Fly High
jueves, abril 28, 2005

Estaba que me llevaba el chanfle. Desperté aproximadamente a las ocho de la mañana, al cabo de un breve y reparador sueño que duró al menos un par de horas. No conseguía tolerar esa dependencia. Era demasiado radical. El amanecer tardó demasiado, pero llegó. Llegó para todos. Para él y para mí. Lo primero que hice fue tomar una ducha, cepillarme los dientes, ignorar la correspondencia (no estaba de ánimos para ser receptivo con facturas, ninguna postal, ninguna carta, y más facturas), tomar un vaso helado de leche descremada Bella Holandesa (la Gloria es un asco) y mordisquear una que otra donnut de chocolate de hacía más de tres días.

Fui caminando hasta la casa de Addy Possa. Necesitaba conversar con alguien, pero no la encontré. ¿Dónde habría ido la hijaputa? Al menos, la randonée me sirvió para terminar de desperezarme del todo. Por supuesto, como siempre suele pasar, regresé al presto, porque olvidé mi fiel Sony Ericsson sobre la mesa de la cocina. Mon Dieu! Tres llamadas perdidas. Debió ser mientras me bañaba a ritmo de un disco de The Lightning Seeds. Las tres llamadas eran de Billy. Sonreí. Recordé que los japoneses poseen una onomatopeya para expresar el sonido de la boca alargándose al sonreír: nikko (o nikkori). Me imaginé a mí mismo en la amarillenta página de manga junto a un cartel que decía nikko en katakana. Aunque mi sonrisa, más que de japonés, era de mandarín. Era una cuestión de naturaleza, esto de los cambios bruscos de humor, muy propio de los que padecen de esquizofrenia. Ayer lloraba y hoy amanecía en Pueblo Paleta.

Superado el mosqueo inicial, el celular volvió a sonar. El número que figuraba en pantalla tenía el mismo significado para mí que los números de la Tinka.

- Ohayou gozaimasu!
- Ya sabes que no sé japonés - terció Billy con cierta buena vibra.
- So deshoo? Wakatta, wakatta, shinpai nai ne.
- Ya vez, eso prueba que eres más inteligente que yo.

Lo que siguió a continuación, más que un diálogo de Cocteau como nuestra conversación de la noche anterior, fue intercambio verbal de lo más despreocupado. No obstante, mi cerebro sólo indicaba una cosa: quería verlo lo antes posible.

- Billy, estemm... ¿nos vemos hoy?
- Si quieres...
- ¿Cómo que "si quiero..."? ¿Tú no quieres?
- Claro que quiero.
- ¿Entonces pa' qué preguntas?
- Porque me gusta sacarte de tus casillas.

Quedamos en el Starbucks del Jockey para tomar un lonchecito. De este modo, lo nuestro volvió a convertirse en una prolongación del ensueño de antaño. No creí conveniente tocarle el tema de nuestra mini-pelea. Su sonrisa de niño bien disipó cualquier duda que indicase que la disputa había sido felizmente olvidada.

- ¿Sabes por qué estoy tan felíz?
- No. Sorpréndeme.
- Eres un mongo. Siempre te olvidas de todo.
- ¿Hay algo qué recordar?
- Sí. Felíz aniversario. Cumplimos dos semanas.

Deseé ser Amèlie Poulain por un momento, para poder diluírme cual líquido elemento a través de la alfombra del Starbucks.

- Billy, lo siento. Tengo el cerebro en el culo.
- Sí. Me gustaría verlo por mí mismo - dijo él, con un brillo malicioso en los ojos.
- Felíz aniversario, pequeño.
- Ja. ¿Por qué me cambias el tema?
- ¿Qué tema? ¿No estás felíz de haber cumplido una semana soportando mi inmadurez disfrazada bajo mi personalidad arrolladora?
- No digas falacias, darling.
- Tons?
- Hemos cumplido dos semanas y ni siquiera conozco tu casa.

No había que ser Premio Novel en Física Termonuclear para captar lo que Billy quería sugerir en realidad.

- Bueno, pues... mañana, si tienes tiempo, puedes venirte un toque, en la tardecita, si quieres...
- Ah, o sea, "si quiero..." - dijo él, tratando de imitarme. - ¿Tú no quieres?
- Duh! ¡Claro que quiero!
- Ya vez. Los dos pensamos igual.

Aprovechando la hora avanzada, regresamos a aquél parque donde nos dimos nuestro primer beso. Esta vez, más que un beso tierno, fue un beso con paleteo incluído. Huelga decir que hubo unos toqueteos nada inocentes. ¿Será una antesala de lo que pasará mañana? Me alegra saber que no soy el único que se muere de ganas.

Posteado por Cyan a las 12:19 a. m.
 
 

Insomnia
martes, abril 26, 2005

Tres de la mañana. Me debato entre la vida y la muerte, entre la incertidumbre del fracaso y un posible rompimiento. Lo peor de ser maníaco-depresivo y por consiguiente, adicto a cualquier substancia tranquilizante es el eterno dilema de nunca saber cuándo vas a necesitar otra de esas dosis reconfortantes que arreglan tu mundo en un dos por tres. El último frasco que compré estaba allí, sobre la mesita de noche. ¿Cómo consiguió llegar allí desde el botiquín del baño? Me gustaba imaginar que aquél frasco tenía vida propia, que le habían salido patitas, ojitos y una sonrisita cachacienta, antes de emprender el largo camino que separa al baño de mi habitación, similar a lo ocurrido con la encantadora cajita de leche en el video "Coffee & TV" de Blur.

Pero niet. Horas antes, yo mismo tomé, dubitativo, el frasco de pastillas, agitando su contenido, pegando mi oreja hacia la superficie del mismo para deleitarme con el delicioso tintineo del eterno paraíso. Casi al mismo tiempo, cuando me disponía a abrir la tapa, las palabras de Billy retumbaron desde el más allá, taladrando mi masa encefálica, musitando la promesa que le hice al comenzar nuestra relación: "Prométeme que nunca más tomarás esas mierdas".

Y dijo esas mierdas para recalcar su desprecio por el hecho de estar autodestruyéndome. Ahora no estaba solo en el mundo. Tenía a Billy. Él no era todo. Lo es todo. Más que yo. Volví a cerrar el frasco de Zanac y lo coloqué sobre la meza de noche, por si tarde o temprano decidía terminar con todo. Como venía diciendo, el reloj de la sala, el viejo reloj cucú de campanadas, pajaritos y todo (que perteneció a mi abuelo) dio las tres. A esa hora me era todavía imposible conciliar el sueño. Daba vueltas en la cama sintiendo un abismo infinito en el estómago. Sólo estaba esperando que me llamara y me dijese que lo nuestro se terminaba para acabar con mi vida. Lo peor era que éste blog se quedaría en el limbo y nadie sería capaz de darle un buen post de despedida. A la larga, eso era lo que menos me preocupaba.

El teléfono sonó como un rayo diviendo en dos el écran, como en las películas de terror. Me levanté, sudoroso, ansioso, nervioso, tembloroso, como Carmen Maura en "Mujeres al borde de un ataque de nervios", aunque esa hijaputa sí que consiguió dormir antes de la llamada, gracias a una buena dosis de Sosegón. Carmen tenía un teléfono rojo. El mío es negro e inalámbrico, y me fue imposible encontrarlo, pues su fuente estaba vacía. ¿Dónde mierda lo dejé? Piensa rápido. Era él. Tenía que ser él. Y a estas alturas podía pensar que no quería contestarle. ¿Dónde estás, puto inalámbrico?

Lo encontré entre mis sábanas, debajo de un cojín. O sea que tanto recorrer la casa por las huevas. Contesté. ¿Aló? Soy yo...

Claro que eras tú. Estaba seguro. Segurísimo. Me pediste disculpas por enésima vez. Me contaste que tampoco podías dormir. Yo, para no terminar de cagarla, no te conté que estuve a punto de quitarme la vida, y lo que es peor, de tomar una puta pastilla. Pero no importaba. Ya nada importaba. Tenía ganas de decirte lo que descubrí hace unas semanas. Que dependo de tí. Si me quedas tú, me queda la vida. Shakira podía ser muy puta y cantar las peores canciones del universo, pero sí que sabía componer letras, la hijaputa.

Por supuesto, no te dije nada de esto. Me limité a controlar el temblor de mi voz y a preguntarte por vez número cuchumil si todo entre nosotros estaba bien, si todo seguía igual. Creo que el haberme llamado fue peor. No deberías haberme llamado. Tu voz sonaba muy triste. Y seguías echándote la culpa. Qué terco eres, mi amor. Recordé que te encanta que te diga mi amor, como en la peor novela venezolana. Pero este mi amor sonaba de ultratumba. Quería gritarte e implorarte que no me dejaras, que si me dejabas estaría dispuesto a morirme ahí mismo, hablando por teléfono contigo, para que pudieses escuchar mi último respiro. No obstante, te agradecí. Te agradecí por estar escuchando tu voz en ese momento. Así tu voz estuviese a punto de quebrarse en llanto. Estabas al borde las lágrimas.

- Cyan, estoy hecho mierda. No puedo hacerte sufrir de este modo. No te lo mereces. No después de todo lo que pasaste. No quiero hacerte daño.
- No me haces daño, si es que no terminas conmigo.
- Pues entérate: nunca, ¿me entiendes? NUNCA te voy a dejar. Nunca me separaré de tí. Así tenga que pegarme un tiro para quedar muerto a tu lado.
- Hey, honey, i'm the suicide one, remember?
- Right...

