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Lágrimas otra vez
miércoles, octubre 12, 2005 |
Te fui a recoger a la salida de clases. Al caminar juntos por la acera, comprendí que la mejor recompensa por no haberte visto en dos días era tenerte de nuevo cerca de mí, escuchando atentamente la armonía de tu voz, tus gestos y tu risa flotando bajo los faroles de la calle. Absolutamente todo se diluía a tu alrededor. Me parecía imposible que a estas alturas de nuestra relación no pueda concentrarme en las cosas que me dices. Mi mente divaga formulando mil poemas dedicados a tí, y mis sentidos sólo me comunican lo lindo que te ves.
Con el mismo tono de conversación amena que veníamos teniendo, me hiciste una pregunta escalofriante.
- En algún momento tenemos que hablar sobre lo de nuestro viaje, ¿no lo crees? - Pensé que ya habíamos hablado. - La verdad tengo mucho miedo. - ¿Miedo de qué? - Miedo a sacarnos de quicio viviendo juntos y que luego tengamos que separarnos por eso. - Bueno, si nos sacamos de quicio, no dejaremos de amarnos, ¿no? - No lo sé. - Para mí está claro que el amor es lo que cuenta. - Yo no estoy tan seguro.
Sus palabras me provocaron un dolor involuntario en el estómago. Traté de cambiar el tema.
- Amor, no sabes. - ¿Qué cosa? - Me enteré que mi madre ha programado a Patrice para que filtre mensajes subliminales en sus conversaciones y así convencerme de ir a vivir a Canadá. - Deberías hacerlo. - ¿El qué? - Deberías hacerles caso. En el fondo tú también quieres ir a Canadá en vez de Argentina. ¿no?
Me dejó sin palabras porque era cierto.
- Sí. Pero decidí ir a Argentina para estar contigo. - Creo que sería bueno que empezaras a pensar un poquito más en tí. No estoy terminando contigo, pero no puedo obligarte a que cambies tu futuro sólo por complacerme. - No es por complacerte, Billy. Para mí es imposible pensar en un futuro sin tí. - ¿Ya ves? Sigues dependiendo de mí. Deberías seguir tus metas, tus sueños, aquello que siempre te propusiste hacer. No tenemos por qué estar separados para toda la vida. - ¿A qué te refieres? - A que podemos estar un tiempo separados, hasta que logre establecerme bien, y después veríamos la forma de volver a estar juntos. - Es que yo no puedo esperar, Billy. No puedo.
Tenía que decirle mi temor más grande.
- ¿Por qué no puedes? - Porque ¿qué pasaría si tú conoces a alguien más en mi ausencia?
Su expresión cambió. Ahora me miraba con cara de estoyhartodequemeveascomounnniñoinmaduro.
- ¿Cómo? - Perdón. ¿Qué pasaría si alguien de los dos conoce a alguien más? - Bueno, son cosas que pasan, ¿no? Nadie está libre de nada.
Me esperaba otra respuesta. Me esperaba un nocariñocómocrees. Comencé a tener náuseas. Adivinaste al instante lo que me pasaba. Quería decirte que lo eras todo para mí y que si quería vivir contigo era porque en verdad no necesitaba a nadie más. Pero me dijiste algo que siempre me dices.
- Amor, no te pongas así, es una suposición. Estamos pensando en qué hacer. Ahora no tenemos nada seguro. Hay que hacer planes para que ambos podamos tener un buen futuro. Ninguno de los dos quiere una separación ¿no?
Por supuesto que no quería separarme de él. No es que no quisiera. Se me iba la vida en ello. El problema era que me estaba demostrando su amor preocupándose por mi futuro, por mi desarrollo personal, y yo ese futuro sólo lo resolvía centrándolo en él. Existe una incopatibilidad de puntos de vista acerca del amor en sí. Puse una cara de velorio.
- Amor, por favor, no te pongas así. - ¿Y cómo quieres que me ponga entonces? ¿Que festeje? ¿Que salte en una pata? - No seas pesimista, fue sólo una suposición, algo que tenemos que decidir. - Mira, a mí no me importa si nuestra vida en pareja no funciona. De ser así, podemos vivir cada uno en su casa, pero dentro de la misma ciudad. - El problema, Cyan, es que yo no estoy preparado para vivir con alguien.
Me quedé de piedra.
- Ni siquiera estoy preparado para vivir conmigo mismo.
Me imaginé viviendo dentro de un futuro sin él, incapaz de ver una película o escuchar un disco sin que su imágen me viniese a la memoria. Me puse a llorar en el camino de regreso a casa. Nunca antes había llorado en un bus. El cobrador pasó por mi lado para cobrarme el pasaje pero al ver mis ojos llorosos no me dijo nada y continuó su camino por el fondo del pasillo. Al llegar a casa aún lloraba. No quiero separarme de él. No puedo. |
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