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Billy The Kid
miércoles, marzo 23, 2005 |
Una fan enamorada Es una lágrima besando una sonrisa Es la que llena, su pared con fotos tuyas Es la que vive como tú, de la poesía...
Hace un par de meses, aproximadamente, recibí un e-mail de lo más pintoresco. Tampoco es ninguna novedad, siempre consideré saludable el feedback entre mis admiradores y yo, aunque el precio de la fama y las decenas de e-mails que recibo al día me hacen cuasi imposible la tarea de poder responderles a todos. Sin embargo, la sinceridad de este e-mail en particular me llamó la atención. Provenía de un tal Billy, quien como muchos, se consideraba a sí mismo fan de este humilde blog. El que menos, puede pensar a estas alturas: bueno, un fan más, un fan menos. No le hice mucho caso. Los 17 años que decía tener no lo calificaban como un posible amante a tener en cuenta. Una tarde de angustia, tras gastar muchas cajas de kleenex, me hice la promesa de prescindir de los chicos del rango de edad comprendido entre los 16 y los 19. No quería volver a enamorarme de otro Pertur u otro Pendex, cuando las reglas del juego y del hombre perfecto habían sido establecidas en miras de un hombre maduro. El diablo sabe más por viejo que por diablo.
Qué equivocado estaba. El mismo Billy se encargó de desmitificar la tésis de la inmadurez en los jóvenes de 17 para abajo. Tras largas sesiones de chat vía MSN, las semejanzas entre ambos me me estaban dando miedo, como en un capítulo de Twin Peaks, temeroso de encontrar mi mitad oscura. Para empezar, nuestros dos apellidos, paterno y materno, son fonéticamente similares y empiezan con la misma letra. Segundo, los dos usamos anteojos de carey negros, casi del mismo modelo. Tercero, un largo etcétera: el pop, Paris Hilton, el thrash, David Lynch, Mulholland Drive, el vintage, el cine de serie B, Bibi Gaytán, Garbage, Clueless y Alicia Silverstone son sólo palabras que nuestros imaginarios poseen en común. Cuando Billy me soltó el aliciasilverstoniano vocablo "As if!", sentí un escalofrío ante la posibilidad de encontrarme con un clon mío casi 8 años menor, o en todo caso, haberme metido en una máquina del tiempo para acabar chateando con mi alter ego adolescente.
Aquél día ingerí un par extra de tranquilizantes. ¿Me estoy volviendo loco? ¿El tal Billy en verdad existe o estoy sufriendo de un desdoblamiento de personalidad? ¿Acaso padezco del síndrome Betty / Diane? ¿Será Billy físicamente igual a mí pero con el cabello rubio, como en Lost Highway? No, no me estaba volviendo loco: Billy existía, porque un día conseguí verlo por webcam, aunque los trucos de la mente son siempre bizarros. Maldición, ¿por qué somos tan parecidos? ¿Por qué no podía ser de mi edad para invitarlo a salir?
Y es que el amor (¡amor!) No tiene edad... Lo mejor (¡lo mejor!) Es decir (¡es decir!) La verdad...
Radio Ritmo Romántica me ametrallaba con aquella canción ochentera de Jairzinho y Simony, la cual salía por los parlantes de la combi que me conduciría al encuentro con Billy. Consideré que ya era tiempo suficiente para averiguar qué pasaba. Después de todo, si no pasaba nada, siempre quedaba la esperanza de que Billy fuese tan buen amigo como ya lo era virtualmente.
-¿Cyan? -¿Ah? -¡Soy yo! -¿Adónde? ¿Quién me habla? -¡Hey, acá abajo!
Quería ponerme a llorar ante la sensación de haberme vuelto loco. Estaba escuchando voces del más allá, que venían desde el suelo. ¿Sería acaso esa pareja de viejecitos que aterrorizan a Naomi Watts hacia el final de Mulholland Drive? Cuando dirigí la vista hacia abajo, divisé a un ser de baja estatura, con anteojos, parecía un ratoncito encantador, salido de un libro de cuentos. La fragilidad de su cuerpo ultra delgado me hicieron temerme lo peor: en cualquier momento podría venir una ráfaga de fuerte viento y llevárselo del suelo, levantándolo en peso.
Era Billy. Oh my God. Oh DEAR God. Su estatura, sus facciones, sus anteojos, su ropa... parecía estarme viendo a mí mismo, 8 años atrás. Cuando hicimos las presentaciones del caso y empezamos a caminar juntos, me acordé de la película Austin Powers, yo era el Dr. Evil y él, Mini-Me. Sonreí con picardía. La sonrisa se disolvió luego de que Billy empezó la plática. Su voz y su manera de hilvanar las palabras lo hacían sonar como un señor de 40 años. Al cabo de casi 2 horas de conversación, llegué a una conclusión que me movió el piso: Billy era mucho más maduro que yo. Su manera fría de ver las cosas y los consejos que me dio a propósito de mi desastroza vida amorosa me hicieron pensar que, efectivamente, mi vida es patética: heme aquí recibiendo los sabios consejos de un chico menor que yo, que ha vivido menos que yo pero que tiene el cerebro y los huevos que me faltan a mí para poder vivir con tranquilidad.
A la tercera hora, tras un par de gaseosas con harto hielo, estaba fascinado por él. Físicamente no era mi tipo, pero había algo especial. Sentadito así como estaba, sobre la silla del restaurante, se parecía a un muñeco de ventrílocuo. Era tan pequeñito y tan dulce. Como decía Ivonne Frayssinet en su monólogo sobre Manuelita Sáenz: era tan chiquito y precioso que provocaba alzarlo en brazos y darle el pecho.
Obviamente, el pecho no le iba a dar, pero allí, mirándolo a los ojos, me provocó darle un beso. Luego descarté la idea. ¡Dios mío, aquello era un crímen! ¡Es un menor de edad, puedo irme a la cárcel! Pero un beso... es puro e inocente. En el instante en que iba a proponérselo, Billy me miró con tanta indiferencia que opté por echarme para atrás. Después de todo, yo era el mayor y el más experimentado, el niño podría pensar que estoy aprovechándome de la situación.
Regresamos a caminar por la avenida. Yo iba cabizbajo y con las manos en los bolsillos. Billy, llegándome casi a la altura de los hombros, me dijo: "oye, ¡dime algo". Le respondí que estaba cansado y que mejor me iba retirando. Billy dijo que no había problema, que él se quedaría un rato más caminando, pero se despidió de mí con un gesto enigmático. En el camino de regreso a casa, lo dejé, pensativo, sobre la acera. ¿La había cagado? ¿Billy esperaba que tomase la iniciativa de algo más? ¿Esperaba acaso que le hiciera una propuesta indecente? Por su manera de actuar, creo estar equivocándome. Si él no es mi tipo, quizás yo tampoco sea el suyo. Sin embargo, la pasé bien. A estas alturas me resulta imposible creer que Billy sea un fan enamorado. Ojalá no lo sea: por primera vez en mi vida, no sabría qué hacer. |
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