra. En su momento ya tenía la idea de irme muy lejos, sobretodo si consideramos que acababa de mudarme a La Molina.
Más que otra cosa, fueron órdenes directas del doctor. El niño de piernas de mujer (así solía decirme, pues a los once años era liso y lampiño con una tabla) con problemas respiratorios, asma, amigdalitis, rinitis y todas las itis, debía mudarse a una zona cálida. Cuanto más lejos del mar, mejor. Chaclacayo tampoco era la opción. De modo que la casa se construyó en una de las nuevas urbanizaciones.
Fuimos la primera familia de la cuadra, por no decir la primera casa que se construyó. Sin tiendas, farmacias ni bodegas cerca, había que manejar unos quince minutos hasta el Galax de Plaza Camacho para comprar algún producto de primera necesidad. A los cinco años las cosas fueron cambiando. No sólo vinieron más vecinos e irrumpió el comercio en el barrio, sino que también vimos impávidos cómo nuestros cerros aledaños fueron invadidos poco a poco por viviendas de esteras. Así, para protegernos de los advenedizos, se construyó un muro de concreto menos escandaloso que el de Berlín. Al tumbarse la barricada, la urbanización fue cercada con rejas por doquier, aprisionada dentro de la estrechez compacta de una burguesía aislada de los polos oligárquicos.
Además del tiempo y del polvo, hacia los últimos años, los cambios no se dieron tanto fuera como dentro de la casa. Mi madre se fue de viaje. Mi padre también. Mi abuelo murió y mi abuela se mudó conmigo para compartir juntos nuestra nueva soledad. Fracasamos en el intento. Nuestros carácteres son muy similares y la bomba no tardó en estallar, hasta hacernos mutuamente despreciables. Mi padre, que regresaba de vez en cuando, terminó por instalarse definitivamente con nosotros, quizás deseando envejecer en la casa que tanto sacrificio le costó construír, desde los cimientos.
Al menos avispado le parecerá que tomo la decisión de mudarme porque no tengo un sitio dónde tirar. Lamento desilusionar a los mal pensados. No lo hago por nadie más que por mí. Mi novio es sólo una pieza importante en el rompecabezas que constituyó la toma de decisiones, la punta del iceberg probablemente, pero nunca devino en la finalidad directa.
Es sólo que ya estuvo bueno. Me cansé de tomar dos (y hasta tres) carros para llegar a casa, gastar 10 soles al día en pasajes de bus y cincuenta soles los fines de semana, sin considerar el hecho de calentar el culo durante la hora y media (o a veces dos) que separa a La Molina de la civilización. Un coche no me sale a cuenta, porque a estas alturas de mi vida no voy a aprender a manejar ni mucho menos a gastar todo el sueldo en gasolina. La solución es viable: rentar o compartir un departamento.
La idea provino de Joe. ¿Lo recuerdan? Joe es un gringo de cuarenta y tantos, que luego de ser uno de los muchos calentados de mi etapa de voracidad pre-asentamiento de cabeza (mi etapa Blanche DuBois, le suelo decir) se convirtió en un amigo fiel. Me lo probó innumerables veces, al corregir mis ensayos en inglés para postular a NYU (qué iluso) y al brindarme la única oportunidad viable de practicar verdaderamente el idioma.
El asunto es que Joe tiene, desde que se estableció en Lima, un departamento en Miraflores. Ese distrito nunca me ha gustado ni me gustará, porque ha devenido en una trampa donde confluyen gays feos y wannabes. Siempre he preferido San Isidro, o Surco en todo caso. Mis mejores amigos (Ana Conda, Aero Lito, Kary Smáthica, Eva Siva, Paqui Derma) viven entre Encalada y Benavides. Siempre tuve el sueño oculto de vivir por esas inmediaciones.
Es ahí donde entra a tallar mi novio. Miraflores está cerca de su casa, y podríamos vernos todos los días. Al menos eso dice él. La cuestión es que poco después de hacerme la propuesta de ser roommates (y además a un módico y sorprendente precio), Joe se negó a darme asilo, aludiendo a uno de sus ex roommates que convirtió su casa en una mezcla de antro y jaula de las locas. Por supuesto que en mi caso nunca estaría dispuesto a rebajarme así, pues llevo una vida muy tranquila y la única persona que frecuento, además de los amigos con los que salgo, es mi novio.
