Los lácteos me emocionan
domingo, octubre 02, 2005

Hace tiempo que no escribo sobre sexo. El sábado se acabó y no tuve ganas de salir, de modo que hoy haré una excepción. Les contaré sobre mi eterna experiencia con el sémen de propios y extraños.

[Advertencia: post putísimo]

Reconozco que reflexioné muchas veces antes de beberme el sémen de mi novio. O sea, ya anteriormente, cuando solía ser el campeón de las mamadas que hacían enrojecer a la mismísima Linda Lovelace, el que menos no podía soportar mis dotes de consumado felador, y más tardaba yo en engullir penes que éstos en regalarme su torrente níveo y pegajoso.

Mi época inescrupulosa incluía una ingestión completa. El efecto que deja el sémen al atravesar la garganta en pos del esófago es similar al de la leche condensada: un raspón en la campanilla de jugos cargados y empalagosos, que no dulces, pues el semen suele ser más bien salado. La primera vez, lo admito, tuve arcadas. Pero como estaba mojadísimo terminaba por acostumbrarme.

Cuando advertí lo riesgoso que implica el digerir lechadas, me limitaba a retenerlo en mi boca y hacerle creer al interesado que me lo tomaba enterito.

Compañero de turno: ¿Te gusta mi leche?
Yo: Ajá... ¡Mmmmm! ¡QUÉ RICO!

Había que tener también dotes de ventrílocuo para evitar que una sola gota lograse trascender los límites de la cavidad bucal. De modo que luego de elogiar y franelear al sémen del interesado, corría al lavabo a efectuar una evacuación total. En esas estaba antes de conocer a Billy.

Aparte de la increíble capacidad amatoria de los chicos que aún no llegan a base dos, cabría destacar su contínuo estado de sobreexcitación. La primera vez que lo tuve en calzoncillos pensé que ya se había venido, pero no. Estaba empapado de pre-cum (o tenía "una bola de pre-cum", como él suele llamarlo). Y aún así me daba miedo de probarlo.

Hasta que un día, luego de la fricción del coito, nos separamos para acabar por separado. Él desató su chorro sobre su estómago, y yo pasé por allí un dedo que luego me llevé a la punta de la lengua. Yummy. Acabé terminándome todo.

El tiempo ha pasado y hasta la fecha aún no se ha venido en mi boca. El día que eso pase, brindaré en una copa de champagne. Lo vi en una película de Catherine Breillat.

Posteado por Cyan a las 10:01 a. m.
 
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