El Valle de las Muñecas II
lunes, marzo 28, 2005

No podía dormir. Tampoco quise tomar somníferos, porque si no iba a dormir, al menos deseaba meditar un poco lo que acababa de suceder. Tenía que tomar una decisión. Las palabras que Billy me escribió por el MSN aún destellaban en mi córnea, como rezagos de fuegos artificiales.

"Si quieres a Pertur, yo se dónde está, te ayudaré a buscarlo, será mi regalo para tí".

Algo estaba mal en la cabeza de este chico. ¿Un regalo? ¿Me iba a regalar algo a cambio de rechazar sus sentimientos? ¿Billy me ofrecía a Pertur en bandeja como "premio" por haberle dado una negativa? Era muy improbable, sobretodo porque a Billy no le había dicho todavía que no. Es cierto, no es mi tipo, pero hay algo en él, difícil de descifrar, que llama poderosamente mi atención. No en vano, cuando salimos por primera vez, me dieron ganas de besarlo, pero no porque quisiera llevármelo a la cama, sino porque me intrigaba la manera cómo podría besar un chico tan encantador (y pequeñito) como él. Obviamente, nunca llegué a insinuarle una sesión de besuqueo, porque tal vez, a su corta edad, podría darle una impresión equivocada o alimentar sus esperanzas. ¡Qué iluso! Aquí el experimentado era él, no yo. Además, Billy había conocido a Pertur, el mutuo dolor por no poder tener a nuestros respectivos amores nos vinculaba como un lazo irrompible, una tragedia en común nos hermanaba. Un argumento perfecto para una película de Almodóvar (¿mencioné que a él también le chifla Almodóvar?)

"Cyan, yo no soy tu tipo, pero el tal Pertur sí que lo es, aunque por lo que vi, dudo que sea gay, lo suyo es más un geek de biblioteca."

Todo muy cierto, pues la mayoría que lee el blog tiene la idea errónea de que Pertur es el último semental del calendario de Cosmopolitan, cuando en realidad es un muchacho espigado, pálido, extremadamente delgado, de mirada triste y aura angélica. Al menos podía respirar tranquilo, pues no había competencia: a Billy le gustaba yo, no Pertur. Inclusive, dudo que a alguien más le guste Pertur en este mundo. También tenía mucha razón en decir que cabía la posibilidad de que Pertur no fuese gay, es por eso que me preguntaba si realmente querría yo ver a Pertur después de todos estos meses de amarlo en silencio, de preservar la incertidumbre, de (cuasi) erradicarlo de mi vida. ¿Valdría la pena ver a Pertur, con todo lo que eso conlleva, después de 5 meses de no saber nada de él, desde la última vez que lo ví, aquella calurosa mañana de Octubre, enfundado en sus jeans raídos y en su infaltable polo Tommy Hilfiger que sacaba a relucir sus largos y huesudos brazos?

"Vamos, te acompaño a la PUCP y te señalo exactamente dónde está Pertur".

No le dije ni sí, ni no. Sólo cerré la diatriba en un amable "Veremos...", que terminó por sembrarle la duda. Billy se acababa de rebelar como un ser estelar, como una persona absolutamente maravillosa, sabedora de su cruel destino y aún así dispuesto a sacrificarlo todo por un amor que no le corresponde, o sea yo. Parecía una novela de Jacqueline Sussan. Siempre me identifiqué con Anne Wells, mi personaje de ficción favorito de todos los tiempos, en El Valle de las Muñecas, pero en éste caso yo había pasado a ser Lyon Burke, y Billy quedaba como Anne Wells. ¿Querría yo inflingirle un cruel destino al pobre Billy? ¿Podría llegar yo a ser un Lyon Burke, es decir, un tirano (pero muy dandy)? No podría, ni en un millón de años. Billy, al igual que yo, buscaba felicidad. No obstante, los objetos de nuestros afectos eran muy distintos.

"Tampoco quisiera que estés conmigo por pena. Eres libre de hacer lo que gustes. Yo siempre te voy a querer igual y en mí tendrás siempre al amigo con el que podrás contar para todo, seremos amigos como ya lo veníamos siendo".

Me había sacado las palabras de la boca. Me conmovió. Me puse a llorar. Según él, también estaba llorando, pero en su momento no le creí. Me odié a mí mismo por no poder satisfacerlo, por estar muy cerca a destruirle el corazón. Pero ¿podría? Billy nunca llegó a rogarme, ni insitistirme. Sencillamente, deslizó sus palabras con cordura y dio por finalizada la conversación no sin antes hacerme una petición para vernos al día siguiente y poder aclarar todo el rollo melodramático y poner los puntos sobre las íes, petición que por supuesto, acepté gustozo, yo también deseaba tener un poco de claridad en medio de la maraña mental que había ocasionado la declaración de Billy.

Me revolví sobre las sábanas, restregándome los ojos. El reloj indicaba las 3 de la mañana, y tras tener la cabeza fría, llegué a una triste decisión. "Tampoco quisiera que estés conmigo por pena...". Billy era un chico excepcional, merecía a alguien que lo colme de cariño, de amor, de sentimientos que yo no podía darle. Sí, por patético que suene, él se merecía a alguien mejor que yo. Exactamente. No podía estar con Billy, aquello sería complicarme demasiado la vida. Y se lo diría al día siguiente.

Posteado por Cyan a las 3:13 p. m.
 
.