De todas maneras tengo guardadas bajo la manga algunas artimañas para convencerlo. Una de ellas es que sólo seremos roommates hasta fin de año, pues en enero (si la Providencia está de mi parte) estaré partiendo a aquél viaje tantas veces postergado pero por fin concretizado. Si me rechaza nuevamente, tendré que buscar anuncios en el periódico, aunque la idea de mudarme con gente que no conozco me aterra. Al menos, al tomar la decisión, y sin haber salido de casa, estoy seguro de una cosa: ya soy libre. |
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Dépendance affective et besoins humains
lunes, setiembre 12, 2005 |
Subí a la azotea. No acostumbro visitarla porque desde que mi casa se fue vaciando de gente, la azotea pasó a convertirse en los dominios de mi perro. Atravesé con cuidado el cemento repleto de pedazos de mierda endurecida y macerada por el frío inclemente. Me aproximé a la baranda, pero no pude recostar los brazos sobre ella, pues estaba cubierta de polvo, de manera que me limité a abordar el objetivo de mi visita: mirar al vacío.
Hacía tiempo que no lo hacía. Lo necesitaba. Resulta curioso que me haya animado a hacerlo de noche: el pánico a la oscuridad y a los viejos artilugios familiares que acumulan polvo en los rincones y que adquieren dimensiones escabrosas suelen desanimar mis expediciones nocturnas. Pero esta vez era diferente.
Aún recordaba la inseguridad de los primeros meses. La alegría, demasiada. La falta de cariño, compensada, y con creces. La dependencia, que no tardó en llegar. Quizás también él fue un poco agresivo al decírmelo: "no me gusta que dependas de mí". La dependencia es como un cáncer que va creciendo y cuando te das cuenta ya no hay marcha atrás. El tumor ha alcanzado tu garganta. No te deja respirar. Y así, de pronto, comienzas a asimilarlo, a vivir con él, como una criatura que al principio da problemas pero luego se convierte en algo inherente a la piel. Después ni lo notas, al final de un largo camino plagado de discusiones, miedos y lágrimas, muchas lágrimas. Al final, el triunfo. La razón sobre los sentimientos.
Miré hacia el cielo mezquino de estrellas. Desde un primer momento, el cielo fue nuestro cómplice. Desde que me dijo me gustas. Se arrepintió de haberlo dicho y me dejó con un vacilante espera un ratito, subiré a la azotea para despejarme, necesito tomar aire.
Algún tiempo después, cuando ya nos conocimos, el cielo volvió a ser testigo de nuestra inseguridad, y nos regaló una luna llena y un puñado de estrellas que iluminaron como el escaparate de una tienda el parque en el cual nos dimos nuestro primer beso.
Esta vez, sin embargo, no habían estrellas. El olor de la mierda del perro distraía un poco mis divagaciones, aunque el meollo del asunto seguía intacto. El camino de ladrillos amarillos me había conducido por fin a la Ciudad Esmeralda. En el trayecto finalmente había encontrado paz tras una estela de inseguridades, y el Mago de Oz mé otorgó un premio que nunca esperé conseguir:
- Dependo de tí -dijo, con harto sentimiento y demasiada necesidad.
Ahora nos encontrábamos en la misma página. Ahora, al cabo de cinco meses, habíamos llegado quizás al último círculo. A muchas parejas les toma toda una vida. Otras nunca lo consiguen. Nosotros, a los cinco meses, instauramos el nuevo ámbito del deseo. El balance perfecto. Así le dije al viento, desde la azotea, antes de bajar para reencontrarme con él, corriendo ansioso para decirle que sí, que es ahora por fin cuando hemos comenzado a vivir. |
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Le mepris
lunes, setiembre 05, 2005 |
Me levanté de buen humor, contra mi costumbre, pues era lunes. Ni siquiera me importó el clima, porque la primavera en Lima parece estar cada día más lejana. Todavía nos priva del calor del mediodía, lo cual es muy atroz porque estamos en las postrimerías del otoño, y ni modo que salga de casa con ropa de invierno (aunque debería). Primero muerto de frío a estar desfasado con la temporada. Habráse visto. Y eso que aún no he revisado el catálogo de JC Penney.