Te reíste. Te reíste y la maquinaria mecánica de mi mundo se echó a andar una vez más. No paso mucho tiempo para que te despidieras.

- Mi amor, debo irme.
- Cuidate.
- Tu también.
- Claro.
- Te amo
- ...

No respondiste. ¿Es que acaso ya no me amabas? Sentí que caía de nuevo al vacío, desde el último piso del Centro Cívico.

- Te amo, Billy.
- ...

Ahora era yo quien lloraba.

- ¿Es que acaso ya no me amas?
- ...

Me sentí Marisa Paredes en "La Flor de mi Secreto".

- Billy, ¿ya no me amas?
- Cyan, me tengo que ir.

Colgaste. Nunca antes, por extraño que parezca, me habían colgado el teléfono. Y me vino todo de golpe. Las tinieblas. El horror. Me acurruqué y lloré. Mejor dicho, intenté llorar. No me salían las lágrimas. Se me habían secado hacía dos horas. Me limité a gritar y a gimotear en silencio.

El teléfono sonó de nuevo.

- ¿Aló?
- Te amo, Cyan. TE AMO.
- Yo también te amo, pequeño.

Siempre me gustó decirte pequeño. Tú no lo sabes aún, pero cuando me dijiste te amo, todavía seguía llorando. Soy un excelente actor. No te diste cuenta.

- Te llamo mañana, apenas me despierte.
- Está bien. Te amo.
- Yo más. Bye.
- Ciao.

Esta vez colgué yo. Se suponía que ya podía respirar tranquilo. Al menos no te percataste que estaba llorando a gritos. Intenté recuperar el sueño, pero no pude. Recordé a Scarlett O'Hara en el último parlamento de "Lo que el viento se llevó": Después de todo, mañana será otro día.

Posteado por Cyan a las 2:06 p. m.
 
 

Mini-fight I
lunes, abril 25, 2005

Una vez que Funky partió, dejándonos a Billy y a mí mirándonos las caras en alguna cuadra de Larco, los ánimos se encontraban cada vez más caldeados. Era inevitable empezar a tener anticuerpos contra Billy, a causa de su extrema timidez. Además ya me había perdido perdón. No obstante, su expresión ofuscada no cambiaba por nada del mundo, y no recuerdo cuándo fue que me empecé a sentir mal. Pensé que lo peor había pasado y que, después de todo, lo quería, y el amor era capaz de superar hasta el carácter más insociable. Como no habíamos engullido alimento alguno, le propuse tomar un café o un jugo, pero los rechazó con una jeta taciturna. Y hay un momento en que uno, por más condescendiente que sea, pierde los estribos.

- Billy, ¿qué te pasa? (me tuve que tragar un ¿qué CARAJO te pasa?)
- Quiero darte un beso.
- Por mi no hay problema. Pero esto es Lima, no Ukrania.
- Discúlpame, te he cagado la noche.
- Ya te disculpé hace rato.
- Pero quiero darte un beso.
- Pues sería bueno ir a un hotel, pero no vas a querer. Ni tú ni yo.

La verdad yo también estaba echando bilis. Y no por la faceta huraña de Billy, sino porque me consumían las ganas de estamparlo contra la pared, darle un gran beso, decirle que no pasaba nada, que lo amaba y que por favor me cambiase esa carita, porque si se echaba a llorar yo lloraría a su lado. De modo que decidí ipso facto, para ahorrarnos susceptibilidades, tomar un taxi con dirección a Barranco, pues el concierto estaba por empezar. Sentados en el asiento trasero del taxi, nos tomamos de la mano. El taxista nos examinaba con tanta curiosidad asolapada (gracias a Dios no lo tomó a mal) que nos soltamos pronto, aunque ya habíamos llegado a nuestro destino.

Bajamos en el boulevar. Aquello parecía un remake de La Noche de los Muertos Vivientes. Ni bien llegamos, varios muchachos en bicicleta nos ofrecieron de todo, desde drogas fuertes hasta pastillas para la gripe. Lamenté que no nos ofrecieran un hotelito limpio, discreto, barato y cercano. Al menos habría servido para absorvernos las culpas. Pero la expresión de Billy no cambió al llegar a Barranco, ni cambiaría nunca más durante el resto de la noche. Hasta ese momento, la sala de concierto estaba prácticamente desierta, por lo que nos sentamos en el bar de al lado. Billy ordenó un pisco sour. Como yo no tomo alcohol, no tuve más remedio que verlo absorber lentamente su vaso de licor blanquesino. Fue por ese momento que me atacaron las ganas de llorar. Llorar por él, por la noche, por todo. Nunca he sido muy valiente, siempre soluciono mis problemas llorando. Le pedí al mozo que me trajera urgente una copa de agua sin gas. La bebí a la velocidad de un rayo, atragantándome, ante los ojos extrañados de Billy.

- Si no tomaba el agua, me iba a poner a llorar.

Billy sumergió su rostro entre las manos.

- Dios, te he cagado la noche.
- No hace falta que me lo recuerdes. Ya pasó. Olvidalo.
- No. No quiero olvidarlo.

Lo que siguió a continuación fue un teje y desteje. Un dame que te doy. Billy estaba mal porque yo me sentía fatal. Y yo me sentía fatal porque él estaba mal. Odio esta clase de sentimientos. Alguno de los dos tenía que terminar con ese juego absurdo. Y ese alguien fui yo. Ni bien terminé de beber el agua sin gas, me puse de pie y anuncié con cierto garbo que debíamos irnos ya, pues delante de la sala de conciertos se había formado una cola. Consideré prudente esperar a que se levantase de la silla para poder salir juntos, pero por alguna extraña razón no lo hice. Al salir, junto a la fila de fans y público asistente, divisé la espigada (e inocente) figura del primo del baterista, ergo, aquél muchachito de belleza heráldica que fue días atrás el objeto del deseo de Ana Conda. Al acercarme a él, pensé que no me reconocería. Me equivoqué.

Sus ojos se abrieron y me saludó, muy pulcrito él, dándome la mano. Estaba más guapo que la última vez que lo ví. Tenía un cierto aire a Manuel de Erreway, aunque con el pelo oscuro y algo ensortijado.

- ¡Hola! ¿Cyan, no?
- Sí, el mismo.
- ¡Claro! Tú trabajas para la revista Erecciones Generales.
- Exacto.
- Espérate, voy a buscar a... ¡ah, ahí viene!

En medio del tumulto, divisé a un ángel. Un ángel de profunda mirada y tupida barba. Sólo le faltaba la aureola. Era el Mameluco A, el objeto de mi afecto. Mejor dicho, my fixation. Fue el acabóse. Iba en plan de rock star, aunque de ademanes afrancesados, con una camisa a cuadros muy grunge, desabotonada hasta la altura del pecho. Oh my god! El hiperrealismo onírico me vino de golpe. Estaba viniendo hacia mí, haciéndome adiós con la mano. No recuerdo haberle dado tantas confianzas, pero no me quejaba. Una vez frente a mí, me dijo "Cyan", con auténtica alegría. Le extendí mi mano, temblorosa, porque percibí la tupida mata de vello marrón que se desbordaba de entre su camisa abierta y no era capaz de controlarme al tenerlo tan cerca. El Mameluco A mandó a la mierda tanta formalidad, y en un impulso, me abrazó. Literalmente, fue el abrazo del oso. El universo se detuvo por unos instantes. Durante los contados milisegundos que estuvimos unidos, alcé mi mano para acariciar su nuca, de una suavidad increíble. Cuando se separó de mí, el momento fue eterno. Al ser más alto que yo, pude aguzar, gracias a su inclinación, su piel cubierta de vello desde el pecho hasta el abdómen. Con el pretexto de bajar la mano, rocé un poco de aquella maravilla de la creación. Toqué una porción de su vello pectoral y mi erección fue instantánea. En realidad estaba erecto desde que lo ví.

- Habla Cyan. Oe qué chévere que hayas venido, causita.
- Pues, encantado de verte, jeje... (risita estúpida).
- Oe compare, pasa nomás. ¡Oe hagan cancha pe' pa que pase acá el amigo de la revista Erecciones Generales! Oe vas a pasar con tu amiga, ¿no?
- Y... no. Mi amiga Ana Conda no ha podido venir, pero vine acá con otro pata.

Billy surgió cabizbajo de entre las sombras. Me había olvidado de él.

- Ah, yaaa. Ya chévere, chévere. Locazo. Pasen pes chicos. Por acá, por acá.

Aquello era un mar humano. La gente los reclamaba a gritos. ¡The Mamelucos, queremos a The Mamelucos! Mientras intentábamos ubicarnos en un lugar estratégico del balcón del segundo piso, Billy continuaba sin decir ni mu.

- ¿Te pasa algo?
- No me siento bien. Quiero besarte.
- Ya te dije que no podemos, y menos aquí.
- No me hagas caso. Ya te cagué la noche lo suficiente. Ahora diviértete.
- No seas tontito. Nos divertiremos juntos. Mira, ya va a empezar el concierto.
- La verdad no me gustan los Mamelucos.

No podía creer lo que escuchaban mis oídos.

