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Mi novio me pone más que el porno
viernes, octubre 07, 2005 |
Nos encontrábamos sacando provecho de nuestros cuerpos. A veces cuando descubro su pequeña anatomía agazapándose sobre mi peso, me pregunto en qué momento afloraron mis tendencias pedófilas. No sabría si llamarlo pedofilia, pero el que menos nos mandaría a la cárcel si nos viera. Acostarse con un chico de dieciocho años que parece de trece es la fantasía de la mayoría de señores que rondan los cincuenta. Y qué decir de los señores que desean acostarse con sus hijos. Siempre me apasionó el tema.
El caso es que el deseo sexual entre él y yo no se ha amainado en lo más mínimo: siempre encontramos vías que contribuyen a enriquecer la experiencia. Una vez fueron los videos caseros, otra vez fue la ducha. La última vez fue en la silla del cuarto donde está la computadora. No se lo comenté nunca pero mi fantasía irrealizable es forzarlo a hacer el amor contra la pared mientras tiene puesto su uniforme escolar. Después de todo, no hace mucho que acabó el colegio, o sea que aún debe tener guardado alguno en casa. Sin embargo, estas fantasías merecen ser exploradas a fondo en un próximo post.
Lo que sí es de este, es cuando él se atrevió a preguntarme antes de venirnos:
- ¿Y si nos venimos viendo una porno? - ¿Para qué quieres ver una porno? - No sé... para probar. - No sé si tenga pornos.
Mentí porque me ofuscó su atrevimiento. Si tu novio prefiere masturbarse viendo una porno en vez de venirse adentro tuyo es sinónimo de problemas.
- ¿Qué pasa, ya no te atraigo? ¿Es eso? - Ay, ¿cómo crees? Sólo quiero ver qué tal. - Es que, es que... - Hazlo por mí, ¿sí? - Okay.
Me puso su cara de niño de Somalia y me fue imposible dar mi brazo a torcer.
- No tengo pornos. - No seas mentiroso, tú eres el rey del porno. Hasta sé dónde las guardas. - Bueno, bueno, acá hay una. - ¿Y a qué esperas? Ponla.
Le puse una de las últimas que bajé de internet para quemar en VCD, curiosamente una de las que más me habían gustado. Sospeché que también le agradaría, dada nuestra mutua admiración por los hombres velludos. Se trataba de Hair Klub For Men Only, esteralizada por Brett Williams, mi actor preferido.
En otros tiempos, el espectáculo de ver a Brett Williams enfundado en un chaleco de cuero negro exhibiendo su híper peludo pecho ocasionaba cuantiosos deseos cárnicos en mi subconsciente. No obstante, algo andaba mal. Mi pene, de estar a punto de explotar por la fricción del coito inconcluso, se sumergió en una flacidez que ni una grúa era capaz de levantar.
Mi novio por su parte estaba felíz de la vida. No tuve que esperar mucho rato para verlo eyacular, luego de lo cual apagué el televisor.
- ¿Contento? - Tú no te has venido. - Qué buena capacidad de percepción tienes. - Pon la película de nuevo para que te vengas. - No me hace falta. No la necesito. - ... - Tócame por favor. Ven aquí.
Bastó que rozara su piel con la mía para que mi virilidad recuperase su fortaleza, y tras algunos roces pude terminar finalmente en su entrepierna.
Es curioso, pero ese mismo día guardé en una caja de cartón toda la pornografía que había venido recolectando desde que tengo uso de razón, y allí se quedara, confinada ante el recuerdo de una etapa de sudores mezquinos. Creo que ya no la voy a necesitar jamás. |
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