Llegué a la Alianza Francesa tras una carrera en taxi, muchas ganas de conocer a mi profesora nueva y pocas monedas en el bolsillo. Muchas caras desconocidas y ninguna amigable. Mejores caras habían en la sede de Camacho, pero tuve que continuar en Miraflores por la mezquindad de horarios, y carencia de alumnos en ciclos superiores, algo normal si consideramos que la mayoría tira la toalla al terminar el nivel intermedio. En avanzados somos poquísimos.
Tuve que esperar a la pausa para estirar los pies e intentar encontrar gente bonita. Aproveché en gastar mi última moneda de cincuenta céntimos en llamar a mi novio y hacerle partícipe de mi buen humor matutino. Una chicas de rostro impresentable y ropa horrenda me pusieron cara de ¿quién es éste gil que habla tantas chorradas? Luego de mirarlas me di la vuelta con indiferencia y lamenté no tener más monedas para hablar dos horas y aguarles la fiesta.
Colgué el auricular y me separé de las chicas de mala permanente. De pronto un fulgor magenta atravesó el patio para sentarse en la pileta. ¡Una cara bonita al fin! Bonita y conocida, es más. Resultó ser un viejo compañero de la universidad, de esos con los que sueles hacer trabajos de grupo y ni bien se acaba el ciclo se olvidan de tu cara, pero tú nunca te olvidarías de ellos porque desearías que formaran parte de tu círculo de amigos cercanos, si es que encima son de muy buen ver.
Es él quien tiene la iniciativa de saludarme. A los años. Cuánto tiempo ha pasado ¿no?. Qué había sido de mi vida. Ni bien abre la boca se apresura en contarme que el cortometraje que dirigió hace poco ganó un premio de Conacine y dos reconocimientos en el festival de Barranco. Claro que si yo estuviese en su lugar también andaría diciéndole a medio Lima que mi corto ha ganado Conacine y el festival de Barranco.
- ¿Y tú? - Bueno... -le respondo tratando de no parecer menos- yo también dirigí un corto pero aún lo estoy editando. - Qué chévere. - Sí. Se llama "La guerra de los cosméticos" -digo, orgulloso. - Ah, mira tú -me dice él con cara de tu mierda no ganaría ni un Razzie Award.
Es cierto. No ganaría ni un razzie por que tan malo no es. Al menos eso me asegura Litolobo, que además de Billy, Ana Conda, Kary Smathica y Funky, han sido los únicos expuestos a mi maravilla de serie B, mi paradigma de la modernidad y de la ultraviolencia. Lo reconozco, me da envidia. Parece que últimamente TODOS ganan Conacine o el festival de Barranco, porque el que menos me lo asegura. Por eso he decidido apartarme de mis compañeros de universidad, para estar en paz conmigo mismo. Si eres comunicador, aléjate de mí. De seguro también has ganado Conacine. |
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La camiseta del placer
viernes, setiembre 02, 2005 |
Es horrible ponerse a pensar que la relación que uno lleva a las mil maravillas pueda llegar a convertirse, con el tiempo, en una dependencia sexual. A mi edad el sexo cuenta mucho, desgraciadamente. Sin embargo, como ahora soy el rey del positivismo y trato de encontrarle el lado menos atroz a las cosas, llegué a la conclusión que más vale el pájaro (de mi novio) en mano que ciento volando. Al menos las retozadas y el intercambio de fluídos al compás del crepúsculo no han alcanzado hasta la fecha ningún síntoma de deslucimiento rutinario. Siempre consiguen aflorar nuevas cochinaditas.
Para terminar de complicar la situación, mi novio estuvo enfermo cerca de una semana. Nada grave, una de esas enfermedades respiratorias que tienden a surgir por montones en las temporadas de alta humedad y demandan reposo absoluto, además de medicación, por supuesto. Esta parte me encanta. Vamos, que me solía encantar. Pero no fui yo quien le medicó, sino su doctor (guapo, según él). Le recetó algo llamado corticoides. Cuando me lo mencionó pensé que era un remedio para la diabetes, la tifoidea o algo por el estilo.