- ¿Qué?
- Cyan, si estoy aquí es porque quise acompañarte, para estar juntos.
- Pero me hubieses dicho que no te gustaba el grupo.
- No mucho.
- ¿Y no sería mejor habérmelo dicho ANTES, para invitar a OTRA persona que REALMENTE le gustasen los Mamelucos y que se MORÍAN por venir? Te recuerdo que por traerte a tí, prácticamente cancelé a Ana Conda. El hecho que seas mi enamorado no significa que me tengas que seguir hasta el fin del mundo.
- ¿Y si quiero hacerlo, qué?
- No sé, Billy. No te entiendo.
- Dios mío, perdóname. Apuesto a que ahora me odias, ¿no? Te apuesto a que vas a terminar conmigo ahorita mismo.
- No si prometes dejar de poner esa cara de poto toda la noche.

Pero Billy no dejó de poner cara de poto en ningún momento. Por muy arrolladora que sea mi personalidad, hay momentos en que llego a ver la luz. Él la había cagado, yo la había cagado, ya no importaba de quién era la culpa. Así, me vino la madurez de golpe. Lo amaba, es cierto, pero ¿estaba dispuesto a perderme lo que prometía ser un conciertazo?

The Mamelucos ingresaron al escenario. El público aplaudía a rabiar. Literalmente, se comieron a todos. No sólo eran geniales en vivo, sino que sus canciones sonaban increíbles, con mucho sentimiento, como si tocasen con los huevos. Aquello fue rock n'roll puro. Paroxismo al máximo. En el colmo del adrenalínico recital, se mandaron con un par de covers de The Who y The Byrds (dos de mis bandas preferidas de ésa época) que fueron coreados por la mayoría de los asistentes. Billy no parecía inmutarse en lo absoluto. En lo que se refiere a mí, me olvidé de él y decidí divertirme solo, que para eso estaba ahí. Gritaba, aplaudía, silbaba, celebraba como el que más. Me sentía poseído por una especie de energía renovada, que nunca antes había experimentado. Estuve a punto de ser tachado como el más alegre y escandaloso del público. Debido a mi alharaca, el cantante, en un intermedio que generaba un ligero pogo, me miró, me agitó la mano y soltó: "un saludo pa' la gente de la revista Erecciones Generales". El público lo acompañó con las palmas y yo me sentí morir. Luego de otra tanda de canciones propias, The Mamelucos se atrevieron a versionar a los Velvet Underground, y cuando improvisaron un tema de Roxy Music, comencé a dar de alaridos. ¡Roxy Music en vivo! Versionados al fin y al cabo, pero, ¡en vivo! ¡Qué carajo!

El concierto terminó con unas groupies echándoles escarcha y retazos de papel platina desde el segundo piso. Cerraron con broche de oro. El público, emocionado, gritaba, se subía a las sillas, aplaudía, las chicas pegaban de alaridos tipo "¡cueros!". Yo me secaba el sudor. Las manos me dolían de tanto aplaudir. Billy seguía a mi lado, y se limitó a musitar un nada amigable "tocan bien".

- Billy, préstame tu cámara, les voy a ir a tomar fotos al backstage.
- Toma. Me la devuelves el lunes, porque ya me voy.
- ¿Qué? ¿Cómo que ya te vas?
- Mi amor, es que sólo pedí permiso hasta la una. Y son las dos. Mi vieja me va a matar.
- Billy, no te vayas.

Sentí que aún había cabida para la esperanza. Sin embargo, había algo que no cuadraba. Tenía el presentimiento de que ya nada sería lo mismo. ¿Estaría molesto conmigo? Tampoco le iba a rogar que se quedara, ni mucho menos a obligarlo. Pero bien que tenía ganas de hacerlo.

- Bueno, Billy, si tienes que irte, anda. No quiero que tengas problemas en tu casa por mi culpa.
- Hablamos mañana, ¿sí?
- Billy, ¿está todo bien?
- ¿Qué?
- ¿Está todo bien entre nosotros?
- Y... sí.
- Joder. Te demoraste en responder. El silencio otorga.
- No es eso. Es que te he cagado la noche. Todo por mi culpa. Nunca me lo perdonaré.
- Por favor, no es así, Billy...
- Me tengo que ir. Cuidate mucho.
- Te amo.
- Yo más. Bye.

Se fue cabizbajo entre la masa que se apresuraba a comprar, en un stand improvisado, el primer disco de The Mamelucos, a precio infarto. El baterista, luego de besar a sus groupies, me regaló una copia del disco, de modo que no tuve que comprarlo. Inmediatamente, me dirigí hacia los camerinos. Habían, además de los chicos del grupo, dos o tres personas que no conocía. Elegí el mejor momento para entrar. Empapado de sudor, el Mameluco A, más lindo que nunca, se quitaba el polo húmedo y se quedaba con el torso al descubierto, dejando ver ante mis trémulos ojos su tórax híper velludo. Aquello me intimidó. Me acerqué a saludarlos.

- Hola chicos. Felicidades. Tocaron de puta madre.

Los fui felicitando uno por uno. Estaban claramente borrachos. El Mameluco A, al verme, se abalanzó sobre mí y pude sentir su piel desnuda, las gotas de sudor corriéndole por la espalda, la mata de su vello pectoral en mis narices, su barba rozando mi mejilla. Intenté disimular mi explosiva erección y les propuse tomarnos una foto juntos. Le pasaron la cámara a un empleado de limpieza, me abrazaron en mancha (el Mameluco A se colocó a mi lado, tras ponerse una camiseta negra). Me faltaron brazos para colgarme de todos ellos, y el momento fue capturado en la cámara como un claro ejemplo de desparpajo. Yo, sonriendo con clase, circundado por el resto de (guapos) borrachosos que alzaban sus botellas de whisky y de cerveza y que gritaban "¡Queremos chela!". Me invitaron a sentarme y a participar de su personal celebración. Llegaron 4 chicas muy progres, que besaron en la boca a cuatro de los Mamelucos. Eran sus enamoradas. Sólo el Mameluco A, que permanecía a mi lado, no era aguardado (ni abordado) por ninguna chica. ¿Sería gay? Oh, vamos, como si yo estuviese soltero...

Durante la media hora que permanecí en el camerino con ellos, no pude tomar alguna foto del pecho velludo del Mameluco A. Cuando encendieron los porros (la hierba suele darme dolor de cabeza), me despedí de ellos y les prometí asistir a su próximo concierto. Salí del local donde aún quedaban algunas chicas que luchaban por ingresar a los camerinos. Una vez en la calle, me sentí tonto porque me puse a llorar. Había sido una noche mágica, pero mi situación con Billy era incierta. Llegué a casa, y no paraba de llorar. Me revolví en la cama una y otra vez, incapaz de probar algún somnífero o tranquilizante porque le había prometido a Billy desintoxicarme completamente, pero sin dejar de pensar en una sola idea que me absorvía los sentidos, dejándome devastado, con muchas ganas de tirarme por la ventana:

Billy me iba a dejar.

Posteado por Cyan a las 12:14 p. m.
 
 

BF & BF (Boyfriend & Best Friend)
viernes, abril 22, 2005

Era la primera vez que veía a Funky desde mi recién estrenada etapa de chico con compromiso. Él siempre ha sido un mochilero empedernido (además de brichero) y me suele contagiar sus ganas de recorrer las calles de Lima por las mañanas, en plan turístico. A pesar de las circunstancias, ambos amamos Lima, nos parece la ciudad cosmopolita por excelencia, maravillosa. Pero, como decía Jaime Bayly, la Lima que idolatramos sólo se limita a ciertos barrios que aún exhiben el candor y la conjunción de varias épocas, como por ejemplo, las calles de Barranco o San Isidro. Para esta oportunidad nos reunimos en el Hotel Melià e iniciamos un recorrido por la Av. Salaverry. Para los que aún no se convencen de que Lima es la mejor ciudad del mundo, les recomiendo darse una vuelta por la Av. Salaverry hasta llegar a la Pera del Amor, donde a pesar del calor matutino pudimos divisar a parejas desfogando sus impulsos más ocultos.

Durante el interminable monólogo de Funky (yo soy mejor oyente que orador, excepto para algunos aspectos de la palabra), puse de manifiesto una inquietud.

- Oye Funk, ¿y si le decimos a mi novio para salir los 3 juntos?
- ¡Bravazo, Sofi!
- ¿Sofi?
- Es que Sofia Mulanovich para diciendo "bravazo".
- Ay por Dios...

Así, sin pensarlo, había encontrado la oportunidad perfecta para que las dos personas más importantes de mi vida (mi novio y mi mejor amigo) llegaran a conocerse. Me masturbé mentalmente con la idea de pasar un buen momento conversando de todo y de nada, hablando falacias y tontería y media, cantando las canciones adolescentes de Thalia o de la ronca Mari Trini, para acabar poniéndonos igualmente roncos. Y, en el colmo del paroxismo, poder entonar juntos "Emotions" de Mariah Carey, incluída la famosa fracesita "insiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiide", una nota inalcanzable ni por mil american idols.

Durante un momento de lucidez (no me suelen venir muchos), recordé que ese mismo día era el concierto de The Mamelucos en Barranco, al cual tendría que asistir ineludiblemente con Ana Conda, en calidad de prensa invitada. No es menester aclarar que con quien me provocaba asistir en realidad era con Billy, y mucho más si de esa forma podemos cerrar nuestro día con broche de oro. En una jugada magistral, engañé a Ana Conda diciéndole que el concierto había sido cancelado, para luego animar a Billy, por lo bajo, a ir en su lugar. Mi novio aceptó encantado. De pasadita, el tenerlo a mi lado doblegaría mis ansias de conversar más de la cuenta con el ensoñador Mameluco A, a quien vería sin remedio.

