Ya no
jueves, diciembre 29, 2005

Billy me mandó un email. Textualmente, me decía que lo perdone por la manera en como había reaccionado el sábado, y que era capaz de hacer cualquier cosa por retomar su amistad conmigo. Sonreí. Aquello era difícil porque dolía. Me dolía imaginarlo tan lejos de mí. Estando cerca de él, quizás el dolor sería mayor. No obstante, le respondí pidiéndole, una vez más, que regresara conmigo. Ya que no lo iba a ver en un largo tiempo, aproveché para mencionarle que, si se iba a Argentina, podríamos vivir este par de meses que aún le quedaban aquí. Que nuestra relación sería sin ataduras, sin planes a futuro. Ahora sí diferente, porque al darme cuenta de mis errores, ya sabía de qué hilos tirar, que botones oprimir. Por último, le pedí que se tomara todo el tiempo que quisiera para pensárselo.

En el interín, fui al médico. El sábado ya me habían derivado a psiquiatría, de manera que fui a un hospital relativamente cerca a mi casa, llamado "Hospital de Salud Mental Hermilio Valdizán". El doctor que me atendió fue bastante amable. Le conté absolutamente todo. Que en mi casa habían ocultado los cuchillos y navajas. Que el domingo cuando desperté, fui a prender la therma a la azotea y luego me asomé a la baranda, miré al vacío y quise tirarme. Y también que no podía asimilar la idea que mi relación con mi novio se había acabado. El doctor, acriollado, se mandó un floro filosófico. Me dijo que yo tenía una concepción marxista del amor, y aquello me causó mucha gracia. Me reí.

A continuación me recetó Fluoxetina, Sulpinex y Clonazepam. Se supone que estaré en observación y regresaré el lunes temprano. Igual quiero morirme. Billy me dice que me olvide de él, que será lo mejor, y no saben cuánto quisiera complacerlo. También me respondió el email. Se negó a regresar conmigo, pero lo que más me dolió fue saber que tal vez no lo volvería a ver. Me dijo que no pensaba verme al menos en un par de meses. Quizás en ese entonces él ya esté en Argentina, y regresaría a Lima para las vacaciones de quién sabe cuándo.

Sí, será mejor así, al menos para él. A mí sólo me quedará un largo sendero de caída al abismo. No me importa que él lea lo que estoy escribiendo. En un momento pensé no escribir nada, porque quién se atrevería a regresar con una persona desequilibrada como yo, pero qué diablos, él dice que nunca regresará conmigo, ya no tengo nada qué perder. Nada por qué vivir. Mi madre no se cansa de llorar en el el teléfono, de ofrecerme dinero para distraerme yendo de shopping, dinero para el gimnasio, dinero para sacar la visa y darme una vuelta por Disney para relajarme. Muy tarde me arrepiento de mi materialismo. Muy tarde me doy cuenta de que el dinero no trae la felicidad. Si tuviera que dar miles de dólares para que Billy regrese conmigo, los daría. Sé que suena patético, pero no me importa. Si tuviese que dar mi vida para que vuelva conmigo, también la daría. Esto no es vida.

Y ahora ¿quién va a querer estar conmigo? Con una persona que ni siquiera es persona. Un ser humano destruído, un montón de carne que hace daño a los demás, una mierda que caga todo lo que toca.

Ya no soy un materialista. Ya no tengo aires de superioridad. Ya no tengo personalidad arrolladora. Soy un falso. Sólo tengo mierda dentro. No tengo nada. No soy nada.

Pastillas de mierda. No sé cuándo surtirán efecto. Me las tomaré todas.

Posteado por Cyan a las 8:35 a. m.
 
.