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Kamasutra gay
lunes, noviembre 21, 2005 |
El sábado me lancé a la caza de lo indómito. En vías de explorar las raíces de la subcultura limeña, decidí darme una vuelta por los mercadillos de la Av. Grau, secundado siempre por Funky, porque la última vez que fui con mi novio, a este le dio patatús. Y eso sin considerar que de burgués no tiene un pelo, pero bueno, Grau también puede espantar a cualquiera. Menos a las chicas descarriadas como Funky y yo.
Lo de Grau es menos que una costumbre antigua. Desde que me anduve jalando los pelos tratando de conseguir la ropa más kitsch y putona posible para los actores que participarían en "La Guerra de los Cosméticos", alguien me pasó el dato que hacia el final de la Av. Abancay se daban abasto varios puntos de acopio de lo progre, por llamarlo de alguna manera. La primera vez que fui me faltó el aire, pero inclusive hasta las personas más egocentristas como yo tienen su lado misericordioso.
Fue así que, ni bien me enteré que se acercaba la reunión de exalumnos de mi colegio, tenía que encontrar algo tóxico e incendiario para ponerme, algo que les demostrara a mis antiguos compañeros de colegio que mi rollo gay va DEMASIADO en serio.
Entre interminables galerías de ropa bonita, fea, estrafalaria, legal y robada, encontré los vestigios de las galerías de libros de Amazonas. Al pasar por una superficie de libros empolvados y mal embolsados, una cubierta llamó poderosamente mi atención.
¡No, no podía ser!
Mi mente viajó en el déjà-vu. Recordé haber encontrado un ejemplar parecido en una librería de Larco, y por ese entonces me había reusado a pagar los 50 soles que costaba. Era un libro sencillo del Kamasutra Gay, en español, con ilustraciones claras y una narrativa, digamos, risueña. Ahora, por primera vez, lo tenía frente a mí en edición pirata, quizás a la centésima parte de su valor.
Y tampoco supe por qué me pasé de largo. No quería decirle a Funky que quería comprarlo porque eso significaría vender el alma al diablo, es decir, exponernos como un par de maricones ante unos vendedores de mala pinta. Después de pensarlo dos veces, se lo conté. Más tardé yo en terminar de hablar, que él en arrastrarme de vuelta al puesto.
Funky: (Con faldas y a lo loco) Buenas señooor. ¿Este librito de acá cuanto estáaaaa? Señor: 5 soles amiguito. Yo: (Fingiendo voz straight) A ver, muéstremelo. Funky: Pfffff... no finjas la voz, mamita. Yo: (Fingiendo voz straight) ¿Puedo sacarle la bolsa para verlo mejor? Funky: Pfffff... Señor: Sí, amiguito. Yo: (Fingiendo voz straight) Okay. Me lo llevo. Funky: Pffff....
Al final el que quedé mal fui yo, por querer hacerme el machito.
Agárrate novio, que no te vas a poder sentar jamás. |
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