La voz humana
martes, diciembre 06, 2005

He decidido terminanente insuflarle a este blog una vieja dosis de mala leche y patetismo, como aquellos días (mejores) en que no tenía ni un perro que me ladre. Se acabó el positivismo y la pose de chica de beneficencia. Mi estado de ánimo no es ninguna farmacia.

Las malas nos divertimos mejor.

A partir de hoy me burlaré el doble de la gente que veo por la calle. Estaré prohibido de asumir una expresión de monja plástica con una sonrisa tatuada en el rostro cuando alguien se acerque a mendigar mi atención.

¿De qué me sirve poseer una actitud estéticamente correcta, si el que menos decide dejarme los pantalones manchados de mierda, como si estuviese cambiando un pañal cagado de indiferencia? Pues ahora se cagaron todos, y más les vale correr, porque no pienso amilanarme ni tragarme parsimonias.

Cual gata en celo arremeteré contra el que menos se lo merezca. Dejaré marcas de arañazos en las mejillas a quien se atreva a acercarse. Voy a dejar mi lipstick por todo tu cuerpo. Ajá. Y después me reiré y restregaré de mis labios la sangre ajena. Me arrancaré y me destazaré uno a uno los rollos de la cintura. No existe mejor dispositivo de embellecimiento corporal que la agresión premeditada.

Y ay de quién se atreva a protestar. Porque no he quemado. Sólo pasa que he extendido mi estado de ánimo hasta extremos inferiores a lo humanamente tolerable.

La regla, o Los Días 'R' Ripley, le dicen.

Posteado por Cyan a las 12:01 a. m.
 
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