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Un regalo inesperado
sábado, octubre 02, 2004 |
Tal parece que entre otros muchos dones, también poseo dotes de clarividencia. Ayer estaba haciendo hígado por el rechazo de Gianfranco (quien ni siquiera me ha llamado hasta la fecha) que mi cuerpo me pedía urgentemente contacto sexual. No sé por qué, pero sentía algo extraño en mi interior, como una especie de dejadez mezclada con frustración. Nunca me han caído bien los rechazos, y sobretodo cuando han sido tantos... Cogí mi guitarra y me puse a improvisar unas cuantas canciones que aprendí a medias en las clases que aún sigo llevando. Mi inexperiencia para sacarle melodías al instrumento me molestó aún más, y volví a la PC para ingresar de frente al canal Perú del Gay.com, algo que no hacía desde un par de meses atrás.
De arranque vi la foto de un tipo que parecía extranjero. Blanco, pelo rubio... aparentaba ser mayor, pero como su mirada reflejaba una "soledad" parecida a la mía, le abrí ventana. Aquél fue el contacto más apresurado de mi vida. Me contó que era extranjero de paso en Lima, que estaba en una cabina de Miraflores, que se alojaba en el Hotel Las Américas y que si gustaba que me diera una vuelta al cuarto 675 para visitarlo. Y me lo dijo tan de carrerilla que me excitó, y le dije que estaría ahí en media hora. Felizmente ya estaba vestidito, de modo que me lavé la cara, me retoqué el cabello, me puse mis All Star púrpuras y una casaca de jean desteñida (quería ir de punky) y salí disparado a tomar un taxi. Para mi suerte, ni bien salgo a la avenida encuentro un taxista que me cobró 10 soles por ir desde La Planicie hasta el Ovalo de Miraflores.
Ya en el trayecto me preguntaba si no estaba soñando. Todo había sido tan rápido, sólo tenía su teléfono pero ni siquiera sabía su nombre. OH MY GOD! Para rematar la "buena suerte" eran las 3 de la tarde y la Javier Prado estaba tan despejada que llegué en 20 minutos. Le agradecí al taxista y, un poco nervioso, me bajé en Diagonal con Schell, me dirigí a un teléfono público y marqué el teléfono del extranjero el cuestión. Me contestó algo sorprendido y lanzó una carcajada de felicidad (creo yo) al saber que había acudido tan velozmente a su llamado, y a continuación me dijo que me esperaría en la puerta del hotel. Bajé por la Calle de las Pizzas tomándome todo el tiempo del mundo (por más osado que me haya vuelto aquello me sobreexcitó demasiado y el nerviosismo hacía que el corazón se me cuasi saliera por la boca), y cuando llegué vi un ser extremadamente blanco y rellenito, en short y sandalias, que me miraba con lujuriosa impavidez desde sus ojillos turqueza.
Estaba tan turbado que lo saludé sin mirarlo a los ojos, me condujo hacia el ascensor dorado y lujosísimo, cerró la puerta y marcó el piso 6. Empezamos a subir y lo miré por primera vez. Era gordito, sí, pero la abundancia de carnes me causó curiosidad mezclada con morbo. El tipo era lindo, sus ojillos traviesos me examinaban con picardía mientras salíamos del ascensor y me conducía hacia su habitación por los pasillos inmaculados de alfombras persas. Ni bien entramos al cuarto ejecutivo y con una cama king size de sábanas Ralph Lauren, se quitó las sandialas y anduvo descalzo. Me di cuenta que sólo era barrigón, porque sus piernas velludas y formadas hacían un bello espectáculo en conjunción con sus pies. Me que quedé mirando sus pies. Nunca me había fijado en esta parte del cuerpo, pero eran unos pies tan bonitos y sobretodo BLANCOS, blanquísimos, que llamaban la atención.
Nos sentamos a conversar en la salita frente al bar (aquél cuarto era pequeño pero a la vez espacioso y muy bien amoblado). El gringo se sorprendió de mi fluído inglés y terminamos hablando de todo, de política, de geografía y hasta de meteorología. Tenía ganas de saltarle encima pero fui prudente, hasta que él dijo que le gustaba el tono de mi piel. Fue allí cuando recordé que no sabía ni su nombre. Alexander. Xander para los amigos (oh no! así se llamaba mi amor platónico en "Buffy"). También dijo que el inglés no era su idioma materno, sino el húngaro. Dios santo un europeo! Lo miré con intriga y le dije:
Cyan: So you like the tone of my skin... huh?
