|
|
|
|
Dèja vu
martes, diciembre 21, 2004 |
Lo mejor de todo es que Pertur es mayor de edad. Aquél lejano día de octubre, cumplió los 19 años para mi felicidad, mientras por ese entonces lo acompañaba hacia el paradero, observando su melena marrón agitándose al viento. La vida sigue dando vueltas en círculos, justamente hoy me levanté con la sensación de que todo seguía igual: él en mi clase de francés, sentado frente a mí, lanzándome las penetrantes miradas que nunca pude entender, y yo al otro lado del salón, observándolo, consumiéndome, hecho una pústula de deseo inconcebible sobre la carpeta, para luego evocarlo, torturándome, viendo las horas pasar, existiendo por él y sólo para él, llegando todos los días temprano, arreglándome lo mejor posible para poder gustarle, así él no me mirara, y luego morir un poco esperando que entre al salón, maldito tardón, y al final dando gracias al cielo por haber nacido, en el momento en que él golpeaba tímidamente la puerta e ingresaba al salón temblando, con su eterna vocesita de niño asustado.
-Bonjour...
A estas alturas, después de haber pasado más de 2 meses sin verlo, el lector comprenderá que este desdichado cronista de desgracias personales no está nada bien interiormente. Muchas veces, husmeando en libros de quiromancia, cartomancia y todas las "ancias", descubría las teorías místicas que decían que cuando uno se acuerda de alguien, al momento, sin haberlo pensado, como un dèja vu, es porque esa persona también está pensando en uno, porque el dèja vu no existe, es tan sólo una irremarcable falla en el mecanismo del destino y el azar. Me resisto a pensar que aquello pueda ser posible. ¿Pertur pensando en mí? Ni de vainas.
Decía que es una gran ventaja que Pertur sea mayor de edad. Así no van a poder meterme a la cárcel cuando algún día, presa de una sobredosis de Xanax, me encuentre a mí mismo a merced de una catársis incontenible, con ojeras gigantescas, esperando a Pertur en una esquina de la cuadra donde vive, ya muy entrada la noche, para poder violarlo. Creo que todo atisbo de humanidad y amor al prójimo acaba de desaparecer de mi vida. Mejor dicho, nunca lo tuve. Estoy enfermo, nunca me creí capaz de llegar a cometer tal atrocidad. Después que todo haya terminado, cuando haya eyaculado a gritos restregando mi pene contra sus nalgas de melocotón bañadas en mi lactosa divina, nadie podrá reclamarme nada. Nadie podrá mover un dedo. No podrán meterme a la cárcel por abusar sexualmente de un menor de edad. Si se le antoja, puede colocar una denuncia en mi contra (tan tonto no creo que sea, todo él desborda perfección), pero para ese entonces yo ya tendré lista la fórmula suicida de Hugo. Se agradece.
*Disculpe el lector la crudeza de los deseos de éste escritor frustrado. La posibilidad de que todo aquél plan llegue a consumarse es, digamos, de cero absoluto.
|
|
|
|
|
|
|
|
. |
|
|