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Pendant ce temps...
miércoles, noviembre 17, 2004 |
Intentando recuperar algo de la estabilidad que alguna vez gocé y disfruté, me puse a analizar las distintas opciones que tengo en este momento de incertidumbre frente a la ausencia (absoluta) de Pertur. Suena terrible decirlo, pero actualmente mi prioridad en la vida no es tener un trabajo estable, tampoco lo es comprar todo lo que se me antoje, ni mucho menos alcanzar las metas que me propuse cuando me lancé de lleno en este torrente de calamidades contínuas. Mi prioridad en la vida es lograr que alguien se fije en mí, sentir calor humano, cariño, besos con ternura, y el día que alguien me diga "Cyan, te amo y me daría mucha pena que murieses" sentiré que entonces, sólo entonces, podré morir en paz y tranquilo con mi conciencia.
Muchas opciones no tengo, salvo una pléyade de relaciones calamitosas mal sobrellevadas, y revivirlas sería, más que poner el dedo en la llaga, arrancarse la piel a tajadas. Realizaré un viaje de regresión, buscando las razones por las cuales mi vida está como está. Porque a pesar de que la mala suerte y la mala estrella bajo la que nací me hizo toparme con hombres que no valían la pena, en algún momento me puse a pensar que quizá el error estaba engendrado en mí. El problema tal vez no sean ellos, sino yo. Yo, con mi capacidad de obsesionarme en menos de dos minutos. Yo, capaz de atosigar con mensajes de texto, llamadas, e-mails. Yo, capaz de cansar y aburrir a las personas diciéndoles una y otra vez "te necesito, no te vayas, no te has ido pero ya te extraño, sin ti mi vida no tiene sentido". Yo, sintiendo celos enfermizos que me carcomen por dentro. Hasta la persona más paciente del mundo se cansaría de mí, eso sí lo tengo clarísimo.
¿Existirá alguna terapia para hombres que aman demasiado? ¿Acaso algún psicoanalista podrá lograr que yo, Cyan Uroh, pueda vivir una vida felíz y despreocupada de celos junto a un hombre que no necesariamente me diga "te amo" todos los días? No estoy dispuesto a pagar dinero de mi bolsillo para averiguarlo. Lo que haré, por el contrario, es descubrir las raíces del problema. Como Cecilia Roth en "Todo sobre mi madre", tomaré el tren de vuelta hacia los senderos del dolor, en un viaje de autodescubrimiento post-trauma. Descarté como primer destino una posible conversación con Pendex, porque Pendex demostró, hace unos meses, seguir siendo el mismo chiquillo putón con la innata habilidad de destruír las vidas de cuantos se cruzan en su camino.
También tengo que borrar de mi mapa de navegación a mis amores platónicos, como Akio, el primer nikkei que amé. Lo descarto porque ser heterosexual, y de heterosexuales ya no quiero saber nada (suficiente tuve con Pertur). Además, Akio está por partir de viaje a Japón, así que se encuentra totalmente fuera de mi alcance, por más que en aquella tierna sonrisa quiera revivir los momentos en los que era suficiente que me dirigiese la mirada. Por consiguiente, la primera estación será Hiro, aquél nikkei despreciable que curiosamente me hizo vivir una de las etapas más plenas de mi vida. Como no estoy preparado para verlo en persona (porque aún no trago la idea de que alguien que haya estado conmigo tenga ya mi reemplazo), lo someteré a un interrogatorio vía MSN, con la ventaja que no podré verle la cara cuando me suelte las mentiras que está acostumbrado a vomitarme.
In the meantime, tengo tres cosas en qué pensar: mi amigo Sebas (¿lo recuerdan?), quien no me encuentra atractivo, pero que al menos es gay y es una persona estupenda; la segunda opción es el actor rarísimo con el que nunca me volví a comunicar (seguro está esperando mi llamada); y la última opción sería ir a una discoteca gay con el único objetivo de intentar cazar un punto. Jamás he sido asiduo a los sitios gays, el ambiente homosexual es bastante asfixiante y nunca me he sentido a gusto, pero tampoco tengo otra salida, allí suele concurrir mucha gente, de todos los gustos y colores, de algún sitio terminará cayendo alguien. Y sea quien sea, será más que bienvenido.
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