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Desperate houseboy
viernes, diciembre 02, 2005 |
Ahora que mi novio me está prestando los capítulos de la segunda temporada de Desperate Housewives que se piratea por la red, me he dado cuenta de algo atroz: la voz diáfana y extraterrenal de Mary Alice, la misma que narra deliciosamente los avatares de los personajes al comienzo y al final de cada capítulo, es la misma presencia o mirada que suelo ejercer sobre mis vicisitudes a la hora de escribirlas en el blog. Los productores de Hollywood podrían con tranquilidad hacerse ricos llevando a la pantalla mis aventuras a modo de una serie semanal, en plan Queer As Folk misio, todo muy a la sudamericana.
Si cierro los ojos, puedo escuchar tranquilamente a mi voz en off haciendo la introducción de los capítulos, como Mary Alice Young, siguiendo al pie de la letra los párrafos que están escritos en el blog, sin cambiarle ni una coma. Los guiones están ya escritos, de manera que no queda mucho por hacer, salvo elegir a alguien lo suficientemente descarriado como para representarme.
Claro que mi voz no es la de Hector Felipe, ni mucho menos de La Agrado. Durante años he tratado de combatir los excesos de una infancia poco productiva a la hora de trajines propios de la virilidad, que resultaron en una voz adolescente a medio camino entre el desconcierto y la mariconería. Eso es lo que me atrevo a describi a modo personal, porque para mis amigos mi voz es más bien descaradamente homosexual (sic). Y me cago en ellos, total, no me voy a pasar la vida lamentándolo.
No obstante, la voz no depende del grado de mariconada del afectado, ¿o quizás sí? Me limitaré a dejar el escabroso tema aquí mismo, y pasar a relatar lo que había pensado hacer desde un primer momento, que es el tema de la "mirada inquisidora" de Mary Alice, porque se pueden sacar muchas conclusiones a raíz de las enseñanzas de esta señora. Lo primero es no robarse a hijos ajenos (así hayan sido sacados de hogares tan dispares como, por ejemplo, la casa de Mario Poggi), y lo segundo es aprender a no lucir peinados divinos y un modelón mientras no se tenga la consciencia tranquila. Por supuesto que si tienes un hijo como Zach, así esté tronado, siempre puedes practicar el incesto a escondidas del marido.
No obstante, de todas ellas, me quedo con el rostro perfecto e imparcial de Bree Van Der Kamp. Sólo a esa mujer se le ocurre ponerse a tender y arreglar su cama cuando su esposo amenaza con abandonarla. O a limpiar y dejar prístinas las copas de vino antes que llorar por el marido recién fallecido. Quiero ser como ella. |
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