Por supuesto que del dicho al hecho existe mucho trecho. Mis ilusiones de compartir una velada agradable, al igual que mis ansias de diversión, se disolvieron cuando, una vez juntos en un cafetín de Larco junto a Funky y a mí, Billy no hablaba ni exprimía emoción alguna. Permanecía sentado frente a nosotros, inexpresivo, sumergido en una mueca de ¿aburrimiento? Sólo atinaba a sonreír y lanzar discretas carcajadas escondiendo su boca tras su pequeña mano cuando Funky o yo soltábamos alguna pachotada. De modo que todo se fue al carajo, y en menos de lo que canta un gallo.

En un impulso de desesperación, al ver que Billy continuaba impasible, lo animé a que nos contase alguna cosa, lo que fuera. Conseguí sacarle algunos balbuceos de sonrisa amable incluída, aunque con cucharita. Lo notaba incómodo. Yo intentaba lidiar con el trauma de que Funky yo hubiésemos resultado too queer para mi pobre novio. Aprovechando una de sus visitas al baño Funky me comentó:

- Dios. Ya no sé qué hacer para romper el hielo con este chico.

Fui incapaz de formular una respuesta, porque estaba en lo cierto. Habían transcurrido las tres horas más aburridas de mi vida y dimos por terminada la noche tras mirarnos las caras por entre las servilletas sucias. Funky se despidió de Billy con afecto, aún sin pizca alguna de enfado, y lo adoré por ello. Una vez solos, no sabía cómo afrontar el problema, ni cómo preguntarle qué fue lo que sucedió.

- Bueno, cariño, son casi las 11, ya tendríamos que estar en Barranco.
- OK. Vamos.

Arrastramos los pies en búsqueda de un taxi. Billy me sorprendió con una aseveración ilógica.

- Funky me odia, ¿no es verdad?
- No digas tonterías.
- Es que es cierto. Fácil ha pensado que soy un autista.
- ¿Y qué querías que piense?
- Lo siento.
- No lo sé, Billy. No entiendo por qué estuviste callado casi todo el tiempo.
- Pero mi amor, ¿qué iba a decir? Ya había dicho todo lo que tenía que contar.
- Cualquier cosa, hubieses dicho cualquier cosa.
- Lo siento.

Billy bajaba la cabeza con expresión acongojada y yo, a causa de mi gran sensibilidad, intentaba servirle de consuelo. No me gusta que la gente sufra en vano, y mucho menos, mi enamorado. Pero ¿existía en realidad alguna razón para enfadarme? A los 17 años, todo el mundo asume una actitud defensiva, sobretodo al conocer a alguien por primera vez. Yo, a esa edad, era mucho más tímido. Me preocupaba muchísimo lo que fuese a suceder en el futuro. No era consciente que lo peor estaba por suceder.

Posteado por Cyan a las 12:51 a. m.
 
 

You are my medication
jueves, abril 21, 2005

La verdad es que divagué más de un par de veces antes de postear lo imposteable, o mejor dicho, hacer una pequeña aclaración para disipar las malas vibras que se concentran en este humilde espacio.

*Lo anteriormente dicho es falso, este blog no tiene nada de humilde, a estas alturas todos saben que lo mejor de ser chic es ser el centro de la atención, pues en vidas pasadas estoy segurísimo de haber sido mujer, además de rubia y egresada del Villa María. Así como lo leen (muérete de envidia, Funky).

Bueno, tras el lapsus que me acaba de manifestar una de mis aletargadas neuronas, vuelvo a lo mío.

Desde aquél nubloso amanecer de agosto, día fatídico para unos y maravilloso para otros (chicos, por más mails que me manden, mi club de fans nunca tendrá cede en Puente Piedra, no offense intended), exactamente la mañana en que Medication vio la luz, nunca fue mi intención crear una "novela" acerca de todo lo que ocurre a mi alrededor, pues para eso están los miles de relatos que pululan en la red. Al principio, el que menos encontró en mí a un individuo corruptor de los estereotipos, una especie de Marqués de Sade en versión queer. Menuda equivocación. Soy un gran consumidor de literatura erótica, pero mi prosa nunca se podrá comparar a los escritos de Masoch, Yourcenar o a las dos entregas de Emmanuelle Arsan (mi favorita, aunque de tintes más bien filosóficos, si leen sus novelas en francés original).

Lo de las automedicación fue inherente mis relatos, aunque la memoria me falla, porque me es imposible acordarme si la inauguración del blog coincidió con el momento en que me dieron de alta en la clínica de reposo, luego de infinitas curas de sueño. En todo caso, no hace falta acordarse de cuándo fue, sino cómo fue. Lo repito por millonésima vez: de nada me sirve inventarme un rollo, pues mis altos contactos con la esfera farandulera me hubiesen permitido ingresar tranquilamente al staff de guionistas de Iguana (habla, Rocío Tovar). Sin embargo, por más que sea un adicto a las telenovelas y haya crecido leyendo las revistas del corazón que les quitaba a las secretarias de mi padre, jamás se me ocurriría escribir un relato folletinezco acerca de mí mismo. En primer lugar, no hubiese escogido Lima, sino Beverly Hills o el distrito de Shibuya, epicentros chics desde donde es más factible colgar una novelita porno-gay de clara tendencia lacrimógena.

En fin, los comentarios que me hacen tampoco me molestan, si yo puedo tirarme a medio mundo (porque tengo boca ancha, por no decir otras cosas), es porque vivo en un país libre y tengo todo el derecho de hacerlo, así como también los demás tienen derecho de opinar sobre mí y despotricar cuanto quieran y con el lenguaje que quieran (después de todo estamos en el Perú, nunca podremos expresarnos con finura y amaneramiento).

Por consiguiente, los despistados continúan creyendo que invento el 100% de lo que escribo, porque eso al fin y al cabo no me produce el más mínimo interés. Los bloggers que me conocen pueden dar fé de ello, unos más que otros, pero ese no es el punto. El punto, señores, es que no escribo para ustedes, sino para mí mismo. Escribir es un vicio, o como diría Truman Capote, la pasión por escribir es semejante a un látigo, y ese látigo es sólo para autoflagelarse. Escribir me apasiona, me encanta, me arrecha, me pone cachondo, me pone a mil. Cuando leo un post que he escrito con anterioridad, si está muy bien escrito, se me para.

No necesito probarle a nadie acerca de la veracidad de mis textos. Me bastan mis fuerzas y mis patéticas vivencias, que para eso las cuento al detalle. Y Billy lo sabe muy bien, porque él sigue leyendo fielmente el blog, y continúa dándome coraje para que nunca deje de postear sobre nosotros. Recientemente me confesó ser masoquista, además, le interesa mucho leer las apreciaciones que tengo de él. A estas alturas, él y yo somos uno. Una sola unidad pensante y viviente. Cuando empezamos nuestra relación, pensé en mandar Medication al carajo, porque no tenía sentido seguir escribiendo, pero él no quizo. Es más, hasta llegó a prohibírmelo, inclusive me amenazó con dejarme si cerraba el blog. Lo que pocos saben es que Billy lee los comentarios, y también comenta, pero posteando con seudónimo y tratando de escribir vaguedades, para que nadie pueda darse cuenta de que quien realmente comenta es él. Por lo tanto, sigo siendo un chico gay en medicación, un chico adicto a algo. Tan sólo ha cambiado un pequeño detalle. Ya no dependo de las pastillas, porque puedo prescindir de ellas. De Billy, en cambio, no puedo prescindir. Sin él me es imposible vivir, respirar. Ahora Billy es mi medicación.

Posteado por Cyan a las 1:01 p. m.
 
 

Mameluco
martes, abril 19, 2005

Me plantée otorgarle un día libre a mi empleada de limpieza para quedarme completamente solo en casa, e invitar a Billy a pasar "la tarde juntos". Antes de terminar de pronunciar la frase por teléfono, Billy aceptó con un alarido triunfal, como lanzándose a agarrar el último juguete de la piñata. Lástima que Ana Conda diese por terminado el improvisado itinerario con una de esas frases que suenan a madre de familia dando órdenes.

- Cyan, mañana me tienes que acompañar a entrevistar a The Mamelucos.
- 'Tas loca oe, ¿y por qué mañana?
- Porque mañana todos ellos están libres. Y el cierre de edición es la próxima semana y vamos fatal de tiempo.
- So? Anda tú sola.
- Ni cagando, tu vienes conmigo. Yo tomaré las fotos, pero las entrevistas siempre las haces tú.
- Puta madre, me cagaste.
- Alégrate. Además, por los nombres que tienen, puede que sean cueritos.
- Como si eso me importara a estas alturas.

Cancelé los planes, comunicándole a Billy lo apenado que estaba al postergar nuestro encuentro, con lo desagradable que eso implica. A regañadientes, tomé la vieja reportera Sony (que alguna vez mi amiga Possy Tiva se robó de la Universidad), y partí con Ana Conda hacia el lugar pactado para la entrevista. Lo peor de todo era que no tenía ni la más puta idea sobre qué les iba a preguntar a los chicos de The Mamelucos. Sólo sabía que eran una "joven promesa" y que hacían rock (un poco pesado para mi gusto, yo tiro más al indie y al new wave). Inclusive logré verlos en el Jammin' a fines del año pasado, aunque sólo alcancé a escucharles media canción. Mis fuentes me aseguraban que The Mamelucos acompañaron a Los Dickens en aquél memorable concierto playero donde el cuerazo del Edu Saettone se quitó el polo ante el público impaciente (¿alguien me podría pasar fotos de tan magno evento?).

