Mon petit-ami (II)
domingo, octubre 31, 2004

Enero del 2003. Habían pasado 2 meses desde la hecatombe causada por Pendex y aún continuaba teniendo estragos. Un buen día, como por arte de magia, me reencontré con Hiro. Lo había conocido hacía un par de años en el chat de Gay.com pero nunca llegamos a vernos en persona, porque en ese entonces él recidía en Japón, pues tenía ascendencia japonesa. Recordaba lejanamente la foto que llegó a mandarme aquella vez, un japonesito delgado, bastante atractivo, de cabello negro parado muy a lo punkie y piel extremadamente blanca. Teníamos mucho en común, nuestra pasión por el cine, en especial por las películas de Almodóvar y por la eterna promesa de ver juntos "Breakfast at Tiffany's". Sin embargo, le perdí la pista porque dejó de mandarme e-mails y sencillamente todo pasó al olvido.

Hasta esa primera semana de enero, cuando, con algo de sorpresa, nos reencontramos en el chat de Gay.com. Se mostró bastante emocionado y arrepentido a la vez, pues me contó que había regresado a Lima y cambió su dirección de e-mail hacía un año atrás, por lo que olvidó ponerse en contacto conmigo. No podía creerlo: Hiro, aquél japonesito que me impactó con su foto 2 años atrás, estaba en Lima. Me dijo que había ingresado a la PUCP a estudiar Literatura, lo cual era todo un reto pues había cumplido ya 28 años de edad. Seguimos chateando, nos pusimos al día en materia de relaciones y no me atreví a contarle de la experiencia enfermiza que tuve con Pendex, en cambió él me confesó que en todo el año que llevaba de vuelta en Lima, había tenido 3 relaciones fallidas, y el pobre empezaba a pensar que tal vez él tenía la culpa de todo por tener la cabeza "tan revuelta". No atiné a nada más que a reírme. Felizmente, su madurez evitó que se enfadara conmigo, pero dejó bien en claro que no quería tener "citas" durante un tiempo, por lo que me vi en la obligación de aclararle que quería conocerlo para "conversar amigablemente, sin compromisos". Al cabo de 2 semanas de insistencia asolapada, Hiro aceptó encontrarse conmigo, a las 4 de la tarde del domingo 19 de Enero del 2003, en la puerta de Ripley de San Isidro.

Ni él ni yo teníamos esperanzas de que pasara algo, pero me pareció que era una buena oportunidad para conversar con alguien y despejarme un poco de lo que había ocurrido con Pendex. Contrariamente a mi costumbre, decidí adoptar una apariencia sencilla: me puse un polo blanco, unos khakis de drill y unas zapatillas plomas. Por ese entonces tenía el pelo corto, y el único artilugio que llevé fue un canguro azul para acarriar el discman, a estas alturas una extensión de mi cuerpo. Un mensaje de texto que me envió una hora antes me advirtió que cambiaríamos la hora de encuentro para las 5:30 pm, de modo que llegué muy puntual a la cita. Por primera vez en la vida, no estaba nervioso. Llevaba una extraña alegría en el corazón, quizás conciente de que algo maravilloso estaba por sucederme. Cuando llegué a la puerta de Ripley, vi un chico bastante alto de espaldas, con el cabello negro parado y un chaleco plomo con cuello de tortuga. Jugaba con su celular. No le ví la cara, pero algo en mi interior me hizo estar seguro que era él. Le pasé la voz, volteó, sonrió con amabilidad, nos dimos la mano y caminamos hacia el parque. Primera impresión: había engordado considerablemente. No era aquél chico raquitico de la foto, ahora estaba algo "llenito", pero tampoco era John Goodman. Su silueta espigada, sumada a su estatura, contribuían a hacerlo más que apetitoso.

No parecía tener 28 años, sino por lo menos mi edad (yo tenía 23). Creo que lo adoré desde que nos sentamos en la banca del parque, y observé su rostro mientras me hablaba sobre su vida. Sus ojillos jalados brillaban. Eran negros pero poseían ese brillo interior de picardía en la mirada. Su nariz, su boca y sus dientes eran perfectos, y tenía dientes de conejo, como aquellos niños traviesos. Yo lo miraba extasiado. Empezaba a olvidarme de Pendex y de toda la mierda del pasado. Hiro era bastante hablador, y luego de 2 horas, me pidió que tomase la palabra. Encontré el suficiente clima como para hablarle de Pendex. Él sonreía, como si fuese una historia conocida, y a continuación sacó a flote sus dotes de psicólogo del corazón. Me pronosticó que el orígen del problema era mi baja autoestima, y a continuación me preguntó si, a pesar de todo, quería volver a intentar algo con Pendex. Me sorprendí cuando de mi boca salió una respuesta afirmativa. Él, muy serio, me dijo que se lo imaginaba, pero que no me preocupase, porque aquello pasaría como todo en esta vida, y que en el futuro debería ser más prudente.

