Postcards from the edge
viernes, noviembre 19, 2004

Parecía algo incongruente con mi metódica conducta verme llegar tarde a una cita o a una clase, y hoy finalmente ocurrió por no haber podido dormir mis acostumbradas 8 horas, luego de una sesión de madrugada en un karaoke, donde atormenté a mis amigos con canciones de Raffaella Carrá, Alaska y Dinarama, Olé Olé, Flans y, cómo no, Madonna (para que vean que mi gusto musical es bastante amplio, al igual que mi urgencia de cariño y mis ganas de escandalizar a todos los que asistieron a aquél local). Lo primero que detesto al levantarme de un sueño prematuro es el insoportable dolor de cabeza. A continuación, el aletargamiento, el desgano, el mal humor. Luego, el inclemente sol que despertó en el techo de nubes que cubre Lima acrecentó el malestar en mis sienes. Por un momento fui capaz de mandar a toda mi clase a la mierda. Hasta que el Gordo abrió las comisuras de su inmensa boca:

Gordo: Oe verdad, ayer ví a Pertur...
Cyan: !

Como por arte de magia, el malestar desapareció completamente para dar paso a una hipnoascención hacia paraísos extraterrenales. El estado onírico se entremezcló con chispasos de ansiedad, de ganas de querer ahorcar al Gordo y a su lengua larga, para que se dejara de rodeos y me lo contara todo con pelos y señales.

Cyan: ¿Cómo? ¿Adónde? ¿A qué hora? ¿Con quién?
Gordo: !
Cyan: [Abochornado] No... pregunto nomás... es que como no viene... ¿qué te dijo?
Gordo: Ah, no, nada, no hablé con él.
Cyan: !
Gordo: Es que vive a la espalda de mi casa pues, y total que ayer lo ví caminando por el puente, pero a la velocidad de un rayo, me pareció que estaba apurado y tampoco estábamos tan cerca como pa' pasarle la voz...
Cyan: [A voz en cuello] ¡PERO LE HUBIESES DICHO ALGO!
La clase entera: !!!!!!

Al darme cuenta que mi cuerpo vomitaba adrenalina por los poros, opté por hacer mutis (igual que el resto de mis compañeros, asustadísimos, incluída la profesora) y bajar la cabeza. Está vivo. Mi niño adorado está vivo. Por alguna estúpida razón me convencí a mí mismo que tal vez habría tenido un accidente que acabó con su bella existencia, y que por eso no pudo asistir a la clase pese a haberse matriculado. Pero eso ya no importa. Está vivo. Sigue existiendo en el mundo, en mi mundo. Donde quiera que esté, su recuerdo sigue atormentando mis pensamientos. He de tomar algunas acciones pertinentes para no seguir viviendo al filo del abismo.

Posteado por Cyan a las 12:51 p. m.
 
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