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Temperatura corporal
viernes, julio 29, 2005 |
Aprovechando la improductividad de unas Fiestas Patrias nuevamente sin poner un pie en la calle y disfrutando de la laxitud del fiel colchón amigo, me aboqué al visionado de un clásico que permanecía adormecido en mi memoria. A falta de novio (amén de unos padres sobreprotectores), bueno es el cine francés, tan bueno como el pan, así sea producto del happening que a medidados de los ochenta obligó a los productores a apuntar sus derroteros hacia tramas abundantes de sudores y protuberancias cárnicas.
Además, ¿quién no ha visto Betty Blue? Tienen que verla. Recuerdo una lejana emisión televisiva en el año 94, vía Canal 13, y la única razón por la que decidí verla fue porque la promocionaron como la obra cumbre del erotismo. Huevadas. Para mí es y seguirá siendo una obra maestra sobre la soledad y el amor sin barrera. Gracias a que conseguí el DVD pirata en Blue Dust (léase Polvos Azules, así le dice Funky), hoy fue el día perfecto para reencontrarme con la magia. Ya desde los tiempos en la universidad, nos escapábamos a verla en la Filmoteca cada vez que la programaban, porque vamos, es imprescindible verla en el cine.
Tengo muchas, demasiadas razones para ser como Zorg, el personaje que interpreta Jean-Hughes Anglade: escritor frustrado, enamorado de alguien casi una década menor que él y encima ortodoxo a la hora de afrontar los problemas cotidianos. Las editoriales rechazan sus manuscritos. Betty lo vuelve loco con las tetas y el coño. Él no deja de meterle mano cada vez que puede y decirle "el mundo no está diseñado para que yo pueda vivir en él". Nunca una frase definió con tal perfección mi apreciación del universo. Por su parte, la francesita Beatrice Dalle, es capaz de ser la mujer más obcena al sonreír con esa boca dientona y cargada de lujuria.
O sea que me pasé el día entero en pijama viendo cómo la pobre Betty se vuelve loca, envuelta entre el misticismo de la fotografía perfecta de tonos pastel y la pieza cándida de la partitura original de Gabriel Yared. Siempre tuve la duda de si esa tímido acorde del piano pertenece a Yared o a algún compositor clásico. El DVD en cuestión es una versión integral y trae una hora más de metraje, es decir, casi TRES HORAS de subyugante poesía fílmica.
Y claro, finalmente pude entender por qué el título original de Betty Blue, en francés, es 37,2º Le Matin. Al principio solía identificarlo con la resolana de los cuerpos desnudos al amanecer, bajo los asfixiantes rayos del sol de los bungalows en la costa de la riviera francesa. Después lo confundí con el vaivén de los vestiditos de Betty, que guardaba dentro tanto fuego como el mismísimo infierno. Finalmente, concluyo que se refiere a la naturaleza humana. La temperatura corporal del cuerpo rondea los 38º, y como es una película sobre la pasión y el desenfreno, entonces di en el centro de la diana. O al menos eso quiero creer.
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