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Holy Triangle
lunes, enero 31, 2005 |
Luego de ver a Rodrigo por segunda vez, insistí en sumergirme en la idea que martillea mi cabeza una y otra vez: que él no es para mí. Tampoco creo que se trate de un simple capricho. ¿Será la desesperación lo que me lanza a tenerlo siempre presente, a todas horas? ¿Realmente me gustaría que fuese mi novio o simplemente me aferro a él porque no existe nadie más? ¿Valdrá la pena, es decir, podré sacar algo positivo si es que establezco una relación formal con él?
Al concluir la lluvia de interrogantes decidí darle una oportunidad en el MSN. Y ¡oh sorpresa! lo encontré conectado. Lo que no me esperaba en lo absoluto era que Rodrigo se tomara muy en serio lo de ser amigos. No paró de ametrallarme con preguntas acerca de Carlos ¿Cyan, está seguro que Carlos me quiere? ¿Cyan, estás seguro que Carlos me llamará? ¿Cyan, cómo puedo saber si estoy enamorado de Carlos?
Sumado a mi nueva etapa de Dr. Corazón (me gustaría más el apelativo de "Ask Alice"), tuve que ir respondiendo una a una sus preguntas, como una especie de psicoterapeuta sexual a domicilio, y lo que es peor, sin cobrar un sol por las consultas. Claro que lo hacía por mero interés: podía llegar a enterarme con pelos y señales de la vida, milagros y misterios de el chico que actualmente gobernaba mis pensamientos.
Cuando acabaron las largas sesiones de psicoanálisis por MSN, me sentí muy mal. No pude evitar sentir un gusto amargo en el paladar al descubrir lo que ya había descubierto hace unos días: que Rodrigo estaba tan ilusionado con Carlos, tanto como yo lo estaba con él. Pero ilusionado no es la palabra correcta. Creo que Rodrigo amenaza con convertirse en un ser mucho más patético que yo, pues ha idealizado su relación con Carlos a tal punto que se acaba de construír un inmenso castillo en el cielo, en él cual él se autodenomina la princesa (!).
Rodrigo: Cyan, creo que lo amo. Estoy enamorado de él.
Cyan: No digas huevadas. Lo conoces hace una semana.
Rodrigo: Menos. Sólo hemos salido dos veces.
Cyan: Qué?
Rodrigo: Lo amo. Tengo miedo de perderlo.
Cyan: No puedes enamorarte de él, Rodri. Eso no es amor, es ilusión.
Rodrigo: Bueno, lo que sea. Así Carlos sea feo, para mí es muy lindo, me hace muy felíz, tengo que tenerlo a mi lado porque sé muy bien que ésta puede ser mi única oportunidad de ser feliz.
Cyan: No lo creas...
Me entraron ganas de decirle, por si lo había olvidado, que yo también lo quería, que he salido con él más veces de las que él ha salido con Carlos, que yo sí estaba en la capacidad de quererlo, de amarlo, de respetarlo, de hacerlo felíz. "Yo te quiero más, Rodrigo", iba a decirle, pero mis dedos se volvieron de piedra y no respondieron a los impulsos que mi cerebro les ordenaba teclear.
Rodrigo: Ah, verdad. La vez pasada me llamó un pata y me dijo para tener sexo. Pero le dije que no, y le sugerí que tenía un amigo muy guapo. ¿Quieres que te de tu fono para que te llame?
Cyan: ¿QUÉ?
Rodrigo: Pensé que querías sexo.
Cyan: NO QUIERO SEXO! ¿Qué te hace pensar eso?
Rodrigo: Discúlpame, por favor, me equivoqué. No te molestes, te lo ruego... lo que menos quisiera es perder tu amistad.
Cyan: ....
Llegado a este punto, acababa de encontrarme ante el dilema más grande de mi existencia: ¿Rodrigo es un subnormal o es sencillamente un imbécil? ¿Por qué sigo persiguiendo a éste energúmeno? ¿Es que acaso estoy condenado a tener que ser "el mejor amigo" para siempre, en plan Julia Roberts, hasta que Rodrigo escoja su Cameron Diaz?
Rodrigo: Debo irme, gracias por escucharme, por estar siempre ahí.
Cyan: No me des las gracias. Me contento con poder seguir viéndote.
Rodrigo: ¿Cuándo nos vemos?
¿Me extraña? ¿De verdad me extraña? ¿De verdad querrá verme?
Cyan: Nos veremos cuando tú quieras.
Rodrigo: Este fin de semana es mi cumple. Si quieres vente a mi casa.
Cyan: ¿Estará Carlos ahí?
Rodrigo: Yo creo que sí.
Cyan: Olvídalo, no quiero estar de violinista. Pero gracias por la invitación.
Rodrigo: A ver si nos vemos antes, pues.
Si es su cumpleaños, entonces sólo se me ocurren dos cosas: o mandarle un e-mail de lo más elocuente, o hacerle un regalo carísimo. De tener su foto en mis manos, la escanearía y crearía una linda tarjeta de cumpleaños en photoshop para enviársela, de seguro que nunca ha recibido un gesto así, y menos por correo electrónico. La segunda opción es mucho más cara, podría regalarle un perfume... ¡Ahí está! Un perfume ni tan elegante ni tan barato. COLORS de Benetton me parece la mejor elección. Apuesto a que Rodrigo en su puta vida ha usado un perfume así.
No puedo decirle que lo quiero el día de su cumpleaños. Se ilusionará con el regalo, como un niño pequeño, y de seguro a mí ni me prestará atención. Entonces tendré que posponer mi gran pregunta por lo menos unas dos semanas más: "Rodrigo, yo te quiero. ¿Por qué no te olvidas de Carlos y dejas que lo nuestro fluya como el arrollador caudal de un río desbocado?"
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