La charla era tan amena que la continuamos en el Food Court tomando un jugo. Eran ya aproximadamente las 11 de la noche y tuvimos que salir porque el establecimiento iba a cerrar. Salimos a la calle y estaba desierta: no había ningún restaurante abierto. El parque igualmente solitario daba miedo. Caminamos hacia la avenida con la intención de regresar cada uno a su casa. Pero él me preguntó: "¿Quieres seguir conversando o tienes algo que hacer mañana lunes?". Le mentí y le dije que me encantaría seguir la plática. Sugirió ir a su departamento, pues vivía solo y no teníamos otro lugar adónde ir a esas horas de la noche. En la plática había quedado en claro que no pasaría nada sexual, porque Hiro, muy diplomáticamente, me palpó la espalda y me dijo: "No sufras, Cyan, algún día encontrarás a alguien que te quiera por lo que eres y vales", pero me lo dijo con cara de "no eres mi tipo y no pasará nada contigo". Por eso no me puse nervioso en lo absoluto al momento en que entramos en su departamento y me invitó a sentarme. Era pequeño y bastante acogedor. Sólo tenía 3 ambientes: sala/comedor diminutos, cocina, baño y su dormitorio. Él se sentó en la mesa del comedor y yo en el sofá, un poco alejados, para seguir conversando. Hiro fumaba sin parar, y luego de una hora, comenzó a sonreír más de la cuenta. Sonreía tanto que sus ojos jalados parecían dos rayas horizontales, y sus dientes de conejo asomaban sin censura.

De pronto, a eso de la 1 de la mañana, se acabó el tema de conversación. Sonaba un disco de Radiohead, el abundante humo de su cigarrillo invadía la habitación y Hiro me miraba sin parar de sonreír. Yo no supe qué decir y lo miré de vuelta, sonriendo, sin decirle nada y pensando en que tal vez ya era hora de irme. Nos quedamos mirando a los ojos, a través del humo. Cuando iba a ponerme de pie, Hiro dijo:

Hiro: ¿Sabes algo?
Cyan: ¿Qué cosa?
Hiro: Algo se me acaba de pasar por la mente, pero no sé si sea lo correcto.
Cyan: ¿Qué es?
Hiro: Vas a pensar que me quiero aprovechar de la situación.
Cyan: No, si me dices qué es...
Hiro: Me muero de ganas de darte un beso.

Me quedé de piedra. En ningún momento presentí que le gustaba a Hiro. Mis labios articularon una respuesta afirmativa. Hiro se sentó a mi lado en el sofá, y fue el primer beso que alguien me daba "con cariño". Sus labios, bastante carnosos, jugaban con los míos, nos abrazamos y nos tumbamos de largo. Al cabo de 5 minutos nos sentamos de vuelta.

Hiro: ¿Qué estamos haciendo?
Cyan: También estoy en shock.
Hiro: Creo que estamos empezando mal. Yo recién te acabo de conocer.
Cyan: Y yo a tí. Pero es obvio que nos gustamos, ¿o no?
Hiro: Por supuesto. Y también es cierto que tenemos muchas cosas en común.
Cyan: Así es. Por lo cual, debemos empezar a salir y a conocernos más.
Hiro: Lo mismo digo.
[Silencio]
Cyan: Pero también quiero seguir poder besándote.
Hiro: Creo que no debemos reprimirnos.
Cyan: Además, si estamos excitados, podemos hacer algo sin llegar al final, ¿no crees?

Continuamos besándonos. Había quedado en claro que ambos nos gustábamos tanto que deseábamos desde ya planear una relación a futuro, pero también estábamos demasiado excitados, con unas ganas locas de hacer el amor. Le quité el polo, me senté encima de él y jugué con sus tetillas. Se las lamía y mordía con ansiedad, sintiendo su piel extremadamente suave. Hiro gemía de placer. Sugirió que el sofá era incómodo. No quería ir a su cama, pero el morbo pudo más. Hiro se sentó al borde de la cama, me bajó el pantalón con una rapidez asombrosa y empezó a chupármela. Al cabo de unos minutos me arrodillé en el suelo y también se la chupé. Él volvió a chupármela y eyaculé unos segundos después de que la sacara de su boca. Él eyaculó masturbándose sobre su pecho. Nos limpiamos, nos vestimos, me agarró de las manos y jugueteó conmigo. Acariciaba mi pelo, besaba mis ojos, mi nariz. Hiro decía: "Cyan, eres lindo. Me gustas demasiado". No podía creerlo. Hace un par de semanas yo sufría por Pendex, y ahora estaba ya enamorándome de Hiro, a quien sólo conocía de 6 horas atrás. Insistió, con lujuria en la mirada, que me quedara a dormir. Creo que cometí un gran error al no aceptar la propuesta, aunque él no se molestó, pero fue la despedida más larga de mi vida. Le decía "chau", y él se quedaba agarrando mi mano, sin soltarla, impidiéndome salir. Hicimos eso una decena de veces. En el umbral de la puerta, en las escaleras del edificio... Nos besábamos y no queríamos separarnos...

