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Te busco en mis palabras
lunes, noviembre 14, 2005 |
Estoy empezando a odiar los domingos. Antes solía ser divertido porque me pasaba todas las horas en pijama. Ahora, en cambio, sólo es un día en que tengo demasiado tiempo libre, y lo empleo exclusivamente en extrañar a mi novio.
Claro, no es que esté implícito. Más que involuntario, se presenta como una necesidad, desde que me levanto. Todo el día apabullado en la inmensidad estrecha de mi habitación, sin nada qué hacer salvo pensar en él. En un altar que conservo sobre la cómoda, están acomodadas todas las cosas que han de definir nuestra historia, desde fotos, envolturas de galletas, cartas, fotos, hasta las botellas vacías de agua que toma después de hacer el amor.
Hoy sin embargo, me dije a mí mismo que debería empezar por dar el primer paso fuera de la dependencia. Tomé un extenso baño, me deshenredé el cabello hebra por hebra, coloqué un DVD de los Thundercats mientras almorzaba, me puse un polo blanco y me lancé a la calle.
A mitad de la cuadra, me pregunté hacia dónde debía ir. No lo tenía muy claro, pero debía huír de mi casa. Salir a caminar los domingos es una idea genial, pues la afluencia de transeúntes es más bien escasa, aunque es un consejo no recomendado para los nostálgicos. Lo comprobé fácilmente cuando llegué a un parque de San Isidro, desierto y con las bancas observándome con cierta autosuficiencia. Ideal para acrecentar la tristeza.
Y no sé por qué termino triste, luego de haber salido de casa para deshacerme de esa tristeza. Llegué caminando hacia Miraflores. Pésima opción. Todo en Miraflores me recuerda a él. El McDonald's, nuestro acostumbrado punto de encuentro. Las tiendas de discos, donde solemos perdernos con frecuencia. El Café Z, donde acostumbrábamos tomar cafecitos los sábados a mediodía.
Con las mismas, regresé a casa. No a llorar, sino a morirme de amor y de nostalgia en el piso, a extrañarlo más que nunca. Me pregunto si algún psicólogo podrá acabar alguna vez con esta dependencia.
Lo más curioso de todo es que al releer este post antes de publicarlo, me doy cuenta que parece una epístola post-rompimiento, cuando en realidad estamos mejor que nunca. Algo debe andar mal en mí. |
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