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4 meses
jueves, agosto 04, 2005 |
Abro los ojos y me encuentro con el cielo raso en su blanca inmensidad, como el estómago de esas ballenas disecadas del Museo de Historia Natural. Giro la cabeza hacia donde reposa la huella que él dejó la última vez que nos vimos. Hace tiempo que ha desaparecido, claro, pero me gusta imaginar que está allí. Aunque mejor sería imaginármelo a él, durmiendo a mi lado. No necesito demasiada concentración. Jamás lo he visto dormir, pero me gusta elaborarme una imagen mental de sus ojos cerrados, esa expresión mortuoria abandonada en los designios de la inmaterialidad, para luego despertar del letargo, esas maravillosas pestañas abriéndose, parpadeando, y visualizándome a mí mismo en sus pupilas, con mi cabello revuelto y formando un colchón desenfrenado de hebras negras. Me tranquilizo comparándome con la etapa clásica de los Echo & The Bunnymen, mientras él me sonríe con la sonrisa de la Rana René, la que absurdamente acostumbramos llamar "sonrisa estúpida".
- Buenos días, amor -me dice, restregándose las lagañas y luchando por no me perderse ni un segundo de mi reacción.
¿Lo beso o no lo beso? Siento en carne propia la amenaza del aliento mañanero, el hedor cargado de los jugos gástricos a disposición de la cavidad bucal. No obstante, al juntar los labios, sólo siento el sabor a fresa que sentí la primera vez que lo besé, y sigo sintiendo a pesar de haber sido besado millones de veces en el pasado, como dice aquella canción de Annie Lennox, y lo seguiré sintiendo mientras permanezca atado al yugo invisible que me aferra inexorablemente a él.
La fresa se extingue, la imágen se disipa. Ante mis ojos queda únicamente el nudo de sábanas arrugadas y la lámpara de noche que parece contemplarme con sorna. No, no está. Nunca ha estado. Me rasco violetamente el cuero cabelludo, abandonándome en un largo y sonoro bostezo, abriendo la boca de par en par para tragarme el mundo entero hasta encontrarlo y obligarlo a pasar una noche conmigo.
- No puedo. - ¿Por qué no puedes? -ruego, con mucha ansiedad y poca paciencia. - Porque en mi casa me harían un lío horrible, y no quiero tener problemas.
Pienso en dicha conversación a la vez que cogo el teléfono. Las 7:15 de la mañana. Joder, qué temprano me he levantado, ya no me hace falta programar la alarma. Me levanto. Camino descalzo por el suelo de parquet, sin lustrar hace quince días, y el polvo y las motas se funden con las plantas de mis pies, pero no me importa porque entraré a la ducha en menos de lo que canta un gallo. Prendo la computadora. El silencio de la habitación es invadido por el mecanismo del CPU al activarse, los deliciosos relinches del procesador suenan algo cansados, como diciéndome "¿por qué me prendes tan temprano, coño?". Clickeo el ícono de la conexión a internet. Abro el explorador y tecleo la página de TIM Perú. Eligo la opción de Mensajes de Texto.
Felíz aniversario. Y van 4 meses! Sabes que te amo más que a mi mismo, más que a mi vida, más que a nada, y junto a tí me pienso quedar. - C
Pulso el botón "enviar" y elaboro una expresión conchudísima. Soy el primero en saludarlo. Debo reconocer que me encanta ganarle en estas pequeñas cosas, me encanta que se de cuenta que estoy más al pendiente de él que él de mí. No obstante alejo tales pensamientos, porque de lo que se trata no es de competir, sino de amar, y en eso ya puedo considerarme un experto. Es curioso cuando me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Llamaba vida a mi deambular de zombie. Hace ya cuatro meses que estoy vivo. Y me encanta vivir. |
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