O sea que nos canceló de trajines de alcoba. De arranque me vi obligado a redescubrir la vida con el novio enfermo. A mi nueva etapa de chico insatisfecho se sumó la de hiperactivo. Acepté más trabajos. Traté de mantenerme ocupado la mayor parte de tiempo posible, durante una semana, manteniendo cordura. Intentando no mirar los catálogos de ropa interior masculina o los anuncios de desodorantes por la tele.
De repente, la sorpresa. Me hallaba enfrascado en Adobe Illustrator, diseñando un isotipo que más bien me salió rústico que otra cosa, cuando sonó el celular.
- Amor soy yo- dijo su vocecilla de infinitos matices de dulzura. - Amor, ¿por qué no me llamaste a la casa si sabes que estoy aquí a estas horas? - Porque estoy en la puerta, esperando para que me abras.
La sorpresa y mis ganas de verle al fin provocaron una hecatombe en mi estabilidad. No sólo apagué la PC de golpe, sino que me olvidé de salvar lo que había estado haciendo. Total, ya nada importaba.
- ¿Qué haces aquí? -dije yo, luchando por cerrar la puerta y mantenerme en pie para sostener su pequeño cuerpo, que me embistió el cuello en forma de un feroz abrazo del oso. - Ya no podía más. Si no te veía hoy, me iba a morir.
Lo cargué hasta el sillón (haciéndole capachún) y lo cubrí de besos que más parecieron mordidas. Nos besamos demasiado. Cuando nos cansamos, recién pudimos hablar. No, sería atroz ponernos a tirar en ese mismo instante, porque ni siquiera habíamos conversado bien.
- No vamos a tirar. Cuéntame qué tal estuvo tu semana. - Okay -dije yo, y me saqué la casaca, embestido por una ola de calor corporal.
Sus ojos tomaron otra dimensión, se abrieron alcanzando casi el límite de su lecho y se tornaron kaleidoscópicos.
- ¿De dónde haz sacado esa camiseta? -inquirió con una voz desesperadísima. - Ah, me la prestó Funky. Es que me pareció media chacra y me gustó.
Había olvidado que tenía puesta una camiseta negra y ceñida que le arrebaté a Funky la última vez que vino de visita. Siempre solemos hacer eso, intercambiarnos la ropa. Quizás porque, aparte de ser de la misma talla, nos gusta escapar a la rutina.
- Pues te queda muy bien. DEMASIADO bien. - Me encanta que te encante. Bueno, entonces te sigo contado. Resulta que...
Le estaba contando un par de chorradas sin ninguna trascendencia que me habían ocurrido en la semana, pero percibí que él ya no me escuchaba. Me examinaba con una mirada enferma, repleta de descaro. Por un momento me sentí desnudo, cohibido, y entendí lo que sienten las chicas cuando quieren ponerse regias y no pueden por los mañozones y las miradas lujuriosas de los peatones.
- ¿Sabes qué? No debiste ponerte esa camiseta. Te voy a violar ahora mismo.
Y lo hizo. Con las justas llegamos al cuarto. Me violó y digamos que me dejé violar, fascinado por las mil y una ramificaciones que puede adquirir el acto sexual. Está demás decir que la última prenda que me sacó (con los dientes) fue la camiseta, que quedó empapada de sudores y otros líquidos no tan transparentes.
Al final me sentí usado. Abusadísimo, pero feliz. Si mi destino era quedarme con él, entonces conversaríamos de lo lindo cuando tuviéramos sesenta años. Por ahora nos dedicaremos a disfrutar de nosotros mismos, de absorvernos, si cabe. Lamentablemente, ya no estoy como para estos trajines. Eduardito me dijo para salir pero ya no pude, la espalda me dolía horrores y mis piernas parecían haber corrido la Decatlón. Y le dije "ya estoy viejo, no estoy como para estos trotes".
El mismo Billy, antes de irse, dejó muy en claro: "Si alguna vez nuestra vida se vuelve aburrida y no quiero tirar contigo, ponte esa camiseta". Pensándolo bien, la usaré para cuando estemos en público, o cuando salgamos con nuestros amigos, no me de bola o se ponga borde, como dirían los españoles. El que ríe al último, ríe mejor. Tira mejor, también. |
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