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La inmortalidad del sushi
viernes, diciembre 10, 2004 |
No piense el lector que la ociosidad se ha adueñado de este desesperado redactor de falacias. Sucede que esta extensa temporada de inactividad, que algunos estaban atribuyendo a un posible suicidio (idea por demás descartada, ya que la extensa gratitud que guardo hacia mis lectores hacen imposible el suicidarme sin antes despedirme de todos, agradeciéndoles por leer tan escandalosos posts) se debe más que nada los deslices a los que nos tiene acostumbrados nuestra bien amada compañía Telefónica, pues me quedé sin internet, pero también sin voz, por estar llamando cada 2 horas al teléfono de Servicio al Cliente, donde me atormentaba la misma sinfonía huachafa que indicaba que las líneas estaban ocupadas.
Felizmente, hace casi una hora que se resolvió el problema y ahora puedo retomar la tarea de ventilar mi vida a través de la red, escudándome tras un seudónimo pero sin perder el contacto con los que desean conocerme, ya sea a través del chat o en persona, en las reuniones de Blogs Perú (hasta la fecha sigo esperando algún atractivo mancebo que me aborde y se autodeclare mi fan número uno). Sin embargo, durante todo este tiempo, me he dado cuenta de muchas cosas, entre ellas que, de un tiempo a esta parte, en medio del abismo de mi infelicidad, he descubierto quizás una de las pocas cosas que me hacen feliz. Al principio escribía por mero afán de eliminar fantasmas (los cuales, no obstante, volvían a nacer, como en la novela de Marie Darrieusecq) y sobretodo porque el tener un blog significaba emitir una descarga diarreica de todo lo que se me pudría interiormente, y que nunca vería la luz dada mi elevada timidez (la cual ganó la batalla contra Pertur, pues nunca llegué a hablarle, ni mucho menos a perdirle su teléfono).
Por consiguiente, lo que descubrí (o mejor dicho, lo que ya sabía pero me negaba a creer), es que actualmente, lo que me hace feliz es, precisamente, escribir este blog. Quizás sea el síntoma de un alto grado de masoquismo, pues dudo que a alguna otra mente psicológicamente equilibrada se le ocurra gozar contando sus desgracias. Sí, soy feliz escribiendo el blog, así como soy feliz al masturbarme con fotos de Pierce Brosnan, al alcanzar el orgasmo friccionando mi pene contra la piel desnuda de algún amante ocasional (que en la actualidad brillan por su ausencia) o al escuchar cualquier arrebato sonoro de los Pizzicato Five.
La segunda conclusión a la que llegué me vino a la mente al terminar de leer la última novela de Jaime Bayly, "El huracán lleva tu nombre". Para nada soy detractor de la literatura del señor Bayly, la cual leo siempre no sin un poco de vergüenza ajena. Es más, hasta el mismo Bayly me parece un hombre atractivo y harto interesante. Lo que me molesta es que sus libros marquen la pauta para ser punto de referencia o de comparación para cualquier otra manifestación literaria que trate abiertamente el tema de la homosexualidad. Yo no me salvo del estigma: todo el que entra a mi blog me compara con Bayly, a quien califico de tener una prosa directa, efectiva, pero también sin matices, repetitiva, y condenada a no evolucionar jamás.
Es por eso que, dados los comentarios dejados por algunos visitantes, considero que las entradas de este blog, estos desesperados posts, podrían sugerir un libro. No estaría mal, ni creo que tampoco se vendería mal. Si hasta Beto Ortiz ha dado a luz una novela que pretende ser escandalosa, ¿acaso yo tampoco puedo? Por el momento la idea circula en el limbo y estoy barajando algunos posibles títulos, como "Diario de un chico gay en medicación", "Blogay", "Gritos desde el ciberespacio" o cualquier otra frase que sintetice el verdadero sentimiento del blog y que pueda llevarlo a convertirse en un suceso de librerías. Inclusive podría granjearme una carrera paralela como escritor, pero no sé acerca de qué (o de quién) podría escribir. Tal vez me podría mandar un rollo sociológico que haría palidecer al mismo Umberto Eco, con la diferencia que no estaría hablando acerca de nada y al mismo tiempo, de todo. Un título tentador sería "La inmortalidad del sushi". Se aceptan sugerencias.
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