Por supuesto que a causa de los gajes de oficio me fue permitido experimentar con la conducta de muchas bandas independientes de la escena local, y a decir verdad muchos de ellos, pese a exhibir su vena indie, se me hacen muy estiraditos. Todo lo contrario pasó con The Mamelucos. Cuando llegamos, nos recibieron muy animados, quizás porque ese era el "primer" contacto que tenían con la prensa (subte, pero prensa al fin y al cabo), y además porque, nada más llegar, nos percatamos que el 80% de los integrantes de la banda eran cueros. Y no cueros resinas, sino Cueros con C mayúscula.

Mi manó tembló al sacar la reportera. Ana Conda hizo una mueca de impasividad que muy en el fondo representaba lo que poco después me confesó muy cerca al oído: le había echado el ojo a uno de ellos. Pero el objeto de su afecto ni siquiera estaba en la banda. Se trataba de un espigado nínfulo de unos 18 años a lo sumo, que resultó ser primo del baterista y principal groupie de los Mamelucos. Elogié el buen gusto de Ana (el chico era en verdad lindo) y le di la bienvenida al club de la pedofilia. Por otra parte, los Mamelucos se reunieron en la sala de visitas, y mientras Ana le sacaba los mejores ángulos al chico lindo con la excusa de "tomarles fotos a todos", yo trataba de dar inicio a la entrevista con una voz resquebrajada de nervios. Ya a esas alturas me encontraba igualmente intimidado por otro individuo, que llamaremos Mameluco A.

Alto, de piel blanquísima con tonos rosas, ojos expresivos color miel y cabello castaño corto, la belleza del Mameluco A era sólo comparada a la barba muy bien cuidada que sobresalía de su mentón, y que le proporcionaban una apariencia arrolladora. Siempre he tenido debilidad por los chicos con barba. Como diría Beto Ortíz, ese compadre estaba aptísimo para el consumo humano. Era el guitarrista de la banda, y su espontaneidad no se quedó ahí, pues congenió conmigo casi de inmediato y me brindó la suficiente confianza como para dejar de lado mis nervios.

Al concluir la entrevista y la sesión de fotos, aún no me atrevía a decirle a Ana Conda que el Mameluco A me gustaba como mierda. Me quedé conversando un momento con él, y entre otras cosas me contó de sus planes de internacionalizarse y de hacer de esta su nueva forma de vida. En verdad me pareció una excelente persona. Lástima que el contacto para entrevistarlos no haya sido él, sino el Mameluco B (el segundo más guapo después del Mameluco A), que funge de cantante y de cuasi mánager.

Me despedí del Mameluco A con un gran apretón de manos, y también del resto de chicos. A continuación, el Mameluco B me llamó aparte para planificar otros datos que deberían salir en la nota que publicaría el próximo mes. Quedamos en comunicarnos por e-mail (lamenté no tener el e-mail del Mameluco A), tras asegurarme que nos pondría a Ana y a mí en la lista de prensa para el concierto de pasado mañana en Barranco. Le agradecí (más por la inquietud de volver a ver al Mameluco A que a él) y fue entonces cuando caí en cuenta de la infidelidad "indirecta" que había profesado.

El hecho de tener un enamorado es algo demasiado nuevo para mí, y supongo que estar en una relación formal con alguien no implica que dejen de gustarnos los chicos guapos como el Mameluco A. Hasta tarde en la noche tuve una erección al pensar en aquella barba, en aquellos deliciosos brazos repletos de vellos, que anticipaban de seguro un pecho igualmente velludo (y delicioso) bajo esa camiseta de Thundercats (muy vintage resultó el muchacho). Dí otro par de vueltas en la cama. Me estremecí al pensar que aquél apetito sexual que despertó en mí aquél chico no podía compararse con el que sentía por Billy. Estaba harto de pensar en posibilidades, todo podía irse a la mierda. Estoy enamorado de Billy, y no lo cambiaría ni por miles de Mamelucos desnudos. Me siento en la obligación de decirle "hey, cariño, he conocido a un chico guapo que entrevisté hace poco, muy linda gente, pero no te preocupes, que no pasará nada". Sí, ahora que lo pienso mejor, debo decírselo, porque si no se lo digo, puede pensar que le estoy ocultando cosas, y al ocultárselas, deduciría al instante que estoy interesado en el otro. Nada más lejos de la realidad.

Posteado por Cyan a las 2:48 p. m.
 
 

La maldición
lunes, abril 18, 2005

- ¿Tu primer novio? JA!

Ana Conda fue la primera en enterarse. Mejor dicho, la primera persona más cercana a la que le conté la buena nueva, después de Funky, claro.

- ¿Quién más sabe?
- Em... sólo, tú... Ah! Y Funky, obviamente...

Ana Conda entrecerró los ojos con esa expresión suya, tan clásica en ella.

- ¿Un consejo de un conejo?
- Un conejo gótico, será.
- No le cuentes a nadie más.
- ¿Por qué?
- Porque te sala, pues.
- Really?
- ¡Claro!. ¿No sabías? Cuando empiezas a salir con alguien, no es bueno que le estés contando a todo el mundo, porque eso a la larga trae mala suerte. Mejor espera hasta que las cosas no estén tan frescas. Después no digas que no te lo advertí - sentenció.

Ana podía tener razón. Yo mismo recuerdo la época en que salía con Rodrigo. Es decir, en que iba a salir, porque aquella primera cita nunca llegó a concretarse. Lo primero que hice al día siguiente de besarnos en el parque fue contarle a medio Lima la hazaña de haberle comido los labios a un chico guapísimo. Si la memoria no me falla, se lo conté a SuperScout vía MSN a primeras horas de la mañana. Rodrigo canceló la cita esa misma tarde para irse con Carlos. Supongo que esta especie de "mala suerte" también aplica a las conversaciones por MSN. Y ni qué decir de tener un blog. Sólo me queda cruzar los dedos para que nada de eso ocurra.

Posteado por Cyan a las 1:17 p. m.
 
 

Faire du sexe
viernes, abril 15, 2005

Imagino que será en mi casa, porque a un hotel no vamos a ir. Y vaya que no nos han faltado ganas. Quienes piensen que ser gay es lo más fácil del mundo, o sea, que te gusten los hombres y acostarte con ellos (o enamorarte de ellos) y vivir felices comiendo perdices (o pollas, en este caso), están terriblemente equivocados.

1) Hay que tener cuidado de que no te ampayen chapando en la vía pública, pues hasta el árbol con más sombra es traicionero.
2) Hay que lidiar con aquellos que te ampayan, ponen cara de horror o sonríen complacidos al ser testigos de tan sutil declaración de amor.
3) Hay que preguntar si los hoteles son buenos, bonitos y baratos y sobretodo gay-friendlys.
4) Si son gay-friendlys, pero tú no lo eres (el hecho de ser gay no implica que dejes de ser homofóbico) entonces ahí ya te jodiste.

Ir a un hotel es dar de lleno en la diana con el sentimiento chauvinista post-criollista, con un ligero toque de ambiente (léase tracada) nada chic. No estamos en Beverly Hills, señores, y por más lujoso que sea un love-motel limeño, tampoco es el Marriott. La recesión me impide acudir mucho menos al Swiss Hotel (a no ser que me eche una manito mi tía, la China Tudela). ¿Por qué no ir a un hotel? La pregunta sería ¿qué tiene de bueno ir a un hotel?

1) Ir a un telo con tu novio significa ir a tirar donde miles han tirado ya (duh!).
2) Si tu novio es, obviamente, tu "enamorado" (si alguien me dice pareja, lo castro), es decir, en-AMOR-ado, aquél atañe al amor. Y a la persona que amas no la vas a llevar a un camal. Si la amas de verdad, claro está.
3) Hacer el amor con tu novio significa hacer EL AMOR, que es muy distinto de ir a follar. Ir a un telo asesina cualquier vestigio de romanticismo en el aire.
4) Ir a un telo cuesta. Es de esperar que llevarás a tu novio a un telo aceptable, o que pase piola. No a uno de diez soles (incluídos animalitos didácticos como ratas, cucarachas y otras curiosas especies).

Luego de una diatriba monumental, sólo comparada con delirios propios de tragedia de Shakespeare (ir o no ir), acordamos que el gran día será la próxima semana. Y un telo, ni de vainas.

Posteado por Cyan a las 12:01 a. m.
 
