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Homo au pair
miércoles, diciembre 22, 2004 |
Las navidades siempre consiguen aflorar, con éxito, lo peor de mí. Anoche me encontré en la penumbra de mi cuarto, llorando como un niño pequeño a quien le acaban de quitar su juguete preferido. Ni yo mismo comprendía por qué estaba llorando. Creo que lloraba más por rabia que por pena. Lloraba de angustia por estar llorando por Pertur, una vez más. Lloraba porque estaba llorando. Tenía pena de tener pena. Me consumía de cólera por tener cólera. ¿Quién puede entender la infinidad de ideas que se cruzan por mi cabezota?
Me levanté para tomar tres cápsulas en vez de la acostumbrada dosis matutina. Mirándome al espejo, quise morir una vez más: ojeras, dios mío, aquellos malditos zurcos bajo los ojos, el semblante triste de mis pupilas, la agonía en mi mirada. No parezco tener 24 años, sino 30. Llegar a sufrir sin parar durante 24 años, nonstop & 24/7, es la mejor fórmula para un envejecimiento prematuro.
Por si fuera poco, Toshiro sigue estando allí mismo, donde lo dejé, desde la silenciosa ventana de contactos del MSN. Muchas veces he querido abrirle una ventana para conversar con él, y luego de quedarme contemplando el gran espacio en blanco, la he vuelto a cerrar. ¿Para qué voy a chatear con él? ¿Para volver a enamorarme de un straight, a sufrir por él, a terminar añadiendo un nuevo círculo al eterno espiral vicioso de mi vida? Por más cantado que esté el lado gay de Toshiro, tampoco deja de ser un absoluto pendejo, con todas sus letras. No va (ni piensa) dejar de coquetear a mis amigas, especialmente a Ana Conda. Concuerdo con el manifiesto femenino: todos los hombres son iguales (por no decir "perros", y terminar parafraseando a la impronunciable Paulina Rubio).
La pobre Ana Conda, como buena amiga que es, insiste en emparejarme con Toshiro. Nadie puede negar que es una alternativa más que jugosa, y acaba siendo un arma de doble filo por las razones previamente expuestas. Pero a Toshiro hay que trabajarlo. Sin tratar de pegarla de ocioso, no puedo esperar a que su lado gay salga a flote. No necesito a un "posible gay". No un gay en potencia. Tampoco a un gay a medio tiempo, ni a un bisexual. Necesito a un GAY. Un homosexual a tiempo completo. Un compañero. Un hombre au pair. Y es más, lo necesito ahora, ahorita mismo. Algunos dicen que la razón freudiana de mis tragedias radican en una infancia tormentosa: Papa Noel no me trajo nunca el regalo largamente esperado. Han transcurrido 24 años y lo sigo esperando mi regalo: un hombre, no un perro.
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