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Denwa
lunes, enero 24, 2005 |
Acabo de perder el sueño para siempre. Mi cuerpo está agotado, pero soy incapaz de sobrevivir al universo de la inconciencia. Tan solo me limito a cerrar los ojos y abandonarme a un mar de pensamientos, temeroso de perder la memoria, como ocurrió con la peste del insomnio en "Cien Años de Soledad". En mi caso, no puedo concebir un mejor remedio que un beso de Rodrigo, sintiendo su aliento en mí, semejante a una version contranatura de "La Bella Durmiente", pues mi príncipe azul sellará mis labios no para despertarme, sino para poder conciliar el sueño y finalmente poder dormir, y si se puede, a su lado.
Conseguí batallar contras mis deseos de llamarlo y gané la guerra, al menos, a medias. No pude sacarlo de mi mente por un sólo instante, por más que traté. Sin embargo, logré la hazaña de no llamarlo, al menos no durante el día de ayer. Pasar un domingo a la deriva, como un náufrago, confundiendo el aletargamiento con el aburrimiento, que se conjugan y se magnifican a la milésima potencia, es lo más horrible que le puede suceder a un alma al filo del abismo. Si de algo me puedo sentir orgulloso es por no haberlo llamado. Pero no me siento orgulloso ni mucho menos triunfante: no lo llamé, pero a cambio, no dejé de pensar ni un sólo minuto en él.
Casi al mediodía quise competir con el "amigo" de Rodrigo, aquél que le manda mensajes al celular, similares a misivas de telenovela a lo Corín Tellado y que consiguen aflorar su ansiedad. ¿Conseguiría YO poner a Rodrigo exactamente en el mismo trance si le mando un mensaje igualmente arrollador al celular? Nada perdía con intentarlo, y así, por lo menos, se enteraría que lo tengo siempre presente. Aún a riesgo de estar enviando un mensaje al vacío, pues Rodrigo, como tuvo a bien en confiarme, no acostumbra a responder jamás ningún mensaje.
El primer mensaje se lo envié a las 1:45 pm, y para no sonar tan desesperado, me inventé una situación bastante normal:
"Estoy regresando a mi casa, estuve de compras por el Jockey y pasé por el lugar donde nos conocimos. Me senté en las escaleras y pensé en tí. - Cyan".
Breve y conciso, y sin terceras interpretaciones. Por supuesto que esperé en vano una respuesta o una llamada, y tuve que luchar, ahora sí, para no mandarle otro mensaje. A las 9 de la noche tome una doble dosis de Diazepam y conseguí dormir hasta las 6:03 am de hoy, pero para no despertarlo, tuve que esperar hasta las 9:12 am para mandarle un segundo mensaje, mucho más pisado:
"Buenos dias, alegría. Qué lindo día, no? Sabías que aún no veo el reflejo de tus ojos a la luz del sol? - Cyan".
Era cierto, hasta la fecha, en las dos veces que lo he visto, sólo he podido contemplar el resplandor de su mirada a la luz de la luna. Me pregunto cómo se verá Rodrigo de día, y sólo existe una conclusión: apuesto a que de día se ve mucho más guapo. Por eso creo que será mejor seguir viéndolo de noche, si es que puedo seguir viéndolo, porque si no... no sé qué voy a hacer.
Son casi las 12 del mediodía y ya han transcurrido oficialmente 36 horas sin llamarlo y sn saber nada de él. Me parece un plazo considerable, y aparte me resulta imposible esperar más. No puedo esperar más. Le diré, haciéndome el interesante, que mi fin de semana estuvo divertídisimo y, como quien no quiere la cosa, le propondré vernos hoy en la noche. ¿Aceptará? ¿O tendrá OTRA cita con su OTRO amigo? Imposible esperar más: lo llamaré inmediatamente.
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