 

I Do, I Do, I Do, I Do, I Do
martes, abril 12, 2005

Oh, I've been dreaming
through my lonely past
Now I just made it,
I found you at last

So come on, now let's try it,
I love you, can't deny it'
Cos it's true
I do, I do, I do, I do, I do

ABBA - "I do, I do, I do, I do, I do" (1975)


Pasó mucho antes de lo previsto. Las luces miraflorinas agonizaban bajo el escaso grupo de transeúntes que aún a esas horas de la noche insistían en retar al frío que se cuela hasta por debajo de los huesos. Nos habíamos cansado de dar vueltas ante el infortunio de no tener un sitio ideal para rendirnos a besuqueos, exhaustos tras la búsqueda de un inhóspito lugar que cobijase nuestras ansias de fisicidad concéntrica. Un árbol, un callejón: cualquier lugar era bienvenido, y sin embargo, corríamos el riesgo de ser acusados de violar la sanidad pública. Por ese motivo, al cabo de 3 largas horas de caminata, nos dimos por vencidos. Nos fuimos a sentar en una de las bancas de la castigada calle Tarata, donde otrora un coche bomba abandonado a la entrada de un edificio de departamentos acabó con la vida de cientos de personas que ni tenían idea qué significaba exactamente la palabra Sendero Luminoso (porque las personas de la high pueden darse por muy enteradas pero eso al final poco importa).

Dicha callecilla, huelga mencionar, se ha convertido en los últimos años en toda una queer street destinada al ligue fácil entre los que buscan algo pasajero y rapidito, sobretodo si lo que buscan son extranjeros, europeos o norteamericanos, que son los que mayormente visitan esas inmediaciones. Allí estábamos Billy y yo, mirándonos, sentados en medio de muchos gays en su haber que se paseaban una y otra vez buscando algún punto. Y hablando de extranjeros, de improviso vi salir de una cabina de internet a Joe, un semental norteamericano de 42 años con el cual tuve un affaire hace unos 3 años, y que siempre recuerdo como the best fuck of my entire life.

Como aún existe una gran amistad entre ambos (porque Joe se aburrió de mí en materia sexual), le pasé la voz. También aproveché para que Billy notase mi gran dominio del inglés, que al fin y al cabo es la lengua con la que preferimos comunicarnos cuando estamos a solas (a ambos nos excita).

- Hey! Joe!
- Hi Cyan, how are ya?
- Cool, just chillin' out.
- I see...
- Um... Oh! By the way, um... this is Billy. My boyfriend.


En el momento de pronunciar las palabras no me di cuenta de lo que había hecho exactamente. Esperaba, claro está, una reacción o siquiera una levantadita de cejas por parte de Billy. Pero ni eso.

- Hi Billy, how you doin'?
- Fine thanks. It's nice to meet you, Joe.


A continuación, como siempre suele suceder cuando converso con terceros con Billy al lado, él permaneció en silencio, balanceándose con suavidad sobre la banca. Joe me hablaba de muchas cosas, pero yo no tenía cabeza para procesar lo que me estaba diciendo. Felizmente, Joe al parecer entendió mi turbación y se despidió con prestesa de ambos. Se fue caminando a grandes pasos por la calle adyacente.

- Cyan, qué guapo ese gringo.
- Lo sé.
- ¿De verdad fue the best fuck of your life?
- Y... sí... pero...

¿Era eso todo lo que tenía que decirme? Le hice esa misma pregunta mentalmente, mirándolo a los ojos. Billy entendió y me dijo con voz tierna:

- Am I really your boyfriend?

Caí en cuenta que ya me había declarado mucho antes.

- Do you wanna be my boyfriend?
- Of course I do!

Billy abrió los ojos como criatura en Navidad. Y así de sencillo, acabó por convertirse en la persona más importante en mi vida.

Posteado por Cyan a las 12:33 p. m.
 
 

Je t'aime
lunes, abril 11, 2005

Desde la última vez que lo ví, una idea muy concreta estuvo rondando por mi cabeza. Si se supone que estamos "saliendo", o mejor dicho, si somos "amigos con derecho a roce" (el roce no han pasado de ser miles de ósculos con lengua cada vez que podemos y algunos magreos adolescentes como una lamidita de tetillas), existen probabilidades de un malentendido si no se toman las medidas correspondientes. Ergo, el establecimiento de un "contrato de exclusividad". Si no tenemos una relación formal, Billy puede tranquilamente hacer lo mismo con cualquier otro, aunque dudo que fuese capaz. Vale decir que yo tampoco estoy dispuesto a romperle el corazón (y las ilusiones). Por lo tanto, dicho contrato, en caso de tomarse y aprobarse, excluiría un probable affaire.

¿Por qué? Porque no quiero compartirlo con nadie. Además, el diablo sabe más por viejo que por diablo: dos años atrás, mi relación con Hiro naufragó a causa de una carencia de relación establecida, oleada y sacrametada. ¿Papelito manda? Tampoco se trata de eso, no nos vamos a casar, sencillamente es llegar y decir "hey, no quiero que salgas con nadie más". Y punto. Sanseacabó. Pero, ¿ eso no significa "estar"? ¿Qué es "estar"?

Si somos amigos con derecho a roce, o somos dos chicos solteros saliendo en plan de citas, ¿acaso en Norteamérica no le llaman a eso ser boyfriend & boyfriend? We're dating but... hacemos mucho más que tener citas. ¿Y si de un día para otro, la relación se acaba? ¿Deseo que se acabe? Niet. La respuesta: tengo que "estar" con Billy. Quiero ser su novio, o enamorado, su boyfriend, o como quieran llamarlo (menos "pareja", porque esa palabreja se refiere al argot netamente gay que detesto y hasta me tiene harto, después de todo, soy gay pero no soy de ambiente, eso es vox populi).

Llegué a dicha conclusión anoche. Los domingos suelen ser días de reflexión, pero me pasé todo el fin de semana pensando en qué hacer con Billy. De una cosa estoy seguro: me enamoré de él hace tiempo. Que no quiera reconocerlo es otra cosa. ¿Por qué "el miedo"? No tengo por qué tenerlo. Después de todo, él ya dijo que "me quiere"... y según nuestra última conversación telefónica...:

- Te quiero un montón, Cyan.
- Cómo será el día que te enamores de mí.
- Mmmm...
- ¿Qué sucede?
- I think i'm already there.

Era demasiado impersonal decirnos "te amo" por teléfono, porque comprendí que si él me lo decía, entonces yo ya no tenía excusa para seguir callando lo que tenía que decirle, hace tiempo, es más.

De modo que Mr. Cyan Uroh está por tener su primer novio.

Y nada mejor que las frases de la vieja escuela:
- ¿Quieres estar conmigo?
- ¿Quieres ser mi peor es nada?
- ¿Quieres ser mi novio?

Mèrde. Nunca le he hecho esa pregunta a nadie, y no se cómo hacerla. Y se supone que voy a decírselo mañana. Bien dicen que éste blog es una versión gay de las novelas de Televisa, porque lo es (las novelas de O'Globo son mejores, pero mi imaginario ya estaba atosigado de horas y horas de ver a Thalia y a Verónica Castro cortándose las venas). ¿Y si Billy se ríe en mi cara pelada de mi inexperiencia y de mis frases trilladas? En resúmen: no sé que carajo decirle.

¿Alguien tiene alguna sugerencia?

Posteado por Cyan a las 12:48 p. m.
 
 

Sangra como yo
viernes, abril 08, 2005

El día de ayer Billy sonreía de oreja a oreja, mucho más que de costumbre.

- ¿Qué te pasa, pequeño?
- Tengo algo para tí.

Me extendió con su manito temblorosa, robotiana (como diría Bryce) un CD-R Imation en un estuche de plástico púrpura.

- ¿Y esto qué es?
- Conseguí bajármelo.
- Oh my g... ¿Te refieres a...?
- Exacto.

No me importó que estuviésemos en plena avenida Encalada. Lo abracé con fuerza y sentí que todos los vientos del universo giraban alrededor levantando nuestros cabellos. Me pareció recordar que Whitney y Kevin Costner hicieron lo mismo en la última escena de "El Guardaespaldas".

Por supuesto, después tuve que ponerme a saltar y a decirle "Felíz Cumpleaños" para evitar que las señoras que nos miraban horrorizadas se dispongan a llamar a la policía. Cuando finalmente se fueron, pude contemplar aquél CD-R que contenía el BLEED LIKE ME, el último álbum de mi former favorite band: Garbage. Recuerdo haber pasado semanas intentando bajármelo del E-mule (pues aún sale a la venta en la quincena de abril, si no me equivoco), porque para eso son las bondandes de la red de redes, sin embargo lo que conseguía descargar eran archivos comprimidos que camuflaban fakes. Pero Billy logró lo imposible. Y lo que es mejor, es la primera cosa que me regala. ¡Qué buen regalo!

Al escucharlo en el discman camino a casa, movía la cabeza en forma desaprobatoria. Es un disco infinitamente mejor que el gran tropezón que significó Beautiful (su álbum del 2001), lo cual no quita que Garbage, aquella memorable banda que nos entregó uno de los mejores discos de los 90 (el self-titled de 1995) dejándonos una brecha de b-sides que valen su peso en oro ("Lick the pavement", "Deadwood", "Kick my ass", "Girl don't come"), ahora se limita a sonar como una-banda-más-del-montón. El primer single del nuevo disco, "Why do you love me", posee un arranque genial y no obstante Shirley Manson la caga con un corito asquerosamente girl-band-from-the-nineties tipo Veruca Salt o Letters to Cleo. Eso no está mal, ojo. Sucede que me es imposible creer que dicha canción haya sido interpretada por los creadores de "Only happy when it rains".

Para los que son nostálgicos de los dos primeros discos de Garbage (antes que la cagaran y terminaran sonando como una versión deslucida de Blondie) , solo me queda comentarles que se consigan el single de "Why do you love me". La canción central es pure crap, pero los 3 b-sides añadidos suenan, de lejos, mejor que todo el Bleed Like Me.

