|
|
|
|
La dieta del lagarto es un vil engaño
martes, agosto 23, 2005 |
Es atroz cuando tu novio, que normalmente no deja de decirte lo bien que te ves, te empieza a decir barbaridades acerca de tu aumento de peso, y para ello tenga que emplear toda una sarta de chorradas para restarle impacto a las dimensiones del naufragio alimenticio.
- Amor hay que hacer ejercicio -me sugirió un día. - ¿A qué viene esa reflexión tan de repente? -respondí. - A que estamos gordos. - ¿Estamos? - Bueno en tu caso... este... desde que te conozco estás más gordito. - ¿O sea que TENEMOS que hacer ejercicio? - Pero, pero... - ¿Por qué no me dices "estás obeso" mejor y así dejamos de darle vueltas al asunto?
Entonces comencé a atar cabos y me di cuenta de que lo que me dijo era muy cierto. Una cosa es estar gordo y otra muy distinta estar obeso, como lo estoy ahora. Y para colmo de atrocidades, suele ser el comentario general de todo aquél que me ve después de tiempo. El saludo habitualmente cordial es reemplazado por anodinas frases del tipo estás llenito o qué buena guata o Billy va a ser papá. La vez pasada Addy Possa me prestó el DVD de "Lo que el viento se llevó", y más me demoré en asimilar las casi cuatro horas de metraje que en comprender que había dejado de identificarme con Scarlett O'Hara (pues desde mi más tierna infancia tenía el sueño de convertirme en una rica hacendada), sino con Mammy, la sirvienta rechoncha, era la única capaz de poner a Miss O'Hara en su sitio.
Ayer se estableció un nuevo récord. La nueva empleada no tardó ni dos días en marcharse, atormentada por el yugo altivo de mi abuela. El polvo empezaba a acumularse bajo la cama y amenazaba con llenar de moho las revistas porno de mi adolescencia que aún permanecen resguardadas de la vigilancia paterna al lado de envolturas sueltas de Snickers o los zapatos que alguna vez me compré y nunca me puse. Por consiguiente, me ajusté el polo de diario que suelo utilizar para estos menesteres (una camiseta de Importaciones Hiraoka). Como acababa de lavarme el cabello, decidí dejar salir todo el barrio que guardo en las venas y me amarré otra camiseta en la cabeza. Al pasar por el espejo del corredor me puse a llorar al percatarme que sí, que me había convertido en Mammy.
Y en las fotos, ni qué decir. En la reunión de bloggers, inclusive Santos, que antes solía autocalificarse como una vaca, tuvo la sorna de decirme "¡Hola! 'tas gordito, ¿eh?" a lo cual respondí con una sonrisa de resignación completamente falsa. ¿Qué es lo que está pasando con el mundo? Lo único que he hecho desde el mes de marzo es enamorarme y hacer el amor como bestia en celo cada vez que tengo oportunidad (y cada vez que a mi novio le dan permiso de quedarse fuera de casa más de la cuenta). ¿Acaso cuando vivamos juntos estaré condenado a ser un esposo monumental y voluminoso? Para colmo de males no soy velludo, al menos no de la cintura para arriba, porque de serlo podría pasar piola como un daddy bear tipo Alberto Ísola.
Horrorizado ante la posibilidad de ser el blanco de las burlas de todos los que me rodean (ser gordo no es chic ni glamoroso, a menos que seas Divine o Alaska) me puse a peinar la superficie de mi dormitorio, en busca de aquella manoseada dieta que alguna vez me dieron en el Gold's Gym. La encontré. Decía:
- 2 litros de agua al día (10 vasos). - Comer dos frutas distintas, una en la mañana y otra en la noche. - Comer una pequeña ensalada de legumbres, en el almuerzo y en la cena. - Prescidir de junk food.
ME CAGO EN LA LECHE, porque las frutas sólo las ingiero indirectamente, en jugos o en esos helados dizque "de pulpa". Y las ensaladas son el peor vomitivo. Volveré a los ejercicios de abdominales a suelazo limpio. No me queda de otra. O mejor aún, haré como María Callas, la pobre, que la vez pasada vi en E! Entertainment un E! True Hollywood Story dedicado a ella, donde aseguraban que la hijaputa estaba tan obsesionada por su peso (aunque no lo crean, era más bien flaca y sin gracia como pez muerto) que se tragaba huevos de tenia en cantidades abismales, para que luego los gusanos le salieran por los poros de la piel a borbotones cuando tomaba baños de tina con Aristoteles Onassis (claro que no sé lo que es peor, que te salgan tenias de la piel o estar en la tina con Aristoteles Onassis calato). |
|
|
|
|
|
|
|
. |
|
|