Xander: Yeah, very much, actually.
Cyan: (coqueto) Oh... so... what's else do you like about me?
Xander: Well, let's see, um... your eyes, your teeth, your beautiful smile... pretty much everything, you seem to have a terrific bone structure...
Cyan: (confundido) ¿?
Xander: Oh, nevermind, I suck at compliments...
Cyan: It's OK, i was afraid you didn't like me...
Xander: I do like you
Cyan: (harto) Then... COME HERE!!!
Como por un rayo, se sentó junto a mí y me abrazó. Fue como el abrazo del oso. Casi pierdo el aire. Pero me gustó. Busqué sus labios, y mientras lo besaba con ternura, me di cuenta que sus ojos eran extraordinariamente bellos. Acaricié su cabello rubio. Se lo dije: "I like you... A LOT". Pero no me respondió nada. Maldición, siempre cometo el error de entregarme demasiado. Pero lo seguí besando y nos echamos en el sillón. Yo acaricié sus piernas, sus pies... eran tan suaves! Su piel parecía la de un bebé. Sentí que ya estaba duro, froté mi erección con la suya y procedí a desabrocharle la camisa. No era velludo. Se lo dije. Me contó que se afeitaba. PUTA MADRE. Eso es un crímen. No hay nada más masculino que el pecho velludo de un hombre. También se lo dije. Pero no me importó más porque sus tetillas rosadas ya estaban erizadas. Las lamí y empezé a succionarlas, como buscando leche materna. Empezó a gemir y convulsionar. Mi lengua subió a su cuello y empecé a mordisquearlo. Él me dijo: "If you leave marks on me, i'll leave them on you too". No importa, pensé, yo soy el embajador internacionar del placer y en nombre de todos los peruanos marcaré tu cuerpo con mis labios, porque éstas serán heridas de guerra, que deberás llevar con orgullo en nombre del sexo entre hombres.
Xander me abrazó, me cargó (tenía una fuerza descomunal) y me llevó a la cama. Se rió cuando vio mi jean y yo quise morirme. A la altura del cierre, había una gran mancha húmeda. Por Dios! eso nunca me había pasado. Estaba tan mojado, mojadísimo, que mi líquido pre-seminal había roto las barreras de mi ropa interior y había manchado mi jean. Me bajó el pantalón y notó que mi calzoncillo también estaba mojado, tanto que uno podía exprimirlo. Empezó a lamer mi pene por encima de la truza... ¡qué placer! Luego empezó a succionar. Lo hacía tan bien que estuve a punto de venirme. Pero aún tuvimos tiempo para desnudarnos, abrazarnos, y jugar con nuestros cuerpos. Su piel era tan suave, demasiado, que lo tocaba de pies a cabeza. Nos lamíamos tanto, como perros en celo, que nuestros cuerpos estaban húmedos de saliva y de sudor. Xander habló:
Xander: So...?
Cyan: So what?
Xander: You wanna fuck me?
Cyan: (Dios, olvidé preguntarle su opción, pero sí, quería penetrarlo) Um... sure! But... how much time do we have?
Xander: (mirando su reloj) 15 minutes...
Cyan: Damn it. How about we just cum now and save the anal contact for later?
Xander: Yeah, OK.
Era cierto, no me gustaba apresurar las cosas, y si le iba a hacer el amor a alguien me gustaría que fuese poco a poco y no a lo loco. Me masturbó y me vine en su pecho. Luego él hizo lo propio y eyaculó en mi estómago. Después entró a la ducha rápidamente mientras yo me aseaba en el lavatorio del baño. Una vez listos para salir, me dijo que le encantaría verme de nuevo, pero que partiría de viaje a Nazca y que regresaría el domingo en la noche. Le dije que ya tenía mi teléfono y que me llamara cuando quisiera.
Al salir, caminé por la Avenida Larco y me sentí puto. Pero una extraña alegría me invadía el corazón. Porque ahí, estando en la cama con él, me dejó de gustar y pensé en Pertur. Tuve que pensar que estaba con Pertur para eyacular encima de Xander. Y no es que no me guste, sino que Pertur me obliga a desviar mis sentimientos. Estoy enamorado, no puedo evitarlo. Si Xander decide llamarme, que lo haga, pero no le haré el amor, no lo penetraré, porque esperaré a hacerlo con Pertur. Y es a él a quien realmente quiero penetrar.
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