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La régle du jeu
martes, noviembre 02, 2004 |
Las cavilaciones que fluctuaron en mi cabeza durante este último fin de semana me sirvieron, qué ironía, para darme cuenta de algo que desde el principio se veía con claridad y que mi mente obsecada me impedía visualizar: no puedo enamorarme de Pertur. Quizás ya lo estoy, pero tengo que poner marcha atrás y frenar mis instintos, al menos hasta tener pistas sobre su posible homosexualidad, probabilidad a estas alturas mucho más lejana que antes. ¿Qué me hizo entrar en razón? La aparición de un nuevo interés: Nené. Probablemente, mi relación con Nené sea mucho más imposible de realizarse, pues, como diría un personaje almodovariano, "un abismo nos separa", en éste caso el abismo de la geografía y la mismísima Cordillera de los Andes.
Mi cariño por Nené sigue creciendo, irrefrenablemente. Aquello, sumado a una sobredosis de Pizzicato Five (la música por excelencia para celebrar le plaisir de vivre) encontró una salida vertiginosa: si quiero intentar algo con Pertur, tengo que tener la cabeza fría. Soy conciente de lo fuerte que pueda sonar, pero, al estar mi mente ocupada en Nené, puedo pensar con calma sobre cuál estrategia utilizar para seducir a Pertur. Y las cosas van cada día peor porque Nené está sufriendo en estos momentos de una terrible decepción amorosa, pues acaba de romper una relación que estaba construída en castillos de falsedad, situación que nos ha unido mucho más en los últimos días.
Por eso, estaba nervioso por volver a Pertur, pero ya no necesité unos miligramos extra de medicamentos contra la depresión. Entré al salón de clase sin dejar de mirar mi reloj, y dieron las 10 de la mañana sin que Pertur halla pisado el aula. Como el resto de la clase también faltó, supuse que cundió una epidemia de flojera colectiva debido al fin de semana largo. En todo caso, ahora que lo pienso mejor, no me molestaría en lo absoluto que Pertur no acudiese más a clase. Es decir, me dolería, claro está, pero ya no como antes. Empiezo a agarrarle gusto a las clases de francés, a mis demás compañeros, y hasta descubrí que el Gordo, además de ser muy buena persona, no es tan feo ni tan gordo como al principio lo califiqué. Hasta pude notarle cierto "encanto" (al cual contribuyó su camisa abierta mostrando una nutrida mata de vello, el cual, venga de quien venga, siempre consigue excitarme al menos un poquito). Además, tuve la suerte de entablar una agradable conversación con una chica del salón, a quien llamaremos La Enana.
La Enana aparte de ser enana es rarísima. Habla sin parar y a pesar de su apariencia normal, es bastante extraña. No obstante, posee una alegría contagiante. Así fue como me di cuenta que ella conocía a Pertur más de lo esperado. ¿Cómo? Porque ambos estuvieron juntos en la misma clase durante el primer ciclo en la PUCP. Al enterarme de semejante revelación estuve a punto de estrangularla poniendo cara de "¿Y por qué no me lo habías dicho antes?". En lugar de eso, me relajé y la sometí a un asolapado interrogatorio, muy saludable para aclararme algunas dudas acerca de Pertur.
La Enana lo resume en una palabra: tímido. Ya lo sabía, pero no era capaz de ver la dimensión exacta de la palabra. Según La Enana, Pertur es tan tímido que en la universidad nunca le habló, y ni porque llegaron a reencontrarse en la academia de francés le ofreció su confianza. Es por eso que el resto de mis compañeros de aula no se entera aún que Pertur y La Enana se conocen. La Enana lo describió como "Es un cague de risa Pertur, pero un chico muy inteligente, eso sí. Despistado, pero inteligente. Con excelentes notas. Ufff, él no tiene ningún problema en ser casi el primero de la clase. Inteligentísimo el chico. Aunque siempre llegando tarde, jajaja". La tésis de La Enana se sustenta fácilmente en el hecho que Pertur sea lo suficientemente tímido como para iniciar un flirtreo con alguien, mucho menos si ese alguien va a ser una persona de su mismo sexo.
Segundo, la perspectiva que tenía de Pertur como un descuidado se fue por los suelos. Pertur no es descuidado. ES DESPISTADO. Torpe, pero no irresponsable. Pensándolo bien, si no fuese responsable, no hubiese luchado por aprobar el anterior ciclo del francés, el cual estuvo muy cerca de perder. Me gustó enterarme que sacaba excelentes notas en la universidad, y que también llega tarde por ahí. Llegué a la conclusión que Pertur es un niño, un niño inocente, al cual se le pegan las sábanas y es fanático de Saint Seiya. Un niño al que, con un poco de trabajo constante y alguna que otra ayuda esotérica, por si las dudas, puedo hacer mío. ¿Será cierto? ¿Podré hacerlo mío? Son sólo especulaciones. Por el momento, ya expuse las reglas del juego: no me enamoraré más, ni sufriré por él, hasta tener su pene en mi boca. Quizás nunca llegue a ser mío, quizás no lo vuelva a ver ni mañana ni nunca. Qué mierda. Él se lo pierde.
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