Aprovecho este post musical para preguntar si alguien ya escuchó el último álbum de Stereolab (si mi memoria no me falla, creo que es doble).

Posteado por Cyan a las 3:22 p. m.
 
 

Pre-cum for making up
jueves, abril 07, 2005

Bajo la superficie de su piel rígida por una expresión de disgusto, noté el rezago de una antigua preocupación. La cosa era saber qué. Pero era imposible porque Billy seguía absorto con la mirada en el suelo. Imité sus acciones. Deslicé mi espalda por la pared y me senté a su lado, sin decir nada, para que recordase que yo siempre estaría ahí. Pasaron cinco minutos, diez. Mis ojos empezaban a congestionarse de un líquido salado que ardía y me causaba escozor. No era momento para derramar lágrimas. Aguanté el advenimiento del llanto, apretando los labios, sintiendo en carne propia miles de tajadas de cebollas restregándose sobre mis pupilas. Calculo que pasaron cinco minutos más.

- Cyan, dime algo.

No era capaz de emitir una sola palabra.

- ¿La cagué, no?

Me puse de pie.

- No, Billy. De ninguna manera. Tú acabas de sentirte mal por algo que yo dije. Aquí el único que tiene derecho a sentirse mal eres tú.
- Bullshit. También te hice sentir mal, ¿no?
- Para nada.
- No te creo. Estabas a punto de llorar.

No había pasado un mes y éste chico ya me conocía a la perfección, sin siquiera mirarme.

- Billy, eso no es cierto. Yo lloraría sólo si tú lloras.
- You're so pathetic.
- Lo sé.

Seguía esperando la respuesta. Me miró.

- No me gustó que me dijeras que te arrecho porque soy vírgen.
- Lo sé. Me lo imaginaba. La arrechura me hace decir huevadas.
- Porque hace seis meses que no tiras...
- Vaya, se nota que lees mi blog todos los días.
- Y quizás sólo me quieras para eso.

Me quedé boquiabierto. No era posible que la hubiese cagado tanto.

- AS IF!
- ...
- Damn it, lo siento, no es momento de hacer bromas.
- Pues no. It's okay. Si es sólo eso, no hay problema. De todas maneras, ésta ha sido la mejor experiencia de mi vida.
- ¿Ha sido?
- Bueno, nunca fue.
- ¿Fue?
- Porque no somos novios, ¿o sí?
- No, aún no, pero... estamos saliendo, ¿no?
- ¿Eso significa que no me odias?
- ¡Por supuesto que no!

Le acaricié la oreja ratonezca y luego jugué inocentemente a despeinarlo. Cuando pasé mi mano por sus cabellos negros, su cuerpo se sacudió y emitió un leve gemido. Se vino encima de mí, sin pensarlo dos veces. Empezamos a besarnos como si nada hubiese pasado. Luego me abrazó tan fuerte que pude sentir los latidos de su corazón.

- Me encantó que jugaras con mi pelo. Nunca nadie me había hecho eso.
- ¿Eso significa que me perdonas?
- No tengo nada que perdonarte. Perdóname tú a mí por decir cojudeces.
- Please. Te hice sentir mal.
- Duh! Lo mío fue peor.
- Lo que pasó fue que... toda la vida... todos los chicos que he conocido me han choteado por eso, por no querer tirar con ellos.

Voilà la reponse.

- Billy, lo siento demasiado. Era lo último que quería que pensaras de mí. No soy uno del montón. Yo también he pasado por lo mismo. Pero existe una diferencia, que es a la vez la respuesta más común, obvia y patética del mundo: yo te quiero.
- No pues. Yo te quiero más.

Esta vez lo besé intensamente por propia iniciativa. Después, en otro impulso, le saqué los anteojos negros, tomé su rostro con las dos manos y me sorprendí al descubrir que se veía mucho más guapo sin ellos.

- Pure lies.
- No Billy, en serio, sin lentes eres más lindo.
- Anyway, dame mis lentes. No me gusta que me veas sin ellos.
- A mí sí.
- ¡Damelos!
- Espera, antes quiero que sepas algo.
- What?
- Nunca, ¿me escuchaste bien? NUNCA estaría contigo sólo para tirar. Lo que dije fue un grand erreur, tu comprends?
- Oui. Je sais.

Nos tiramos al piso para besarnos con locura pero escuchamos algunos pasos cercanos que nos recordaron que aún estábamos en terreno peligroso. Nos pusimos de pie, tomamos el ascensor y salimos de la facultad. No había nadie en el campus.

- OH MY GOD!
- Qu'est ce-que ça?
- ¡No me lo vas a creer!
- ¿Qué pasa, Billy?
- Pre-cum...

Era cierto. En los pantalones de Billy, sobre la bragueta, había una leve mancha de pre-cum. A la vez, palpé los míos. También estaban mojados. Al fin estábamos de acuerdo en algo.

Posteado por Cyan a las 12:20 a. m.
 
 

Le grand erreur
martes, abril 05, 2005

Ambos, aún tomados de la mano, atravezamos el pasillo que conducía al ascensor, sintiendo un nudo en el estómago y pisando a la vez nubes de algodón en lugar de las mayólicas del piso. Vivimos un momento de ensueño, en otra dimensión. Cuando salíamos de la mano, ambos nos sentimos como Naomi Watts en el primer plano de "Mulholland Drive": agobiados por las luces y los flashes de las cámaras de los paparazzis, con el ritmo en ralenti y la fotografía reventada y granulosa, de manera que sólo se podían divisar nuestros rostros de bordes blanquísimos sobre un fondo púrpura.

Al pensar en Lynch, me estremecí: todo era demasiado bonito como para ser perfecto. El mismo Lynch lo dejaba entrever en la primera escena de "Terciopelo Azul": un ensoñador campo de flores, un suburbio de casas inmaculadas con paredes pulidas y verjas blancas de madera. Muy bonito, pero debajo todo ese esplendor, en el subsuelo, bajo la tierra, se escondía un terrible secreto. Algo muy feo. Una oreja humana tirada sobre la hierba. O, yendo un poco más allá, recordemos "Twin Peaks": la maquinaria de las fábricas, los montes sepias y la cascada del río, y al pie de la playa, el cadáver de Laura Palmer envuelto en un plástico.

En resumen: cuando todo parecer ser maravilloso, siempre existe alguna dificultad muy bien escondida. Por eso no hay que confiarse. Y yo me confié demasiado.

Acabado nuestro sueño de Betty / Diane, seguimos cogidos de la mano, y pulsamos el botón del ascensor que nos llevaría al primer piso. El ascensor se abrió: no había nadie. La adrenalina nos subió de golpe como impulsada por aquellas películas de terror en las que el ascensor aparenta ser demasiado inofensivo. Por eso, y porque no queríamos terminar acuchillados como Angie Dickinson en "Vestida para matar", Billy me jaló del brazo y me estampó el beso más audaz de la noche.

En la penumbra del pasillo, y bajo la atenta (e inexistente) mirada del ascensor aún vacío, seguíamos devorando mutuamente nuestros labios, recostándonos sobre la pared y apretando nuestras entrepiernas. Bajo los pantalones, su erección y la mía se estrugaban angustiosamente y requerían satisfacer de una buena vez la pasión desatada. Estando allí, a merced de Billy, aferrándome a su cuerpo frágil y casi infantil, le dije algo que de forma inevitable salió de mis labios en un impulso de sobreexcitación.

-Me arrecha que seas virgen.

Movido por un terremoto emocional, Billy se alejó bruscamente de mí.

- ¿Qué pasa?
- No me digas eso, por favor.
- ¿Por qué?
- Nada. No deberías haberlo dicho.
- ¿La cagué?
- ...

Calló. Se dejó caer deslizándose por la pared y se sentó en el suelo con la mirada perdida. Hasta ese entonces no entendía qué era lo que había hecho mal. Traté de sonsacarle alguna respuesta, pero no parecía querer dar explicaciones. Sólo miraba hacia el vacío con una expresión de profunda tristeza. ¿Desilusión, quizás? Me senté a su lado y lo abracé. Entendí lo mucho que la había cagado: Billy no me abrazó de vuelta. Sus ojos se congestionaron y empezaron a brillar. ¿Lágrimas? No lo iba a soportar. Si Billy lloraba, estaba dispuesto a tirarme por la ventana y acabar con todo de una buena vez.

- Billy, dime por favor qué es lo que pasa. Si lloras, te juro que me mato.

Billy alzó la mirada húmeda y sentí una hecatombe por dentro. ¿No se suponía que debía protegerlo? Literalmente, tuve la impresión que mi vida era una mierda. No podía hacerle esto a Billy, pero ¿qué le había hecho? Me enfadé. Pero no me enfadé por lo sucedido. Me enfadé porque había comprendido que LO AMABA. Y me había dado cuenta de ello demasiado tarde.

Posteado por Cyan a las 12:39 p. m.
 
 

Heavy Petting
lunes, abril 04, 2005

-¡Hey, no puedo creer que hayas venido hasta aquí!

Estaba con un polo negro y una sonrisa de oreja a oreja, parado sobre la entrada principal de la PUCP cuando me aproximé para saludarlo. Quizá muy pocos puedan llegar a tomar en cuenta la molestia de tener que hacer un viaje desde La Molina hasta San Miguel (casi una hora y media en transporte público), pero ese fue quizás mi primera demostración de amor, o en todo caso, de cariño: ir a recogerlo hasta su universidad. Nos saludamos tibiamente con un apretón de manos, pues nos es casi imposible a estas alturas seguir reprimiendo lo que en verdad queremos hacer, es decir, darnos un gran beso y quedarnos abrazados en el centro de aquél tumulto de estudiantes que entraban y salían, y que de seguro nos quedarían mirando asombrados luego de llamar a Radio Patrulla.

