Celulares, bazookas y lágrimas de amor
miércoles, octubre 06, 2004

Anoche mi amiga que trabaja en OkTV me llamó y me dijo que estaba teniendo dificultad para obtener los pases para el concierto de Molotov. Mèrde! Aquello significa que no podré invitar a Pertur ni seguir con el plan de los 5 Pasos. Además, hoy fue quizás uno de los días más tristes de mi vida. Pertur llegó tarde a la clase (como siempre) he inició su sesión de miradas hacia mí. Me miró con la insistencia que lo caracteriza, pero me pareció que ésta vez me miró menos. Cuando empecé a corresponder a sus miradas, vi que sacaba su celular del pantalón (un Nokia plomo con pantalla a color, no es tan vistoso como el mío, valga decir), lo miró y lo volvió a guardar. Todo sería más fácil si tuviese su número, pensé, así al menos podría mandarle mensajes. Pero me intrigó lo que hizo porque nunca antes había sacado su celular en clase, ni para mirarlo. ¿Estaría esperando una llamada? Efectivamente, a los 10 minutos, el celular soltó un extraño sonido parecido a la voz de una mujer cantando. Comprendí que era un sonido capturado con el grabador de sonidos y almacenado como tono de timbrado. Luego de que la clase entera soltara la carcajada, Pertur se puso rojísimo, sonrió tímidamente, y con su vocesita de El Principito, murmuró, nervioso: "Excusez moi" y se puso de pie. La profesora hizo un gesto afirmativo (¡que comprensiva!) y Pertur salió de la clase mientras decía "¿Aló?" y cerraba la puerta tras él.

Mi cerebro empezó a maquinar mil y una explicaciones sin sentido, pero sólo una parecía ser la más correcta: "Si espera una llamada, debe ser alguien en especial". Esta aseveración me dio náuseas. Felizmente la clase terminó pronto y nos apresuramos a salir a la calle. Esta vez el Narizón nos acompañó a mí, a Pertur y al Gordo. Al ser ya 4 personas, la cosa se ponía más difícil. En la calle, Pertur volvió a sacar el celular y a mirarlo, para guardarlo finalmente. La ira me subió desde el estómago. Caminando detrás de él, la ira se mezcló con un sentimiento de impotencia. Lo vi tan alto, tan blanco, y tan guapo que pensé: "Este chico es lindo. Precioso. Y joven. Y parece tranquilo. Y siendo así, sería muy raro que no tuviese enamorada. Novia. NOVIA. ¿Y si tiene novia? Claro. Seguro pudo haber sido ella la causante de tanta ansiedad telefónica en él. Su novia. Mierda". La ira fue tal que ni bien Pertur se guardaba el celular en el bolsillo, una exclamación iracunda provino desde lo más profundo de mi ser.

Cyan: ¿Así que esperando una llamada? La marcación, segur...
Narizón: (Cortando) ¿Oe qué carro puedo tomar pa'l Palacio de Justicia?

Mierda. ¿Salvado por la campana? Iba a decir una burrada, mejor dicho, articulé las primeras frases de una burrada, una pregunta inocente para saber si su novia lo estaba llamando. Pero el Narizón se me adelantó y salió con una pregunta más urgente. Lo cual motivó el interés de Pertur que hizo que (¿felizmente?) olvidara mi pregunta.

Pertur: Pa' ir a Abancay tienes que tomar los micros que pasan por Aviación...

En esas estaba mi amado, con su vocesilla de niño tímido, cuando una escolta de carros pasan por la Javier Prado a gran velocidad, rodeando a una limusina negra.

Pertur: (sonriendo) Manya, ése es el carro de Toledo. Cómo no tengo una bazooka para agarrarlo a bazookazos, al cholo.

Carcajada general, incluída la mía. No por el chiste (bastante tirado de los pelos, hay que admitirlo, pero al hombre de mi vida tengo que celebrarlo así se tire un pedo) sino porque todo eso me lo dijo a mí. Mirándome A MÍ. A los ojos. Directamente. Como buscando mi aprobación. Me sentí un poco más tranquilo, sobretodo porque, bajo el sol, vi que los ojos de Pertur no eran negros como había pensado sino, marrones, cafés, un color maravilloso que asentuaba la belleza de su rostro pálido y blanquísimo. Lo vi lindo. Comprendí que, tal vez, ese chico podría ser el hombre de mi vida. Y lo asumí, con mucha tristeza.

El Gordo y el Narizón pararon una combi y se apresuraron a subir, arrastrando a Pertur consigo. Vinieron las despedidas fugaces, con las justas nos dimos la mano entre todos, y Pertur, Y PERTUR, casi se olvida de despedirse de mí. CASI. Tuve que ser YO quien le extendiera la mano, en el aire, con ansiedad, esperando ser estrechada. Él, entre tanta confusión, me vio con la mano estirada y atinó a estrechármela con presteza, mientras se iba rapidísimo con el resto. Esta vez no me dio una palmada en la espalda. Mierda. Mierda. Mierda.

Crucé el puente. Y el súbito aire me cayó fatal. Porque volvió a mi mente la idea de la novia. Podría estar en un error pero... ¿y si no? ¿A quién podría estar esperando? No se espera la llamada de un amigo con tanta ansiedad. Ni la llamada de un familiar. A la edad que tiene (18) sólo puede estar esperando a su novia. SU NOVIA. Mierda. Me enamoré nuevamente de un ¿straight? ¿Será? ¿Tendrá novia? ¿O novio? ¡Mierda! Odio el sol. Odio a su "novia". ¿Existirá? ¿QUIÉN MIERDA LO LLAMÓ? Y me sentí tonto porque ahí, en pleno puente, una lágrima cayó por mi rostro y besó saladamente mis labios. Al bajar del puente otra lágrima cayó. Mierda. Estoy llorando por él. ¡Y en la calle! Estoy pasando lo mismo que pasé con Akio. Mi vida va en círculos, todo se repite, todo da vueltas. Todo. Como en "Cien Años de Soledad". Pero esta vez no daré un paso atrás. Esta vez sí me tomaré todo el frasco de pastillas de un sólo trago. Y ya no habrá marcha atrás porque ya no puedo más, Pertur, porque, como yo, "las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen otra oportunidad sobre la tierra". Te amo Pertur. Creo que te amo más de la cuenta. Más que a mí mismo. Mierda.

Posteado por Cyan a las 1:22 p. m.
 
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