Todo sobre la Roth
jueves, agosto 11, 2005

Este año quise cobrarme la revancha. Por eso, ni bien anunciaron la presencia de Cecilia Roth en el Festival Latinoamericano de Cine, no me dormiría en mis laureles, sino que ejercería las ventajas mi bien ganado sitial de redactor de la revista "Erecciones Generales", y a como diese lugar tenía que hacerme con el codiciado pase de prensa. El año pasado me agarró el muermo y no pude ver a Marisa Paredes. Ahora dirigí mis derroteros hacia los mismos organizadores del evento. Sin embargo (y me cago en Dios) fallé.

Se me adelantó Ana Conda. La desgraciada (y va con cariño, eh, Conda) aprovechó su mayor disponibilidad de tiempo y fue calladita a sacar su pase de prensa al enterarse que sólo permitirían el acceso libre a sólo un beneficiado por cada medio. Lo logró, la CONDenada. Más allá de ponerme a insultarla, mi estrategia fue hacerle la patería. Las películas que se mostraban en competencia me importaban un carajo porque para eso está la red, para poder bajarse de todo. O sea que Ana Conda por aquí, Ana Conda por allá (llegué al extremo de llamarla Ana Condita, pero vilipendió mis franelazos) hasta que finalmente conseguí que accediera a acompañarla a la conferencia de prensa de la Roth, camuflado como su "fotógrafo", que de algo tiene que servir la dichosa camarita MiniDV, matadita pero aún en vigente.

La conferencia estaba pactada para las 10:30 am en la Sala Azul, y ahí estuve más puntual que reloj suizo, esperando turno para ingresar entre camarógrafos que estaban en algo y camarógrafos que estaban en nada, críticos de cine, actrices de teatro venidas a menos, docentes universitarios y lo más detestable, chicos que se las daban de cultos cuando en realidad no pasaban de ser un montón de anodinas ovejas.

Ana Conda para variar llegó tarde. Me tragué insultos y putamadreadas porque nos hicieron entrar al toque. La sala estaba casi vacía: todos esperaban a la homenajeada en el lobby. De modo que aprovechamos en vaciar las posaderas en la segunda fila, detrás de un camarógrafo rubio y buenísimo. El aburrimiento dio pie a que terminásemos haciendo una cosa bien cono norte: nos tomamos miles de fotos en mil y una poses. Nos divertíamos imitando a Brian Molko cuando el tumulto de gente y los sonidos de los flashes anunciaron que la rubia actríz haría su ingreso. Secundada por las cámaras, la Roth tomó asiento junto a Edgar Saba, director del Festival, y glamorosa y toda ella nos dirigió un cálido "Hola, buenos días".

Regia la Roth. Divina. Tan rubia y tan carismática y con un par de tetas que dejaron bizcos a los pobres camarógrafos que se pusieron adelante. Yo, con la ayuda de mi vieja MiniDV, registraba embelezado el magno momento. Todas mis dudas se disiparon: pensé que iba a ser alsadita, pero qué va. Su risa es maravillosa. Coño, que si fuera straight la violaba allí mismo. Y repito: ¡qué tetas! La hijaputa no se había puesto sostén y sus pezones asomaban, puntiagudos y curiosos, tras el blanco lienzo de su blusa entreabierta.

Pregúntale algo, imbécil, que la mujer no está ahí por gusto.

Ya, mostro, pásenme el micro. Señorita, ¿el micro? Yo quiero preguntar. Puta madre, qué nervios. Roth: acuérdate bien de esta cara, que conmigo habrás de ganar tu primer Oscar. Yo no miento, hijita.

Cyan: [En el limbo] Em, buenos días, Cecilia.
Cecilia: [Diosa] Buenos días.
Cyan: Mi nombre es Cyan, de la revista "Erecciones Generales".
Cecilia: Encantada.
Cyan: ¿En qué te basas para elegir tus personajes? ¿Qué criterios te demandan aceptar una propuesta o, en todo caso, qué debe contener un guión para llamar tu interés?

Mierda, qué lindo sonó eso. Touché. Cecilia sonríe, musita, responde, vuelve a reír, me mira a los ojos y yo me muero. Resucito para la segunda arremetida.

Cyan: ¿Aceptarías un guión peruano? ¿Estarías dispuesta a trabajar en el Perú?
Cecilia: ¡Por supuesto! Venga, me gustaría mucho.

Roth, estás hecha. Ahora mismo empiezo a escribirte el guión. Pero flashes van, flashes vienen, Alberto Servat, sentado muy cerca a mí, me mira como quien mira una manzana en un árbol inmaculado, y con la mirada le digo sal de acá oye, maricona igualada, que no quiero acabar como tú y encima como el pésimo crítico de cine que eres. Y mejor miro a la Roth que se me va el tren.

Ella, toda tetas, agradece, se coloca sus lentes de sol llenos de glamour, se pone de pie, y sale no sin antes advertinos que el sábado a mediodía responderá más preguntas en un conversatorio dedicado a ella. Sube al ascensor. No te vayas, reina. Pero la reina, algo fastidiada por el séquito de fotógrafos, hace un reverencia e ingresa al ascensor que no conduce a ningún sitio más que arriba. ARRIBA.

Ana Conda corrió detrás de mi. Cinco pisos al hilo. ¿La encontraremos? Allí está. Regia y con el pelo y las tetas intactas, todo bien puestecito. ¡Qué envidia, quiero ser ella! Lo único que me queda es decirle que se tome una foto conmigo para colgarla en mi Hi5. Qué middle class sonó eso, aunque peor es escuchar al tropel de ayayeros y periodistas corriendo, como los naipes persiguiendo a Alicia en el País de las Maravillas. Yo, cual conejo blanco, me aproximo a ella, cámara en mano. No me falles Roth. Los que la cagan son el resto, la atosigan y la obligan a escapar del lugar por la puerta de emergencia. Ah no, hasta su carro yo no corro. Mejor me conformo viendo las miles de fotos que le tomé. ¿En cuál sale mejor? En todas. Nos vemos el sábado, Roth.


Roth diva


Roth strikes the pose


Roth pone

Las fotos son de mi propiedad. No se las bajen pues, no sean atroces.

Posteado por Cyan a las 12:02 a. m.
 
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