Finalmente me fui en taxi. Llegué a mi casa y me miré al espejo. Empecé a reír tontamente, de pura felicidad. Aquello era demasiado maravilloso. Salimos al día siguiente, por la noche, comiéndonos con la mirada pero sin poder besarnos en aquél restaurante público. Al tercer día, viendo la ansiedad de Hiro, le sugerí que me quedaría a dormir en su departamento. Preparé una pequeña maleta con bastante ilusión, porque era la primera vez que pasaría la noche con un hombre. Llegué a las 10 de la noche a su casa, temblando. Él fue prudente y obvió por completo mi nerviosismo. Cenamos juntos, lavamos los platos, nos echamos a ver TV y fue él quien tuvo la iniciativa. Me puso de pie frente a él y me desnudó, despacio, porque no teníamos por qué apresurarnos. Aquella noche sería suyo, y estaba a punto de llorar de alegría. Yo le quité la ropa y nos quedamos de pie, abrazándonos, acariciándonos, sintiendo al tacto nuestra piel desnuda y nuestras erecciones palpitantes, a punto de explotar. Nos echamos en la cama y concluímos en que esperaríamos un tiempo para el sexo anal, de manera que exploramos nuestros cuerpos. Nos lamimos de pies a cabeza, como animales. Nuestras pieles estaban llenas de saliva, de mordiscos. Fue salvaje y tierno a la vez, y al eyacular juntos nos reímos, extasiados. Estábamos manchados de semen, y nos untamos la piel con la mezcla de la leche de ambos, como una crema humectante. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos.

Nos despertamos a las 3am, pegados por una especie de película blanca en la cual se había convertido el sémen esparcido por nuestras pieles. Nos metimos a la ducha e hicimos el amor de nuevo, de pie. Él me enjabonó por completo, y luego me penetró con el dedo. Luego yo lo enjaboné y nos secamos con una sola toalla, poco a poco, con calma. Regresamos a la cama, desnudos, inmaculados y perfumados, y volvimos a hacer el amor. Nos quedamos dormidos. Mientras dormía me tomaba de la mano, apoyando su cabeza contra mi pecho. No pude conciliar el sueño de tanta felicidad. Por la mañana hice malabares para poder tomar desayuno juntos, volver a bañarnos, despedirme de él e ir de frente al trabajo. Aquello fue tan maravilloso que lo volvimos a repetir el sábado. Ya no llevé maleta, y fui dejando alguna ropa y utensilios personales en su departamento. Creo que fue el segundo error. Pero los dos estábamos de acuerdo en que nos sentíamos a gusto con el modo en cómo se estaban dando las cosas.

La segunda vez que pasamos la noche juntos me convencí a mí mismo que lo amaba. Pero lo callé. Hiro cocinó pasta, con una mano movía la olla, y con la otra me tomaba la mano, mientras yo lo abrazaba por detrás, observando cada detalle, y después puso la mesa y sirvió un solo plato para ambos. A continuación me sentó en sus piernas como un bebé, me besaba y me daba de comer en la boca. Yo era capaz de morirme de tanto amor. Luego nos metimos en la tina y él intentó penetrarme por primera vez. No lo conseguimos y optamos por seguir esperando. Al día siguiente, cuando llegué a su departamento finalizando mi trabajo en la oficina, lo noté con una mirada extraña. Conversamos sentados en el sofá. Me contó que se había encontrado con su ex en la universidad y sintió que aún estaba enamorado de él. Además, comentó que le parecía que lo nuestro estaba yendo demasiado rápido. Yo, sin protestar, hice lo que tenía que hacer. Me llevé mis cosas de su departamento, y en vez de hacer el amor todos los días, nos conformamos con hacerlo 3 veces por semana. Nunca más me volví a quedar a dormir. Muchas veces, desnudos en la cama, Hiro me miraba y decia que se sentía culpable, que temía hacerme daño, porque lo nuestro no era una relación. Aún estábamos "saliendo", no éramos novios todavía, pero a veces... Ninguno de los 2 lo sabíamos. Él me pedía tiempo para ordenar sus ideas, y yo decidí esperar con calma a que él me diera el "sí" para establecer una relación formal.

