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BF & BF (Boyfriend & Best Friend)
viernes, abril 22, 2005 |
Era la primera vez que veía a Funky desde mi recién estrenada etapa de chico con compromiso. Él siempre ha sido un mochilero empedernido (además de brichero) y me suele contagiar sus ganas de recorrer las calles de Lima por las mañanas, en plan turístico. A pesar de las circunstancias, ambos amamos Lima, nos parece la ciudad cosmopolita por excelencia, maravillosa. Pero, como decía Jaime Bayly, la Lima que idolatramos sólo se limita a ciertos barrios que aún exhiben el candor y la conjunción de varias épocas, como por ejemplo, las calles de Barranco o San Isidro. Para esta oportunidad nos reunimos en el Hotel Melià e iniciamos un recorrido por la Av. Salaverry. Para los que aún no se convencen de que Lima es la mejor ciudad del mundo, les recomiendo darse una vuelta por la Av. Salaverry hasta llegar a la Pera del Amor, donde a pesar del calor matutino pudimos divisar a parejas desfogando sus impulsos más ocultos.
Durante el interminable monólogo de Funky (yo soy mejor oyente que orador, excepto para algunos aspectos de la palabra), puse de manifiesto una inquietud.
- Oye Funk, ¿y si le decimos a mi novio para salir los 3 juntos? - ¡Bravazo, Sofi! - ¿Sofi? - Es que Sofia Mulanovich para diciendo "bravazo". - Ay por Dios...
Así, sin pensarlo, había encontrado la oportunidad perfecta para que las dos personas más importantes de mi vida (mi novio y mi mejor amigo) llegaran a conocerse. Me masturbé mentalmente con la idea de pasar un buen momento conversando de todo y de nada, hablando falacias y tontería y media, cantando las canciones adolescentes de Thalia o de la ronca Mari Trini, para acabar poniéndonos igualmente roncos. Y, en el colmo del paroxismo, poder entonar juntos "Emotions" de Mariah Carey, incluída la famosa fracesita "insiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiide", una nota inalcanzable ni por mil american idols.
Durante un momento de lucidez (no me suelen venir muchos), recordé que ese mismo día era el concierto de The Mamelucos en Barranco, al cual tendría que asistir ineludiblemente con Ana Conda, en calidad de prensa invitada. No es menester aclarar que con quien me provocaba asistir en realidad era con Billy, y mucho más si de esa forma podemos cerrar nuestro día con broche de oro. En una jugada magistral, engañé a Ana Conda diciéndole que el concierto había sido cancelado, para luego animar a Billy, por lo bajo, a ir en su lugar. Mi novio aceptó encantado. De pasadita, el tenerlo a mi lado doblegaría mis ansias de conversar más de la cuenta con el ensoñador Mameluco A, a quien vería sin remedio.
Por supuesto que del dicho al hecho existe mucho trecho. Mis ilusiones de compartir una velada agradable, al igual que mis ansias de diversión, se disolvieron cuando, una vez juntos en un cafetín de Larco junto a Funky y a mí, Billy no hablaba ni exprimía emoción alguna. Permanecía sentado frente a nosotros, inexpresivo, sumergido en una mueca de ¿aburrimiento? Sólo atinaba a sonreír y lanzar discretas carcajadas escondiendo su boca tras su pequeña mano cuando Funky o yo soltábamos alguna pachotada. De modo que todo se fue al carajo, y en menos de lo que canta un gallo.
En un impulso de desesperación, al ver que Billy continuaba impasible, lo animé a que nos contase alguna cosa, lo que fuera. Conseguí sacarle algunos balbuceos de sonrisa amable incluída, aunque con cucharita. Lo notaba incómodo. Yo intentaba lidiar con el trauma de que Funky yo hubiésemos resultado too queer para mi pobre novio. Aprovechando una de sus visitas al baño Funky me comentó:
- Dios. Ya no sé qué hacer para romper el hielo con este chico.
Fui incapaz de formular una respuesta, porque estaba en lo cierto. Habían transcurrido las tres horas más aburridas de mi vida y dimos por terminada la noche tras mirarnos las caras por entre las servilletas sucias. Funky se despidió de Billy con afecto, aún sin pizca alguna de enfado, y lo adoré por ello. Una vez solos, no sabía cómo afrontar el problema, ni cómo preguntarle qué fue lo que sucedió.
- Bueno, cariño, son casi las 11, ya tendríamos que estar en Barranco. - OK. Vamos.
Arrastramos los pies en búsqueda de un taxi. Billy me sorprendió con una aseveración ilógica.
- Funky me odia, ¿no es verdad? - No digas tonterías. - Es que es cierto. Fácil ha pensado que soy un autista. - ¿Y qué querías que piense? - Lo siento. - No lo sé, Billy. No entiendo por qué estuviste callado casi todo el tiempo. - Pero mi amor, ¿qué iba a decir? Ya había dicho todo lo que tenía que contar. - Cualquier cosa, hubieses dicho cualquier cosa. - Lo siento.
Billy bajaba la cabeza con expresión acongojada y yo, a causa de mi gran sensibilidad, intentaba servirle de consuelo. No me gusta que la gente sufra en vano, y mucho menos, mi enamorado. Pero ¿existía en realidad alguna razón para enfadarme? A los 17 años, todo el mundo asume una actitud defensiva, sobretodo al conocer a alguien por primera vez. Yo, a esa edad, era mucho más tímido. Me preocupaba muchísimo lo que fuese a suceder en el futuro. No era consciente que lo peor estaba por suceder. |
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