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Aviso de servicio público
jueves, diciembre 23, 2004 |
Me dirijo a tí. Sí, a tí, que respondes al seudónimo de Pertur Bado. Durante muchas noches una idea desgarradora me rondó por la cabeza: que te hayas dado cuenta que hablo de tí en este blog, y por consiguiente, sepas quién soy yo y lo que siento por tí. De ser así el caso, reconozco que fue un error aparecer publicado en el reportaje del diario "La República", pues de alguna manera se rompió el caracter de blog underground, para pasar a ser la estrella (estrellada) por un día, y lo que es peor, hacer públicas las memorias (reales) de un servidor que, literalmente, se está muriendo por una sola causa: tú, y tú hasta el infinito.
¿Por qué te digo esto? Porque me parece irrazonable que tú, un muchacho que creía razonable (sic) esté estudiando francés, se matricule en el nuevo curso, y repentinamente, deje de asistir a clases, a pesar de haber cancelado la inscripción y aparecer en la lista de alumnos. Lo que más llama la atención es que todos los hechos sucedieron justo después de publicarse el reportaje en "La República", razón suficiente para desechar cualquier infeliz coincidencia del destino.
Pertur (discúlpame por llamarte así, tu y yo sabemos perfectamente las letras que conforman tu verdadero nombre, que a pesar de ser un nombre que despierta sonrisas, a mí me parece la palabra más bella del universo) sólo tengo un mensaje para tí: no fue mi culpa. Yo no pedí (ni quise) enamorarme de tí. El amor no escoge. Sino, no seríamos tan tontos de irnos a enamorar de quien no nos ama, ¿no crees? Aunque debo reconocer que sabía de antemano que me ibas a traer problemas, desde la primera vez que apareciste en la puerta del salón de clases y, para variar, 15 minutos tarde. Sabía que no podría ser indiferente a tus ojos, a tu cabello, a tu expresión de niño asustado. Sabía que iba a tener que batallar muy duro, mi conciencia iba a librar una feroz guerra para reprimir mis sentimientos. Desgraciadamente, no lo conseguí. Fracasé. Lo siento. Pero lo siento más por mí que por tí, porque tú no eres el que se está muriendo, sino yo.
Quizás el verte presa de un sentimiento tan inmenso como es el amor, y lo que es peor, el amor mezclado con obsesión al no ser correspondido, te ahuyentó de mí, tanto que tuviste que huir despavorido. Y no te culpo: yo en tu lugar hubiese hecho lo mismo. Te notaba distante, tímido, quizás aún por madurar ciertos aspectos de la vida adulta. Porque tú ya eres adulto. debes afrontar las consecuencias, no huir de los problemas. Y te lo dice alguien que, descaradamente, prefirió consumirse en vida a intentar hablar contigo y transmitirte, con la menor presión posible, el inmenso dolor que llevo en el corazón desde que me dí cuenta que estaba enamorado de tí.
Sin ánimos de apelar al melodrama ni a un capítulo nuevo de Corín Tellado, te transmito un mensaje simple: no tuviste (ni tienes) nada que temer. Nunca habría sido capaz de hacerte daño ni de tomarte por la fuerza. Recuérdalo: estamos demasiado conectados, al menos yo a tí, y si tú sufres, yo sufiría el doble. Intenta comprender y ponerte un poquito en mi lugar. Entonces, sólo entonces, eres bienvenido a contactarme, a escribirme un e-mail o a hablar directamente conmigo. Ya sabes dónde encontrarme, te estaré esperando con la mejor sonrisa y promete no reaccionar más de la cuenta. Una conversación para aclarar las cosas no le vendría mal a nadie, ¿no? Por último, recuerda: no te pido que estés enamorado de mí. Yo ya te quiero por los dos.
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