Jamás llegó aquél "sí". Lo que siguió fue un alejamiento progresivo de su parte. Al notar su alejamiento, revelé mi faceta de amante posesivo. Le exigía palabras de cariño, le exigía más pasión, más besos. Cuando se olvidaba de darme un beso o de cocinar para mí o de enjabonarme a la hora de bañarnos, yo protestaba y le decía "Ya no me quieres". Lo llamaba y le mandaba mensajes al celular a todas horas, sentía que empezaba a perderlo, y no era consciente que quizás yo era el causante de que aquella "relación" se estuviese acabando. Cuando él no podía chatear conmigo por MSN porque estaba ocupado buscando información para sus exámenes, yo rugía cual animal herido. La situación no daba para más. Me citó en un parque de Miraflores, y sin dar muchos rodeos, me pidió "más tiempo" para pensar acerca de lo nuestro, y que podríamos seguir viéndonos, pero sin tener ningún tipo de contacto físico. Yo acepté a regañadientes, pero aquello nunca más fue lo mismo. Él siguió viéndose con su ex e inclusive iban al cine. Yo nunca le reclamé nada.

Hasta que, finalmente, lo cité en el parque donde nos conocimos por primera vez. Yo era presa de los nervios, porque me estaba jugando el todo por el todo. Luego de 2 horas de hablar estupidez y media, le dije: "Hiro, el motivo por el cual te cité aquí es porque quiero que sepas que estoy enamorado de tí". Él bajó la cabeza y miró al suelo. Se mostró bastante apenado porque no podía corresponder a mis sentimientos. Su respuesta yo ya la imaginaba, por eso no me chocó tanto. Sin embargo, aceptó el amor que sentía por él y concordó que deberíamos seguir viéndonos como amigos. Pero yo opté por alejarme. A partir de esa fecha, me dije a mí mismo: si quiere consvervar mi amistad, es él quien debe llamarme o mandarme mensajes. Nunca lo hizo. Yo lo llamé un par de veces. Quedó en llamarme de vuelta, seguir en contacto, pero no volví a saber de él hasta que lo llamé para invitarlo a mi fiesta de cumpleaños. Me dijo: "No creo que pueda ir. Estoy saliendo con alguien y él es bastante celoso como para dejar que tenga amigos gays. De todas maneras gracias por avisarme. Te llamaré para saludarte por tu día".

Yo agradecí y colgué, sintiendo una ola de rabia. Estaba saliendo con alguien. ¡Qué casualidad, justo cuando lo nuestro ya no daba para más! No había tardado ni un mes en encontrar mi reemplazo. Es más, sentí que él estaba siendo demasiado considerado con su nuevo amor. "...él es bastante celoso como para dejar que tenga amigos gays". Pura mierda. A él sí lo sacaba a fiestas, sí lo tomaba en cuenta. A mí no. Cuántas veces lo llamé para vernos y él me decía: "no puedo, tengo una fiesta con unos amigos de la universidad, te llamo mañana para que vayas a mi depa". ¿Por qué demonios nunca me llevó a sus fiestas? ¿Y por qué al otro sí? ¿Por qué se enredó con otro ni bien terminó conmigo? ¿Es que acaso todo fue un vil engaño? Nunca lo sabré, pero el que nunca más me haya llamado es suficiente síntoma como para pensar que yo nunca le importé.

Hace un par de meses, caminando por Larco con mi amigo Funky, me lo encontré cara a cara. Estuve a punto de morirme. Me saludó con cariño. Funky notó lo que sucedía, y le dijo con cara de pocos amigos "Conque tú eres el tal Hiro... Pues yo soy el novio de Cyan". Yo ahogué una risa y le seguí el juego. Hiro comenzó a hablar hasta por los codos, pero Funky me dijo "Mi amor, ya me harté, ¿vamos? ¿o seguirás hablando con éste?". A continuación, Funky me estampó un apasionado beso en la boca, en plena avenida Larco y frente a un asustado Hiro. Me disculpé, le dí la mano y me dejé llevar por Funky, quien me arrastró para dar la vuelta a la esquina. Funky me dijo: "No me lo agradezcas. Lo hice para darle una lección a ese hijo de puta". Yo me reí, lo abrasé, y me eché a llorar. Llevaba demasiado dolor guardado adentro mío, y Funky supo comprenderme. Lloré en su brazos, en la mitad de la calle. Luego fuimos a emborracharnos y me sentí felíz, porque a pesar de Pendex y Hiro, las dos únicas "relaciones" que he tenido hasta la fecha, aún seguía teniendo un amigo como Funky. Te quiero más que a nadie, maricón.

Posteado por Cyan a las 7:14 p. m.
 
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