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El colmo de la coincidencia
sábado, febrero 19, 2005 |
Cada vez que me pongo a recordar el post que escribí (y perdí), siento acidez en las entrañas, un maremoto interminable de burbujas de ácido muriático en el estómago. Por consiguiente, en la actualidad me hallo en búsqueda del momento propicio para volver a escribir la historia que se quedó en el limbo, entre una fallida conjunción de click de mouse y una errónea pulsación del teclado, y vaya que era un post extenso. Justamente, con la idea de despejar la mente y reencontrarme con mi talento innato para la literatura, decidí ir a visitar a mi amiga Addy Possa, que vive en la residencial San Felipe. Como Addypossita es bastante tacaña, pues hasta ella tiene la desfachatez de reconocerlo, nos fue imposible encontrar rastos visibles de alimento alguno en su refrigeradora, por lo cual era menester salir a comprar provisiones al Metro de la avenida Pershing.
Para terminar de coronar la semana de encuentros inesperados (ya me suena a un episodio del felizmente desaparecido "Vale la pena soñar"), en el momento en que Addy y yo cogimos un carrito para ingresar al supermercado, pude ver, no muy lejos de donde estábamos, a un grupo de chinitos riéndose de lo lindo, dispuestos al igual que nosotros a coger un carrito de compras. Uno de ellos me resultó especialmente familiar: alto, regordete, con un pantalón corto bajo la rodilla y zapatillas de jugar golf. Los pelos parados fueron la antesala perfecta de triste recordación, antes de que se diera la vuelta para poder ver su rostro en versión totalmente uncensored: era Hiro.
Recordé que no lo veía hace más de un año, desde aquella dolorosa oportunidad en que me lo encontré cara a cara en la puerta del cine, y mi amigo Funky tuvo que hacerse pasar por mi novio para evitar que me pusiese a llorar ahí mismo. Esta vez, sin embargo, Hiro no me vio. Se pasó de largo entre risas, con sus amigos. En ese preciso instante me pregunté qué era lo que podría pasar si nos hubiésemos encontrado cara a cara. Hace meses que no lo veo por el MSN, y mi sexto sentido me indica que existe una gran probabilidad que Hiro me haya bloqueado. ¿Por qué? Porque, como recordaba en un post anterior, aquél chico que conocí en el chat y que resultó ser su ex, puede haberse ido de lengua y contarle con lujo de detalles la manera en que yo pintaba a Hiro como el ser más despreciable del planeta, cosa que no está tan lejos de la realidad.
Lo mejor de todo fue que, a diferencia del reencuentro con Rodrigo, en esta oportunidad me sobrevino una ola de alegría incontenible al notar lo que Hiro luchaba por ocultar: estaba gordo. Gordísimo.
¡Qué bien, carajo! |
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