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Le mepris
lunes, setiembre 05, 2005 |
Me levanté de buen humor, contra mi costumbre, pues era lunes. Ni siquiera me importó el clima, porque la primavera en Lima parece estar cada día más lejana. Todavía nos priva del calor del mediodía, lo cual es muy atroz porque estamos en las postrimerías del otoño, y ni modo que salga de casa con ropa de invierno (aunque debería). Primero muerto de frío a estar desfasado con la temporada. Habráse visto. Y eso que aún no he revisado el catálogo de JC Penney.
Llegué a la Alianza Francesa tras una carrera en taxi, muchas ganas de conocer a mi profesora nueva y pocas monedas en el bolsillo. Muchas caras desconocidas y ninguna amigable. Mejores caras habían en la sede de Camacho, pero tuve que continuar en Miraflores por la mezquindad de horarios, y carencia de alumnos en ciclos superiores, algo normal si consideramos que la mayoría tira la toalla al terminar el nivel intermedio. En avanzados somos poquísimos.
Tuve que esperar a la pausa para estirar los pies e intentar encontrar gente bonita. Aproveché en gastar mi última moneda de cincuenta céntimos en llamar a mi novio y hacerle partícipe de mi buen humor matutino. Una chicas de rostro impresentable y ropa horrenda me pusieron cara de ¿quién es éste gil que habla tantas chorradas? Luego de mirarlas me di la vuelta con indiferencia y lamenté no tener más monedas para hablar dos horas y aguarles la fiesta.
Colgué el auricular y me separé de las chicas de mala permanente. De pronto un fulgor magenta atravesó el patio para sentarse en la pileta. ¡Una cara bonita al fin! Bonita y conocida, es más. Resultó ser un viejo compañero de la universidad, de esos con los que sueles hacer trabajos de grupo y ni bien se acaba el ciclo se olvidan de tu cara, pero tú nunca te olvidarías de ellos porque desearías que formaran parte de tu círculo de amigos cercanos, si es que encima son de muy buen ver.
Es él quien tiene la iniciativa de saludarme. A los años. Cuánto tiempo ha pasado ¿no?. Qué había sido de mi vida. Ni bien abre la boca se apresura en contarme que el cortometraje que dirigió hace poco ganó un premio de Conacine y dos reconocimientos en el festival de Barranco. Claro que si yo estuviese en su lugar también andaría diciéndole a medio Lima que mi corto ha ganado Conacine y el festival de Barranco.
- ¿Y tú? - Bueno... -le respondo tratando de no parecer menos- yo también dirigí un corto pero aún lo estoy editando. - Qué chévere. - Sí. Se llama "La guerra de los cosméticos" -digo, orgulloso. - Ah, mira tú -me dice él con cara de tu mierda no ganaría ni un Razzie Award.
Es cierto. No ganaría ni un razzie por que tan malo no es. Al menos eso me asegura Litolobo, que además de Billy, Ana Conda, Kary Smathica y Funky, han sido los únicos expuestos a mi maravilla de serie B, mi paradigma de la modernidad y de la ultraviolencia. Lo reconozco, me da envidia. Parece que últimamente TODOS ganan Conacine o el festival de Barranco, porque el que menos me lo asegura. Por eso he decidido apartarme de mis compañeros de universidad, para estar en paz conmigo mismo. Si eres comunicador, aléjate de mí. De seguro también has ganado Conacine. |
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