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Caras vemos...
viernes, diciembre 03, 2004 |
Me parece inconcebible la manera cómo me cuasi enamoré de una voz, por no mencionar las tonterías que la ilusión desdichada me hizo escribir en los anteriores posts, descargando inusitada adrenalina al borde del melodrama. Para los drama-queens como yo, resulta bastante doloroso darse de cara contra el suelo con la "cruda y triste" realidad. Ridículo, egocentrista, pedante, afeminado, nada interesante, exagerado, delicado, energúmeno, bruto, chato, y sobretodo FEO. Eso es lo que me pareció el tal Nicola.
Había llegado ya a la puerta de su academia, su acostumbrado retraso me hizo llamarlo para anunciarle que estaba esperándolo, cuando vi salir un muchacho muy elegante, en traje negro, de estatura considerable, muy atractivo, hablando por celular y dirigiéndose hasta donde estaba yo. Estaba preguntándome hasta qué punto había bloqueado de mi mente la idea de que los milagros existían, regodeándome con la virilidad del chico del traje, cuando en vez de detenerse a hablar conmigo, siguió caminando de largo, para dar paso a una extraña aparición que venía hacia mí con un andar refinado. La aparición destellaba alta dosis de femineidad, sus enjutas piernas hacían malabares para evitar que las zapatillas color celeste-chillón tocaran el suelo (la expresión "pisando huevos" es ideal para calificar el acontecimiento).
Los colores se me subían al rostro, tratando de evitar que la gente me fuese a ver con aquél ser de casi metro y medio de estatura, extremadamente delgado, con una ajustada chompa marrón, unos jeans desteñidísimos y una cresta de cabellos parados a la fuerza con gel inclemente. Fueron los lentes de carey los que me hicieron caer en cuenta que aquél individuo era, sin lugar a dudas, el "soñado" Nicola. "Hola" me dijo, y yo quería caerme ante la desfachatez de esa voz que se hacía mucho más femenina que en el teléfono, cuya delicadeza y fingida parsimonia harían enrojecer a la mismísima Frieda Holler.
Empezamos a caminar hacia la avenida Javier Prado entre los silbidos y los oñoñoy que la gente nos (le) silbaban al paso. Intenté relajarme, pensando en que yo también a mi manera llamaba la atención por mis ropas punk y mi cabello naranja, pero pronto me convencí que (dejando atrás la pose nice) nunca llegaría a los extremos de aquél chico que ya se apresuraba a soltar con su frágil voz una sarta de frases que me harían querer desaparecer, en ese momento, de la faz de la tierra:
-"Ay, no sé por qué la gente me molesta tanto en la calle, qué falta de educación, es que yo he vivido en Europa y la forma de vestirse que yo tengo sólo es apreciada por gente de países con mentalidad superior" [Hijita, si has vivido en Europa, me horroriza que la gente se vista igual que tú, existe una diferencia abismal entre la moda chic y el ponerse ropa de draq queen anoréxica mezclada con la de un payaso en quiebra]
-"Ay, por sea caso, a mí no me gusta la gente amanerada, imagínate, es más, detesto que me mujereen" [Por favor, no seas conchuda, ¿te alucinas muy masculina? ¿no te gusta que te mujereen? ¿quién te crees que eres, Vin Diesel? Río al pensar que si tú eres masculina, yo soy Genoveva de Bravante]
-"Ay, es que mi novio es muy celoso, y yo también" (¿Novio? ¿Tienes novio? ¿Y entonces para qué carajo querías conocerme? ¿Para qué mierda me mandabas tantos mensajes? ¿Y si es celoso, te permite acaso estar puteando por ahí y yendo a conocer chicos de Gaydar?)
-"Ay, ¿quieres que vayamos a un hotel"? (Sin comentarios)
Luego me confesó que deambulaba por ahí como perra en celo, en el fondo haciéndose la fina pero en realidad devorando hombres a su paso. Me dieron náuseas. Rechacé su propuesta de tener sexo por pudor, porque me avergonzaba tener cerca de mí tanta mierda reunida. No obstante, no hay mal que por bien no venga: cuando se enteró de mis facultades voyeurísticas, me contó que su novio (a quien describe como un dios escandinavo) es exhibicionista, y me dio su teléfono (!) para que lo llamara y le proponga que vayamos los 3 a un hotel, con la finalidad de que ellos hagan el amor y yo los filme con mi cámara. A pesar de no ser de mi agrado, puede que su novio sí lo sea, y me interesa el tema de filmarlos. ¡Qué morbo!
Me despedí con la promesa de llamar a su novio uno de estos días, cosa que aún estoy evaluando. ¿Es que acaso no existen chicos guapos e interesantes en Lima? Después de conocer a Nicola, se me vino a la mente una frase de mi amiga Addy Possa: "Por más ridículo que sientas ser, siempre hay alguien peor que uno".
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