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Diálogos conyugales, parte II
jueves, noviembre 24, 2005 |
No recuerdo exactamente cuándo fue que el sistema bancario se adecuó a esos pequeños tickets, compuestos de letras y de números, para indicar el orden de atención. Lo peor de todo es que es injustísimo: los mayores beneficiados son los titulares de cuenta del mismo banco, pues ellos entran, sacan su ticket, y los atienden en un santiamén. Nosotros en cambio, los que no tenemos fondos ni para caernos muertos, debemos sacar el ticket y esperar a que nos atiendan, uno de nosotros después de cada cien titulares de cuenta.
Todos los días sueño con un mundo mejor, un mundo donde nos atiendan por igual a inocentes y pecadores. Así era en los ochentas. Mi madre me llevaba a hacer la cola del banco, donde éramos atendidos por estricto orden de llegada. En cambio ahora, cada vez que saco el bendito ticket, me siento haciendo la cola para la carnicería. Los ochentas fueron la mejor época (no estoy seguro de las décadas pasadas, felizmente nací en los ochentas, no soyTAN viejo).
Mi novio y yo esperábamos pacientemente nuestro turno para pagar la matícula de la Alianza Francesa, en el Banco Wiese. Tampoco había dónde sentarse, la afluencia de personas era sofocante. Para la gente con harta pluma, lo mejor que se puede hacer en un banco mientras se espera el turno, es hablar de hombres.
El incentivo lo encontramos en un bello mancebo de cejas juntas y ojos distraídos.
Yo: ¡Por Dios, qué bueno está! Él: Sí, y seguro debe ser velludísimo. Yo: Uf, por supuesto. Él: Verdad, a ese tipo lo conozco. Estudia conmigo. Yo: Qué suerte tienen algunas. Él: Y te cuento que tiene un gran defecto. Yo: ¿Cuál? Él: La tiene chiquitísima. Yo: ¿Y tú como sabes? Él: Porque una vez que entré al baño lo vi orinando, y me fijé que la tenía pero bien... Yo: CARAJO, ¿Y TÚ QUÉ HACÍAS EN EL BAÑO VIÉNDOLE EL PENE?
La cajera botó el lapicero que sostenía luego de mantener una tembladera semi uniforme. La señora de adelante volteó a mirarnos como fenómenos de feria. Uno tipos con saco y corbata contuvieron una risa más bien de lástima.
Sonríe, hija. Ya somos famosas. |
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