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La craine
viernes, agosto 26, 2005 |
A veces me despierto con un miedo terrible. Miedo a no se qué. Injustificado, quizás, porque nunca he sido, digamos, una persona emocionalmente estable. Eso no es ninguna novedad. El dar un gran paso por primera vez significa dejar a trás toda una vida, un ramillete de experiencias que se coleccionan en el subconsciente y suelen aflorar en aquellos momentos en que, a solas, los recordamos a golpe de nostalgia y hasta con cierta masturbación o placer. ¿Ganas de sufrir? Quizás, pero lo mío ya no es autoflagelación como antes.
Es el miedo al futuro. Cuando pasada la medianoche me es imposible conciliar el sueño y la masa encefálica se ensaña con pensamientos apocalípticos, del tipo ¿qué pasará de acá a diez años? ¿adónde me veo a los 40? ¿llegaré a ser todo aquello que alguna vez soñé tras harto derroche de imaginarios? Me remuevo entre las sábanas y siento la náusea en la boca del estómago, como las mujeres embarazadas que sólo dan a luz y listo, se acabó el asunto. Lo único que yo conseguiré alumbrar será una gama de incertidumbres y dudas, muchas dudas.
La vez pasada Funky se molestó conmigo porque desprecié sin miramientos un platillo que me había preparado especialmente para que no me muriera de hambre, y porque no estaba dispuesto a comerme la causa con palta (destesto la palta) que habían hecho de almuerzo en su casa. "No se cómo te aguanta Billy", me dijo a continuación. Nunca me puse a pensar sobre el asunto, o quizás lo veía desde otra perspectiva. Billy. Sí, ese chico me quiere. Me quiere de verdad. Querer a veces significa también aguantar. Creo que él me aguanta demasiadas cosas que inclusive yo no estoy dispuesto a tolerar. Y me molesto y la cago por molestarme, y aún así él tiene la dignidad de mirarme con esa mirada infinita de cielo. Me mira y se me acaba el mundo. Todo explota. Tan sólo musita un tímido "No me odies". Definitivamente, ese chico, de ser otro, se hubiera largado sin pensárselo dos veces. Qué suerte tienen algunas.
Chico mimado vivirá solo por primera vez. Chico incapaz de hacer la limpieza. Chico incapaz de valerse por sí mismo, o hacer prevalecer sus derechos o siquiera reclamar la cosa más mínima sin dejar de sentir vergüenza. ¿Vergüenza por qué? ¿No que eras superior al resto? ¿No que te cagas en la leche? ¿No que te encanta cholear a medio mundo? Chico incapaz de arreglar su cuarto, de cocinar, de lavar su ropa o siquiera plancharla. Chico que sólo sirve para sentarse a trabajar, para escribir unas cuantas sandeces, para ver películas en DVD que una amiga le saca gratis de la mediateca de la Alianza Francesa. Chico que sólo sirve para quejarse y llorar, llorar bastante. Pero que así como llora, ama. Es que amo hasta con los huevos.
Tener los pies puestos sobre la tierra. Todos y cada uno de los que me han visto llorar, han cerrado su itinerario de consejos y reflexiones con esa manoseada fracesilla. Déjenme ser, pues. Déjenme seguir siendo el hijito de mamá que hasta la fecha le da miedo aprender a conducir un auto. Déjenme seguir llorando por todo, hasta por la mosca que no he podido matar mientras escribo estas líneas. Déjenme ilusionarme, seguir siendo la princesa del castillo, la reina de los superificial, la especialista en burlarse de los demás. No soy el único ser sobre la tierra que debe ser crucificado por escribir tanta chorrada.
Y a veces me jode tener la razón y no darme cuenta. Billy tiene razón y es casi una década menor que yo. Es más maduro que yo. Una vez me dijo que se había cansado de sobrellevar la relación, de ser fuerte por los dos. Tiene todo el derecho. Ana Conda tiene otra percepción. Dice que el amor no lo escoge a uno. Que uno escoje a quién amar. Y si él escogió amarme a mí pues entonces me dejo de falacias. Siento que he madurado de golpe. Pero no, no se hagan ilusiones. Seguiré escribiendo estos posts folletinezcos. La procesión va por dentro. La mano que mece la cuna. Corín Tellado nunca podrá ser Djüna Barnes. Quizá Dorothy Parker, pero nunca Virginia Woolf. Cyan es Cyan. Y ahora se va a dormir. |
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