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Saint Pertur
miércoles, octubre 27, 2004 |
El examen oral de francés consistía traer un plato de postre para degustarlo, luego dar los ingredientes y enseñar paso a paso la preparación, como en una clase de cocina, con la diferencia que había que hacerlo en perfecto francés. Todos nos quedamos afuera, cargando nuestros dulces y postres, y la profesora entró al salón y nos fue llamando uno a uno, como si se tratase de una gran exposición frente a un jurado anónimo. Me estremecí de miedo, no por el examen, sino porque ya habían pasado 40 minutos y Pertur no llegaba. Pero el corazón se me salió por la boca cuando Pertur apareció, para variar, tarde y corriendo, apresuradísimo por el pasillo de entrada a la academia. Es extraño, pero sólo consigo sosegar mi ansiedad cuando lo tengo a mi lado. Pertur miraba nervioso a todos, pero cuando ya me había estado haciendo la idea de olvidarlo de una vez por todas, se pone de pie a mi lado, tan tímido, tan lindo, tan estúpidamente niño, con su bandeja de vidrio cubierta por un mantelito de cuadros rojos y blancos.
Pertur: Hola, Cyan [Extendiendo su manito temblorosa]
Cyan: Hola [Sorprendido por el repentino saludo, apretando su manito y sintiendo su piel suave, blanca y deliciosa]
Pertur: ¿Hace tiempo que empezó? [Para eso me buscas, niño malo, sólo me hablas por interés]
Cyan: [Secamente] Así es.
Pertur: [Gimoteando] Me va a jalar... estoy seguro que la profesora me va a jalar...
Cyan: [Severo] Eso te pasa por faltar tanto, pues.
Pertur: [Desolado] Es que estuve enfermo...
Cyan: [Altivo] Pero mínimo hubieses llamado a la academia y pedir hablar con la profesora, decirle que estabas mal y listo.
Pertur: [Nervioso] Qué vergüenza...
Cyan: [Sin compasión] ¿Por qué? Era mejor que estar al borde de perder el curso.
Pertur: [Triste] No se me ocurrió...
Cyan: [Odioso] Tú solito cavaste tu propia tumba.
Aquello sonó horrible y me odié a mí mismo por decirlo. Fue demasiado. Me estaba comportando como un idiota. Pero lo odiaba, odiaba que fuese tan descuidado, tan... PELOTUDO. Y también lo amaba. Y con locura. Tenía que olvidarlo, sobreponerme. Y por eso estaba actuando así, distante, cuando en el fondo quería abrazarlo y decirle que no se preocupe. No pude olvidarme de él porque estuvo a mi lado todo el rato y continuaba hablando conmigo, mirándome a los ojos, preocupado. Toda la plática me estaba hastiando porque pensé que yo existía para él sólo en momentos críticos, no quería ser el paño de lágrimas de nadie. Y casi al mismo tiempo me arrepentí. Aquellos ojos tristes estaban mucho más tristes que de costumbre. Era él, mi niño adorado, el amor de mi vida...
Cyan: [Arrepentido] Cálmate, no tienes de qué preocuparte.
Pertur: [Esperanzado] ¿Tú crees?
Cyan: [Alentador] ¡Claro! El exámen estuvo fácil, ¿o no?
Pertur: [Animado] Sí, facilazo...
Cyan: [Alegre] Ya ves...
Pertur: [Ofuscado] Pero yo estoy desaprobado en el primer examen... No va a ser fácil. Me va a jalar.
Cyan: [Condescendiente] De nada vale que le busques más pies al gato, tranquilízate y concéntrate en dar bien este oral.
Intrigados por nuestra plática, varios compañeros se acercaron a conversar con nosotros, incluída La Chica De La Mala Permanente. Sin embargo, Pertur no parecía hacerles caso, me hablaba y me miraba á mí, SÓLO A MÍ. Hasta que la profesora abrió la puerta y me llamó. Fuimos pasando de a pocos y el último en ingresar al matadero (al salón) fue Pertur. Yo y el resto de la clase estábamos sentados en círculo, y Pertur se puso rojo y empezó a temblar. Estaba a punto de morirme porque sentí que había sido invitado en primera fila al sacrificio de aquél niño, porque la profesora lo observaba sin compasión. Y no pudo ser peor. Pertur no se había memorizado la receta de su torta de galleta y leía con timidez un papelito arrugado y de caligrafía ininteligible. Se trababa, no pronunciaba bien las palabras, todo estaba saliendo terriblemente mal. La profesora lo miró con una pena escalofriante y empezó a escribir su nota final en el papel que le entregaría a continuación.