Me conformé con estrechar brevemente su mano diáfana entre las mías. Me miró a los ojos con ese puchero delicioso, ese apretón de labios que en el fondo es una mueca para comunicarme lo feliz que está de tenerme a su lado. No necesitábamos palabras, ya en el teléfono gozábamos de nuestros silencios prolongados, sintiendo la respiración ansiosa del otro a través de la línea, conducta que ya se empezaba a manifestar en la vida real, porque cualquier otra clase de lenguaje nos era ajena, excepto el lenguaje corporal. Así, nos seguíamos conformando con devorarnos con la mirada, tratando de desviarla de vez en cuando hacia otro lado para evitar ser descubiertos.

Subimos a una combi con dirección a la Universidad de Lima. Habíamos quedado en asistir a la clausura de los talleres artísticos de verano, donde participaba una amiga suya. Experimenté una extraña sensación al tener que regresar a mi ex-alma mater. Él me repetía una y otra vez lo mucho que me quería, y lo increíble que sonaba el haber ido a recogerlo. Si el lector es lo suficientemente avispado, notará que servidor hizo dos viajes, de ida y vuelta, tan sólo para recoger al objeto de su afecto. Es decir, casi tres horas aplanando el culo sobre un asiento no tan cómodo. Si eso no es amor, entonces no sé qué es.

Ya en la combi, sentados uno al lado del otro, pusimos los morrales sobre nuestras entrepiernas, con el único fin de poder tomarnos de la mano sin que nadie se diese cuenta. Era la primera vez que hacía algo así dentro de un vehículo de transporte, y estoy seguro que fue la primera vez para él tambien. No nos mirábamos, sólo sentíamos el roce mutuo de nuestras pieles. Nuestras manos se estrujaban escondidas, fuera de la vista del resto de pasajeros. A veces yo tomaba la iniciativa e iba subiendo mi mano para poder acariciar también su brazo, delgadísimo, de una suavidad increíble. La acción más osada se dio lugar cuando la combi se fue quedando un poco vacía, nos cambiamos de sitio, nos fuimos al fondo y yo deslicé mi mano por entre los pliegues de la parte trasera de su jean, palpando su correa y deslizándome hasta acariciar el calzoncillo y el comienzo de sus glúteos. Al parecer Billy se quedó extasiado, pues se sentó casi de espaldas a mí, como indicándome que llevase mi exploración hacia terrenos mucho más profundos. A la hora de bajar, ninguno de los dos pudo ponerse de pie. Tuvimos que esperar a que nuestras erecciones sedieran y nos pasamos un paradero. Al bajar, sólo podíamos intercambiar miradas de complicidad. Ingresamos a la Universidad, que contra todo pronóstico estaba desierta. Tuve ganas de miccionar y le propuse ir al baño de la cafetería, sin ningún fin en especial salvo calmar mi necesidad fisiológica. Al terminar de vaciar mi vejiga, salí del excusado y lo encontré acomodándose el cabello frente al espejo. Tuve un impulso y luego de decir "no puedo más", le puse seguro a la puerta y lo jalé hacia mí, tomándolo por el brazo y estampando en su boca el beso más apasionado que le había dado hacia entonces. Él parecía estar algo sorprendido por mis ímpetus intempestivos, pero pronto se acopló a la situación y hasta llegó a superarme en pasión reprimida. Fue absolutamente genial. Estuvimos besándonos casi diez minutos sin parar, al cabo de los cuales salimos para disipar sospechas.

No tuvimos que mirarnos de nuevo para comprender que necesitábamos encontrar otro baño urgentemente. Lo llevé a mi antiguo refugio, al baño del tercer piso del nuevo edificio de la facultad de Comunicación, un espacio inmaculado, grande y raramente visitado por los estudiantes en el que años atrás le había hecho el amor repetidas veces a un compañero de clase. Esta vez, sin embargo, fue diferente. Ni bien entramos, Billy me propuso llegar hasta el final. Me quedé impactado con su declaración. Tras conversarlo, llegamos a la conclusión que un baño no era precisamente el lugar correcto para un acto de amor. En ese preciso instante, noté algo que me impresionó: para poder besarme, Billy tenía que empinarse, tembloroso, sobre las puntas de los pies. Lo abrasé con ternura, dándole besitos esporádicos en el cuello y tuve el impulso de decirle "te amo". Me asusté.

Tampoco llegué a decirle nada. Él me apoyó contra la pared y me subió el polo hasta los hombros, acariciando mi pecho, y besó tímidamente mis tetillas. Billy parecía impulsado por una fuerza incontenible, pues a continuación me bajó el pantalón y palpó ansioso mi pene erguido bajo el calzoncillo a rayas. Lo detuve. Billy alzó la mirada y me miró con ese gesto de perrito desvalido, esa mirada de Bugs Bunny en el capítulo en el que una bruja casi lo cocina en una olla. Era mi turno. Luego de subirle el polo, le bajé el pantalón y pude observar a la penumbra su cuerpo adolescente. Su calzoncillo estaba abultado, pero no llegué a palpar su erección. Lo que hice fue coger su trasero con las dos manos y acercarlo con violencia hacia mí. Me moría de ganas de hacerle el amor. Pero me contuve. Volvimos nuestra ropa a su lugar y nos tiramos en el suelo, observando el cielo raso del baño.

Estando echados sobre las frías mayólicas, Billy colocó su cabecita en mi pecho y yo acaricié su cabello, besando esporádicamente su frente, su oreja, su mejilla. Estuvimos cerca de veinte minutos, abrazados, y me sentí demasiado bien. Sentí, como ya había sentido antes, que quería protegerlo, que quería tenerlo en mis brazos para siempre. Quizás, en el fondo, ya estaba enamorado de él.

- Te quiero, Cyan... Te quiero más que a nada en este mundo.

Y le creí.

Posteado por Cyan a las 12:57 a. m.
 
 

Love, emotion, feelings, devotion
viernes, abril 01, 2005

La línea entre el amor y la admiración (o la emoción) es demasiado frágil, se balancea como una cuerda de malabarista de circo. No se puede llegar a amar de buenas a primeras, para nadie es un secreto. Lo único que recuerdo es haber llegado a casa con el labio inferior inflamado de tantos besos desesperados bajo la complicidad de la luna. Al pasar mi lengua por el mentón, noté rastros de su saliva, y la saborée como un elixir revitalizante, una pócima que me hizo sentir muy bien, realmente bien. ¿Qué estaba pasando? Inclusive hubo momentos en que quería pasarme de la raya. ¡Es un menor de edad, por el amor de Dios! Estamos a 4 meses de su cumpleaños número 18 y sin embargo, allá en el parque, yo me había aferrado a su cuerpecillo tembloroso, ávido de ofrecerme nada que no fuese amor, amor verdadero.

Me sorprendí a mí mismo al recordar que mientras lo besaba me atreví a acariciar su cuello, mientras con la otra mano palpaba su piel extremadamente suave bajo el t-shirt warholiano. Pude sentir sus tetillas, su ombligo, parte de su espalda. Mi erección explosiva me comunicó algo que, en efecto, había comprendido desde el día anterior: lo deseaba sexualmente. Su nerviosismo se fundamentaba en su virginidad, un cuerpo digno a ser explorado y degustado como se debe, guiando paso a paso cada detalle, cada movimiento, en los terrenos de las artes amatorias, como una especie de catálogo del Kama Sutra en versión gay. Por lo tanto, era falso que Billy no despertara mi pasión: es algo mucho más grande. Deseé poder acostarme con él.

Y él tampoco es ajeno a mis necesidades. En cierto momento me confió a manera de secreto que el sexo no era importante para él, pero no dudó en inmutarse cuando fuimos a tomar un café al Dunkin' Donnuts y yo, luego de mancharme la barbilla con la espuma de mi latté, recorrí obcenamente con mi lengua los rastros del líquido lácteo, luego de lo cual Billy tosió al atorarse con su capuccino y lanzarme una mirada de lujuria contenida. Estoy casi seguro que esa mirada ocultaba una erección tal vez más dura que la mía.

Sin embargo, no sólo de sexo vive el hombre. Mientras me cantaba "J'ai demande à la lune", pude percibir fácilmente, por la tristeza de su mirada, que Billy me ocultaba algo. Si puedo deducir tristeza en sus ojos luego de una experiencia tan maravillosa, es obvio que algo no anda bien. Y esa tristeza no es otra cosa, pienso yo, que el miedo a no ser correspondido. Lo cual me lleva a una primera hipótesis: Billy me ama. Y me molesta no amarlo de vuelta. El tiempo sana las heridas, y quizás sea tiempo lo que necesito para llegar a sentir algo más por él. Por lo pronto, estoy seguro de que mi cariño hacia él crece cada día más. Ambos sabemos que sólo estamos saliendo, pero ya estamos haciendo cosas selectivas de enamorados: las llamadas telefónicas de 3 horas de duración. Quien lo diría. No puedo esperar a enamorarme de él. Siento que ya estoy cerca.

Posteado por Cyan a las 3:49 p. m.
 
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