Drama queen
viernes, octubre 22, 2004

Estoy a punto de volverme loco (realmente) porque no veré a Pertur hasta el lunes. Y atando cabos, descubro que esta semana sólo lo he visto 2 veces. Contradictoriamente, su ausencia es un arma de doble filo: me ayuda a olvidarme de él, y a extrañarlo con malsana pasión al mismo tiempo. El ejercicio de autoayuda está rindiendo frutos: hay muchos hombres en el mundo como para estar sufriendo por uno solo. Pero da la casualidad que yo QUIERO estar con Pertur. ¿Amor verdadero o mero CAPRICHO? Lo uno o lo otro. Ni yo mismo logro terminar de entenderlo, y mi subconciente me sigue causando sorpresas inesperadas (es muy cierto eso que la mente humana posee recovecos mucho más complicados que cualquier problema de trigonometría).

Esta aseveración es auténtica por un hecho ocurrido el día de ayer. Como sigo empecinado en ser el primer rockstar abiertamente gay del circuito limeño, regresaba yo de mis clases de guitarra acústica, con los dedos inflamados y cuasi sangrantes de tanta práctica, y con el añadido de haber sido vilmente vapuleado por el profesor porque hasta la fecha, tras 3 meses de cátedra atendida, no consigo sacarle notas al instrumento. A veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda, comprarme una guitarra eléctrica de un porrazo y experimentar para ver qué sale. Después de todo, así surgió el punk a fines de los 70. En fin, pese a tener las yemas de los dedos hechas añicos, inicié el largo via crucis que significa ir desde Miraflores hasta La Molina, con la guitarraza en la espalda y práticamente manco de ambas manos.

Caminando por Larco me vi reflejado en una vitrina. No me había dado cuenta que el aire inclemente había despeinado mi roja/anaranjada/castaña (y muy pronto azul) melena, lo cual sumado a la guitarra que llevaba en la espalda, contribuían a hacerme ver como la versión chicha del vocalista de Strokes. "Nada mal", pensé, "al menos el look ya lo tengo". Pasaron unas turistas francesas y me tomaron fotos. Me sentí Paris Hilton, y hasta sonreí un poquito. Como estaba empezando a hacer el ridículo, detuve un micro destartalado y subí por la puerta trasera. Un chico lindo, de pelo largo y barba, mezcla de Jesucristo con Kurt Cobain, me fusiló con sus verdes ojos. Pensé que mi pinta de rockstar chicha lo había impresionado, no le presté la mayor atención y atravesé los asientos para sentarme adelante. Una hora después, ya casi llegando a casa, noté que el Jesucristo/Kurt Cobain se puso de pie para bajar. Me fijé en su mochila cruzada GAP. Qué tonto había sido al no darme cuenta antes: NINGÚN hombre, por más straight que sea, usaría una mochila GAP como ésa.

Jesucristo/Kurt Cobain giró la cabeza y me miró con ojos apremiantes, para después bajar. Cuando el micro reinició su trayectoria, Jesucristo/Kurt Cobain estaba en la vereda y me seguía mirando. Qué tentación. Quize bajar, pero algo me lo impidió. Mis pies no se despegaban del suelo. ¿Por qué? Me gustaría saberlo. El micro se alejaba cada vez más y finalmente Jesucristo/Kurt Cobain se quedó parado en la calle, a lo lejos, sin dejar de mirarme.

Regresé a casa y tuve ganas de clavarme alfileres en la cabeza, por la manera estúpida en la que había reaccionado. No tendría por qué haberme acostado con el chico. Podría haberme bajado del micro, decirle "Hola, ¿cómo estás?" y conversar. Sólo conversar. Y el chico era tan guapo que quizás hubiese deslizado alguna proposición indecorosa, que era libre de aceptar o rechazar. Si la rechazaba, le pedía su teléfono y quedaba en llamarlo. Si la aceptaba, hubiésemos ido a su casa (o a la mía), y lo hubiese besado despacio, sacándole la ropa y descubriendo el olor y la textura de su piel. Pero todo quedó allí, porque nunca ocurrió, todo se quedó redimido en el abismo del deseo. Me saqué la ropa, me eché en la cama e intenté masturbarme. No conseguía tener una erección. ¿Estaré volviéndome impotente?

Pensé en Jesucristo/Kurt Cobain. Tal vez, en la intimidad, no hubiese podido hacerle el amor. Porque desde que salí de Miraflores, desde la mañana, desde hace ayer, desde hace 2 meses, sólo veo el rostro sonriente de Pertur y su cabellera marrón mientras caminamos hacia el paradero. Si existen terapias para mujeres que aman demasiado, ¿las habrá también para hombres que aman demasiado? Mi pene no se erecta. Tengo miedo. Necesito ir al médico. Necesito estar bien la próxima vez que me cruce con Jesucristo/Kurt Cobain, porque si hay una segunda vez, por más que se me presente la imágen de Pertur sonriendo, no le diré que no. Porque tal vez Jesucristo/Kurt Cobain o cualquier otro, sea en verdad el elegido para mí.

Posteado por Cyan a las 10:57 a. m.
 
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