Recaída
lunes, setiembre 27, 2004

El sábado tuve la desgracia de reencontrarme con Akio, aquél chico del cual estuve perdidamente enamorado desde fines del 2000 hasta comienzos del 2003. Fueron 3 largos años de angustia y pesadumbre, al intentar cultivar una amistad y terminar por querer y no querer verlo al mismo tiempo, huzmeando en los recuerdos, temblando con el teléfono en la mano a la hora de llamarlo, mi voz entrecortada, mi mano sudorosa a la hora de saludarlo, y aquellos 3 momentos de gloria en los que le di el abrazo de Año Nuevo exactamente a las 12, en la cual tuve la fortuna de aprovechar las 3 ocasiones y abrazarlo, estrecharlo entre mis brazos y palpar, acariciar y sentir la suavidad de su nuca y rozar "accidentalmente", el lóbulo de su oreja con mis labios, a la vez que aspiraba el suave aroma de sus largos cabellos negros, todo aquello durante Nochevieja de 3 años seguidos.

Nunca hasta ese entonces me había fijado en los japoneses y lo agradables que pueden llegar a ser. Y es Akio es nikkei, pero un nikkei "sui generis". Contrario a la raza oriental, posee una estatura considerable (más de 1.80, calculo), su piel es blanca, con tonos de rosado, y ni pizcas de raza amarilla... Sus ojos, negros y jalados y siempre alegres, con ese "brillo" en las pupilas que a veces se esconden tras su cabello cuando este le cae sobre la frente y al verlo uno piensa estar viendo la versión asiática de un modelo de Calvin Klein. Esto último es mucho decir, pues yo no busco perfección griega, y Akio tampoco es un adonis. Su barriguita siempre ha estado presente y aquella "curva" que se forma en su abdómen se ha hecho cada vez más grande con el paso de los años, pero que no mellan en su look esbelto y fuerte a la vez.

Por cosas que ya no vienen a cuento revelar, terminé por olvidarme de él tras entender (luego de muchas noches de llanto inconsolable) que era straight, heterosexual o como el mundo quiera llamarlo, y que además le encantaban las chicas, pese a que puedo asegurar que hasta la fecha es virgen. Lo cual contribuye a hacer de Akio un chico interesante porque cualidades le sobran. Alto, atractivo, blanco, sin vicios (no fuma ni toma), con un talento innato para el baile y además con una voz que canta como los dioses (y que derrite a las adolescentes cada vez que su grupo de folklore okinawense da un concierto). O sea que rivales no me faltan.

Para mi suerte, luego de olvidarlo, se alejó bastante de mi grupo de amigos, y dejé de verlo durante un año, al cabo del cual seguía apareciendo muy de vez en cuando. Hasta el sábado pasado cuando yo, esperando verlo feo y gordo, lo vi en todo el esplendor de su belleza de 22 años de edad. Se había cortado esa horrorosa melena en forma de hongo (un look que pese a no estar de moda hace 10 años se sigue preservando misteriosamente entre los jóvenes) y lucía un cabello sobrio y ordenado. Estaba más alto (¿se puede crecer más?) y en su mirada había perdido esa traviesa inocencia, y despedía aires de madurez. Akio era oficialmente UN HOMBRE. Y yo no fui el único que lo noté. Lo saludé con cariño y hasta me atreví a abrazarlo. Akio se rió y terminamos hablando un par de cosas hasta que otra chica lo sacó a bailar por enésima vez. Regresé a mi casa temprano, como a las 4 de la mañana, porque tenía unas ganas terribles de llorar.

Llegué a casa y me encerré, tomé mi acostumbrada dosis de somníferos, pero estos no hicieron efecto debido a que las lágrimas brotaban agolpadamente de mis ojos. Lloré porque comprendí que luego de 3 años no había conseguido olvidarlo, y porque ese chico maravilloso estaba destinado a casarse con una mujer, tener hijos, llevar una vida socialmente "aceptada" y que nunca, jamás, se fijaría en mi. Y que lo nuestro no tendría futuro ni en mil años, en fin, entendí que lo nuestro nunca iba a poder ser, por más que llorara e hiciera hechizos de amor eterno. Y seguí llorando con más fuerza y me tiré al suelo hasta que las lágrimas se secaron, al comprender que este mundo no estaba hecho para mí (y viceversa) y que en la vida, así conociera hombres más guapos, nunca me encontraría con Akio, porque él nunca iba a ser mío.

Felizmente (a diferencia de anteriores oportunidades), la idea del suicidio nunca llegó y las pastillas pronto empezaron a hacer efecto. Mi cuerpo se iba aletargando, a medida que el recuerdo de Akio, de Pertur, de todos los chicos que me gustan y que son straights, poco a poco se iban alejando de mi mente y mi corazón dejaba de oprimirme y recordarme la soledad en la que siempre he estado y estaré. Benditos sean mis somníferos, no sé qué haría sin ellos.

Posteado por Cyan a las 1:34 p. m.
 
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