Sentí náuseas. Era ahora o nunca. La profesora no dijo ni pío. Pertur estaba tan nervioso que se puso blanco al tomar el papel y leer su nota. La invasión de alegría me cogió desprevenido cuando observé la sonrisa de mi amor, resplandeciente y absolutamente real, mientras murmuraba: "Pasé...". Se desmoronó en el asiento. Mi amor empezó a comer con fruición los dulces que el resto comenzaba a repartir. Lo observé con ternura. Comía sin modales, como un niño pequeño en su fiesta de cumpleaños. Lo amé aún más. Y lo seguí amando cuando, igual de tímido, intentó cortar su torta de galleta con chocolate y casi se le va al suelo. Era demasiado torpe. El cuchillo se le iba de las manos, la torta se deshacía en grumos y él no conseguía cortar un buen pedazo. Por fin sacó una tajada, raquítica, la puso en un plato de plástico y me la dio A MÍ. No lo pude creer. Pudo ser porque yo era el que estaba más cerca, pero preferí pensar lo contrario. Siguió repartiendo su torta mal cortada y por fin se sentó a comerla. Parecía gustarle demasiado porque no repartió a nadie más y se la terminó él solo. Yo decidí ser audaz, y de entre toda la comida repartida, elegí la torta que me había servido él. Y mi amor me miró como antaño. Me miró con esa mirada de Hannibal Lecter porque descubrió que yo también comía primero, SU torta. Se le veía sorprendido. Y rogué para que al menos se esté dando cuenta de lo mucho que lo idolatro.
Y tanta felicidad se desmoronó cuando al finalizar la clase/desayuno, se puso de pie y se fue del salón conversando con el Gordo y el Narizón. Yo me quedé de una pieza y volví a odiarlo. Bajé las escaleras con furia y me acerqué a él, mientras caminaba con el resto por la calle. El Gordo había traído su carro y todos nos subimos haciendo chacota, yo sin saber muy bien dónde iría, pero contento al estar en el mismo carro que mi amor. Mi amor se sentó en el haciendo delantero, junto al copiloto, y quizás fue el mayor desaire que me hizo en todo el día. De pronto todos empezaron a hablar de mí, cuando se enteraron que yo hablaba y entendía el japonés a la perfección (al menos eso me atreví a decirles). Eso debió cambiar en algo la percepción que mi amor tenía para conmigo, porque giró su cabecita.
Pertur: ¿Así, sabes japonés?
Cyan: Sip.
Pertur: ¿Y... también los animes?
Cyan: [Emocionado] Claro. ¡Me encantan!
Pertur: ¡A mí también! Bueno, te cuento, yo soy fanático de Saint Seiya.
Cyan: [En el cielo] ¡No jodas! A mí no me gustan tanto [Me arrepentí de haberle dicho la verdad, tenía que inventar algo] pero sí sé de qué va la cosa, además mis amigos me han hecho ver las OVAs [Mentí].
Pertur y yo nos pusimos a hablar, de repente, de Saint Seiya. Y el resto nos escuchaba, enmudecidos e ignorantes a todo. Él parecía bastante emocionado y no paraba de contarme de las OVAs, películas, y del manga. Yo mentí al decirle que había leído el manga. De repente surgió una gran idea, como por harte de magia, el foquito se prendió arriba de mi cabeza y me dije a mí mismo "Tengo que hacerlo... es ahora o nunca: su e-mail".
Cyan: Alucina... la vez pasada me metí a la página web de Saint Seiya, que está en japonés, y vi los avances de las próximas películas [Desconozco si esto es verdad]
Pertur: ¡Anda! ¿Tiene página web?
Cyan: Claro.
Pertur: Yo también quiero chequearla... ¿Sabes cuál es la dirección?
Cyan: A ver... es... [Inventando] http... www... saintseiya.co... .jp... eso creo, la verdad no estoy seguro.
Pertur: Oh...
Cyan: Pero si gustas te la puedo pasar por MAIL...
Pertur: Ya, chévere...
Pasó. Al fin pasó. Su e-mail sería mío. Pero...
Pertur: A ver, dame tu m....
Gordo: ¡OE HABLANDO DE DIBUJOS! ¿HAN VISTO LOS SIMPSONS?
Narizón: Sííí... puta que es bravazo...
Y no se la pude volver a pedir porque el Gordo y el Narizón monopolizaron la conversación orientándola hacia Los Simpsons. Pertur y yo nos mirábamos desesperados. Él seguramente porque quería que le pasara la web. Y yo, porque no había podido obtener su email. Estuve a punto de pedírselo cuando llegamos a nuestro destino. Resignado, tuve que bajar, no sin antes despedirme del resto. Pero me olvidé de algo...
Pertur: [Extendiendo su manito al viento] Chau, Cyan...
Me había olvidado de mi amor. Lo había dejado con la mano en el aire. Se la cogí y estreché fuertemente, para luego hacerle adiós desde la calle, mientras el carro se perdía a lo lejos. Si el lunes es feriado, el martes tendré que obtener su e-mail, a como de lugar. Por lo menos lo seguiré viendo el próximo ciclo, pero... aún quedan en el aire las palabras del sabio plumífero Piolín:
"Cyan, si a Pertur no le interesa el francés... ¿tú crees que realmente le interese alguien de la clase?"
ESCUCHANDO: PORTISHEAD - "Nobody loves me"
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