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Perrea, niño, perrea...
jueves, enero 13, 2005 |
Dice la ley de Murphy que al encontrarnos en una encrucijada, ya sea material o inmaterial, siempre escogeremos la peor opción, y por consiguiente nos lamentaremos de haberla escogido. Conclusión: sea cual sea la alternativa, la sensación de malestar acostumbra ser la misma. Movido por mi nueva etapa de lesbianismo (que es el término más claro para calificar a un gay que manifiesta su gusto por una mujer), era prácticamente lógico que aceptara la invitación de Mili para ir a la fiesta al día siguiente, en una casa de playa. Y como ya dije antes, no lo hice, pues desde hacía una semana le había prometido a SuperScout que asistiría a su fiesta de cumpleaños. El párvulo usó una estrategia irreprochable para convenserme:
Tienes que venir, Cyan. Si tu no vienes, no irá nadie más. Tú serás el alma de la fiesta.
Recuerdo que Alicia Silverstone en "Clueless" hizo una aparición imprevista en una fiesta venida a menos, y la convirtió en todo un acontecimiento social. Claro que eso fue en los suburbios de Beverly Hills, y nosotros estamos en Lima la horrible, aunque igualmente cosmopolita. Y entre los suburbios de Beverly Hills y los suburbios de lo que se dice la Lima "como Dios manda" hay un trecho del tamaño del universo, eso está más claro que el agua. Por lo tanto, debí de hacerles caso a los que me aconsejaron de ir a la fiesta playera a averigüar qué era lo que pasaba con Mili, si es que pasaba algo. Como dice Bibi Gaytán: "Tonta... tonta que fuí...".
Y fuí, pero no solo. Tenía que ir acompañado. La invitación decía en San Miguel, y San Miguel está a las afueras de Lima, ad-portas de lo que mis oligarcas padres llamaban "El Callao, aquél peligroso distrito lleno de rateros y outcasts; abstente de ir por allí, hijito, después de las 6 de la tarde". Así que me reuní previamente con Ricardo y con Leuzor, en casa del primero, que a decir verdad estaba cerca del point, o sea, en Pueblo Libre. "Al menos no es Barrios Altos", pensé, y salí de mis cuarteles de invierno, o mejor dicho, de verano. Una hora después ya estábamos reunidos y nos dirigimos hacia la anunciada "fiesta-perreada".
Reconozco que lo de bailar perreo me había parecido una broma de mal gusto, pero ni bien llegué, sentí escalofríos cuando me di cuenta de la triste realidad: en aquella "fiesta" sólo se bailaba perreo, reggaetón o salsa cantinera de La Victoria. Debí de haberlo imaginado, pues el miedo comenzó momentos antes, cuando más allá de Plaza San Miguel, el carro de Ricardo se perdía por intrincadas avenidas de tierra y asfalto. "Fuck, me olvidé de traer mi paralizer" pensé cuando el carro pasó por una pared que decía MUNICIPALIDAD DE LA PERLA. "Oh dear god!, estoy en El Callao y son más de las 10 de la noche" cuasi lloré para mis adentros.
Bajamos en un barrio no tan feo, gracias a Dios, pero por si las moscas guardé mi celular en el bolsillo y sujeté con todas mis fuerzas mi back-pack marca Nike. Scout nos dio la bienvenida algo incrédulo, pero la sorpresa vino después: de manos de su enamorada Karen (regia) recibió un risible envoltorio de Barbie, que guardaba dentro un CD original y nuevecito de Mago de Oz (¿y eso con qué se come?). Luego de que Scout ahogara lágrimas de cocodrilo, nos dirigimos a su vivienda y ahí comenzó el suplicio: perreo, perreo, salsa, perreo, perreo y más perreo. Toma toma chuculún, perrea mami perrea, ya-ya-ya-yatusá-yatusá... gritaban los inmisericordes parlantes, la cabeza me daba vueltas y sentí que necesitaba una dosis urgente de My Bloody Valentine.
Más tarde, llegaron el resto de bloggers, de los cuales sólo recuerdo a Ser Humano, que con su largo cabello generó ansiedad entre la concurrencia femenina (no me incluyo), pero tampoco diré de quién, pues el chisme no es mi especialidad. ¡Buena con el jale! Y también llegó Vodkita, linda, y lamentablemente no le di tanta bola porque tanto perreo me estaba dando dolores de pre-parto. Cuando los dolores se convirtieron en sueño y me quedé rendido en los brazos de Morfeo en pleno sofá, me desperté de improviso al recordar que la gente cool no se queda dormida en plena fiesta. Opté por retirame amablemente a la 1 de la mañana, gracias a la gentil compañía de Leuzor y Karen. Por supuesto que sentí miedo por la pobre chica, porque Karen, toda ella con sus tacones negros y su falda larga, super regia, caminaba despreocupada por esas calles oscuras de las cuales no me extrañaría que en cualquier momento hubiese salido un violador. Y que conste que les agradezco porque me prometieron enseñar las fotos. Así que chicos: gracias. Pero otra reunioncita así NO, por favor.
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